Clan "Inmortales"


lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 30-Liz;Traición

No logré dormir, el silencio de la noche me inquietaba y me pregunté si mi salvador vendría a verme antes de que el alba ascendiera. Me incorporé y apoyé la espalda en el cabecero de mi cama resoplando una y otra vez con las manos sudorosas. El calor que hacía en mi habitación era agobiante, no quería ni imaginar lo que supondría para un vampiro. Puse los pies en el suelo y agradecí que este tuviera una temperatura más o menos agradable, alisé mi camisón con las palmas de las manos y me dirigí hacia la ventana una vez más. Me escocían los ojos, era una señal de que necesitaba cerrarlos y poder descansar un rato, pero no quería hacerlo sin antes ver el dulce rostro de Brandom. Llevé las manos detrás de mi cuello e hice movimientos circulares mientras que mis ojos buscaron con desesperación una sombra que pudiera advertirme de su llegada. Un suspiro se dejó escuchar en el interior de mi habitación y con la cabeza cabizbaja volví sobre mis pasos en dirección a mi cama deshecha. Un crujido de hojas pude escuchar en el exterior, mis ojos se abrieron y corrí de nuevo hacia la ventana mirando hacia abajo. Fruncí el ceño y una risa familiar me sobresaltó, miré hacia el frente y ahí estaba el ser más bello de la tierra. De cuclillas sobre una rama del árbol que había frente a mi ventana, sostenido con una sola mano, clavó sus ojos en los míos y se llevó un dedo a sus labios para que no hiciese ruido. Asentí con la cabeza una sola vez y mi sonrisa se amplió cuando le invité a pasar dentro del dormitorio. Dio un salto en el aire hasta quedar en el borde de la ventana, al hacerlo, uno de sus pies impactó contra la fachada a lo que se pudo escuchar ese ruido en toda la casa. Cerré mis ojos con fuerza mientras que la sonrisa de Brandom se desvaneció cuando notó unos pasos que se acercaban aceleradamente hacia mi habitación. Me hizo un gesto para que me metiera a toda prisa en la cama, al hacerlo miré hacia la ventana y desapareció. -¿Liz?.-Se escuchó una voz en el otro lado de la puerta. Me arropé con las sábanas hasta la cintura, cerré los ojos fingiendo estar dormida intentando controlar mi respiración acelerada. -¿Liz?.-Volvió a repetir la voz de mi madre. Abrió la puerta y se acercó para comprobar que todo estaba bien, pasado el susto por ese misterioso golpe volvió acercarse a mi rostro para besar mi frente y darme las buenas noches en un susurro cálido. Fingí moverme y la sonreí en muestra de agradecimiento, sus pasos volvieron hacia la puerta y la cerró tras ella con sumo cuidado. Me incorporé rápidamente y corrí hacia la ventana para asomarme. Brandom no se encontraba allí, miré en todas direcciones pero al parecer se había marchado. Fruncí el ceño y cerré la ventana, entonces, unos brazos fuertes y de piel helada rodearon mi cintura. Di un brinco y acto seguido un suspiro de alivio. Me dí la vuelta con rapidez y le rodeé la cintura con mis brazos acurrucándome en su pecho. Los suyos me estrecharon a un más contra su cuerpo perfecto y con una mano hizo que alzara mi rostro para encontrarme con el suyo. Su sonrisa se amplió mientras que con las yemas de sus dedos dibujaron con suavidad las facciones de mi rostro. Al pasar los dedos por mis labios sonreí, se acercó para besarlos con ternura y volvió a pasar las yemas de sus dedos por ellos con sumo cuidado. Mi cálida mano se cerró alrededor de su nuca para atraerlo hasta mí y comenzamos a besarnos con intensidad. Sus manos, grandes y fuertes tan frías como el hielo acariciaron mis brazos, mi cintura y recorrió toda mi espalda por encima del camisón de seda. Mi corazón se aceleró de una manera descontrolada, en aquellos besos de intensa pasión, nuestras manos volaron acariciando nuestros cuerpos y revolviéndonos el cabello. Me tomó en brazos e hizo que mis piernas se cerrasen alrededor de su cintura mientras me daba repetidos besos por mi cuello. Alcé mi rostro al cielo ofreciéndole mi vida, pero en lugar de ello avanzó hasta mi cama dejándome en ella con delicadeza mientras que él me protegía con su cuerpo. Abrí mis párpados lentamente y me encontré con su dulce rostro a escasos centímetros del mío. Éste no dejaba de observar mis labios, acarició mis sienes y volvió a besarlos con suavidad. -Mi dulce humana.-Dijo.-Necesitaba verte, olerte, tenerte entre mis brazos. -Susurró en la oscuridad. -¿Por qué has tardado tanto en venir?.-Pregunté tímidamente.-Casi muero de la desesperación. Siseó llevando un dedo a mis labios para acariciarlos y sonrió. -No digas eso, antes o después, siempre vendré a verte.-Me prometió. Sonreí y aparté sus largos cabellos oscuros hacia un lado, acto seguido acaricié el lóbulo de una de sus orejas y su mirada pareció perderse. -¿Estás bien?.-Pregunté al estudiar su rostro. Un suspiro frustrado salió de lo más hondo de su garganta y se acomodó a mi lado descansando la cabeza en mi pecho. -Mi padre ha reclutado un nuevo miembro en la familia.-Anunció. -Y, ¿eso es malo?.-Pregunté confundida. -Lo es.-Contestó. Se incorporó para apoyar la espalda contra el cabecero de la cama y me atrajo hasta su cuerpo dejando que esta vez apoyara mi cabeza en su pecho. -Era humana, mi padre quería que yo mismo la infectara pero no pude hacerlo.-Dijo endureciendo su mandíbula.-Finalmente él mismo fue quien lo hizo, se puso furioso conmigo.-Recordó con amargura. -Cuando todo terminó, quise venir a verte pero fui descubierto por mi padre.-Dijo. Me sobresalté asustada e hizo un gesto para que volviera a mi postura pero no podía tranquilizarme sabiendo que había tenido serios problemas por venir hasta aquí. -¿Y ahora qué?, ¿qué te dijo?, ¿tuviste problemas con él o con tu familia?.-Le acribillé a preguntas. Estaba verdaderamente asustada pensando en que pudieran darle un duro castigo por mi culpa, aunque los dos nos amáramos, no podía consentir que estuviera sufriendo doblemente. -Puedes estar tranquila, no dijo nada sobre ti.-Mencionó con media sonrisa. Sus ojos volvieron a desviarse por un segundo y obligó a que mi cabeza descansara nuevamente sobre su pecho. Otro suspiro salió de lo más profundo de su pecho y continuó. -Si no pude venir antes a verte, es por que me obligaron a presenciar algo horrible, intenté evitarlo te juro que lo intenté Liz.-Dijo estrechando mi cuerpo aún más. -¿Qué pasó?.-Pregunté, asustada por sus palabras. -El padre de esta humana estaba gravemente enfermo al igual que su hermana.-Comenzó a decir.-Para evitar que denunciaran su desaparición, mi padre ideó un plan.-Dijo. -Matarles.-Le ayudé a seguir. -Si.-Contestó avergonzado.-Incendiaron la casa poco después para evitar que sus cuerpos presentaran signos de violencia una vez fueran descubiertos. Algo se me escapaba, realmente era horrible lo que acababa de escuchar, habían más opciones para que aquello no llegase a ese extremo. ¿Pero quien era yo para opinar?. -Si que las había.-Contestó a mis aturdidos pensamientos.-Las expuse, pero nadie quiso escucharlas. -Lo siento.-Dije.-Lo intentaste, no tienes por qué sentirte culpable.-Añadí abrazando con fuerza su cintura. -Hay algo más.-Mencionó. Alcé mi rostro para encontrarme con sus profundos ojos bañados en miel y me pareció ver en ellos una infinita tristeza. -El verano se acerca,-dijo con un hilo de voz- tenemos que marcharnos de Londres, volveré una vez que la estación calurosa se haya ido. Cerré mis ojos con fuerza y me acurruqué aún más en su pecho helado. -¿Dónde iréis?.-Pregunté con la voz temblorosa. -A otro país donde la temperatura sea más llevadera.-Contestó besando mi cabeza. Se creó un nudo en mi garganta y no conseguí articular ninguna palabra, por mi mente pasaron muchas cosas, cosas que probablemente ya las había visto en la suya. Su garganta emitió un sonido, una pequeña risa que hizo que me incorporase quedándome sentada a su lado. Me rodeó con su brazo para atraerme a su lado y con la mano que le quedaba libre alzó mi barbilla con suavidad. -Te escribiré todos los días el tiempo que esté fuera.-Sonrió. -¿Me lo prometes?.-Pregunté con ansiedad. -Se lo prometo señorita Jenzen.-Juró volviendo a sonreír. Le respondí torciendo mis labios y acto seguido clavé mis ojos en la ventana. Dí un suspiro largo y pesado dirigiéndome hacia ella mientras que Brandom borró su sonrisa para poco después fruncir el ceño. La ventana estaba entreabierta, con el menor ruido posible la abrí del todo con la esperanza de que se levantase un poco de viento. Observando las ramas del árbol que tenía en frente pude comprobar que no se movieron ni un milímetro, un suspiro frustrado salió de lo más hondo de mi pecho y acto seguido le dí la espalda a la ventana para encontrarme con el rostro de Brandom. No soplaba ni una pizca de aire, tenía que resultar muy incómodo para él soportar tan altas temperaturas, no era de extrañar que tuvieran que marcharse pronto. Pero para ser sincera, las temperaturas no eran mi única preocupación. Por si no teníamos pocos problemas y obstáculos a nuestro alrededor, ahora se sumaba también la distancia y con ella el temor de que pudiera olvidarse de mí, o que se comprometiera con una hermosa vampira. Mi salvador se levantó apresuradamente de la cama y voló hasta mí para rodearme con sus brazos, me meció con suavidad y cerré mis brazos alrededor de su cintura con los ojos cerrados. -Liz, no pienses así de mí.-Susurro.-Yo jamás dejaré de amarte aunque esté en la otra parte del mundo, tú eres y seguirás siendo mi otra mitad.-Suspiró. -Te escribiré todos los días, y no habrá ser que pueda ocupar tu lugar.-Prometió.-Yo jamás lo permitiría. Una sonrisa dibujaron mis labios, alcé mi rostro encontrándome con el suyo y nuestros labios se fundieron en un beso tan dulce como la miel de sus ojos. -Me encantan tus besos.-Dijo muy cerca de mis labios.-Tienen algo que no puedo dejar de besarlos una y otra vez.-Susurró volviéndolos a besar repetidas veces. Sus palabras fueron calmando mi inquieto corazón, no dudaba de sus sentimientos por mí. Estaba convencida de que nuestro amor inmortal, iba a ser para siempre. -¿Acaso lo dudaba señorita Jenzen?.-Preguntó en un susurro. De mis labios escapó una risa nerviosa y acto seguido cogí sus manos y mis pulgares acariciaron con suavidad la base de las suyas. -Es difícil hablar para mis adentros con un vampiro frente a mí.-Me ruboricé. Se liberó una mano para acariciar el calor de mis mejillas y sonrió con dulzura. -Te quiero Elizabeth, espero que siempre lo tengas en cuenta.-Susurró cerca de mi rostro. Besó mis labios con sumo cuidado mientras que sus brazos envolvieron mi cuerpo contra el suyo. -Hay algo más de lo que quería hablarte.-Mencionó.-Para mí no tiene ninguna importancia, pero supongo que deberías saberlo.-Dijo dando un suspiro al terminar su frase. Alcé mi rostro encontrándome con sus penetrantes ojos y esperé a que su voz volviera a sonar en la penumbra de mi habitación. -Mi padre tiene planes para mí a los que yo obviamente, me he negado.-Dijo volviendo acariciar mis mejillas. Un suspiro frustrado salió de lo más hondo de su garganta y pareció costarle buscar las palabras adecuadas. -Quiere que tome por compañera a la humana que infecto y que ahora está integrada a la familia.-Se le quebró la voz.-Me negué, se enfureció bastante pero me trae sin cuidado, a la que verdaderamente amo es a ti.-Aseguró torciendo su sonrisa. La sangre huyó de mi rostro y comencé a sentir frío en todo mi cuerpo, no era por la aproximación de Brandom, aquellas palabras cayeron como un jarro de agua helada sobre mí. Estaba segura de que nuestro amor iba a ser para siempre, pero sin lugar a dudas, esa inmortal tenía ahora más posibilidades que yo. Jugaba en el mismo mundo que el suyo, ahora era una de ellos y al parecer al resto de la familia le gustaba para él. Fruncí el ceño cuando sentí que el nudo de mi garganta se fue a vivir a mi estómago, llevé una mano hasta él intentando calmar el dolor y los latidos violentos de mi corazón. -Elizabeth, no tienes por qué preocuparte, me he negado.-Volvió a prometer.-Aunque caminemos en el mismo mundo, recuerda que mi amor te pertenece desde el mismo instante en que mis ojos te vieron tumbada en esa calle.-Susurró.-No te tortures más, ella no significa nada para mí. No significaba nada para él. Esas palabras rebotaron en mi cabeza una y otra vez, intenté grabarlas en la mente y en mi corazón. No había ningún motivo para que esa espina que tenía clavada siguiera dándome punzadas constantes, sin embargo ahí estaba, clavándome el alma de lado a lado y no entendía el porque si mi salvador me había asegurado lo que sentía por mí. -¿Estás bien?.-Preguntó acariciando suavemente mis cabellos. Asentí con la cabeza por miedo a que se me quebrase la voz. -Puedes estar segura del amor tan grande que siento por ti, jamás renunciaría al ser que me ha devuelto la vida.-Dijo meciéndome entre sus brazos. Sonreí aliviada aunque seguí sintiendo esa espina clavada, no quería que ésta venciera sobre nosotros. No era el momento de sentirme mal, debía de estar feliz el poco tiempo que nos quedaba juntos, guardar recuerdos dulces para cuando partiera de Londres, se acordase de mí. -Te quiero.-Susurré acurrucada en su pecho tan frío y duro como una roca. Sonrió y tomó mi rostro con sus pálidas manos para volver a besar con intensidad mis labios temblorosos. -A propósito,¿cómo está tu hermana?.-Preguntó interesado. -Bien, es increíble que no tenga pesadillas después de que Near se la llevara a la fuerza.-Contesté abrazándolo fuertemente. -Tienes una hermanita muy valiente.-Sonrió. -Por lo visto si.-Sonreí. Después de varios minutos en silencio, abrazados y escuchando el canto de los grillos en el exterior, había llegado el momento de la separación. -Tengo que irme, el sol va a ponerse en cualquier momento.-Dijo liberándome de sus anchos brazos. Me apartó con suavidad de la ventana dejándome a un lado, la abrió muy despacio y acto seguido se subió quedándose en cuclillas en el saliente de ésta. -¿Volveré a verte?.-Me apresuré a decir antes de que diera un salto perdiéndose en el bosque. El cálido viento revolvió sus hermosos cabellos negros, torció su sonrisa y su mirada fue recorriendo con lentitud todo mi rostro, me ruboricé y tuve que apartar mi mirada de la suya cuando sus ojos del color de la miel se clavaron en los míos. -Siempre.-Contestó haciendo un gesto para que me acercase hasta él. Cuando llegué a la altura de su rostro cerré mis ojos y noté sus fríos labios sobre los míos, los besó con dulzura mientras que una de sus manos acariciaba con suavidad mi mejilla. Cuando retiró sus labios de los míos, abrí mis ojos con lentitud. Apoyó su frente sobre la mía mientras que sus ojos permanecían cerrados. -Aunque a veces no me puedas ver, quiero que pienses que es cuando más cerca de ti estoy.-Susurró. Abrió sus párpados lentamente y dio un salto al vacío, apoyé mis manos en el saliente de la ventana para asomarme por ella y pude divisar la estela que dejaba detrás de sus pasos. Se detuvo por un momento para darse la vuelta cuando se halló entre los robustos árboles, sus ojos bañados en miel, brillaron con intensidad en la oscuridad de la noche. Una sonrisa fugaz dibujaron mis labios a la misma vez que los latidos de mi corazón se marcharon con él. Un suspiro largo y placentero llamado Brandom Akerman se dejó escuchar en mi sombrío dormitorio mientras que mis pasos se dirigieron a la cama. Me dejé caer en ella y abracé la almohada con ganas, quedándome únicamente con su aroma. Una lágrima corrió por mi sien cuando recordé que el verano se estaba aproximando, mis párpados comenzaron a cerrarse lentamente y por fin dejé que el sueño me venciera. La mañana se había colado por mi ventana rápidamente, no había dormido suficientes horas pero el calor tampoco me dejaba hacerlo. Estiré todo mi cuerpo y acto seguido me deshice de las sábanas con rapidez. La primera imagen que se me había venido a la mente nada más despertar era la de mi padre, ¿se encontraría un poco mejor?. No quise hacerme más preguntas y puse mis pies desnudos en el suelo para dirigirme hacia la puerta. Una vez cerrada me encontré a mi hermana en el pasillo, soñolienta y frotándose los ojos me dedicó una sonrisa. -Buenos días Amy.-Sonreí. Amelia bostezó al mismo tiempo que me dio los buenos días, me resultaba muy gracioso verla recién levantada, siempre sentía la necesidad de besar sus redondeadas mejillas. -¡Ah, para ya!.-Se quejó. -Vamos,bajémos a desayunar.-Propuse cogiendo su mano. Bajemos las escaleras y pude ver a mi padre sentado en la mesa de madera frente a mi madre,al percatarse de nuestra presencia dibujaron una sonrisa en sus labios y mamá se incorporó rápidamente para servirnos el desayuno. -Buenos días hijas,¿habéis dormido bien?.-Preguntó anudando el pequeño mandil a su cintura. Asentí con la cabeza y mi hermana imitó mi gesto mientras se frotaba los ojos con el puño. -¿Cómo te encuentras papá?.-Pregunté sentándome a su lado. Mi padre desvió la mirada por un segundo y antes de volver su rostro para mirarme suspiró. Mucho mejor hija, gracias.-Sonrió.-La vida sigue para los demás, hay que aceptarlo con valentía.-Añadió. Apoyé la cabeza sobre su hombro mientras froté con cariño su espalda, besó la parte de mis sienes y otro suspiro salió de lo más hondo de su pecho. -Será mejor que os pongáis a desayunar.-Sugirió cuando Amelia se unió a la mesa y mamá trajo una bandeja con nuestros tazones de leche caliente. Aquella mañana era muy distinta a las demás ,en el exterior había un sol debilitado y caluroso, cosa que me gustaba sentir hacía un tiempo atrás, pero ahora todo era oscuro y sombrío. La violenta partida del tío Zack, el ambiente familiar y la pronta despedida de Brandom hacía que todo fuera triste y oscuro. El desayuno transcurrió en silencio, cruzamos miradas entre nosotros pero nadie decía una sola palabra. -Tenéis que ir a la escuela.-Dijo mi madre rompiendo el silencio minutos después. -Mamá, cuando termine mis tareas, ¿por la tarde podré ir a casa de Jessica?.-Preguntó mi hermana. -De ninguna manera.-Me apresuré a contestar. Mi padre levantó la vista de su habitual periódico y mi madre se dispuso a estudiar mi rostro. Aquella reacción no era normal en mí, pues ellos eran los que decidían y nos daban el permiso, que yo lo hiciera daba a entender que había algo que no andaba bien y no les había dicho. -¿Y por qué no voy a poder salir si termino a tiempo mis tareas?.-Preguntó Amelia. Mi corazón comenzó a latir a toda velocidad por hablar más de lo que debería. Mis ojos se cruzaron con los de Amelia e intentaba decirle a través de ellos que no dijera nada más o tendría que mentirles y dar un motivo falso. -Eres mi hermana mayor pero no te da derecho a elegir por mí si mamá y papá están presentes.-Añadió limpiándose las comisuras de los labios con un paño. Decidí no ponerme en evidencia, Amelia podría contarles que un tipo se la había llevado y que ese detalle no se lo había contado a mis padres. Era una niña que no tenía ningún tipo de maldad a la hora de hablar, pero como niña que era, podría contarles con naturalidad la situación por la que pasó sin darle importancia. -Venga Amy, vamos a vestirnos o llegaremos tarde.-Sugerí con la intención de cortar esa incómoda tensión. -E dejado en vuestros dormitorios vuestras ropas, no tardéis demasiado.-Dijo mamá. Asentí con la cabeza y me incorporé pasando por al lado de mi padre que seguía ojeando insistentemente su periódico. Mis ojos se centraron en el titular que leía; London Notice: “Un terrible incendio en un hogar se cobra la vida de un padre y su hija.” “Al parecer el incendio se produjo por un candelabro situado encima de una mesa de madera. Las dos victimas no pudieron hacer nada por salvar sus vidas dado que tenían una enfermedad y prácticamente les impedía moverse. A primera hora de esta misma mañana se organizó el funeral, la única superviviente de la catástrofe K.H, lloró desconsoladamente por la pérdida de sus familiares. Dada la gravedad de la situación de la joven, la familia Akerman se acercó hasta el cementerio. Se solidarizó con ella y la acogió en su hogar como un miembro más de la familia.” Un nudo se creó en mi garganta y me costaba respirar, otra vez esa horrible sensación de que algo estaba frente a mí y no era capaz de verlo. Con esa sensación, detrás de ella venían muchas más. Sin duda el señor Akerman lo había planeado todo, hasta el más mínimo detalle. Si no supiera lo que eran y lo que habían echo la noche anterior, probablemente leyendo esta terrible noticia hubiera pensado que eran unas maravillosas personas por acoger a la única superviviente. Pero la realidad era muy distinta, mi padre se percató que estaba tras su espalda y se apresuró a cerrar el periódico. -¿Qué esperas para subir y cambiarte?.-Preguntó. Forcé una sonrisa y cogí suavemente la mano de Amelia, mi corazón parecía advertirme de algo a cada segundo, pero me resultaba muy difícil de comprenderle. Aquella noticia me la dio mi salvador de primera mano, sabía que saldría en los periódicos, aquello no era nada nuevo para mí, sin embargo había algo en esa noticia que me angustiaba y torturaba a cada momento. -¿Qué pasa Liz?.-Pregunto mi hermana al ver que seguía teniendo el ceño fruncido. Al llegar al descansillo de lo alto de la escalera soltó mi mano y me hizo un gesto con su pequeño dedo para llegar a la altura de su rostro.-¿Estás preocupada por Brandom a que si?.-Susurró muy bajito. Clavé mis rodillas en el suelo y cogí sus manos entre las mías. -No, claro que no Amelia, estoy preocupada pero por ti.-Dije. Mi hermana frunció el ceño y después desvió la mirada hacia otro lado intentando recordar algo, sus ojos volvieron a clavarse en los míos y estos se abrieron al igual que su boca. -Ah, ¿lo dices por el señor de los ojos rojos?.-Preguntó. Asentí una sola vez y apreté fuertemente sus pequeñas manos. -No quiero que vayas sola a ninguna parte, no te va a pasar nada malo, pero por precaución debes estar siempre acompañada. Mi hermana bailoteó con mis manos y torció su sonrisa. -Hoy no podré ir, ¿pero me acompañarás tú cuando te lo pida?.-Preguntó. Sonreí y acaricié sus manos con la yema de mis pulgares. -Claro que lo haré.-Contesté.-Otra cosa Amy, no cuentes a papá y mamá lo que ocurrió, entiende que están tristes por el tío Zack y no debemos preocuparles con nuestras cosas, ¿entiendes?. Mi hermana detuvo su bailoteo y las comisuras de sus labios cayeron hacia abajo. -¿Liz, ese señor quería hacerme daño?.-Preguntó con la voz temblorosa. La abracé con fuerza y froté su pequeña espalda. -No, no no Amelia, sólo te había confundido con otra persona nada más, no tienes por que preocuparte.-Dije.-Pero siempre está bien tener un poco de precaución, ¿de acuerdo? -De acuerdo.-Sonrió cuando la liberé. -Venga, ve a tu dormitorio a vestirte.-La ordené. Un suspiro de preocupación salió del interior de mi pecho, odiaba tener que mentir, odiaba tener que poner un rostro sereno cuando las cosas no iban bien. Apoyé la mano sobre mi rodilla, me puse en pié para dirigirme a mi dormitorio y alistarme para ir a la escuela. -Elizabeth, ¿estás lista?.-Preguntó mi madre desde el otro lado de la puerta. Me apresuré a ponerme los zapatos a juego con un vestido de color marrón anaranjado, fui hasta la puerta y la abrí para encontrarme con mi madre. -No olvides coger tus libros cariño.- Mencionó. Me dirigí al escritorio y busqué aquellos que me hacían falta, los oculté bajo el brazo y cerré la puerta detrás de mí. -¿Amelia está abajo?.-Pregunté mirando la puerta de su dormitorio. -Tu hermana ya está en la camioneta de papá.-Contestó mientras bajamos juntas los peldaños de la escalera al piso inferior. -¿Cómo?, ¿papá nos llevará a la escuela?.-Pregunté. Mi madre abrió la puerta principal y el sol parecía darme la bienvenida cegándome con sus rayos, tuve que poner la palma de mi mano en ellos para poder ver. -Tu padre tiene que llevar un encargo y quiere dejaros antes en la escuela.-Contestó. -Creí que se tomaría unos días.-Dije con la mirada clavada en el rostro de mi padre que se encontraba en el interior de la camioneta con mi hermana. Mi madre suspiró y acto seguido pasó una mano por mi espalda e hizo que me volviera a dirigir a ella para darme un beso en la mejilla. -No te preocupes, tu padre está bien.-Mencionó.-Es mejor que siga haciendo vida normal, es mejor para todos. -Si.-Me limité a decir. Envidiaba a mi padre, aunque sabía que en lo más profundo de su ser no se encontraba bien, actuó e intentó transmitirnos que todo iba bien al igual que también lo hacia mi madre. No quise hacer más preguntas e intenté reaccionar como lo haría cualquier hija que supiera que la están protegiendo de la situación, sonreír y seguir adelante. Era algo muy difícil de hacer, pues sabía mucho más de lo que ellos pudieran llegar a imaginar, sin embargo, no quise que su esfuerzo de intentar sobrellevar la situación fuera en vano. -Que tengas un buen día mamá.-Sonreí a la vez que mis brazos se cerraron alrededor de su cuerpo. Me dirigí a la camioneta y una vez me senté en el asiento delantero con mi padre éste me dedicó una sonrisa a la que contesté igualmente, acto seguido miré hacia atrás y Amelia hizo un gesto de silencio llevándose un dedo a sus pequeños labios rosados. Alcé mis cejas imitándola y mi padre frunció el ceño cuando nos miró a ambas. -¿Qué esta ocurriendo aquí?.-Preguntó antes de arrancar. Mis ojos se cruzaron por un momento con los suyos y mis labios se despegaron sin poder articular ninguna contestación. Una pícara risita infantil se escuchó en el asiento trasero, Amelia apoyó la espalda en su asiento y sonrió. -Nada papá, cosas de chicas.-Volvió a sonreír. Parpadeé varias veces al mismo tiempo que mis cejas se arquearon, sin lugar a dudas, mi pequeña hermana parecía tener respuestas para todo y salir airosa de cualquier situación. -Está bien.-Contestó mi padre con una sonrisa, arrancó el motor y su expresión cambió a mejor.-Siendo así, no he dicho nada.-Volvió a sonreír contagiando la mía. Durante el camino Amelia iba contándonos sus progresos en la escuela, estaba convencida de que llegaría a ser una estupenda peluquera a su temprana edad. Me resultaba increíble que tuviera tan claro lo que quería hacer una vez adulta, yo sin embargo y a mis diecisiete años no era capaz de ver lo que realmente quería hacer con mi vida. Siempre me había gustado la pintura y escribir pequeñas novelas, pero hiciera lo que hiciera quería pensar que Brandom estaría siempre a mi lado. Un escalofrío recorrió toda mi espalda al pensar en mi hermoso vampiro, no podía imaginar una vida sin poder disfrutarla con él. Estaría muy orgullosa de mí misma si lograba hacer algo que me gustase en un futuro, pero más aún teniendo al gran amor de mi vida disfrutándolo conmigo. Había otro pequeño gran detalle que tenía bastante presente, que mi salvador no era humano, que era otra especie muy distinta y peligrosa a la nuestra y que por el amor que le tenía, estaba dispuesta a ser lo que él era. El inconveniente y lo sabia, era que mi salvador no quería que dejase mi condición humana, también mis padres agonizarían en vida mi pérdida. A mi alrededor tenía personas que amaba y veneraba por encima de todas las cosas, pero era evidente que la elección que tomase iba a dañarlas de alguna manera. Si Brandom accediera a darme la inmortalidad para compartirla con él, sería la pena y el dolor más grande que pudiera darle a mis padres. Por otro lado si mantenía mi estado humano, tarde o temprano la muerte me separaría de mi salvador, y ese dolor lo llevaría para siempre grabado en su hermosa alma inmortal, impidiéndole por lo tanto, ser feliz nuevamente. Mis sentimientos se entremezclaron de una manera angustiosa, un nudo se me creó en la garganta y me era imposible tragarlos con facilidad. Tomé una gran cantidad de aire y me centré en una idea, una muy clara e inevitable. Amaba a Brandom, se trataba de mi felicidad pero no de la desgracia de mis familiares, de manera que tendrían que entender que mi felicidad estaba al lado de un vampiro. Lógicamente con esas palabras no tranquilizaría a mis padres en absoluto, pero algo se me ocurriría para que vieran todo de una manera diferente y comprensiva. ¿Y el señor Akerman, vería nuestro amor de manera diferente si Brandom me concediera la inmortalidad?. Aunque mi salvador intentase ocultarlo, sabía que sus problemas llevaban mi nombre, o al menos, parte de ellos. Si pudiera hablar con su padre, si no me viese como una humana y accediera a verme podría intentar tener una conversación con él para así intentar tener un acercamiento amistoso. Al accionar el freno de la vieja camioneta, ésta se detuvo frente a la puerta de la escuela. Giré mi rostro y miré por la ventanilla como comenzaron a dividirse el grupo de las chicas y de los chicos, cada uno en su lugar correspondiente para ir a clase. -Gracias papá.-Dije dándole un beso en la mejilla.-Que tengas un buen día. Sonrió y Amelia se abalanzó por detrás cerrando sus pequeños brazos alrededor de su cuello dándole repetidos besos en la mejilla. -Vamos chicas basta ya, a clase.-Sonrió con ganas. -¿Vienes a recogernos después?.-Preguntó mi hermana. -No, he de hacer varias cosas, probablemente llegue a casa un poco tarde.-Contestó.-Liz, recoge a tu hermana como siempre y directamente a casa, ¿de acuerdo?. -Claro papá, no hay problema.-Contesté. Abrí la puerta a la misma vez que Amelia y nos despedimos de nuevo una vez fuera de la camioneta. Atravesamos el jardín de la escuela y mi hermana corrió hacia su amiga Jessica que ya estaba esperando a que su grupo entrase en el interior del edificio. Suspiré y una sonrisa dibujaron mis labios, en ese momento una mano cálida descansó sobre mi hombro, me sobresalté y giré mi rostro rápidamente encontrándome con el rostro preocupado de Sam. Sus brazos se cerraron alrededor de mi cuerpo y una de sus manos acarició con suavidad mis cabellos. -Lo siento, lamento lo de tu tío, siento no haber podido asistir a su funeral.-Dijo muy afectado estrechándome aún más entre sus brazos. -No importa Samuel, gracias por tus condolencias, ya pasó todo.-Dije dándole una palmada a su espalda. Liberó mi cuerpo encontrándose con mi rostro y el viento cálido revolvió sus cabellos castaños. Sus manos volaron hasta mis brazos y las cerró alrededor, en su rostro la tristeza era clara y profunda. -¿Por qué no me avisaste para asistir, acaso no somos amigos?.-Preguntó. -Claro que lo somos Sam, pero entiende que no estaba bien y me olvidé de todo el mundo.-Contesté con un nudo en la garganta.-Ni siquiera avisé a Yuls para que nos acompañase en la despedida de mi tío. Me la encontré por casualidad allí, no sé si te enteraste de que encontraron el cuerpo de Mike Collins… -No me digas más Elizabeth, entiendo por lo que pasaste y estás pasando, pero no es sólo eso.-Comenzó a decir. Sus ojos dejaron de mirarme para clavarlos en el suelo y acto seguido tomó aire antes de seguir. -Últimamente me e dado cuenta y no son imaginaciones mías, de que estás diferente, sonríes diferente y actúas de manera diferente.¿Qué ocurre?.-Preguntó preocupado. Fruncí el ceño al notarle así, el Sam que yo conocía era divertido y no me acribillaba a preguntas e insinuaciones y mucho menos a echar cosas en cara. -Samuel perdóname, pero estoy en mi total derecho si no quiero contestarte, no entiendo tu actitud.-Dije seriamente.-Mi tío a muerto, espero que sí entiendas de que cuando ocurren cosas así, todo a tu alrededor desaparece, incluso los mejores amigos. Sus ojos volvieron a clavarse en los míos e hizo un esfuerzo para recuperar la compostura. -Empiezo a darme cuenta.-Dijo tristemente. En mi rostro comenzó aparecer la tristeza que me causaba verle así, intenté dibujar una sonrisa y acto seguido acaricié su brazo con cariño. -Lo siento Sam, perdóname por no tomarte en cuenta, estoy bastante afectada por todo lo que ha pasado.-Dije con un hilo de voz. -Esta bien-comenzó a decir-,¿pero puedo preguntarte algo más?.-Frunció el ceño. -Lo que quieras. -¿Estás viéndote con alguien?.-Preguntó con ansiedad. Un nudo se creo en mi garganta y me costaba poder tragar con facilidad aquella pregunta, nadie sabía excepto Yuls, los sentimientos que sentía por el joven Akerman, y que me veía con él. Una sonrisa nerviosa dibujaron mis labios evitando su penetrante mirada en mi rostro esperando con expectación mi respuesta. Negué con la cabeza una sola vez, no podía contestar por el peligro que aquello suponía, cuanto menos personas supieran que nosotros nos veíamos mucho mejor, al menos eso sentí en aquél momento. -Mientes.-Se apresuró a decir. Mis labios se despegaron y poco a poco mi mirada subió hasta su rostro, su mandíbula se endureció y acto seguido mostró un rostro más sereno y despreocupado. Ocultó sus manos en el interior de los pantalones color marrón y sonrió. -¿Por qué iba a mentir?.-Tartamudeé. -Porque no me miraste al responder-contestó-,tengo que ir a clase, nos vemos después.-Añadió. No me dio tiempo a responder, tampoco sabía que iba a decir después de aquellas palabras, no era prudente que nadie supiera el amor secreto que mi salvador y yo manteníamos en silencio. Podría ser peligroso no solo para nosotros, si no para todo aquél que supiera de él, hasta que encontrásemos una solución y fuera aprobado, no era conveniente para nadie que se supiera. Me quedé ahí plantada mientras observé con cierta tristeza como Samuel iba con la cabeza cabizbaja hacia el edificio donde su grupo comenzó a murmurar y cuestionar nuestra relación amistosa. Sam sacó una de sus manos del interior de sus pantalones cerrándolas fuertemente en un puño, como intentando controlar su rabia ante los rumores de sus compañeros que tanto le incomodaban. Al subir los peldaños de piedra poniéndose a la altura de ellos su puño voló y golpeó con fuerza en la cara del que comenzó a reír al pasar por su lado. Mi rostro horrorizado observó como su compañero cayó fulminado al suelo mientras los demás lo socorrían y apartaban a Samuel a empujones que parecía no haberse quedado del todo satisfecho. Sam era un joven que destacaba por sus notas brillantes, de familia bien acomodada y su capacidad para no meterse en ningún problema. Varios maestros y alumnos rodearon la puerta y se llevaron a Sam hacia el interior del edificio mientras que al otro joven lo trasladaron a un carruaje de uno de los tutores para llevarlo inmediatamente a un médico. Mis manos ocultaron parte de mi rostro y el corazón latía en mi interior de una manera violenta ante lo que acababa de ver, no reconocí a Sam, imaginé que su reacción era algo que siempre tenía dentro de sí, sólo hacia falta un empujón para que estallase y así lo había echo. Siempre decía que lo mejor era ignorar comentarios insidiosos que hacían sobre nosotros, que no eran capaces de entender una amistad tan pura y limpia como la nuestra. Personalmente si llegaron a molestarme alguna vez, desde que conocí a Brandom esos comentarios comenzaron a ser mas molestos, pero tenía que reconocer que me preocupaban más por Sam que por mí ya que notaba que a él le afectaban internamente mucho más que a mí. La campana de la escuela anunciaba que todo alumnado y profesorado entrase en el edificio y así se hizo, subí las escaleras y antes de desaparecer en el interior eché un último vistazo hacia el otro lado comprobando de que nadie salía de él. -¿Sabéis lo que le ocurrió a Sam?.-Preguntó Ingrid al rostro preocupado de Yuls. Ésta negó con la cabeza y al clavar sus ojos en mi rostro salió corriendo a mi encuentro. -¡Liz!-exclamó al verme-,¿cómo te encuentras?.-Preguntó dándome un abrazo con mucho afecto. -Bien.-Sonreí.-Mucho mejor que la última vez que me viste. -Me alegro mucho por ti,¿ y los demás cómo están?.-Volvió a preguntar mientras nos sentábamos juntas en nuestro pupitre compartido. -Creo que bien, mi padre se le ve más afectado pero espero que pueda reponerse pronto.-Contesté cruzando mis manos encima del pupitre de madera. -Oye vi que hablabas con Sam en los jardines del patio, ¿sabes lo que le ocurrió para que reaccionase así?. -Lo desconozco Yuls, pero creo que es por los comentarios que desde hace tiempo hay sobre nosotros dos.-Contesté dando un suspiro al aire.-También está molesto por que no le avise para que asistiera al funeral.-Añadí. Yuls frunció el ceño e hizo que la mirase directamente a los ojos. -Tú no estabas en condiciones de hacerlo, ni si quiera a mi me avisaste y es totalmente comprensible, cuando ocurre una desgracia familiar te olvidas de todo y de todos.-Dijo en un tono de voz más alto que el anterior. Otra vez aquél nudo se creo en mi garganta y me costaba articular las palabras, intenté tragarlo otra vez y miré a mi amiga con rostro preocupado. -Yuls, me preguntó si me veía con alguien.-Susurré cerca de su rostro. -¡Por Dios que descaro!.-Exclamó. Siseé y acto seguido miré a mi alrededor, todo el aula nos miraba y Yuls se limitó a sonreír y hacer como si no hubiera dicho nada. Acto seguido, Yuls dejo sobre mi pupitre sus libros y se llevo una mano a la barbilla acariciándola mientras que sus ojos se clavaron en los mios. -¿No será que Sam siente algo por ti?.-Preguntó entrecerrando sus ojos. Mis labios se despegaron y mi sangre se heló por unos instantes. -No, no no, por favor Yuls ni siquiera lo menciones,-me apresuré a decir-Sam y yo nos conocemos prácticamente desde toda la vida, es imposible.-Sonreí nerviosamente. -¿Y quién te asegura de que no exista esa posibilidad?,-preguntó-Sam siempre te a tratado de una manera especial, jamás a tenido ese trato con las demás. -Yuls, basta por favor, no digas más.-Supliqué algo incómoda. Mi amiga suspiró y acto seguido recogió sus libros dejándolos bajo su brazo. -Liz, creo que ya sé porque reaccionas así, te molestaría que Sam tuviera esos sentimientos hacia a ti porque estás enamorada de ese magnate de la mansión Akerman.-Dijo. Yuls estaba en lo cierto, se lo había mencionado una vez, pero me aterraba la idea de que me siguiera preguntando cosas respecto a Brandom. Cuando le hablé de mi salvador ni siquiera sabía lo que eran, ahora que sabía que eran vampiros no podía contarle nada que tuviera que ver con esa familia, pues también podría poner en peligro su vida al revelárselo. -Que tontería, creí estarlo pero,-me detuve para pensar con rapidez-pertenecemos a dos mundos totalmente diferentes.-Mentí. -¿Te refieres a que él es de clase superior?.-Preguntó. Asentí con la cabeza sin mirar sus ojos y me apresuré abrir uno de los libros para ojearlo intentando esconder mi mentira. Odiaba tener que mentir, Yuls era mi amiga, siempre nos lo habíamos contado todo, absolutamente todo. No sabía si alguna vez pudiera contarle cuánto amaba a Brandom, pero por el momento no era prudente hacerlo. -Está bien, es una lástima que por culpa de esas diferencias dos personas no puedan estar juntas, es injusto.-Dijo poniendo su mano sobre mi hombro. Si.-Me limité a contestar.-Pero bueno, que hay de Jhosep, ¿le has visto?.-Pregunté desviando el tema. Yuls dio un suspiro en el aire y acto seguido se dio la vuelta para ver donde se encontraba Morgan antes de volver a mirarme. -Por lo visto ya es un hecho de que están juntos.-Susurró. -Lo siento, sé lo mucho que te gustaba.-Dije. -No importa,-sonrió con ganas-no era el adecuado, es lo que siempre me digo. Sonreí y tomé su mano con cariño, su capacidad de afrontar las cosas era increible, ojalá pudiera decir lo mismo con la misma entereza que Yuls, pero éramos completamente distintas. Mientras que Yuls pensaba que una puerta se cerraba de golpe, otra pudiera estar entreabierta esperándola en algún lugar, y yo, cuando creía ver esa puerta cerrada no hacía mas que quedarme en ella para ver una pequeña abertura en ella. Durante las horas de clase, mi mente estaba sumergida en los problemas que tenía a mi alrededor y me impedía prestar atención, No quería creer que mi salvador fuera a marcharse de Londres por culpa del verano, por momentos lo entendía pero mi corazón no quería aceptarlo. Por otra parte, algo me inquietaba, algo dentro de mí se removía y me resultaba incómodo. Era como si una voz me estuviera avisando de algo terrible, algo inesperado y realmente preocupante. De mi interior salieron suspiros seguidos, uno tras otro, las manos comenzaron a sudar y tuve que frotármelas repetidas veces. Mi mirada se perdió y se dirigió a uno de los ventanales del aula, donde afuera el calor ardía todo el jardín del patio. Estaba incómoda, y no hacía mas que moverme en mi asiento, apoyando la espalda contra el respaldo de la silla de madera, minutos después apoyé los codos sobre mi pupitre clavando mis ojos en aquél libro abierto mientras que la señora Marsh leía un párrafo de éste. Recordaba una y otra vez las palabras de Brandom, recordaba que aquel nuevo miembro de su familia la querían para que fuera su esposa, su mujer, su compañera. Negué con la cabeza cerrando fuertemente mis párpados cuando su voz repitió en mi cabeza que me amaba tanto como yo a él. Quería agarrarme a esas palabras impidiendo que las otras tomaran más fuerza que la de sus sentimientos por mí. Mas suspiros salieron de lo más profundo de mi pecho, tanto, que la señora Marsh se percató de que no había dejado de hacerlo desde que irrumpió en el aula. Me dedicó una mirada por encima de sus pequeñas gafas y me dedicó una sonrisa a la que contesté forzosamente. Imaginaba que hizo aquél gesto de cariño por la muerte del tío Zack, y era más que comprensible que estuviera aún aturdida. Vaya, el tío Zack, no me había acordado de él hasta ahora, oculté mi rostro con las manos y no hacía más que pensar que era una mala persona por no haberle tenido presente. -Señorita Jenzen, ¿se encuentra bien, prefiere marcharse a casa?.-Me preguntó una voz. Alcé mi rostro rápidamente para encontrarme con la señora Marsh y forcé una sonrisa. -No, no, quiero decir, si, me encuentro bien señora Marsh es solo que, estoy algo inquieta nada más.-Contesté tímidamente mientras que mis compañeras del aula me clavaron todas las miradas sobre mi. -¿Segura que prefiere quedarse?.-Preguntó una vez más. -Aha.-Contesté asintiendo con la cabeza. Cuando todo volvió a la normalidad, intenté por todos los medios prestar atención, cosa que conseguía por momentos. En la última hora de clase, mis nervios estuvieron a flor de piel, me dispuse a recoger todos mis libros con rapidez cuando sonó la campana y Yuls se percató de la prisa que tenía por irme de alli. -¿Liz estas bien?.-Preguntó preocupada. -Si, si e de ir a por Amelia, ya hablaremos Yuls.-Me despedí para cruzar la puerta del aula. -¡Espera!.-Gritó mi amiga poniéndose a mi altura. Mis pasos acelerados y esquivando a todo aquel que veía a mi paso la pusieron nerviosa, probablemente no lo estuvo más que yo, y ni si quiera sabía porque me sentía así. -¿Estás así por Sam, no quieres encontrarte con él?.-Preguntó. -No, no para nada Yuls, es que creo que no me siento bien y prefiero ir a casa cuanto antes.-Contesté con rapidez mientras salí al exterior para dirigirme al edificio donde mi hermana me esperaba en la entrada. -¿Quieres que te acompañe?.-Preguntó preocupada. -Te lo agradezco mucho Yuls, pero no hace falta en serio.-Contesté recuperando el aliento una vez me encontré en la puerta con Amelia. -Estás algo pálida, me estás preocupando.-Dijo estudiándome el rostro. Tome una buena cantidad de aire e intenté forzar una sonrisa, Amelia, que estaba junto a Jessica me observó con el ceño fruncido. -Estoy bien Yuls, mañana nos vemos.-Me despedí dándola un afectuoso abrazo. Miré su rostro por última vez y esbocé una sonrisa tranquilizadora para ella, a la que me contestó igualmente pero seguía teniendo esa nota de preocupación en su rostro. -Hasta mañana Jessica.-Se despidió mi hermana de su amiga, acto seguido me cogió la mano y juntas nos dirigimos al exterior de la escuela. Al cruzar el jardín del patio noté que unos ojos me siguieron hasta la verja de la entrada, giré mi rostro y Sam estaba al otro lado, con las manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones. Al clavar mis ojos en los suyos, éste desvió la mirada hacia otro lado y esperó a que todo el mundo saliera del recinto antes de hacerlo él. -Mira Liz, papá si que ha venido a recogernos.-Dijo mi hermana señalando con su dedo la vieja camioneta. -Si, eso parece.-Contesté echando un último vistazo al rostro distraído de Sam. Me causaba tristeza que Sam se hubiera podido molestar, por otra parte no quería seguir pensando lo que Yuls creía de él, imposible, no quería ni pensarlo. -¿Papá?.-Dije una vez nos hallamos dentro de la camioneta.-Dijiste que no podrías pasar a recogernos. Amelia se le acercó por detrás para besar su mejilla y yo hice exactamente lo mismo. Su rostro estaba perdido, ni si quiera nos había mirado, se limitó a sonreír que a mi parecer, aquella sonrisa era la menos auténtica que habia visto en mi vida. -¿Papá, ocurre algo?.-Pregunté inquieta. Arrancó el viejo motor y sus ojos se volvieron para mirarme. -En casa te lo explico hija.-Contestó posando su mano sobre la mía. -¿Le pasa algo a mamá?.-Pregunté muy asustada. -No hija no, tranquila vuestra madre está bien.-Contestó con rapidez. -¿Entonces que pasa papá?.-Insistió mi hermana. Mi padre miró hacia atrás y la sonrió. -Amelia siéntate como es debido, nos vamos a casa.-La ordenó. El camino de vuelta a casa fue interminable, mi corazón latía de una manera violenta y desesperada, el nudo en mi garganta me asfixiaba, mi padre tomó mi mano con fuerza y de vez en cuando notaba que se detenía para mirarme. No entendía que podría haber pasado, sentimientos extraños me invadían, quería saber que era lo que estaba ocurriendo pero a la misma vez sentía miedo, un miedo que me helaba la sangre y paralizaba todo mi ser. Desde que estaba en la escuela lo había sentido, sentía que algo no iba bien y estaba completamente segura que las palabras de mi padre no traerían buenas noticias. Ya podía verse la casita blanca desde el camino de tierra, el sol iluminaba toda la propiedad, afuera los pájaros canturreaban una melodía triste y emprendían el vuelo de un árbol a otro. Una vez dentro, mi madre que se encontraba en el porche se acercó hasta la entrada de la barandilla para que mi padre pudiera entrar con la camioneta. Sus ojos tristes me miraron en algún momento, cruzó sus manos sobre el delantal y al bajar de la camioneta se dirigió a mí para abrazarme y hacerme entrar en la casa, mi padre y Amelia nos seguían de cerca, me hicieron sentar y mi hermana decidió sentarse a mi lado con los ojos muy abiertos para lo que mi padre estaba apunto de decir. -Bien,-comenzó a decir-Elizabeth, como dije esta mañana cuando os dejé frente a la escuela no iba a poder recogeros porque tenía varias cosas pendientes por hacer. Asentí con la cabeza y ese nudo de mi garganta fue bajando poco a poco hasta mi estómago. -No sé por dónde empezar.-Dijo dando un largo suspiro. -Por favor Jeremy, dile.-Suplicó mi madre. -Se trata de la familia de Karisma.-Dijo mi padre. Me puse en pié y noté como un escalofrío me recorrió toda la espalda. -¿Qué les pasa?.-Tartamudeé. -Siéntate hija.-Me ordenó mi madre. Mi padre caminó lentamente de un lado a otro del salón intentando buscar las palabras adecuadas. -Esta mañana cuando estaba en mi puesto de trabajo llegaron unos clientes a darme las condolencias por la muerte del tío Zack, y mencionaron que otra tragedia había ocurrido anoche en la ciudad.-Dijo frotándose la frente nerviosamente. -¿Qué tragedia papá?.-Pregunté con la voz ahogada. -La casa de Karisma,-le costó decir-se incendió por accidente. -No, no.-Tartamudeé con la mano sobre el pecho controlando mis latidos violentos. -En el interior se encontraba su padre y hermana, murieron. -No, no puede ser, no puede ser, no.-Me dije una y otra vez. Mi cuerpo comenzó a temblar y mi madre se arrodillo a mi lado frotando mis brazos intentando que saliera del estado de shock en el que me encontraba. -No, Karisma no, no puede ser ella, ella no, dime que no es verdad papá.-Le supliqué mirando hacia la nada. -Por suerte ella no se encontraba en casa, será mejor que vayas a verla cuando puedas hija.-Dijo mi madre acariciando mis cabellos. -Ella no, no puede ser ella.-Repetí una y otra vez. Me puse en pié con la ayuda de mi madre, mi rostro estaba mucho más pálido ahora, sentí que en mi corazón no existían latidos, la sangre huyó de mi rostro desencajado por la noticia y decidí no escuchar más. Corrí hacia las escaleras para dirigirme a mi dormitorio, mi padre detuvo a mi madre cuando éste vio que quería seguirme cerré la puerta detrás de mi con fuerza mientras que mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad, intentando encajar cada rompecabezas en su lugar. Mis ojos se cerraron por un momento, al abrirlos ví que debajo de mi almohada se encontraba la esquina de una hoja de papel, fruncí el ceño y corrí hasta ella para ver de que se trataba. Era una hoja de papel escrita a pluma, mis manos comenzaron a temblar cuando en ella puede ver que era de Brandom: “Mi querida y hermosa humana; No puedo describir con palabras el dolor que me causa escribir estas letras, llegó la hora de marcharnos a otro país más apropiado para nosotros, sólo quiero que sepas que seguiré escribiéndote tal y como te prometí. Espérame por favor, recuerda que vaya donde vaya estarás siempre dentro de mí, y respecto a la señorita Halley no tienes por que preocuparte, jamás cederé en los propósitos de mi padre mi amor. Te amo, y te amaré por siempre. Tuyo eternamente ; Brandom.” Miles de lágrimas inundaron mi rostro, me arrodillé en el suelo mientras que mis manos arrugaron con fuerza aquella nota que me había partido en dos el alma. Brandom se había marchado, demasiado doloroso, pero lo que me resultaba más doloroso era que a la que yo creía y consideraba una buena amiga para mí, me había traicionado. Ahora los dos estaban juntos, ignoraba que Karisma tuviera sentimientos por mi salvador, jamás me lo había echo saber ni siquiera notar que así era. Y ahora, sola, destrozada por el dolor, me pregunté por qué me traicionó de esa manera tan cruel, y ahora era una vampira que había acabado con su familia solo por lograr sus planes. Hasta ahora y yo sin haberlo sabido, había logrado muy bien lo que se propuso en su día cuando nos conocimos, me daba miedo preguntarme si lograría tambien el amor de Brandom con su acercamiento.