Clan "Inmortales"


viernes, 6 de enero de 2012

Capítulo 29-Ejecución



La lluvia había cesado, me dirigí a toda velocidad a la cocina para salir por la puerta de atrás en dirección al cobertizo.
Dorothy, estaba sentada junto a la chimenea de piedra con las manos sobre su regazo.
Cuando notó mi presencia rápidamente cogió unas tenazas que estaban a su lado en el suelo y comenzó a mover nerviosamente las ascuas.
-¿Qué necesita joven?.-Preguntó sin mirarme.
Carraspeé por un momento y acto seguido fruncí el ceño.
-Nada Dorothy,voy a salir un momento.-Contesté dirigiéndome hacia la puerta trasera.
-No debe hacerlo,el señor Akerman se enfadará si le desobedece.-Dijo.
-Prefiero hacerle enfadar antes que renegar mis sentimientos.-Me apresuré a decir.
Su mirada aún seguía clavada en aquella chimenea, con las tenazas removía la ceniza intentando buscar algunas ascuas y las iba agrupando poco a poco en el centro.
Le dí la espalda por un momento para encontrarme cara a cara con la puerta, aquella puerta la interpretaba como la distancia que había entre Liz y la mía propia.
Dejé salir un suspiro largo y pesado para volver a dirigir la mirada hacia el ama de llaves que seguía sin levantar la vista.
-Dorothy, podría leer su mente pero no quiero hacerlo.-Comencé a decir.-Prefiero que me lo diga usted-Añadí.-¿Qué sucede?.
Mis pasos fueron en su dirección y me puse en cuclillas frente a ella intentando buscar su rostro.
Dibujó una sonrisa en sus labios y pareció desviar su mirada tímidamente.
-Estoy preocupada por usted joven, eso es todo.-Contestó con un hilo de voz.-Y por favor deje de llamarme de usted.-Sonrió.
Le devolví la mía a la misma vez que asentí una sola vez con la cabeza, acto seguido apoyé una de mis manos heladas sobre la que tenía las tenazas hasta que las dejó caer a un lado.
-Sé que hay algo más Dorothy,puede confiar en mí y lo sabe.-Dije.
Sus ojos brillaron de una manera especial, enterró mi mano con las suyas gastadas por el tiempo y se las llevo a los labios para besarlas con cariño.
-Mi niño, estoy enterada de lo que vuestro padre pretende para usted.-Dijo con la voz temblorosa.-Tengo miedo que usted se oponga y tenga serios problemas al igual que la joven que ama.

Otro suspiro largo se dejó escuchar en aquella cocina.Tuve que apartarme unos centímetros de la chimenea, pues no sabía si fueron las palabras de Dorothy, pero mi cuerpo sintió un fuego que abrasó mi piel helada cuando escuché de sus labios el peligro que podía correr mi joven humana.
Negué violentamente con la cabeza para borrar esa imagen que me atormentaba, mi dulce humana tumbada boca abajo sin vida como si de una muñeca de trapo se tratara.
-No es de mi incumbencia, pero no me gusta la señorita Halley, en su mirada hay algo que me inquieta-Dijo su voz liberándome de mi tortura.
-A mi hermana tampoco parece darle muy buena impresión.-Dije endureciendo mi mandíbula.-No puedo leer su mente, ¿sabe lo que eso significa Dorothy?.-Pregunté entrecerrando mis ojos mirando a la nada.
El ama de llaves pareció negar con la cabeza en respuesta.
-Dos cosas, que en su interior oculte una verdad que prefiere no ser descubierta para protegerse así misma o a alguien que ama ,y la más preocupante.-Me detuve para escoger las palabras adecuadas.-Que jamás tuvo un corazón puro.-Contesté frunciendo el ceño y continué:
-Al ser vampiro es más difícil penetrar en su mente, pero en su estado humano…jamás lo conseguí.-Añadí.
El ama de llaves apretó fuertemente su mano sobre la mía y acto seguido torció su sonrisa agravando aún más sus arrugas.
-En cualquier caso tenga cuidado joven, e insisto-dijo en voz baja- no haga enfadar al señor.
-Descuide.-Contesté con una sonrisa.
Su mano voló hasta mi rostro acariciándolo con dulzura mientras que sus ojos estudiaron mis rasgos faciales.
-Dios mío.-Susurró.-Se parece tanto a ella.
Fruncí el ceño y su mano se detuvo al ver mi expresión.
-Me refiero a la señorita Mary joven, el señorito Near y usted son tan distintos que me sorprende el parecido que hay entre usted y su hermana.-Se apresuró a decir poniéndose rápidamente en pié.
Me quedé en cuclillas frente aquella mecedora vacía, mis ojos se clavaron en el fuego de la chimenea y era como si todo mi alrededor cambiase por un momento.
Las paredes eran de color beige y los muebles no eran los mismos,presté más atención a mi entorno sin moverme del sitio y pude ver unas figuras paseando por la cocina a una velocidad muy reducida.
Aquellas figuras borrosas podía interpretarlas como la servidumbre, iban de un lado a otro haciendo su trabajo,unas cocinando un guiso que pude oler a la perfección.
Otras figuras ayudando a las doncellas a anudar los lazos de sus mandiles, y pude escuchar una voz ordenando abrir la puerta trasera para que la luz del sol penetrara en la cocina.
Di la espalda a la mecedora y al abrir aquella puerta el sol iluminó parte de la cocina, me quedé paralizado sin moverme del sitio temiendo que me alcanzara y abrasara mi piel.
Una niña de rostro angelical y cabellos rubios irrumpió en la cocina, su respiración agitada y su corazón latía a toda velocidad, miraba hacia atrás como si estuviera esperando a alguien.
Sus ojos se abrieron y comenzó a correr en mi dirección pero de una manera lenta y reducida,sus cabellos largos y dorados se movían de un lado a otro como si estuviera sumergida en un lago.

Miré por encima de sus pequeños hombros y un niño de cabellos oscuros acababa de cruzar la puerta, fruncí el ceño cuando mis ojos se clavaron en su rodilla ensangrentada.
Aquellos niños ya los había visto antes o creí haberlos visto jugar alrededor de una fuente en Greenwich, hablaron de hacer una carrera para saber quién llegaría antes a casa.
Yo había apostado por la niña, y ahora estaba frente a mí, corriendo lentamente mientras que el niño de cabellos negros la seguía de cerca.
Yo seguía manteniendo mi postura pensando que de un momento a otro aquellas figuras desaparecerían como aquella vez que pasaron cerca de mí, pero no lo hicieron.
La niña estaba a pocos metros de donde yo me encontraba, miró por encima de mi hombro y su sonrisa se ensanchó, sin duda me había visto pero aquella sonrisa esperaba recibir algo.
Pasó por mi lado lentamente mientras veía como su pelo ocultaba su rostro al dedicarme una mirada con una amplia sonrisa. Fruncí el ceño y acto seguido me dí la vuelta rápidamente para encontrarme con una mecedora ocupada por una bellísima dama de azul.
La niña abrazó con fuerza su cintura mientras que la dama acariciaba sus cabellos esperando que el niño herido se acercara también a su regazo extendiendo su mano.
El rostro de aquella mujer que podía interpretarse como la madre de las criaturas no tenía forma, entrecerré mis ojos pero al igual que aquellos niños no lograba ver sus caras con nitidez.
-¡Lo he logrado lo he logrado!,¿has visto hermanito?,¡lo he logrado!.-Gritó la pequeña con entusiasmo.
-Tenías ventaja, me hice daño en la pierna y es por eso por lo que llegaste antes que yo.-Dijo el niño como si perder era lo último que le importase.-Pero soy justo y si has ganado mereces el premio de mamá.-Dijo recuperando el aliento cuando se acercó arrodillarse en el regazo de aquella dama.
-¿De qué premio habláis?.-Preguntó aquella mujer de dulce voz.
-Hicimos una apuesta, quien llegara antes a casa recibiría un premio que consiste en un beso de papá y tuyo, mamá.-Dijo el pequeño.
La dama sonrió a sus hijos, tomó a la pequeña en brazos y el niño que estaba en su regazo comenzó acariciar sus oscuros cabellos con dulzura.



-Seáis el ganador o el perdedor siempre recibiréis nuestro cariño, no deberíais hacer esas apuestas.
El pequeño asintió con la cabeza y la dama se incorporó en la mecedora para ver la rodilla ensangrentada del pequeño.
Le hizo un gesto para que la pusiera sobre su regazo y poder estudiarla.
-¿Te duele mucho hijo?.-Preguntó preocupada.
-Unos niños le empujaron pero yo le dije que se levantase mamá.-Se apresuró a decir la pequeña.
Una sonrisa dibujaron mis labios al recordar aquella escena en la que la niña le daba esa fuerza para levantarse.
-Eso es.-Dijo la dama.-Siempre hay que levantarse y tener fuerza de voluntad para seguir caminando, como lo has hecho tu hoy hijo mío.
-Estoy bien mamá, soy el niño más fuerte del mundo ¿a que sí?.-Dijo apoyando el pié en el suelo.
-Por supuesto, y muy valiente.-Añadió la dama acariciando su rostro.
-¿Podrías limpiarte esa herida?, la sangre me marea.-Dijo la pequeña mirando hacia un lado.-Mamá dile que se lo quite.-Suplicó la niña.
El pequeño humedeció su dedo índice y comenzó a garabatear sobre su herida intentando eliminar la sangre, volvió a llevar el dedo a su boca cuando la dama puso una expresión de horror.
-No,no no, no hagas eso hijo, sólo los animales lamen sus heridas.-Dijo sacando un pañuelo del bolsillo de su falda azulada.
Se apresuró a limpiar su dedo y dejó a un lado a la pequeña para atenderle.-Nosotros somos personas y cómo tales tenemos remedios para ello.-Dijo.
Una figura vestida de negro y con un mandil a su cintura caminaba cerca de los fogones, la dama miró en su dirección por un segundo e intente entrecerrar mis los ojos para intentar poner rostro a esa perfección de mujer.
-Por favor, ¿puede hervir un poco de agua caliente y traerme unas gasas Dorothy?.-Preguntó.
-¿Dorothy?.-Repetí en voz alta poniéndome en pié dando un sobresalto.
-Dorothy.-Repetí con la esperanza de que aún siguiera allí.
Aquellas figuras espectrales desaparecieron en el momento que dije su nombre, ¿qué estaba ocurriendo?.
¿De donde habían salido aquellas figuras, quienes eran y por qué estaban allí?, tampoco sabía por qué no podía ver sus caras por más que me esforzaba.
Y lo más extraño, Dorothy estaba ahí, en mi ensueño, mucho más joven que la Dorothy del presente,profundizando más sobre aquella visión no era de extrañar que el ama de llaves estuviese ahí.
Dorothy había trabajado toda la vida en la mansión desde que era una adolescente, al menos eso era lo que había escuchado siempre. Tal vez sirvió a unos antiguos señores allegados a la familia, puesto que la mansión siempre había pertenecido al aquelarre Akerman.

Me encontré solo en aquella sombría cocina, nada que ver con la que mi mente había estado viendo momentos antes, era mucho más moderna ahora,tal y como la había visto siempre.
Paredes verdes adornadas con candelabros, fogones enormes ventanas selladas impidiendo que el sol penetrase en el interior.
Lo único que permanecía igual en mi ensueño y la realidad era aquella mecedora gastada por el tiempo y que curiosamente aún seguía allí.
Lo sucedido era digno de contar, ¿a padre?, no, demasiado difícil para que pudiera digerirlo con normalidad. Probablemente diría que tantas horas sin beber hacía que tuviera alucinaciones o algo parecido.
O que la sangre animal estuviera afectando mi organismo.
¿Sería posible que los vampiros pudiéramos soñar estando despiertos?, ¿o tal vez esa visión era fruto de algún recuerdo vivido?.
-imposible.-Susurré para mis adentros.
Probablemente llevaba alguna hora sin alimentarme y mi mente estaba comenzando a jugarme una mala pasada.
No tenía la menor idea, pero si que podría hacer algunas preguntas al ama de llaves.
Aquellas preguntas podría dejarlas para otro momento, me dirigí a toda velocidad hacia la puerta trasera para atravesarla con rapidez.
Demasiado tiempo sin ver a Elizabeth me había trastornado, que también cabía esa posibilidad. Necesitaba volver a ver su dulce rostro, besar sus labios y abrazarla hasta fundirme en su calor, dejar atrás mi jaula de oro con sus leyes y sentirme humano una vez más.
-¿Brandom?.-Dijo una voz en la entrada de la puerta del establo.
Cerré mis parpados con fuerza y endurecí mi mandíbula al ser descubierto desatando las riendas de Fénix.
Volví anudarlas en un viejo tronco de madera y encuadré mis hombros antes de encontrarme cara a cara con el rostro enfurecido de mi padre.
-¿Y ahora que?.-Pregunté con un tono frío y despreocupado.
Sus manos escondidas tras su espalda, el mentón hacia arriba y sus ojos azulados clavándose en los míos me hizo darme cuenta una vez más de quién mandaba allí.
Torcí mis labios mostrando una sonrisa entre dientes y le hice saber a través de mi mente que me daba igual lo que pensara o el castigo que pudiera aplicarme.
Le dí la espalda y volví a desatar las riendas de mi caballo a toda velocidad, un solo paso hizo que mi padre quedase en el interior del establo, por un momento sentí que iba a hincarme sus garras en la espalda pero curiosamente se quedó inmóvil hasta que volví a encontrarme con sus ojos.
Aquél duelo de miradas resultó muy intenso, sin mediar ninguna palabra me dio la opción de hacer lo que para él era lo correcto.
-Déjeme pasar padre.-Le dije cuando estuve lo bastante cerca de su rostro.
Sujeté las riendas fuertemente con una mano e hinché mi pecho para impresionarle.
Hizo un gesto con sus labios asintiendo varias veces y dio un paso hacia un lado apartándose de la puerta.
-Hijo, me sorprende tu manera de enfrentarte a mí,sin embargo quiero recordarte quién manda en esta familia.-Dijo mientras cruzé la puerta acompañado de Fénix.
Sus pasos cortos, manteniendo una distancia prudente entre nosotros me siguieron hasta la verja exterior.

El viento de la noche era cálido, demasiado incómodo para mi cuerpo, había llovido y ahora el ambiente era mucho más cargante.
Pero lo que me resultaba realmente más incómodo era a mi padre recordándome a cada momento que era lo mejor para la familia y principalmente para mí.
.¡Basta!.-Grité girando todo mi cuerpo.
Al hacerlo, varios mechones oscuros ocultaron gran parte de mi rostro, dejando ver únicamente mis ojos enfurecidos que comenzaron a tornase de un color negro azabache. -Llevas toda una eternidad recordándomelo.-Dije entre dientes endureciendo aún más mi mandíbula.-¿Dices querer ver realmente mi felicidad?.-Pregunté.
-Así es hijo mío.-Contestó rotundamente.
-Entonces hazte a un lado y déjame que yo me ocupe de ello.-Dije dándole la espalda.
-¡Un vampiro no podrá ser feliz persiguiendo aquello que jamás podrá tener!.
Compartir una vida con una mortal no te permitirá serlo jamás, si pasas a darle una vida eterna tal vez lo consigas.-Dijo en diferente tono de voz.-De no ser así, esa felicidad que creías tener desaparecerá cuando la muerte la arrastre a la nada.-Suspiró.-Desde nuestros ancestros, hemos seguido y cumplido las leyes vampíricas. Tomamos a una inmortal como compañera, esposa, protectora y amante, ya sea pura sangre o bien la escogemos para después hacerla inmortal.
Tomó una gran cantidad de aire hasta hinchar su pecho, erguido y rígido como una tabla, sus ojos se entrecerraron antes de seguir.
-Karisma puede reunir todas esas cualidades si le das la oportunidad. ¡Hay que aprender amar lo que será bueno para ti y para la familia!.-Gritó cerrando las manos en un puño.
-Si realmente crees que puedo poner en riesgo a la familia no habrá ningún problema, me iré lejos de Londres.-Dije desenliando las cadenas de la verja sin que me temblase el pulso.
-Tú eres parte de esta familia y como hijo mío que eres me preocupo por ti.-Dijo acercándose.-No voy a consentir que hagas lo que te plazca poniéndote en riesgo y la familia en peligro por ver a esa humana.-Amenazó.
Desenlié las cadenas y las arrojé con furia hacia la fuente del sauce, mis ojos se clavaron en los suyos y apreté fuertemente mis afilados dientes hinchando mi pecho como si fuera a estallar de rabia.
-¡No hables de poner a mi propia familia en riesgo cuando tú actúas también por tu propia cuenta sin consultar a tus hijos nada sobre tus viajes a Greenwich!.-Grité con todas mis fuerzas.
-¿A quién visita tan a menudo en ese viejo castillo abandonado padre?.-Pregunté inhalando y exhalando a toda velocidad.
Si no fuera por que era un poderoso vampiro de cientos de años juraría que el color de su piel se había vuelto más pálida de lo habitual.
Su ceño fruncido me miró confuso y quiso entrar en mis pensamientos a los que gustosamente, le dejé.
-¿Estuviste allí?.-Susurró.-¿¡Cómo te atreviste a seguirme y hacer comparaciones!?.-Preguntó agarrando con fuerza el cuello de mi camisa mientras que mis manos se cerraron alrededor de sus pálidas muñecas.
-¡Soy el maldito Walter Akerman, miembro principal de esta familia, y cómo tal mi papel aquí es protegeros contra todo ser viviente que quiera destruiros.!-Gritó aflojando sus manos.-Al ser el miembro más viejo del aquelarre, tengo determinadas obligaciones y una de ellas es no desvelaros jamás lo que hago o deje de hacer, que yo me ponga en peligro no importa, lo que importa es la familia.-Dijo haciendo una pausa para volver a continuar.-Yo ya he vivido bastante, y el futuro de esta familia sois vosotros.-Dijo liberándo por completo el cuello de mi camisa.- Puede que ahora no lo entiendas hijo, pero ese cargo recaerá algún día sobre tus hombros en el que caso de que me ocurriese algo y sólo entonces entenderás que no hay nada más importante que la familia, más incluso que tu propia felicidad.-Señaló.

Llevé mis manos a las sienes golpeándolas con fuerza al escuchar tales palabras.
Sin duda me estaba torturando constantemente con lo que era mejor para todos, pero no para mí.
Sería muy capaz de irme de Inglaterra, pero era evidente que no quería dejarme marchar solo, y mucho menos acompañado de la humana que tocó todas las fibras de mi ser y me enseñó a ver el mundo con sus hermosos ojos.
Podía estar de acuerdo con mi padre en el odio que sentía hacia ciertos humanos, probablemente le hubieran dado caza a mi olvidada madre tal y como me había contado. Pero por ello no debíamos juzgar a todos, no todos los humanos eran cazadores,no todos tuvieron que ver con la desaparición de mi madre.
No todos debían ser iguales como me había dado cuenta también que no todos los vampiros lo eran, puede que en esencia, pero no en espíritu.
-No puedo creer que sigas pensando después de lo que te conté sobre tu madre, continúes diciendo que son diferentes unos de otros.-Dijo rompiendo el silencio.-¡Ellos condenaron a tu madre!.-Gritó con todas sus ganas.
-Eso no lo sabemos.-Le corregí.-Y Elizabeth no tuvo nada que ver con su desaparición, por eso sigo pensando que no todos son iguales.-Dije apenas con un hilo de voz.
-Puede que sea cierto, pero bien podría estar implicado un antepasado suyo.-Señaló intentando hacerme cambiar de opinión.
Clavé mis ojos en el suelo ocultando mi rostro con las manos y respiré varias veces intentando tranquilizar mi rabia antes de contestar.
-Eso es ridículo.-Dije descubriendo mi rostro para encontrarme con el suyo.-Si así hubiera sido lo sabría y créeme padre, no tuvieron nada que ver.-Dije firmemente.
Agarré con fuerza las riendas de mi caballo para atravesar la verja cuando una mano voló hasta mi hombro haciendo que me detuviera sin poder moverme del sitio.
-Tenemos algo importante que hacer esta noche.-Anunció.
Fruncí el ceño y en ese mismo instante el aire cálido de la noche sopló por detrás haciendo que mis cabellos oscuros volaran a toda velocidad por mi rostro.
Giré la cabeza hacia mi lado izquierdo encontrándome con su pálida mano descansando sobre mi hombro, clavé mis ojos una vez más en su anillo y la piedra preciosa color sangre brilló en la oscuridad de una manera intensa.
Acto seguido busqué sus ojos y esperé que su voz volviera a romper el silencio.
-No puedes marcharte, tenemos que llevar a Karisma a su casa.-Dijo.
Mi ceño se frunció aún más e hizo que todo mi cuerpo se diese la vuelta para estudiar su rostro con detenimiento.
No estaba seguro que fuera a contarme lo que pretendía hacer de manera que me introduje en sus pensamientos para averiguarlo, a lo que no hallé nada.
-No podemos llevar a Karisma a casa, estará su familia allí, no pueden verla así.-Dije con el fin de que me diera la razón.
-Lo sé,-dijo-probablemente vayan a denunciar su desaparición mañana a primera hora y eso nos perjudicaría bastante si la viesen merodeando por aquí.-Dijo ocultando sus manos tras la espalda caminando de un lado a otro pensando en una ideal estrategia.
Mis ojos siguieron con lentitud sus pasos hasta que se detuvieron dándome la espalda.
-La llevaremos para que acabe con su familia.-Dijo lo suficientemente convencido.
-¿Qué?.-Tartamudeé.-No puedes hacer eso padre, no puedes decirla que acabe con sus vidas, es su familia.
-No hay otra manera, su padre y hermana sufren una enfermedad terminal hijo, tarde o temprano morirán de todas maneras.-Recordó.-No podemos ponernos en riesgo si esa familia avisa a las autoridades para que comiencen a buscarla.
-Y si esa familia no estuviera enferma igualmente la incitarías a que terminase con sus vidas, ¿me equivoco?.-Pregunté.
-No te equivocas, como he dicho, no podemos poner en riesgo nuestra familia y hay que terminar con lo que puede resultar un peligro para nosotros.-Dijo irguiendo su pecho cuando se dio la vuelta para encontrarse conmigo.
-No me parece una buena idea.-Protesté.-Cuando encuentren sus cadáveres sabrán que tienen a un familiar desaparecido, ¿Qué harás entonces padre?.Pregunté.-¿Retener a Karisma para siempre en la mansión hasta que olviden su desaparición?.
Mi padre esbozó una gran sonrisa y negó con la cabeza.
-Ya está todo arreglado, cuando encuentren sus cuerpos Karisma no estará desaparecida si no que asistirá al triste funeral de su familia como una humana corriente.-Dijo volviendo sobre sus pasos.-Podrá pasearse por las calles de Londres con total normalidad, siempre y cuando pueda controlar su sed de sangre en estos primeros días. Para ello la acompañaremos hasta que pueda valerse por sí sola.-Sonrió.-En el funeral, ante los ojos de curiosos y afectados por la perdida anunciaré que la gentil y solidaria familia Akerman se hará cargo de la señorita Halley. De esta manera no solo nos quitamos un problema de encima, si no que también la humanidad jamás podrá tener sospechas de nosotros.-Volvió a sonreír.
-Realmente monstruoso.-Dije asqueado de tanta falsedad.-No participaré en tal atroz acto. No puedo fingir algo que no siento.-Dije atravesando por completo la verja que dividía la mansión del exterior.
-Hijo, no quiero recordarte lo mucho que podría sufrir la señorita Jenzen y su familia si montas en ese caballo.-Amenazó.
Agarré las riendas con fuerza y endurecí mi mandíbula antes de dar un puñetazo a la verja y hundir los hierros de ésta.
Por un segundo me dejó ver en su mente el castigo que Liz podría sufrir si osaba a desobedecerle, aquella visión me torturaba y me retorcía de dolor.
Iba de una lado a otro a punto de entrar al borde de la locura, todo cuanto había a mi alrededor lo aplastaba y destruía con una fuerza sobrenatural que intentaba por todos los medios controlar.
Mi furia y gritos no hicieron cambiar de opinión a padre, no tenía ninguna opción, debía acompañarle en su propósito.
Una vez recuperado el aliento pero sin dejar de tener esa mirada fiera me juré a mi mismo no abandonar el amor que sentía por Elizabeth aún si mi vida estuviera en peligro, le oculté que más tarde, iría a buscarla.
Mi padre sonrió y se acercó a mi cuando estuve lo suficientemente calmado, sabía que no iba a enfrentarme a él, era mi padre, mi propia sangre y en eso, tenía ventaja.

-Siempre fuiste tan rebelde…-Mencionó sin borrar su sonrisa.
Cerré mis párpados con fuerza y acto seguido los abrí cuando sentí la presencia de August que mantuvo una distancia prudencial entre nosotros tres.
-Necesitan alguna cosa señor Akerman.-Se ofreció.
-Si August, lleve el caballo al establo y asegúrese de amarrarlo bien.
Poco a poco mi respiración se fue normalizando cada vez más, pude divisar que la puerta de la mansión se abrió y de ella salió Near acompañado del esposo de Estefy y la señorita Halley.

Cuando se reunieron con nosotros en la verja, Near me dedicó una media sonrisa dejando ver sus resplandecientes dientes afilados.
-Nos vamos de cacería hermano.-Anunció frotándose las manos.
Mis ojos enfurecidos se tornaron a oscuro y acto seguido se clavaron en los de Karisma que parecía estar algo inquieta.
-¿Estás segura de lo que vas hacer?.-Pregunté con la esperanza de una negativa, pero en lugar de eso tomó aire y sus ojos rasgados me dejaron ver una decisión firme.
-Si, cuanto antes me libere de mis tormentosos recuerdos humanos antes podré ser libre.-Mencionó.
-Te equivocas si piensas que esto que tienes ahora es libertad.-Dije.
-Vamos.-Irrumpió la voz de mi padre.-Hay que ponerse en marcha.
Uno a uno atravesaron la línea que dividía la mansión del exterior, en donde yo deseaba estar para siempre.
Karisma, Near y Atila corrieron velozmente por el camino de tierra para dirigirse al claro donde una vez allí desviaríamos el camino para llegar a la casa de Karisma.
Mi padre, que estaba situado detrás de mí estuvo esperando que echara a correr para seguir a los demás, dí un suspiro frustrado en el aire y corrí a toda velocidad por el camino hasta llegar a la altura de ellos.
Cuando pasé cerca de Near, este sonrió de una manera diabólica dejando ver sus dientes.
Su pelo rojizo parecía dejar una ráfaga de fuego en el aire, al percatarse de mi presencia corrió velozmente, como si para él todo fuese una competición para proclamarse el mejor de la familia.
Una vez nos hallamos cerca del claro algo dentro de mí se movió, algo que relacionaba con Liz, cruzando el claro a toda velocidad la pude ver en todas partes. Pude escuchar sus risas, su dulce voz, el aroma que aún estaba allí intacto.
Cerré mis párpados con fuerza y millones de sensaciones acariciaron todo mi ser, no podía traicionar a la raza humana por que ahora estaba enamorado de una de ellos.
Tenía que hacer lo imposible para que Karisma cambiara de decisión.
Una vez llegamos a la entrada de la casa, estudié el rostro de Karisma y me puse a su altura tomándola por la mano.
-No es necesario que lo hagas.-La aconsejé.
Sus ojos rasgados mostraron un color rojo sangre y se llevó una de sus pálidas manos a la garganta.
-Estoy segura de lo que quiero, y lo que quiero es liberarles de su tortura, de la mía, y que llegues a tomarme como la compañera que te protegerá y te amará para siempre.-Dijo muy segura de sus palabras.
La mano de mi padre voló hasta mi hombro y me hizo un gesto para que nos adelantáramos hacia la entrada principal.
-Padre, hay que detener esta locura.-Supliqué.-Podrías decir a su familia que nos hacemos cargo de ella, que nos ocuparemos de formarla y convertirla en una señorita de bien y que a ellos no les faltará de nada mientras vivan.-Dije mientras avanzábamos hacia la entrada.
-No lo aceptarían, a estos humanos no se les puede comprar así, quieren a Karisma bajo su techo hasta que mueran, pero ya es demasiado tarde, la señorita Halley es inmortal acabaría con ellos de todos modos.-Susurró.
-Near, abre la puerta.-Ordenó mi padre antes de que yo pudiera decir algo más.
Mi hermano mayor dio una patada a la puerta de la casa que la despedazo en cuanto hizo contacto la madera con su pié.
Atila y Near se desaparecieron en el interior y Karisma fue la siguiente en entrar, detrás de ella mi padre y yo.
Unos gritos se escucharon en la sala principal. Una joven de aspecto demacrado se llevó la mano al estómago y acto seguido se abalanzó sobre Karisma.
Ésta cerró la mano alrededor de su cuello y la abalanzó en el aire hasta darse contra un mueble viejo en la cabeza.
-¿Karisma?.-Preguntó confusa.-¿Qué has hecho, que has hecho?.-Repitió una y otra vez cuando se llevó la mano a la cabeza.
Al ver la palma de su mano ensangrentada ésta comenzó a temblar, los vampiros que allí nos encontrábamos nos pusimos frenéticos al oler la sangre.
Me mordí con rabia el labio inferior y salí por la puerta principal cerrándola detrás de mí, apoyé la espalda en ella y cubrí mi rostro con las manos.
A los pocos segundos las llevé hasta mis oídos intentando evitar escuchar los gritos desgarradores que provenían de la garganta de su hermana y su padre.
-Basta…-Susurré detrás de aquella puerta.-Basta…-Repetí una y otra vez.
-¡Basta, basta basta!.-Grite ahogado en el dolor que me producía.
Golpeando la puerta con fuerza me dejé caer en el porche de la casa apoyando la cabeza sobre ella, no había participado en aquella monstruosidad, pero me sentía igual de culpable.
Deseaba que todo terminase y que pudiera desaparecer del lugar. Karisma estaba muy equivocada de lo que pudiera gustarme en una inmortal, ahora solo no me gustaba para ser mi compañera, si no que despreciaba con todas mis fuerzas lo que acababa de hacer.