Clan "Inmortales"


lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 31_Liz;Fría Inquietud

Ya habían pasado varias semanas desde que Brandom partió de Londres junto con su familia, acordé con mi madre que cuando el cartero llegase con alguna carta para mí me la guardase hasta que llegase de la escuela. A mi madre le sorprendió el buen gesto que tuvieron los Akerman al hacerse cargo de Karsima, incluso a mi padre, y eso que al principio no tenía un buen concepto de ellos por su posición social. Siempre pensó que la gente bien acomodada solían ser arrogantes y despilfarraban su fortuna en cosas poco provechosas, pero este gesto le obligó a reconocer que era el acto más bondadoso que podía haber echo esta familia con la que consideraba mi amiga. Cada tarde cuando llegaba a casa mi madre me entregaba un sobre de color amarillento con el remitente; Brandom Akerman.
La primera carta que tuve en mis manos me daba terror abrirla, quería tener noticias de Karisma pero en realidad era algo que no quería leer.
Por suerte o por desgracia, mi salvador no la mencionó en ningún momento, lo que si me repitió en todas sus cartas es que le esperase, que echaba de menos los atardeceres de Londres y lo más importante, a mí;
 “Mi amada Elizabeth, es increíble lo mucho que estoy extrañando tu compañía, tus besos, tu cálida y perfumada piel. Te dejo saber que ya nos instalamos en otro lugar más agradable, aunque si te soy sincero, el lugar más agradable para mí sería estar contemplándote y tenerte cerca de mí, escuchar tu dulce respiración cuando duermes y ver tu sonrisa cuando estamos cerca el uno del otro. Para mí no está siendo fácil, sé y siento que para ti tampoco lo es, pero tienes que prometerme que estarás bien. Los meses pasan rápido así como el tiempo que estoy a tu lado, corto e insatisfactorio, pero permíteme decirte que muy intenso. Lamento no poder darte una dirección para que puedas hacerme llegar tus cartas, pero no es lo apropiado para ti e intento protegerte, siempre lo haré y siempre me tendrás hasta que tu me lo permitas. Te prometo, que lo primero que haré cuando regrese es llevarte a ver el atardecer mas hermoso que hayas podido ver en Londres, desde un lugar que estoy seguro, te encantará. Te amo, y te amaré eternamente. Brandom.”

Un suspiro se dejó escuchar en mi sombría habitación. No sabía cómo, pero a mis ojos siempre les costaba ver sus últimas letras antes de inundar la carta con mis lágrimas. Un remolino de sentimientos arropaba todo mi ser, sus palabras me transmitían tranquilidad, serenidad, pero al mismo tiempo un mar de tristeza, un intenso vacío que no podía llenar sólo con sus cartas, le necesitaba. Necesitaba contarle lo que estaba pasando, alentarle de los propósitos de Karisma Halley a los que sentía verdaderamente pavor. No hacía más que pensar en que si pasó por encima de su propia familia,¿qué planes tendría para mí que era su amiga?. Sus planes ahora eran muy evidentes, ingresar en una familia compuesta por vampiros, ser uno de ellos y lograr el amor de mi vida, realmente un plan macabro teniendo en cuenta que “mi amiga” conocía mis sentimientos. De rodillas frente a mi cama no dejaba de repetir en mi mente lo mucho que amaba a mi salvador y la decepción que nuevamente sufriría si Karisma lograse su propósito.
Respiré llenando por completo mis pulmones y lo dejé salir lentamente, acto seguido guardé la carta en aquél sobre y la cerré con tristeza. Apoyé mis codos por unos instantes en el borde de la cama y con los puños cerrados oculté mi rostro. Volví a tomar aire y lo solté con fuerza, pasé los dedos por mis ojos y me puse en pié alisando mi vestido con las manos sin dejar de mirar el sobre que descansaba sobre mi cama. Me dirigí al armario con pasos acelerados para abrir las puertas de éste de par en par, abrí uno de los cajones que se encontraban justo debajo de la balda y saqué de su interior una vieja caja de madera donde guardaba todas las cartas que Brandom me había escrito desde que se fue de la ciudad. Besé con amor ésta última y la dejé junto con las demás. No debería preocuparme y mucho menos dudar del amor que me tenía, pues era más que evidente. Por otra parte la que consideraba mi amiga no debía de ocupar parte de mis pensamientos, pero era imposible no pensar en eso teniendo en cuenta que antes o después me encontraría cara a cara con Karisma. ¿Sería capaz de decirla todo lo que pensaba?.Probablemente no, considerando que ahora era una recién nacida,una poderosa vampira que había usurpado la vida que yo deseaba tener junto al amor de mi vida. Negué con la cabeza y salí del dormitorio para dirigirme al baño y poder refrescar mi rostro, pues no tenía muy buen aspecto y mis ojos estaban completamente enrojecidos por las lágrimas.
-¡Liz!.-Gritó mi madre desde el pequeño salón.-¿Puedes bajar un momento?. -¡Enseguida bajo mamá!.-Respondí mientras me secaba la cara con rapidez. Inhalé varias veces hasta normalizar mi respiración, pasé las manos por mi largo vestido color caramelo y me apresuré a bajar las escaleras.
Mi madre esperaba en el descansillo de la escalera con el mandil puesto atado a su cintura, en sus manos sostenía un paño y me hizo un gesto para que la siguiera hasta la cocina. -¿Qué ocurre mamá, quieres que te ayude?.-Pregunté.
-No hija.-Contestó con una sonrisa mientras ponía en el fuego una olla.-Desde que comenzó el verano y se terminaron las clases no has hecho más que ayudarme con las tareas de la casa, cosa que te agradezco cariño.-Volvió a sonreír. -Quiero que vayas a buscar a tu hermana, está en casa de Jessica y pronto vamos a comer,¿querrías ir?. –Preguntó mientras lavaba las verduras bajo el agua.
-Claro mamá.-Contesté.-A mí no me importa ayudarte, me gusta hacerlo.-Sonreí.
-Lo sé.-Dijo devolviéndome aquella tranquila sonrisa que tanto me gustaba ver en ella.-Pero también tienes que salir y hacer otras cosas.-Añadió. -¿Por qué no vas a vistar a Yuls antes de recoger a tu hermana?.-Sugirió animadamente.-Llevas semanas sin salir y sin ver a tus amigas,anda y vé hija.
Un suspiro profundo se dejó escuchar en la cocina, tan intenso fue que mamá alzó la vista para estudiarme el rostro, sonreí rápidamente para despreocuparla y acto seguido se secó las manos con el paño dirigiéndose hacia a mí. -Extrañas a Karisma y a ese joven, ¿verdad?.-Preguntó pasando sus manos por mis brazos frotándolos con cariño. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando mencionó el nombre de Karisma Halley, pero más aún cuando lo mencionó a él… Aparté mi mirada hacia un lado y con la cabeza cabizbaja luché por contener aquellas lágrimas que poco a poco empezaron hacerse visibles ante la atenta mirada de mi madre.
-Shhh.-Siseó a la misma vez que cubría con sus brazos mi cuerpo tembloroso.-Entiendo lo doloroso que debe ser tanto para ella como para ti, pero pronto volverás a verla ¿verdad?, eso es lo que te cuenta el joven Akerman en sus cartas.-Dijo sosteniendo en sus manos mi rostro lloroso. Me sentía tan mal al tener que fingir delante de mi madre que me destrozaba el alma. Sonreí falsamente mientras que ella limpiaba con sus dedos aquellas lágrimas que corrían sin cesar por mis mejillas rosadas.
-Lo siento mamá.-Dije una vez recuperado el aliento.-Es que, los extraño mucho.-Sonreí. -Sé que Karisma va a encontrar en ellos todo el apoyo que necesita, que la enseñaran a ver la vida de otra manera.-Dije mirando hacia el suelo. Levantó mi barbilla para encontrarse con mis ojos y volvió a sonreír.
-Ese joven, se a portado muy bien con tu amiga.-Comenzó a decir.-Elizabeth, ¿sientes algo por ese muchacho?.-Preguntó liberando mi barbilla. Otro escalofrío recorrió mi espalda, sentí un latido fuerte en el pecho y mi respiración se aceleró hasta el punto de notar que me iba a desvanecer allí mismo. No sabía que contestar, no sabía que decir en ese momento, una ola de emociones paralizaron mi voz y me resultaba imposible articular alguna palabra. El mundo se detuvo por un segundo, o quizás por más de un minuto entero sin que ningún sonido se escuchase en aquella cocina.
Mi madre siguió estudiándome el rostro con detenimiento, su ceño aun estaba fruncido pero poco a poco su expresión fue cambiando a un rostro más tierno, más comprensivo y por lo tanto mucho más evidente.
-No contestes Liz, tu rostro ya me lo ha dicho.-Susurró.-No es malo enamorarse, el amor no es malo hija mía.-Añadió.
-Mamá…-dije con un hilo de voz.-No sabes cuánto me gustaría poder contarte todo lo que me está pasando, pero no puedo mamá.
-Elizabeth, ¿va todo bien?.-Preguntó asustada.
Asentí con la cabeza con media sonrisa y los ojos cerrados, al abrirlos su rostro permaneció inmóvil y confuso. -No te preocupes por nada, todo está bien mamá, créeme, todo está bien.-Dije calmadamente.
-Si dices que todo está bien, ¿por qué sigo sintiendo esta preocupación?.-Preguntó cruzándose de brazos. -Mamá, tú naciste preocupada.-Sonreí con ganas.
-Es cierto.-Dijo entre risas.-De todas maneras, si hay algo que te inquieta o te perturba te pido que me lo hagas saber.-Añadió.-Soy tu madre, aquí estaré siempre para escucharte y poder ayudarte. Sonreí asintiendo con la cabeza y recibí por su parte un abrazo cálido.
-Voy a ver a Yuls y pasaré por casa de Jessica a la vuelta.-Dije.
-Bien-dijo-, disfruta de este maravilloso sol y ten cuidado.
Llené de aire mis pulmones y dejé que saliera lentamente antes de girar el pomo de la puerta y de que los rayos de sol me recibieran. Al cerrarla detrás de mí volví a sentir un vacío en el pecho, un vacío que iba acompañado de culpa. No podía soportarlo, no podía soportar tener que mentir, no podía soportar fingir que todo estaba bien cuando en realidad no era así. No podía soportar que los días pasaran con la incertidumbre de que pasaría al regreso de los Akerman y de Karisma.
Por más que quería convencer a mis pensamientos que Brandom sólo me amaba a mí, que no había nada en el mundo más importante para él que yo, la angustia y la duda querían quedarse en primer lugar. Karisma estaba cerca, estaba muy cerca de arrebatarme lo que más amaba, las semanas acababan de comenzar desde que partió y aún quedaban dos largos meses hasta que regresaran a Londres.
-Dos meses es mucho tiempo.-Me dije a mi misma mientras bajaba los peldaños del porche para dirigirme al exterior. Afuera me pareció que los pájaros cantaban una melodía triste y melancólica, en sus cánticos habían notas tristes. Puede ser que me estuviera volviendo completamente loca y que todo a mi alrededor estuviera gris y triste por muy soleado que era el día, pero así era como veían mis ojos la ciudad.
Una ciudad desértica sombría y fría, a cada paso que daba miraba a mi alrededor y no era capaz de ver a nadie, estaba sumergida muy adentro de mis pensamientos y no me dejaba ver más allá de ellos. Había pensado en mi futuro varias veces junto a mi salvador, pero no era capaz de pensar en un futuro hoy. ¿Qué iba a ser de nosotros?, ¿aprobarán ambas familias alguna vez nuestro idílico romance?. Esto era algo que me preocupaba, en las familias normales si se daban estos casos bastaba con que pasara el tiempo y se aceptaba con resignación, pero en mi caso se trataba de una familia completamente diferente. Podrían haber muertes como Near se cobró con la de el tio Zack, y aunque Brandom me prometió mi seguridad y la de mi familia, me aterraba la idea de que pudiera volver a ocurrir.
Confié en mi salvador, y no entendía por que había pensado en estas cosas ahora si ya lo habíamos hablado. Tal vez era por que no estaba a mi lado y tenía demasiado tiempo para pensar, reflexionar y ver las cosas de manera diferente.

 Cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día lo amaba con una fuerza que se me desbordaba el alma de tanto amor. Mi corazón se aceleró aún más cuando recordé sus besos, sus caricias, su ojos del color de la miel tan dulces y a la misma vez tan inquietantes. Sus cabellos oscuros y suaves, el perfume de su piel helada y su sonrisa perfecta me hacían estremecer. Tomé la calle que llevaba directamente a casa de Yuls con la vista clavada en el suelo mientras su recuerdo se apoderaba de todo mi ser. Era cómo si de alguna manera hubiera entrado en contacto con mi mente y quisiera que pensara en cosas bonitas, momentos compartidos y lo más importante, nuestro amor inmortal. Una pequeña sonrisa dibujaron mis labios cuando barajé la posibilidad de que aquello fuera real, de que me estuviera transmitiendo todo su amor y esa paz que necesitaba mi alma para poder soportar la espera. Mis oídos dejaron de recibir los sonidos y el bullicio del exterior para poder escuchar su dulce voz aterciopelada repitiendo una vez más cuánto me amaba. Un suspiro cálido y hermoso llamado Brandom Akerman salió de lo más profundo de mi alma, deseé con todas mis fuerzas que éste le llegara y así poder transmitirle cuanto lo amaba, cuánto deseaba que estuviera conmigo y que hasta el fin de mis días seguiría ocupando todo mi corazón. Al encontrarme de cara a la puerta de la casa de Yuls, ésta se abrió antes de que pudiera llamar.De ella salió su padre, bien vestido con un traje de color gris plata, me sonrió mientras se ajustaba el nudo de su corbata y abrió la puerta para que pudiera pasar por ella.
-Buenas tardes señor Caswell.-Sonreí.
-Buenas tardes,¿cómo está la familia Elizabeth?.-Preguntó.
-Bien, muchas gracias.¿Yuls está en casa?.
-Si, por favor pasa.-Dijo invitándome con una mano a entrar.
-Gracias muy amable.-Le agradecí.
Cerró la puerta detrás de mí e inhalé el aire antes de dirigirme a la habitación dónde probablemente se encontraba mi amiga. Pasaba la mayor parte de su tiempo libre encerrada en su habitación tocando el violín, pero me resultaba extraño de que no lo escuchase nada más entrar en el recibidor, de manera que me detuve y esperé ver a alguien.
-¿Yuls?.-La llamé desde el recibidor.
-¡Un momento!.-Gritó una voz desde el piso superior.-¿¡Liz eres tú!?.-Preguntó.
-¡Sí!.-Contesté algo incómoda por dar aquella voz.
-¡No te quedes en la entrada pasa al salón y espérame!.-Volvió a gritar.
-¡De acuerdo!.-Contesté. Me dirigí hacia la gran puerta de corredera que tenía justo enfrente de mí, la abrí y fui hasta un sofá de color beige. Me senté y crucé las manos encima de mi regazo mirando hacia un ventanal que tenía a mi lado. Me propuse no pensar en nada por un rato pero era inevitable recordar cosas que había vivido desde que conocí a Brandom, lo que había cambiado mi vida y lo que esperaba que cambiase aunque no estaba segura de que esto ocurriera, no por mi parte, si no por la de Brandom.
Yo quería llevar esa vida inmortal que Karisma estaba teniendo ahora junto a él, aunque para ella no era de la manera que deseaba, envidiaba su nueva vida por estar todo el tiempo con el ser que amaba.
-Liz, lo siento.-Me interrumpió la voz de Yuls.-Mi madre me había dicho hace dos semanas que arreglase mi dormitorio o lo cerraría para siempre con llave.-Dijo muy agitada.
-Tranquila Yuls, yo haría lo mismo.-Sonreí.
-¿Qué te trae por aquí?.-Preguntó sentándose a mi lado.-Hace tiempo que no nos vemos, si mal no recuerdo desde que saliste de clase corriendo para no encontrarte con Sam.-Se detuvo.
-Lo siento Yuls.-Dije muy apenada.-Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo.
-Ya lo creo, me enteré de lo que le pasó a Karisma Halley, esa buena amiga tuya, que triste perder en ese incendio a su familia.-Dijo estremeciéndose..Oye, ¿crees que haya podido ser el causante ese asesino o asesinos que andan por la ciudad?.-Preguntó inquieta. Un suspiro largo y pesado se dejó escuchar en el salón bajo la atenta mirada de Yuls esperando mi respuesta.
-No lo sé, y sí, es…-me detuve para normalizar mi respiración-,es triste lo que le ocurrió.
-Demasiado, los Akerman han resultado ser una familia de lo más comprensiva y humana al acogerla y preocuparse por ella.-Dijo pasando la palma de su mano por mi espalda. -Oye, ya sé que me dijiste que creías estar enamorada de ese galán, y que te confundiste respecto a tus sentimientos por él.-Dijo.-¿Sigues pensando igual ahora que tu amiga está cerca de él?.-Preguntó.
Parpadeé varias veces y me aterraba tener que encontrarme con su mirada, mis labios se despegaron por un segundo y no logré articular ninguna palabra.
Era increíble que yo sin decirla nada parecía estar leyéndome la mente de alguna manera.
-No me malinterpretes Liz, pero podría ocurrir que Karisma se enamore de él sin querer con la convivencia diaria, ¿seguirías pensando que no sientes nada por él?.-Preguntó con el ceño fruncido.
Mis labios aún seguían despegados, mi mente se bloqueó por un momento, no quería mentir, pero tampoco decir toda la verdad. Mis pensamientos al igual que mis sentimientos se mezclaron, sentí dolor, angustia, amor y tambien ¿por que no?, celos.
-¿Qué quieres decir, Brandom y Karisma?.-Tartamudeé.
-Sí, ¿seguirías diciéndome que no sientes absolutamente nada por él?.-Volvió a preguntar.-Trata de imaginártelos juntos.-Añadió.
Me levanté del sofá violentamente y me dirigí al ventanal dando la espalda a mi amiga, mi corazón palpitó de manera desbocada, un rubor subió por mis mejillas y esa mezcla de sentimientos torturaban a mi alma de manera cruel.
-Dicen que cuando una persona calla, es por que hay algo fuerte en su interior.-Dijo con un hilo de voz.-Liz eres mi amiga, sabes que puedes confiar en mí.-Me recordó.
“No puedo Yuls, no puedo contarte nada amiga mía, lo siento tanto…”, dije para mis adentros con los ojos cerrados.
-Espero por el bien de vuestra amistad que esto no ocurra, Karisma resultaría ser una mala amiga.-Dijo poniéndose en pié.
-Yuls.-Susurré.-Estás dando por echo de que yo siento algo por ese galán como tú le llamas pero te aseguro de que no es así.-Dije lo más fría que pude aparentar.
-Eso espero Liz, por que de ser lo contrario ocurrir algo entre ellos y dejar escapar lo que amas no te lo llegaras a perdonar nunca.-Dijo poniendo sus manos sobre mis hombros mientras ambas mirábamos a través de aquel ventanal.
-Yuls.
-¿Si?.-Contestó apoyando esta vez su barbilla en mi hombro.
-Si dos personas están enamoradas,¿ crees que algún obstáculo conseguiría separarlos?.-Pregunté con ansiedad.
Mi amiga alzó un poco la cabeza para estudiarme el rostro, sonrió y volvió a dejar la barbilla sobre mi hombro.

-Ni el obstáculo más grande que pueda existir conseguirá separar a dos almas destinadas a estar unidas.-Contestó.-A dos almas como la de Brandom Akerman y Elizabeth Jenzen.-Matizó entre risas.
-¡Ah cállate!.-Grité ruborizada uniéndome a sus risas.
-Sabes que es cierto.-Dijo sonriendo.-Si ya te a dicho que te ama, deja de crear inseguridad en tu cabeza. -Oh no no, no es eso.-Sonreí timidamente. -Hay hombres que cuando aman es para toda la vida, y estoy segura de que Brandom es de los que piensan que un “siempre” es “para siempre”.-Dijo muy segura de sus palabras. -Se que no puedes contarme nada por que por el momento quizás queréis esperar hasta hacerlo público o hay algo que te impide que me cuentes lo que está pasando, pero quiero que sepas y tengas en cuenta que aquí estarán esperando mis oídos la gran noticia.-Carcajeó.
-¡Yuls por favor!.-Sonreí con ganas.
-Esta bien, está bien ya me callo.-Dijo recuperando la compostura.
Poco a poco fuimos de una conversación a otra hasta que pasaron dos largas horas que para mí, se hicieron bastantes cortas a su lado.
Estar con Yuls me animaba, aunque no pudiera contarle nada sabía que en el fondo estaba viviendo una experiencia maravillosa y a la misma vez tormentosa. Era capaz de sacar cualquier conversación y llevarla bien, era capaz de sacarme una sonrisa y levantarme el animo cuando peor estaba, envidiaba su forma de ser, su manera de afrontar las cosas y verlas desde su punto de vista. Eche una ojeada al reloj que colgaba sobre la pared y me levanté alisando mi vestido con las manos.
-Será mejor que me vaya a recoger a mi hermana Yuls, a sido muy agradable y divertido poder hablar contigo, eres la mejor amiga que tengo.-Dije dándola un abrazo.
-Opino lo mismo, espero que podamos vernos seguidamente por que te extraño horrores.-Sonrió. Sonreí y asentí con la cabeza, me acompañó hasta la puerta principal y se despidió con la mano, acto seguido hice lo mismo y me dirigí a casa de Jessica con una paz interior que desde hacia semanas se vio perturbada por unos sentimientos contradictorios bastante feos y confusos. “Cuando dos personas se aman de verdad y se juran amor eterno, no puede existir ningún obstáculo que logre separarlos, pues dos almas que están destinadas a permanecer unidas son para siempre. Hay hombres que aman para toda la vida, y para ellos ese siempre se convierte en un “para siempre eterno.”-Me dije a mi misma.

lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 30-Liz;Traición

No logré dormir, el silencio de la noche me inquietaba y me pregunté si mi salvador vendría a verme antes de que el alba ascendiera. Me incorporé y apoyé la espalda en el cabecero de mi cama resoplando una y otra vez con las manos sudorosas. El calor que hacía en mi habitación era agobiante, no quería ni imaginar lo que supondría para un vampiro. Puse los pies en el suelo y agradecí que este tuviera una temperatura más o menos agradable, alisé mi camisón con las palmas de las manos y me dirigí hacia la ventana una vez más. Me escocían los ojos, era una señal de que necesitaba cerrarlos y poder descansar un rato, pero no quería hacerlo sin antes ver el dulce rostro de Brandom. Llevé las manos detrás de mi cuello e hice movimientos circulares mientras que mis ojos buscaron con desesperación una sombra que pudiera advertirme de su llegada. Un suspiro se dejó escuchar en el interior de mi habitación y con la cabeza cabizbaja volví sobre mis pasos en dirección a mi cama deshecha. Un crujido de hojas pude escuchar en el exterior, mis ojos se abrieron y corrí de nuevo hacia la ventana mirando hacia abajo. Fruncí el ceño y una risa familiar me sobresaltó, miré hacia el frente y ahí estaba el ser más bello de la tierra. De cuclillas sobre una rama del árbol que había frente a mi ventana, sostenido con una sola mano, clavó sus ojos en los míos y se llevó un dedo a sus labios para que no hiciese ruido. Asentí con la cabeza una sola vez y mi sonrisa se amplió cuando le invité a pasar dentro del dormitorio. Dio un salto en el aire hasta quedar en el borde de la ventana, al hacerlo, uno de sus pies impactó contra la fachada a lo que se pudo escuchar ese ruido en toda la casa. Cerré mis ojos con fuerza mientras que la sonrisa de Brandom se desvaneció cuando notó unos pasos que se acercaban aceleradamente hacia mi habitación. Me hizo un gesto para que me metiera a toda prisa en la cama, al hacerlo miré hacia la ventana y desapareció. -¿Liz?.-Se escuchó una voz en el otro lado de la puerta. Me arropé con las sábanas hasta la cintura, cerré los ojos fingiendo estar dormida intentando controlar mi respiración acelerada. -¿Liz?.-Volvió a repetir la voz de mi madre. Abrió la puerta y se acercó para comprobar que todo estaba bien, pasado el susto por ese misterioso golpe volvió acercarse a mi rostro para besar mi frente y darme las buenas noches en un susurro cálido. Fingí moverme y la sonreí en muestra de agradecimiento, sus pasos volvieron hacia la puerta y la cerró tras ella con sumo cuidado. Me incorporé rápidamente y corrí hacia la ventana para asomarme. Brandom no se encontraba allí, miré en todas direcciones pero al parecer se había marchado. Fruncí el ceño y cerré la ventana, entonces, unos brazos fuertes y de piel helada rodearon mi cintura. Di un brinco y acto seguido un suspiro de alivio. Me dí la vuelta con rapidez y le rodeé la cintura con mis brazos acurrucándome en su pecho. Los suyos me estrecharon a un más contra su cuerpo perfecto y con una mano hizo que alzara mi rostro para encontrarme con el suyo. Su sonrisa se amplió mientras que con las yemas de sus dedos dibujaron con suavidad las facciones de mi rostro. Al pasar los dedos por mis labios sonreí, se acercó para besarlos con ternura y volvió a pasar las yemas de sus dedos por ellos con sumo cuidado. Mi cálida mano se cerró alrededor de su nuca para atraerlo hasta mí y comenzamos a besarnos con intensidad. Sus manos, grandes y fuertes tan frías como el hielo acariciaron mis brazos, mi cintura y recorrió toda mi espalda por encima del camisón de seda. Mi corazón se aceleró de una manera descontrolada, en aquellos besos de intensa pasión, nuestras manos volaron acariciando nuestros cuerpos y revolviéndonos el cabello. Me tomó en brazos e hizo que mis piernas se cerrasen alrededor de su cintura mientras me daba repetidos besos por mi cuello. Alcé mi rostro al cielo ofreciéndole mi vida, pero en lugar de ello avanzó hasta mi cama dejándome en ella con delicadeza mientras que él me protegía con su cuerpo. Abrí mis párpados lentamente y me encontré con su dulce rostro a escasos centímetros del mío. Éste no dejaba de observar mis labios, acarició mis sienes y volvió a besarlos con suavidad. -Mi dulce humana.-Dijo.-Necesitaba verte, olerte, tenerte entre mis brazos. -Susurró en la oscuridad. -¿Por qué has tardado tanto en venir?.-Pregunté tímidamente.-Casi muero de la desesperación. Siseó llevando un dedo a mis labios para acariciarlos y sonrió. -No digas eso, antes o después, siempre vendré a verte.-Me prometió. Sonreí y aparté sus largos cabellos oscuros hacia un lado, acto seguido acaricié el lóbulo de una de sus orejas y su mirada pareció perderse. -¿Estás bien?.-Pregunté al estudiar su rostro. Un suspiro frustrado salió de lo más hondo de su garganta y se acomodó a mi lado descansando la cabeza en mi pecho. -Mi padre ha reclutado un nuevo miembro en la familia.-Anunció. -Y, ¿eso es malo?.-Pregunté confundida. -Lo es.-Contestó. Se incorporó para apoyar la espalda contra el cabecero de la cama y me atrajo hasta su cuerpo dejando que esta vez apoyara mi cabeza en su pecho. -Era humana, mi padre quería que yo mismo la infectara pero no pude hacerlo.-Dijo endureciendo su mandíbula.-Finalmente él mismo fue quien lo hizo, se puso furioso conmigo.-Recordó con amargura. -Cuando todo terminó, quise venir a verte pero fui descubierto por mi padre.-Dijo. Me sobresalté asustada e hizo un gesto para que volviera a mi postura pero no podía tranquilizarme sabiendo que había tenido serios problemas por venir hasta aquí. -¿Y ahora qué?, ¿qué te dijo?, ¿tuviste problemas con él o con tu familia?.-Le acribillé a preguntas. Estaba verdaderamente asustada pensando en que pudieran darle un duro castigo por mi culpa, aunque los dos nos amáramos, no podía consentir que estuviera sufriendo doblemente. -Puedes estar tranquila, no dijo nada sobre ti.-Mencionó con media sonrisa. Sus ojos volvieron a desviarse por un segundo y obligó a que mi cabeza descansara nuevamente sobre su pecho. Otro suspiro salió de lo más profundo de su pecho y continuó. -Si no pude venir antes a verte, es por que me obligaron a presenciar algo horrible, intenté evitarlo te juro que lo intenté Liz.-Dijo estrechando mi cuerpo aún más. -¿Qué pasó?.-Pregunté, asustada por sus palabras. -El padre de esta humana estaba gravemente enfermo al igual que su hermana.-Comenzó a decir.-Para evitar que denunciaran su desaparición, mi padre ideó un plan.-Dijo. -Matarles.-Le ayudé a seguir. -Si.-Contestó avergonzado.-Incendiaron la casa poco después para evitar que sus cuerpos presentaran signos de violencia una vez fueran descubiertos. Algo se me escapaba, realmente era horrible lo que acababa de escuchar, habían más opciones para que aquello no llegase a ese extremo. ¿Pero quien era yo para opinar?. -Si que las había.-Contestó a mis aturdidos pensamientos.-Las expuse, pero nadie quiso escucharlas. -Lo siento.-Dije.-Lo intentaste, no tienes por qué sentirte culpable.-Añadí abrazando con fuerza su cintura. -Hay algo más.-Mencionó. Alcé mi rostro para encontrarme con sus profundos ojos bañados en miel y me pareció ver en ellos una infinita tristeza. -El verano se acerca,-dijo con un hilo de voz- tenemos que marcharnos de Londres, volveré una vez que la estación calurosa se haya ido. Cerré mis ojos con fuerza y me acurruqué aún más en su pecho helado. -¿Dónde iréis?.-Pregunté con la voz temblorosa. -A otro país donde la temperatura sea más llevadera.-Contestó besando mi cabeza. Se creó un nudo en mi garganta y no conseguí articular ninguna palabra, por mi mente pasaron muchas cosas, cosas que probablemente ya las había visto en la suya. Su garganta emitió un sonido, una pequeña risa que hizo que me incorporase quedándome sentada a su lado. Me rodeó con su brazo para atraerme a su lado y con la mano que le quedaba libre alzó mi barbilla con suavidad. -Te escribiré todos los días el tiempo que esté fuera.-Sonrió. -¿Me lo prometes?.-Pregunté con ansiedad. -Se lo prometo señorita Jenzen.-Juró volviendo a sonreír. Le respondí torciendo mis labios y acto seguido clavé mis ojos en la ventana. Dí un suspiro largo y pesado dirigiéndome hacia ella mientras que Brandom borró su sonrisa para poco después fruncir el ceño. La ventana estaba entreabierta, con el menor ruido posible la abrí del todo con la esperanza de que se levantase un poco de viento. Observando las ramas del árbol que tenía en frente pude comprobar que no se movieron ni un milímetro, un suspiro frustrado salió de lo más hondo de mi pecho y acto seguido le dí la espalda a la ventana para encontrarme con el rostro de Brandom. No soplaba ni una pizca de aire, tenía que resultar muy incómodo para él soportar tan altas temperaturas, no era de extrañar que tuvieran que marcharse pronto. Pero para ser sincera, las temperaturas no eran mi única preocupación. Por si no teníamos pocos problemas y obstáculos a nuestro alrededor, ahora se sumaba también la distancia y con ella el temor de que pudiera olvidarse de mí, o que se comprometiera con una hermosa vampira. Mi salvador se levantó apresuradamente de la cama y voló hasta mí para rodearme con sus brazos, me meció con suavidad y cerré mis brazos alrededor de su cintura con los ojos cerrados. -Liz, no pienses así de mí.-Susurro.-Yo jamás dejaré de amarte aunque esté en la otra parte del mundo, tú eres y seguirás siendo mi otra mitad.-Suspiró. -Te escribiré todos los días, y no habrá ser que pueda ocupar tu lugar.-Prometió.-Yo jamás lo permitiría. Una sonrisa dibujaron mis labios, alcé mi rostro encontrándome con el suyo y nuestros labios se fundieron en un beso tan dulce como la miel de sus ojos. -Me encantan tus besos.-Dijo muy cerca de mis labios.-Tienen algo que no puedo dejar de besarlos una y otra vez.-Susurró volviéndolos a besar repetidas veces. Sus palabras fueron calmando mi inquieto corazón, no dudaba de sus sentimientos por mí. Estaba convencida de que nuestro amor inmortal, iba a ser para siempre. -¿Acaso lo dudaba señorita Jenzen?.-Preguntó en un susurro. De mis labios escapó una risa nerviosa y acto seguido cogí sus manos y mis pulgares acariciaron con suavidad la base de las suyas. -Es difícil hablar para mis adentros con un vampiro frente a mí.-Me ruboricé. Se liberó una mano para acariciar el calor de mis mejillas y sonrió con dulzura. -Te quiero Elizabeth, espero que siempre lo tengas en cuenta.-Susurró cerca de mi rostro. Besó mis labios con sumo cuidado mientras que sus brazos envolvieron mi cuerpo contra el suyo. -Hay algo más de lo que quería hablarte.-Mencionó.-Para mí no tiene ninguna importancia, pero supongo que deberías saberlo.-Dijo dando un suspiro al terminar su frase. Alcé mi rostro encontrándome con sus penetrantes ojos y esperé a que su voz volviera a sonar en la penumbra de mi habitación. -Mi padre tiene planes para mí a los que yo obviamente, me he negado.-Dijo volviendo acariciar mis mejillas. Un suspiro frustrado salió de lo más hondo de su garganta y pareció costarle buscar las palabras adecuadas. -Quiere que tome por compañera a la humana que infecto y que ahora está integrada a la familia.-Se le quebró la voz.-Me negué, se enfureció bastante pero me trae sin cuidado, a la que verdaderamente amo es a ti.-Aseguró torciendo su sonrisa. La sangre huyó de mi rostro y comencé a sentir frío en todo mi cuerpo, no era por la aproximación de Brandom, aquellas palabras cayeron como un jarro de agua helada sobre mí. Estaba segura de que nuestro amor iba a ser para siempre, pero sin lugar a dudas, esa inmortal tenía ahora más posibilidades que yo. Jugaba en el mismo mundo que el suyo, ahora era una de ellos y al parecer al resto de la familia le gustaba para él. Fruncí el ceño cuando sentí que el nudo de mi garganta se fue a vivir a mi estómago, llevé una mano hasta él intentando calmar el dolor y los latidos violentos de mi corazón. -Elizabeth, no tienes por qué preocuparte, me he negado.-Volvió a prometer.-Aunque caminemos en el mismo mundo, recuerda que mi amor te pertenece desde el mismo instante en que mis ojos te vieron tumbada en esa calle.-Susurró.-No te tortures más, ella no significa nada para mí. No significaba nada para él. Esas palabras rebotaron en mi cabeza una y otra vez, intenté grabarlas en la mente y en mi corazón. No había ningún motivo para que esa espina que tenía clavada siguiera dándome punzadas constantes, sin embargo ahí estaba, clavándome el alma de lado a lado y no entendía el porque si mi salvador me había asegurado lo que sentía por mí. -¿Estás bien?.-Preguntó acariciando suavemente mis cabellos. Asentí con la cabeza por miedo a que se me quebrase la voz. -Puedes estar segura del amor tan grande que siento por ti, jamás renunciaría al ser que me ha devuelto la vida.-Dijo meciéndome entre sus brazos. Sonreí aliviada aunque seguí sintiendo esa espina clavada, no quería que ésta venciera sobre nosotros. No era el momento de sentirme mal, debía de estar feliz el poco tiempo que nos quedaba juntos, guardar recuerdos dulces para cuando partiera de Londres, se acordase de mí. -Te quiero.-Susurré acurrucada en su pecho tan frío y duro como una roca. Sonrió y tomó mi rostro con sus pálidas manos para volver a besar con intensidad mis labios temblorosos. -A propósito,¿cómo está tu hermana?.-Preguntó interesado. -Bien, es increíble que no tenga pesadillas después de que Near se la llevara a la fuerza.-Contesté abrazándolo fuertemente. -Tienes una hermanita muy valiente.-Sonrió. -Por lo visto si.-Sonreí. Después de varios minutos en silencio, abrazados y escuchando el canto de los grillos en el exterior, había llegado el momento de la separación. -Tengo que irme, el sol va a ponerse en cualquier momento.-Dijo liberándome de sus anchos brazos. Me apartó con suavidad de la ventana dejándome a un lado, la abrió muy despacio y acto seguido se subió quedándose en cuclillas en el saliente de ésta. -¿Volveré a verte?.-Me apresuré a decir antes de que diera un salto perdiéndose en el bosque. El cálido viento revolvió sus hermosos cabellos negros, torció su sonrisa y su mirada fue recorriendo con lentitud todo mi rostro, me ruboricé y tuve que apartar mi mirada de la suya cuando sus ojos del color de la miel se clavaron en los míos. -Siempre.-Contestó haciendo un gesto para que me acercase hasta él. Cuando llegué a la altura de su rostro cerré mis ojos y noté sus fríos labios sobre los míos, los besó con dulzura mientras que una de sus manos acariciaba con suavidad mi mejilla. Cuando retiró sus labios de los míos, abrí mis ojos con lentitud. Apoyó su frente sobre la mía mientras que sus ojos permanecían cerrados. -Aunque a veces no me puedas ver, quiero que pienses que es cuando más cerca de ti estoy.-Susurró. Abrió sus párpados lentamente y dio un salto al vacío, apoyé mis manos en el saliente de la ventana para asomarme por ella y pude divisar la estela que dejaba detrás de sus pasos. Se detuvo por un momento para darse la vuelta cuando se halló entre los robustos árboles, sus ojos bañados en miel, brillaron con intensidad en la oscuridad de la noche. Una sonrisa fugaz dibujaron mis labios a la misma vez que los latidos de mi corazón se marcharon con él. Un suspiro largo y placentero llamado Brandom Akerman se dejó escuchar en mi sombrío dormitorio mientras que mis pasos se dirigieron a la cama. Me dejé caer en ella y abracé la almohada con ganas, quedándome únicamente con su aroma. Una lágrima corrió por mi sien cuando recordé que el verano se estaba aproximando, mis párpados comenzaron a cerrarse lentamente y por fin dejé que el sueño me venciera. La mañana se había colado por mi ventana rápidamente, no había dormido suficientes horas pero el calor tampoco me dejaba hacerlo. Estiré todo mi cuerpo y acto seguido me deshice de las sábanas con rapidez. La primera imagen que se me había venido a la mente nada más despertar era la de mi padre, ¿se encontraría un poco mejor?. No quise hacerme más preguntas y puse mis pies desnudos en el suelo para dirigirme hacia la puerta. Una vez cerrada me encontré a mi hermana en el pasillo, soñolienta y frotándose los ojos me dedicó una sonrisa. -Buenos días Amy.-Sonreí. Amelia bostezó al mismo tiempo que me dio los buenos días, me resultaba muy gracioso verla recién levantada, siempre sentía la necesidad de besar sus redondeadas mejillas. -¡Ah, para ya!.-Se quejó. -Vamos,bajémos a desayunar.-Propuse cogiendo su mano. Bajemos las escaleras y pude ver a mi padre sentado en la mesa de madera frente a mi madre,al percatarse de nuestra presencia dibujaron una sonrisa en sus labios y mamá se incorporó rápidamente para servirnos el desayuno. -Buenos días hijas,¿habéis dormido bien?.-Preguntó anudando el pequeño mandil a su cintura. Asentí con la cabeza y mi hermana imitó mi gesto mientras se frotaba los ojos con el puño. -¿Cómo te encuentras papá?.-Pregunté sentándome a su lado. Mi padre desvió la mirada por un segundo y antes de volver su rostro para mirarme suspiró. Mucho mejor hija, gracias.-Sonrió.-La vida sigue para los demás, hay que aceptarlo con valentía.-Añadió. Apoyé la cabeza sobre su hombro mientras froté con cariño su espalda, besó la parte de mis sienes y otro suspiro salió de lo más hondo de su pecho. -Será mejor que os pongáis a desayunar.-Sugirió cuando Amelia se unió a la mesa y mamá trajo una bandeja con nuestros tazones de leche caliente. Aquella mañana era muy distinta a las demás ,en el exterior había un sol debilitado y caluroso, cosa que me gustaba sentir hacía un tiempo atrás, pero ahora todo era oscuro y sombrío. La violenta partida del tío Zack, el ambiente familiar y la pronta despedida de Brandom hacía que todo fuera triste y oscuro. El desayuno transcurrió en silencio, cruzamos miradas entre nosotros pero nadie decía una sola palabra. -Tenéis que ir a la escuela.-Dijo mi madre rompiendo el silencio minutos después. -Mamá, cuando termine mis tareas, ¿por la tarde podré ir a casa de Jessica?.-Preguntó mi hermana. -De ninguna manera.-Me apresuré a contestar. Mi padre levantó la vista de su habitual periódico y mi madre se dispuso a estudiar mi rostro. Aquella reacción no era normal en mí, pues ellos eran los que decidían y nos daban el permiso, que yo lo hiciera daba a entender que había algo que no andaba bien y no les había dicho. -¿Y por qué no voy a poder salir si termino a tiempo mis tareas?.-Preguntó Amelia. Mi corazón comenzó a latir a toda velocidad por hablar más de lo que debería. Mis ojos se cruzaron con los de Amelia e intentaba decirle a través de ellos que no dijera nada más o tendría que mentirles y dar un motivo falso. -Eres mi hermana mayor pero no te da derecho a elegir por mí si mamá y papá están presentes.-Añadió limpiándose las comisuras de los labios con un paño. Decidí no ponerme en evidencia, Amelia podría contarles que un tipo se la había llevado y que ese detalle no se lo había contado a mis padres. Era una niña que no tenía ningún tipo de maldad a la hora de hablar, pero como niña que era, podría contarles con naturalidad la situación por la que pasó sin darle importancia. -Venga Amy, vamos a vestirnos o llegaremos tarde.-Sugerí con la intención de cortar esa incómoda tensión. -E dejado en vuestros dormitorios vuestras ropas, no tardéis demasiado.-Dijo mamá. Asentí con la cabeza y me incorporé pasando por al lado de mi padre que seguía ojeando insistentemente su periódico. Mis ojos se centraron en el titular que leía; London Notice: “Un terrible incendio en un hogar se cobra la vida de un padre y su hija.” “Al parecer el incendio se produjo por un candelabro situado encima de una mesa de madera. Las dos victimas no pudieron hacer nada por salvar sus vidas dado que tenían una enfermedad y prácticamente les impedía moverse. A primera hora de esta misma mañana se organizó el funeral, la única superviviente de la catástrofe K.H, lloró desconsoladamente por la pérdida de sus familiares. Dada la gravedad de la situación de la joven, la familia Akerman se acercó hasta el cementerio. Se solidarizó con ella y la acogió en su hogar como un miembro más de la familia.” Un nudo se creó en mi garganta y me costaba respirar, otra vez esa horrible sensación de que algo estaba frente a mí y no era capaz de verlo. Con esa sensación, detrás de ella venían muchas más. Sin duda el señor Akerman lo había planeado todo, hasta el más mínimo detalle. Si no supiera lo que eran y lo que habían echo la noche anterior, probablemente leyendo esta terrible noticia hubiera pensado que eran unas maravillosas personas por acoger a la única superviviente. Pero la realidad era muy distinta, mi padre se percató que estaba tras su espalda y se apresuró a cerrar el periódico. -¿Qué esperas para subir y cambiarte?.-Preguntó. Forcé una sonrisa y cogí suavemente la mano de Amelia, mi corazón parecía advertirme de algo a cada segundo, pero me resultaba muy difícil de comprenderle. Aquella noticia me la dio mi salvador de primera mano, sabía que saldría en los periódicos, aquello no era nada nuevo para mí, sin embargo había algo en esa noticia que me angustiaba y torturaba a cada momento. -¿Qué pasa Liz?.-Pregunto mi hermana al ver que seguía teniendo el ceño fruncido. Al llegar al descansillo de lo alto de la escalera soltó mi mano y me hizo un gesto con su pequeño dedo para llegar a la altura de su rostro.-¿Estás preocupada por Brandom a que si?.-Susurró muy bajito. Clavé mis rodillas en el suelo y cogí sus manos entre las mías. -No, claro que no Amelia, estoy preocupada pero por ti.-Dije. Mi hermana frunció el ceño y después desvió la mirada hacia otro lado intentando recordar algo, sus ojos volvieron a clavarse en los míos y estos se abrieron al igual que su boca. -Ah, ¿lo dices por el señor de los ojos rojos?.-Preguntó. Asentí una sola vez y apreté fuertemente sus pequeñas manos. -No quiero que vayas sola a ninguna parte, no te va a pasar nada malo, pero por precaución debes estar siempre acompañada. Mi hermana bailoteó con mis manos y torció su sonrisa. -Hoy no podré ir, ¿pero me acompañarás tú cuando te lo pida?.-Preguntó. Sonreí y acaricié sus manos con la yema de mis pulgares. -Claro que lo haré.-Contesté.-Otra cosa Amy, no cuentes a papá y mamá lo que ocurrió, entiende que están tristes por el tío Zack y no debemos preocuparles con nuestras cosas, ¿entiendes?. Mi hermana detuvo su bailoteo y las comisuras de sus labios cayeron hacia abajo. -¿Liz, ese señor quería hacerme daño?.-Preguntó con la voz temblorosa. La abracé con fuerza y froté su pequeña espalda. -No, no no Amelia, sólo te había confundido con otra persona nada más, no tienes por que preocuparte.-Dije.-Pero siempre está bien tener un poco de precaución, ¿de acuerdo? -De acuerdo.-Sonrió cuando la liberé. -Venga, ve a tu dormitorio a vestirte.-La ordené. Un suspiro de preocupación salió del interior de mi pecho, odiaba tener que mentir, odiaba tener que poner un rostro sereno cuando las cosas no iban bien. Apoyé la mano sobre mi rodilla, me puse en pié para dirigirme a mi dormitorio y alistarme para ir a la escuela. -Elizabeth, ¿estás lista?.-Preguntó mi madre desde el otro lado de la puerta. Me apresuré a ponerme los zapatos a juego con un vestido de color marrón anaranjado, fui hasta la puerta y la abrí para encontrarme con mi madre. -No olvides coger tus libros cariño.- Mencionó. Me dirigí al escritorio y busqué aquellos que me hacían falta, los oculté bajo el brazo y cerré la puerta detrás de mí. -¿Amelia está abajo?.-Pregunté mirando la puerta de su dormitorio. -Tu hermana ya está en la camioneta de papá.-Contestó mientras bajamos juntas los peldaños de la escalera al piso inferior. -¿Cómo?, ¿papá nos llevará a la escuela?.-Pregunté. Mi madre abrió la puerta principal y el sol parecía darme la bienvenida cegándome con sus rayos, tuve que poner la palma de mi mano en ellos para poder ver. -Tu padre tiene que llevar un encargo y quiere dejaros antes en la escuela.-Contestó. -Creí que se tomaría unos días.-Dije con la mirada clavada en el rostro de mi padre que se encontraba en el interior de la camioneta con mi hermana. Mi madre suspiró y acto seguido pasó una mano por mi espalda e hizo que me volviera a dirigir a ella para darme un beso en la mejilla. -No te preocupes, tu padre está bien.-Mencionó.-Es mejor que siga haciendo vida normal, es mejor para todos. -Si.-Me limité a decir. Envidiaba a mi padre, aunque sabía que en lo más profundo de su ser no se encontraba bien, actuó e intentó transmitirnos que todo iba bien al igual que también lo hacia mi madre. No quise hacer más preguntas e intenté reaccionar como lo haría cualquier hija que supiera que la están protegiendo de la situación, sonreír y seguir adelante. Era algo muy difícil de hacer, pues sabía mucho más de lo que ellos pudieran llegar a imaginar, sin embargo, no quise que su esfuerzo de intentar sobrellevar la situación fuera en vano. -Que tengas un buen día mamá.-Sonreí a la vez que mis brazos se cerraron alrededor de su cuerpo. Me dirigí a la camioneta y una vez me senté en el asiento delantero con mi padre éste me dedicó una sonrisa a la que contesté igualmente, acto seguido miré hacia atrás y Amelia hizo un gesto de silencio llevándose un dedo a sus pequeños labios rosados. Alcé mis cejas imitándola y mi padre frunció el ceño cuando nos miró a ambas. -¿Qué esta ocurriendo aquí?.-Preguntó antes de arrancar. Mis ojos se cruzaron por un momento con los suyos y mis labios se despegaron sin poder articular ninguna contestación. Una pícara risita infantil se escuchó en el asiento trasero, Amelia apoyó la espalda en su asiento y sonrió. -Nada papá, cosas de chicas.-Volvió a sonreír. Parpadeé varias veces al mismo tiempo que mis cejas se arquearon, sin lugar a dudas, mi pequeña hermana parecía tener respuestas para todo y salir airosa de cualquier situación. -Está bien.-Contestó mi padre con una sonrisa, arrancó el motor y su expresión cambió a mejor.-Siendo así, no he dicho nada.-Volvió a sonreír contagiando la mía. Durante el camino Amelia iba contándonos sus progresos en la escuela, estaba convencida de que llegaría a ser una estupenda peluquera a su temprana edad. Me resultaba increíble que tuviera tan claro lo que quería hacer una vez adulta, yo sin embargo y a mis diecisiete años no era capaz de ver lo que realmente quería hacer con mi vida. Siempre me había gustado la pintura y escribir pequeñas novelas, pero hiciera lo que hiciera quería pensar que Brandom estaría siempre a mi lado. Un escalofrío recorrió toda mi espalda al pensar en mi hermoso vampiro, no podía imaginar una vida sin poder disfrutarla con él. Estaría muy orgullosa de mí misma si lograba hacer algo que me gustase en un futuro, pero más aún teniendo al gran amor de mi vida disfrutándolo conmigo. Había otro pequeño gran detalle que tenía bastante presente, que mi salvador no era humano, que era otra especie muy distinta y peligrosa a la nuestra y que por el amor que le tenía, estaba dispuesta a ser lo que él era. El inconveniente y lo sabia, era que mi salvador no quería que dejase mi condición humana, también mis padres agonizarían en vida mi pérdida. A mi alrededor tenía personas que amaba y veneraba por encima de todas las cosas, pero era evidente que la elección que tomase iba a dañarlas de alguna manera. Si Brandom accediera a darme la inmortalidad para compartirla con él, sería la pena y el dolor más grande que pudiera darle a mis padres. Por otro lado si mantenía mi estado humano, tarde o temprano la muerte me separaría de mi salvador, y ese dolor lo llevaría para siempre grabado en su hermosa alma inmortal, impidiéndole por lo tanto, ser feliz nuevamente. Mis sentimientos se entremezclaron de una manera angustiosa, un nudo se me creó en la garganta y me era imposible tragarlos con facilidad. Tomé una gran cantidad de aire y me centré en una idea, una muy clara e inevitable. Amaba a Brandom, se trataba de mi felicidad pero no de la desgracia de mis familiares, de manera que tendrían que entender que mi felicidad estaba al lado de un vampiro. Lógicamente con esas palabras no tranquilizaría a mis padres en absoluto, pero algo se me ocurriría para que vieran todo de una manera diferente y comprensiva. ¿Y el señor Akerman, vería nuestro amor de manera diferente si Brandom me concediera la inmortalidad?. Aunque mi salvador intentase ocultarlo, sabía que sus problemas llevaban mi nombre, o al menos, parte de ellos. Si pudiera hablar con su padre, si no me viese como una humana y accediera a verme podría intentar tener una conversación con él para así intentar tener un acercamiento amistoso. Al accionar el freno de la vieja camioneta, ésta se detuvo frente a la puerta de la escuela. Giré mi rostro y miré por la ventanilla como comenzaron a dividirse el grupo de las chicas y de los chicos, cada uno en su lugar correspondiente para ir a clase. -Gracias papá.-Dije dándole un beso en la mejilla.-Que tengas un buen día. Sonrió y Amelia se abalanzó por detrás cerrando sus pequeños brazos alrededor de su cuello dándole repetidos besos en la mejilla. -Vamos chicas basta ya, a clase.-Sonrió con ganas. -¿Vienes a recogernos después?.-Preguntó mi hermana. -No, he de hacer varias cosas, probablemente llegue a casa un poco tarde.-Contestó.-Liz, recoge a tu hermana como siempre y directamente a casa, ¿de acuerdo?. -Claro papá, no hay problema.-Contesté. Abrí la puerta a la misma vez que Amelia y nos despedimos de nuevo una vez fuera de la camioneta. Atravesamos el jardín de la escuela y mi hermana corrió hacia su amiga Jessica que ya estaba esperando a que su grupo entrase en el interior del edificio. Suspiré y una sonrisa dibujaron mis labios, en ese momento una mano cálida descansó sobre mi hombro, me sobresalté y giré mi rostro rápidamente encontrándome con el rostro preocupado de Sam. Sus brazos se cerraron alrededor de mi cuerpo y una de sus manos acarició con suavidad mis cabellos. -Lo siento, lamento lo de tu tío, siento no haber podido asistir a su funeral.-Dijo muy afectado estrechándome aún más entre sus brazos. -No importa Samuel, gracias por tus condolencias, ya pasó todo.-Dije dándole una palmada a su espalda. Liberó mi cuerpo encontrándose con mi rostro y el viento cálido revolvió sus cabellos castaños. Sus manos volaron hasta mis brazos y las cerró alrededor, en su rostro la tristeza era clara y profunda. -¿Por qué no me avisaste para asistir, acaso no somos amigos?.-Preguntó. -Claro que lo somos Sam, pero entiende que no estaba bien y me olvidé de todo el mundo.-Contesté con un nudo en la garganta.-Ni siquiera avisé a Yuls para que nos acompañase en la despedida de mi tío. Me la encontré por casualidad allí, no sé si te enteraste de que encontraron el cuerpo de Mike Collins… -No me digas más Elizabeth, entiendo por lo que pasaste y estás pasando, pero no es sólo eso.-Comenzó a decir. Sus ojos dejaron de mirarme para clavarlos en el suelo y acto seguido tomó aire antes de seguir. -Últimamente me e dado cuenta y no son imaginaciones mías, de que estás diferente, sonríes diferente y actúas de manera diferente.¿Qué ocurre?.-Preguntó preocupado. Fruncí el ceño al notarle así, el Sam que yo conocía era divertido y no me acribillaba a preguntas e insinuaciones y mucho menos a echar cosas en cara. -Samuel perdóname, pero estoy en mi total derecho si no quiero contestarte, no entiendo tu actitud.-Dije seriamente.-Mi tío a muerto, espero que sí entiendas de que cuando ocurren cosas así, todo a tu alrededor desaparece, incluso los mejores amigos. Sus ojos volvieron a clavarse en los míos e hizo un esfuerzo para recuperar la compostura. -Empiezo a darme cuenta.-Dijo tristemente. En mi rostro comenzó aparecer la tristeza que me causaba verle así, intenté dibujar una sonrisa y acto seguido acaricié su brazo con cariño. -Lo siento Sam, perdóname por no tomarte en cuenta, estoy bastante afectada por todo lo que ha pasado.-Dije con un hilo de voz. -Esta bien-comenzó a decir-,¿pero puedo preguntarte algo más?.-Frunció el ceño. -Lo que quieras. -¿Estás viéndote con alguien?.-Preguntó con ansiedad. Un nudo se creo en mi garganta y me costaba poder tragar con facilidad aquella pregunta, nadie sabía excepto Yuls, los sentimientos que sentía por el joven Akerman, y que me veía con él. Una sonrisa nerviosa dibujaron mis labios evitando su penetrante mirada en mi rostro esperando con expectación mi respuesta. Negué con la cabeza una sola vez, no podía contestar por el peligro que aquello suponía, cuanto menos personas supieran que nosotros nos veíamos mucho mejor, al menos eso sentí en aquél momento. -Mientes.-Se apresuró a decir. Mis labios se despegaron y poco a poco mi mirada subió hasta su rostro, su mandíbula se endureció y acto seguido mostró un rostro más sereno y despreocupado. Ocultó sus manos en el interior de los pantalones color marrón y sonrió. -¿Por qué iba a mentir?.-Tartamudeé. -Porque no me miraste al responder-contestó-,tengo que ir a clase, nos vemos después.-Añadió. No me dio tiempo a responder, tampoco sabía que iba a decir después de aquellas palabras, no era prudente que nadie supiera el amor secreto que mi salvador y yo manteníamos en silencio. Podría ser peligroso no solo para nosotros, si no para todo aquél que supiera de él, hasta que encontrásemos una solución y fuera aprobado, no era conveniente para nadie que se supiera. Me quedé ahí plantada mientras observé con cierta tristeza como Samuel iba con la cabeza cabizbaja hacia el edificio donde su grupo comenzó a murmurar y cuestionar nuestra relación amistosa. Sam sacó una de sus manos del interior de sus pantalones cerrándolas fuertemente en un puño, como intentando controlar su rabia ante los rumores de sus compañeros que tanto le incomodaban. Al subir los peldaños de piedra poniéndose a la altura de ellos su puño voló y golpeó con fuerza en la cara del que comenzó a reír al pasar por su lado. Mi rostro horrorizado observó como su compañero cayó fulminado al suelo mientras los demás lo socorrían y apartaban a Samuel a empujones que parecía no haberse quedado del todo satisfecho. Sam era un joven que destacaba por sus notas brillantes, de familia bien acomodada y su capacidad para no meterse en ningún problema. Varios maestros y alumnos rodearon la puerta y se llevaron a Sam hacia el interior del edificio mientras que al otro joven lo trasladaron a un carruaje de uno de los tutores para llevarlo inmediatamente a un médico. Mis manos ocultaron parte de mi rostro y el corazón latía en mi interior de una manera violenta ante lo que acababa de ver, no reconocí a Sam, imaginé que su reacción era algo que siempre tenía dentro de sí, sólo hacia falta un empujón para que estallase y así lo había echo. Siempre decía que lo mejor era ignorar comentarios insidiosos que hacían sobre nosotros, que no eran capaces de entender una amistad tan pura y limpia como la nuestra. Personalmente si llegaron a molestarme alguna vez, desde que conocí a Brandom esos comentarios comenzaron a ser mas molestos, pero tenía que reconocer que me preocupaban más por Sam que por mí ya que notaba que a él le afectaban internamente mucho más que a mí. La campana de la escuela anunciaba que todo alumnado y profesorado entrase en el edificio y así se hizo, subí las escaleras y antes de desaparecer en el interior eché un último vistazo hacia el otro lado comprobando de que nadie salía de él. -¿Sabéis lo que le ocurrió a Sam?.-Preguntó Ingrid al rostro preocupado de Yuls. Ésta negó con la cabeza y al clavar sus ojos en mi rostro salió corriendo a mi encuentro. -¡Liz!-exclamó al verme-,¿cómo te encuentras?.-Preguntó dándome un abrazo con mucho afecto. -Bien.-Sonreí.-Mucho mejor que la última vez que me viste. -Me alegro mucho por ti,¿ y los demás cómo están?.-Volvió a preguntar mientras nos sentábamos juntas en nuestro pupitre compartido. -Creo que bien, mi padre se le ve más afectado pero espero que pueda reponerse pronto.-Contesté cruzando mis manos encima del pupitre de madera. -Oye vi que hablabas con Sam en los jardines del patio, ¿sabes lo que le ocurrió para que reaccionase así?. -Lo desconozco Yuls, pero creo que es por los comentarios que desde hace tiempo hay sobre nosotros dos.-Contesté dando un suspiro al aire.-También está molesto por que no le avise para que asistiera al funeral.-Añadí. Yuls frunció el ceño e hizo que la mirase directamente a los ojos. -Tú no estabas en condiciones de hacerlo, ni si quiera a mi me avisaste y es totalmente comprensible, cuando ocurre una desgracia familiar te olvidas de todo y de todos.-Dijo en un tono de voz más alto que el anterior. Otra vez aquél nudo se creo en mi garganta y me costaba articular las palabras, intenté tragarlo otra vez y miré a mi amiga con rostro preocupado. -Yuls, me preguntó si me veía con alguien.-Susurré cerca de su rostro. -¡Por Dios que descaro!.-Exclamó. Siseé y acto seguido miré a mi alrededor, todo el aula nos miraba y Yuls se limitó a sonreír y hacer como si no hubiera dicho nada. Acto seguido, Yuls dejo sobre mi pupitre sus libros y se llevo una mano a la barbilla acariciándola mientras que sus ojos se clavaron en los mios. -¿No será que Sam siente algo por ti?.-Preguntó entrecerrando sus ojos. Mis labios se despegaron y mi sangre se heló por unos instantes. -No, no no, por favor Yuls ni siquiera lo menciones,-me apresuré a decir-Sam y yo nos conocemos prácticamente desde toda la vida, es imposible.-Sonreí nerviosamente. -¿Y quién te asegura de que no exista esa posibilidad?,-preguntó-Sam siempre te a tratado de una manera especial, jamás a tenido ese trato con las demás. -Yuls, basta por favor, no digas más.-Supliqué algo incómoda. Mi amiga suspiró y acto seguido recogió sus libros dejándolos bajo su brazo. -Liz, creo que ya sé porque reaccionas así, te molestaría que Sam tuviera esos sentimientos hacia a ti porque estás enamorada de ese magnate de la mansión Akerman.-Dijo. Yuls estaba en lo cierto, se lo había mencionado una vez, pero me aterraba la idea de que me siguiera preguntando cosas respecto a Brandom. Cuando le hablé de mi salvador ni siquiera sabía lo que eran, ahora que sabía que eran vampiros no podía contarle nada que tuviera que ver con esa familia, pues también podría poner en peligro su vida al revelárselo. -Que tontería, creí estarlo pero,-me detuve para pensar con rapidez-pertenecemos a dos mundos totalmente diferentes.-Mentí. -¿Te refieres a que él es de clase superior?.-Preguntó. Asentí con la cabeza sin mirar sus ojos y me apresuré abrir uno de los libros para ojearlo intentando esconder mi mentira. Odiaba tener que mentir, Yuls era mi amiga, siempre nos lo habíamos contado todo, absolutamente todo. No sabía si alguna vez pudiera contarle cuánto amaba a Brandom, pero por el momento no era prudente hacerlo. -Está bien, es una lástima que por culpa de esas diferencias dos personas no puedan estar juntas, es injusto.-Dijo poniendo su mano sobre mi hombro. Si.-Me limité a contestar.-Pero bueno, que hay de Jhosep, ¿le has visto?.-Pregunté desviando el tema. Yuls dio un suspiro en el aire y acto seguido se dio la vuelta para ver donde se encontraba Morgan antes de volver a mirarme. -Por lo visto ya es un hecho de que están juntos.-Susurró. -Lo siento, sé lo mucho que te gustaba.-Dije. -No importa,-sonrió con ganas-no era el adecuado, es lo que siempre me digo. Sonreí y tomé su mano con cariño, su capacidad de afrontar las cosas era increible, ojalá pudiera decir lo mismo con la misma entereza que Yuls, pero éramos completamente distintas. Mientras que Yuls pensaba que una puerta se cerraba de golpe, otra pudiera estar entreabierta esperándola en algún lugar, y yo, cuando creía ver esa puerta cerrada no hacía mas que quedarme en ella para ver una pequeña abertura en ella. Durante las horas de clase, mi mente estaba sumergida en los problemas que tenía a mi alrededor y me impedía prestar atención, No quería creer que mi salvador fuera a marcharse de Londres por culpa del verano, por momentos lo entendía pero mi corazón no quería aceptarlo. Por otra parte, algo me inquietaba, algo dentro de mí se removía y me resultaba incómodo. Era como si una voz me estuviera avisando de algo terrible, algo inesperado y realmente preocupante. De mi interior salieron suspiros seguidos, uno tras otro, las manos comenzaron a sudar y tuve que frotármelas repetidas veces. Mi mirada se perdió y se dirigió a uno de los ventanales del aula, donde afuera el calor ardía todo el jardín del patio. Estaba incómoda, y no hacía mas que moverme en mi asiento, apoyando la espalda contra el respaldo de la silla de madera, minutos después apoyé los codos sobre mi pupitre clavando mis ojos en aquél libro abierto mientras que la señora Marsh leía un párrafo de éste. Recordaba una y otra vez las palabras de Brandom, recordaba que aquel nuevo miembro de su familia la querían para que fuera su esposa, su mujer, su compañera. Negué con la cabeza cerrando fuertemente mis párpados cuando su voz repitió en mi cabeza que me amaba tanto como yo a él. Quería agarrarme a esas palabras impidiendo que las otras tomaran más fuerza que la de sus sentimientos por mí. Mas suspiros salieron de lo más profundo de mi pecho, tanto, que la señora Marsh se percató de que no había dejado de hacerlo desde que irrumpió en el aula. Me dedicó una mirada por encima de sus pequeñas gafas y me dedicó una sonrisa a la que contesté forzosamente. Imaginaba que hizo aquél gesto de cariño por la muerte del tío Zack, y era más que comprensible que estuviera aún aturdida. Vaya, el tío Zack, no me había acordado de él hasta ahora, oculté mi rostro con las manos y no hacía más que pensar que era una mala persona por no haberle tenido presente. -Señorita Jenzen, ¿se encuentra bien, prefiere marcharse a casa?.-Me preguntó una voz. Alcé mi rostro rápidamente para encontrarme con la señora Marsh y forcé una sonrisa. -No, no, quiero decir, si, me encuentro bien señora Marsh es solo que, estoy algo inquieta nada más.-Contesté tímidamente mientras que mis compañeras del aula me clavaron todas las miradas sobre mi. -¿Segura que prefiere quedarse?.-Preguntó una vez más. -Aha.-Contesté asintiendo con la cabeza. Cuando todo volvió a la normalidad, intenté por todos los medios prestar atención, cosa que conseguía por momentos. En la última hora de clase, mis nervios estuvieron a flor de piel, me dispuse a recoger todos mis libros con rapidez cuando sonó la campana y Yuls se percató de la prisa que tenía por irme de alli. -¿Liz estas bien?.-Preguntó preocupada. -Si, si e de ir a por Amelia, ya hablaremos Yuls.-Me despedí para cruzar la puerta del aula. -¡Espera!.-Gritó mi amiga poniéndose a mi altura. Mis pasos acelerados y esquivando a todo aquel que veía a mi paso la pusieron nerviosa, probablemente no lo estuvo más que yo, y ni si quiera sabía porque me sentía así. -¿Estás así por Sam, no quieres encontrarte con él?.-Preguntó. -No, no para nada Yuls, es que creo que no me siento bien y prefiero ir a casa cuanto antes.-Contesté con rapidez mientras salí al exterior para dirigirme al edificio donde mi hermana me esperaba en la entrada. -¿Quieres que te acompañe?.-Preguntó preocupada. -Te lo agradezco mucho Yuls, pero no hace falta en serio.-Contesté recuperando el aliento una vez me encontré en la puerta con Amelia. -Estás algo pálida, me estás preocupando.-Dijo estudiándome el rostro. Tome una buena cantidad de aire e intenté forzar una sonrisa, Amelia, que estaba junto a Jessica me observó con el ceño fruncido. -Estoy bien Yuls, mañana nos vemos.-Me despedí dándola un afectuoso abrazo. Miré su rostro por última vez y esbocé una sonrisa tranquilizadora para ella, a la que me contestó igualmente pero seguía teniendo esa nota de preocupación en su rostro. -Hasta mañana Jessica.-Se despidió mi hermana de su amiga, acto seguido me cogió la mano y juntas nos dirigimos al exterior de la escuela. Al cruzar el jardín del patio noté que unos ojos me siguieron hasta la verja de la entrada, giré mi rostro y Sam estaba al otro lado, con las manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones. Al clavar mis ojos en los suyos, éste desvió la mirada hacia otro lado y esperó a que todo el mundo saliera del recinto antes de hacerlo él. -Mira Liz, papá si que ha venido a recogernos.-Dijo mi hermana señalando con su dedo la vieja camioneta. -Si, eso parece.-Contesté echando un último vistazo al rostro distraído de Sam. Me causaba tristeza que Sam se hubiera podido molestar, por otra parte no quería seguir pensando lo que Yuls creía de él, imposible, no quería ni pensarlo. -¿Papá?.-Dije una vez nos hallamos dentro de la camioneta.-Dijiste que no podrías pasar a recogernos. Amelia se le acercó por detrás para besar su mejilla y yo hice exactamente lo mismo. Su rostro estaba perdido, ni si quiera nos había mirado, se limitó a sonreír que a mi parecer, aquella sonrisa era la menos auténtica que habia visto en mi vida. -¿Papá, ocurre algo?.-Pregunté inquieta. Arrancó el viejo motor y sus ojos se volvieron para mirarme. -En casa te lo explico hija.-Contestó posando su mano sobre la mía. -¿Le pasa algo a mamá?.-Pregunté muy asustada. -No hija no, tranquila vuestra madre está bien.-Contestó con rapidez. -¿Entonces que pasa papá?.-Insistió mi hermana. Mi padre miró hacia atrás y la sonrió. -Amelia siéntate como es debido, nos vamos a casa.-La ordenó. El camino de vuelta a casa fue interminable, mi corazón latía de una manera violenta y desesperada, el nudo en mi garganta me asfixiaba, mi padre tomó mi mano con fuerza y de vez en cuando notaba que se detenía para mirarme. No entendía que podría haber pasado, sentimientos extraños me invadían, quería saber que era lo que estaba ocurriendo pero a la misma vez sentía miedo, un miedo que me helaba la sangre y paralizaba todo mi ser. Desde que estaba en la escuela lo había sentido, sentía que algo no iba bien y estaba completamente segura que las palabras de mi padre no traerían buenas noticias. Ya podía verse la casita blanca desde el camino de tierra, el sol iluminaba toda la propiedad, afuera los pájaros canturreaban una melodía triste y emprendían el vuelo de un árbol a otro. Una vez dentro, mi madre que se encontraba en el porche se acercó hasta la entrada de la barandilla para que mi padre pudiera entrar con la camioneta. Sus ojos tristes me miraron en algún momento, cruzó sus manos sobre el delantal y al bajar de la camioneta se dirigió a mí para abrazarme y hacerme entrar en la casa, mi padre y Amelia nos seguían de cerca, me hicieron sentar y mi hermana decidió sentarse a mi lado con los ojos muy abiertos para lo que mi padre estaba apunto de decir. -Bien,-comenzó a decir-Elizabeth, como dije esta mañana cuando os dejé frente a la escuela no iba a poder recogeros porque tenía varias cosas pendientes por hacer. Asentí con la cabeza y ese nudo de mi garganta fue bajando poco a poco hasta mi estómago. -No sé por dónde empezar.-Dijo dando un largo suspiro. -Por favor Jeremy, dile.-Suplicó mi madre. -Se trata de la familia de Karisma.-Dijo mi padre. Me puse en pié y noté como un escalofrío me recorrió toda la espalda. -¿Qué les pasa?.-Tartamudeé. -Siéntate hija.-Me ordenó mi madre. Mi padre caminó lentamente de un lado a otro del salón intentando buscar las palabras adecuadas. -Esta mañana cuando estaba en mi puesto de trabajo llegaron unos clientes a darme las condolencias por la muerte del tío Zack, y mencionaron que otra tragedia había ocurrido anoche en la ciudad.-Dijo frotándose la frente nerviosamente. -¿Qué tragedia papá?.-Pregunté con la voz ahogada. -La casa de Karisma,-le costó decir-se incendió por accidente. -No, no.-Tartamudeé con la mano sobre el pecho controlando mis latidos violentos. -En el interior se encontraba su padre y hermana, murieron. -No, no puede ser, no puede ser, no.-Me dije una y otra vez. Mi cuerpo comenzó a temblar y mi madre se arrodillo a mi lado frotando mis brazos intentando que saliera del estado de shock en el que me encontraba. -No, Karisma no, no puede ser ella, ella no, dime que no es verdad papá.-Le supliqué mirando hacia la nada. -Por suerte ella no se encontraba en casa, será mejor que vayas a verla cuando puedas hija.-Dijo mi madre acariciando mis cabellos. -Ella no, no puede ser ella.-Repetí una y otra vez. Me puse en pié con la ayuda de mi madre, mi rostro estaba mucho más pálido ahora, sentí que en mi corazón no existían latidos, la sangre huyó de mi rostro desencajado por la noticia y decidí no escuchar más. Corrí hacia las escaleras para dirigirme a mi dormitorio, mi padre detuvo a mi madre cuando éste vio que quería seguirme cerré la puerta detrás de mi con fuerza mientras que mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad, intentando encajar cada rompecabezas en su lugar. Mis ojos se cerraron por un momento, al abrirlos ví que debajo de mi almohada se encontraba la esquina de una hoja de papel, fruncí el ceño y corrí hasta ella para ver de que se trataba. Era una hoja de papel escrita a pluma, mis manos comenzaron a temblar cuando en ella puede ver que era de Brandom: “Mi querida y hermosa humana; No puedo describir con palabras el dolor que me causa escribir estas letras, llegó la hora de marcharnos a otro país más apropiado para nosotros, sólo quiero que sepas que seguiré escribiéndote tal y como te prometí. Espérame por favor, recuerda que vaya donde vaya estarás siempre dentro de mí, y respecto a la señorita Halley no tienes por que preocuparte, jamás cederé en los propósitos de mi padre mi amor. Te amo, y te amaré por siempre. Tuyo eternamente ; Brandom.” Miles de lágrimas inundaron mi rostro, me arrodillé en el suelo mientras que mis manos arrugaron con fuerza aquella nota que me había partido en dos el alma. Brandom se había marchado, demasiado doloroso, pero lo que me resultaba más doloroso era que a la que yo creía y consideraba una buena amiga para mí, me había traicionado. Ahora los dos estaban juntos, ignoraba que Karisma tuviera sentimientos por mi salvador, jamás me lo había echo saber ni siquiera notar que así era. Y ahora, sola, destrozada por el dolor, me pregunté por qué me traicionó de esa manera tan cruel, y ahora era una vampira que había acabado con su familia solo por lograr sus planes. Hasta ahora y yo sin haberlo sabido, había logrado muy bien lo que se propuso en su día cuando nos conocimos, me daba miedo preguntarme si lograría tambien el amor de Brandom con su acercamiento.

viernes, 6 de enero de 2012

Capítulo 29-Ejecución



La lluvia había cesado, me dirigí a toda velocidad a la cocina para salir por la puerta de atrás en dirección al cobertizo.
Dorothy, estaba sentada junto a la chimenea de piedra con las manos sobre su regazo.
Cuando notó mi presencia rápidamente cogió unas tenazas que estaban a su lado en el suelo y comenzó a mover nerviosamente las ascuas.
-¿Qué necesita joven?.-Preguntó sin mirarme.
Carraspeé por un momento y acto seguido fruncí el ceño.
-Nada Dorothy,voy a salir un momento.-Contesté dirigiéndome hacia la puerta trasera.
-No debe hacerlo,el señor Akerman se enfadará si le desobedece.-Dijo.
-Prefiero hacerle enfadar antes que renegar mis sentimientos.-Me apresuré a decir.
Su mirada aún seguía clavada en aquella chimenea, con las tenazas removía la ceniza intentando buscar algunas ascuas y las iba agrupando poco a poco en el centro.
Le dí la espalda por un momento para encontrarme cara a cara con la puerta, aquella puerta la interpretaba como la distancia que había entre Liz y la mía propia.
Dejé salir un suspiro largo y pesado para volver a dirigir la mirada hacia el ama de llaves que seguía sin levantar la vista.
-Dorothy, podría leer su mente pero no quiero hacerlo.-Comencé a decir.-Prefiero que me lo diga usted-Añadí.-¿Qué sucede?.
Mis pasos fueron en su dirección y me puse en cuclillas frente a ella intentando buscar su rostro.
Dibujó una sonrisa en sus labios y pareció desviar su mirada tímidamente.
-Estoy preocupada por usted joven, eso es todo.-Contestó con un hilo de voz.-Y por favor deje de llamarme de usted.-Sonrió.
Le devolví la mía a la misma vez que asentí una sola vez con la cabeza, acto seguido apoyé una de mis manos heladas sobre la que tenía las tenazas hasta que las dejó caer a un lado.
-Sé que hay algo más Dorothy,puede confiar en mí y lo sabe.-Dije.
Sus ojos brillaron de una manera especial, enterró mi mano con las suyas gastadas por el tiempo y se las llevo a los labios para besarlas con cariño.
-Mi niño, estoy enterada de lo que vuestro padre pretende para usted.-Dijo con la voz temblorosa.-Tengo miedo que usted se oponga y tenga serios problemas al igual que la joven que ama.

Otro suspiro largo se dejó escuchar en aquella cocina.Tuve que apartarme unos centímetros de la chimenea, pues no sabía si fueron las palabras de Dorothy, pero mi cuerpo sintió un fuego que abrasó mi piel helada cuando escuché de sus labios el peligro que podía correr mi joven humana.
Negué violentamente con la cabeza para borrar esa imagen que me atormentaba, mi dulce humana tumbada boca abajo sin vida como si de una muñeca de trapo se tratara.
-No es de mi incumbencia, pero no me gusta la señorita Halley, en su mirada hay algo que me inquieta-Dijo su voz liberándome de mi tortura.
-A mi hermana tampoco parece darle muy buena impresión.-Dije endureciendo mi mandíbula.-No puedo leer su mente, ¿sabe lo que eso significa Dorothy?.-Pregunté entrecerrando mis ojos mirando a la nada.
El ama de llaves pareció negar con la cabeza en respuesta.
-Dos cosas, que en su interior oculte una verdad que prefiere no ser descubierta para protegerse así misma o a alguien que ama ,y la más preocupante.-Me detuve para escoger las palabras adecuadas.-Que jamás tuvo un corazón puro.-Contesté frunciendo el ceño y continué:
-Al ser vampiro es más difícil penetrar en su mente, pero en su estado humano…jamás lo conseguí.-Añadí.
El ama de llaves apretó fuertemente su mano sobre la mía y acto seguido torció su sonrisa agravando aún más sus arrugas.
-En cualquier caso tenga cuidado joven, e insisto-dijo en voz baja- no haga enfadar al señor.
-Descuide.-Contesté con una sonrisa.
Su mano voló hasta mi rostro acariciándolo con dulzura mientras que sus ojos estudiaron mis rasgos faciales.
-Dios mío.-Susurró.-Se parece tanto a ella.
Fruncí el ceño y su mano se detuvo al ver mi expresión.
-Me refiero a la señorita Mary joven, el señorito Near y usted son tan distintos que me sorprende el parecido que hay entre usted y su hermana.-Se apresuró a decir poniéndose rápidamente en pié.
Me quedé en cuclillas frente aquella mecedora vacía, mis ojos se clavaron en el fuego de la chimenea y era como si todo mi alrededor cambiase por un momento.
Las paredes eran de color beige y los muebles no eran los mismos,presté más atención a mi entorno sin moverme del sitio y pude ver unas figuras paseando por la cocina a una velocidad muy reducida.
Aquellas figuras borrosas podía interpretarlas como la servidumbre, iban de un lado a otro haciendo su trabajo,unas cocinando un guiso que pude oler a la perfección.
Otras figuras ayudando a las doncellas a anudar los lazos de sus mandiles, y pude escuchar una voz ordenando abrir la puerta trasera para que la luz del sol penetrara en la cocina.
Di la espalda a la mecedora y al abrir aquella puerta el sol iluminó parte de la cocina, me quedé paralizado sin moverme del sitio temiendo que me alcanzara y abrasara mi piel.
Una niña de rostro angelical y cabellos rubios irrumpió en la cocina, su respiración agitada y su corazón latía a toda velocidad, miraba hacia atrás como si estuviera esperando a alguien.
Sus ojos se abrieron y comenzó a correr en mi dirección pero de una manera lenta y reducida,sus cabellos largos y dorados se movían de un lado a otro como si estuviera sumergida en un lago.

Miré por encima de sus pequeños hombros y un niño de cabellos oscuros acababa de cruzar la puerta, fruncí el ceño cuando mis ojos se clavaron en su rodilla ensangrentada.
Aquellos niños ya los había visto antes o creí haberlos visto jugar alrededor de una fuente en Greenwich, hablaron de hacer una carrera para saber quién llegaría antes a casa.
Yo había apostado por la niña, y ahora estaba frente a mí, corriendo lentamente mientras que el niño de cabellos negros la seguía de cerca.
Yo seguía manteniendo mi postura pensando que de un momento a otro aquellas figuras desaparecerían como aquella vez que pasaron cerca de mí, pero no lo hicieron.
La niña estaba a pocos metros de donde yo me encontraba, miró por encima de mi hombro y su sonrisa se ensanchó, sin duda me había visto pero aquella sonrisa esperaba recibir algo.
Pasó por mi lado lentamente mientras veía como su pelo ocultaba su rostro al dedicarme una mirada con una amplia sonrisa. Fruncí el ceño y acto seguido me dí la vuelta rápidamente para encontrarme con una mecedora ocupada por una bellísima dama de azul.
La niña abrazó con fuerza su cintura mientras que la dama acariciaba sus cabellos esperando que el niño herido se acercara también a su regazo extendiendo su mano.
El rostro de aquella mujer que podía interpretarse como la madre de las criaturas no tenía forma, entrecerré mis ojos pero al igual que aquellos niños no lograba ver sus caras con nitidez.
-¡Lo he logrado lo he logrado!,¿has visto hermanito?,¡lo he logrado!.-Gritó la pequeña con entusiasmo.
-Tenías ventaja, me hice daño en la pierna y es por eso por lo que llegaste antes que yo.-Dijo el niño como si perder era lo último que le importase.-Pero soy justo y si has ganado mereces el premio de mamá.-Dijo recuperando el aliento cuando se acercó arrodillarse en el regazo de aquella dama.
-¿De qué premio habláis?.-Preguntó aquella mujer de dulce voz.
-Hicimos una apuesta, quien llegara antes a casa recibiría un premio que consiste en un beso de papá y tuyo, mamá.-Dijo el pequeño.
La dama sonrió a sus hijos, tomó a la pequeña en brazos y el niño que estaba en su regazo comenzó acariciar sus oscuros cabellos con dulzura.



-Seáis el ganador o el perdedor siempre recibiréis nuestro cariño, no deberíais hacer esas apuestas.
El pequeño asintió con la cabeza y la dama se incorporó en la mecedora para ver la rodilla ensangrentada del pequeño.
Le hizo un gesto para que la pusiera sobre su regazo y poder estudiarla.
-¿Te duele mucho hijo?.-Preguntó preocupada.
-Unos niños le empujaron pero yo le dije que se levantase mamá.-Se apresuró a decir la pequeña.
Una sonrisa dibujaron mis labios al recordar aquella escena en la que la niña le daba esa fuerza para levantarse.
-Eso es.-Dijo la dama.-Siempre hay que levantarse y tener fuerza de voluntad para seguir caminando, como lo has hecho tu hoy hijo mío.
-Estoy bien mamá, soy el niño más fuerte del mundo ¿a que sí?.-Dijo apoyando el pié en el suelo.
-Por supuesto, y muy valiente.-Añadió la dama acariciando su rostro.
-¿Podrías limpiarte esa herida?, la sangre me marea.-Dijo la pequeña mirando hacia un lado.-Mamá dile que se lo quite.-Suplicó la niña.
El pequeño humedeció su dedo índice y comenzó a garabatear sobre su herida intentando eliminar la sangre, volvió a llevar el dedo a su boca cuando la dama puso una expresión de horror.
-No,no no, no hagas eso hijo, sólo los animales lamen sus heridas.-Dijo sacando un pañuelo del bolsillo de su falda azulada.
Se apresuró a limpiar su dedo y dejó a un lado a la pequeña para atenderle.-Nosotros somos personas y cómo tales tenemos remedios para ello.-Dijo.
Una figura vestida de negro y con un mandil a su cintura caminaba cerca de los fogones, la dama miró en su dirección por un segundo e intente entrecerrar mis los ojos para intentar poner rostro a esa perfección de mujer.
-Por favor, ¿puede hervir un poco de agua caliente y traerme unas gasas Dorothy?.-Preguntó.
-¿Dorothy?.-Repetí en voz alta poniéndome en pié dando un sobresalto.
-Dorothy.-Repetí con la esperanza de que aún siguiera allí.
Aquellas figuras espectrales desaparecieron en el momento que dije su nombre, ¿qué estaba ocurriendo?.
¿De donde habían salido aquellas figuras, quienes eran y por qué estaban allí?, tampoco sabía por qué no podía ver sus caras por más que me esforzaba.
Y lo más extraño, Dorothy estaba ahí, en mi ensueño, mucho más joven que la Dorothy del presente,profundizando más sobre aquella visión no era de extrañar que el ama de llaves estuviese ahí.
Dorothy había trabajado toda la vida en la mansión desde que era una adolescente, al menos eso era lo que había escuchado siempre. Tal vez sirvió a unos antiguos señores allegados a la familia, puesto que la mansión siempre había pertenecido al aquelarre Akerman.

Me encontré solo en aquella sombría cocina, nada que ver con la que mi mente había estado viendo momentos antes, era mucho más moderna ahora,tal y como la había visto siempre.
Paredes verdes adornadas con candelabros, fogones enormes ventanas selladas impidiendo que el sol penetrase en el interior.
Lo único que permanecía igual en mi ensueño y la realidad era aquella mecedora gastada por el tiempo y que curiosamente aún seguía allí.
Lo sucedido era digno de contar, ¿a padre?, no, demasiado difícil para que pudiera digerirlo con normalidad. Probablemente diría que tantas horas sin beber hacía que tuviera alucinaciones o algo parecido.
O que la sangre animal estuviera afectando mi organismo.
¿Sería posible que los vampiros pudiéramos soñar estando despiertos?, ¿o tal vez esa visión era fruto de algún recuerdo vivido?.
-imposible.-Susurré para mis adentros.
Probablemente llevaba alguna hora sin alimentarme y mi mente estaba comenzando a jugarme una mala pasada.
No tenía la menor idea, pero si que podría hacer algunas preguntas al ama de llaves.
Aquellas preguntas podría dejarlas para otro momento, me dirigí a toda velocidad hacia la puerta trasera para atravesarla con rapidez.
Demasiado tiempo sin ver a Elizabeth me había trastornado, que también cabía esa posibilidad. Necesitaba volver a ver su dulce rostro, besar sus labios y abrazarla hasta fundirme en su calor, dejar atrás mi jaula de oro con sus leyes y sentirme humano una vez más.
-¿Brandom?.-Dijo una voz en la entrada de la puerta del establo.
Cerré mis parpados con fuerza y endurecí mi mandíbula al ser descubierto desatando las riendas de Fénix.
Volví anudarlas en un viejo tronco de madera y encuadré mis hombros antes de encontrarme cara a cara con el rostro enfurecido de mi padre.
-¿Y ahora que?.-Pregunté con un tono frío y despreocupado.
Sus manos escondidas tras su espalda, el mentón hacia arriba y sus ojos azulados clavándose en los míos me hizo darme cuenta una vez más de quién mandaba allí.
Torcí mis labios mostrando una sonrisa entre dientes y le hice saber a través de mi mente que me daba igual lo que pensara o el castigo que pudiera aplicarme.
Le dí la espalda y volví a desatar las riendas de mi caballo a toda velocidad, un solo paso hizo que mi padre quedase en el interior del establo, por un momento sentí que iba a hincarme sus garras en la espalda pero curiosamente se quedó inmóvil hasta que volví a encontrarme con sus ojos.
Aquél duelo de miradas resultó muy intenso, sin mediar ninguna palabra me dio la opción de hacer lo que para él era lo correcto.
-Déjeme pasar padre.-Le dije cuando estuve lo bastante cerca de su rostro.
Sujeté las riendas fuertemente con una mano e hinché mi pecho para impresionarle.
Hizo un gesto con sus labios asintiendo varias veces y dio un paso hacia un lado apartándose de la puerta.
-Hijo, me sorprende tu manera de enfrentarte a mí,sin embargo quiero recordarte quién manda en esta familia.-Dijo mientras cruzé la puerta acompañado de Fénix.
Sus pasos cortos, manteniendo una distancia prudente entre nosotros me siguieron hasta la verja exterior.

El viento de la noche era cálido, demasiado incómodo para mi cuerpo, había llovido y ahora el ambiente era mucho más cargante.
Pero lo que me resultaba realmente más incómodo era a mi padre recordándome a cada momento que era lo mejor para la familia y principalmente para mí.
.¡Basta!.-Grité girando todo mi cuerpo.
Al hacerlo, varios mechones oscuros ocultaron gran parte de mi rostro, dejando ver únicamente mis ojos enfurecidos que comenzaron a tornase de un color negro azabache. -Llevas toda una eternidad recordándomelo.-Dije entre dientes endureciendo aún más mi mandíbula.-¿Dices querer ver realmente mi felicidad?.-Pregunté.
-Así es hijo mío.-Contestó rotundamente.
-Entonces hazte a un lado y déjame que yo me ocupe de ello.-Dije dándole la espalda.
-¡Un vampiro no podrá ser feliz persiguiendo aquello que jamás podrá tener!.
Compartir una vida con una mortal no te permitirá serlo jamás, si pasas a darle una vida eterna tal vez lo consigas.-Dijo en diferente tono de voz.-De no ser así, esa felicidad que creías tener desaparecerá cuando la muerte la arrastre a la nada.-Suspiró.-Desde nuestros ancestros, hemos seguido y cumplido las leyes vampíricas. Tomamos a una inmortal como compañera, esposa, protectora y amante, ya sea pura sangre o bien la escogemos para después hacerla inmortal.
Tomó una gran cantidad de aire hasta hinchar su pecho, erguido y rígido como una tabla, sus ojos se entrecerraron antes de seguir.
-Karisma puede reunir todas esas cualidades si le das la oportunidad. ¡Hay que aprender amar lo que será bueno para ti y para la familia!.-Gritó cerrando las manos en un puño.
-Si realmente crees que puedo poner en riesgo a la familia no habrá ningún problema, me iré lejos de Londres.-Dije desenliando las cadenas de la verja sin que me temblase el pulso.
-Tú eres parte de esta familia y como hijo mío que eres me preocupo por ti.-Dijo acercándose.-No voy a consentir que hagas lo que te plazca poniéndote en riesgo y la familia en peligro por ver a esa humana.-Amenazó.
Desenlié las cadenas y las arrojé con furia hacia la fuente del sauce, mis ojos se clavaron en los suyos y apreté fuertemente mis afilados dientes hinchando mi pecho como si fuera a estallar de rabia.
-¡No hables de poner a mi propia familia en riesgo cuando tú actúas también por tu propia cuenta sin consultar a tus hijos nada sobre tus viajes a Greenwich!.-Grité con todas mis fuerzas.
-¿A quién visita tan a menudo en ese viejo castillo abandonado padre?.-Pregunté inhalando y exhalando a toda velocidad.
Si no fuera por que era un poderoso vampiro de cientos de años juraría que el color de su piel se había vuelto más pálida de lo habitual.
Su ceño fruncido me miró confuso y quiso entrar en mis pensamientos a los que gustosamente, le dejé.
-¿Estuviste allí?.-Susurró.-¿¡Cómo te atreviste a seguirme y hacer comparaciones!?.-Preguntó agarrando con fuerza el cuello de mi camisa mientras que mis manos se cerraron alrededor de sus pálidas muñecas.
-¡Soy el maldito Walter Akerman, miembro principal de esta familia, y cómo tal mi papel aquí es protegeros contra todo ser viviente que quiera destruiros.!-Gritó aflojando sus manos.-Al ser el miembro más viejo del aquelarre, tengo determinadas obligaciones y una de ellas es no desvelaros jamás lo que hago o deje de hacer, que yo me ponga en peligro no importa, lo que importa es la familia.-Dijo haciendo una pausa para volver a continuar.-Yo ya he vivido bastante, y el futuro de esta familia sois vosotros.-Dijo liberándo por completo el cuello de mi camisa.- Puede que ahora no lo entiendas hijo, pero ese cargo recaerá algún día sobre tus hombros en el que caso de que me ocurriese algo y sólo entonces entenderás que no hay nada más importante que la familia, más incluso que tu propia felicidad.-Señaló.

Llevé mis manos a las sienes golpeándolas con fuerza al escuchar tales palabras.
Sin duda me estaba torturando constantemente con lo que era mejor para todos, pero no para mí.
Sería muy capaz de irme de Inglaterra, pero era evidente que no quería dejarme marchar solo, y mucho menos acompañado de la humana que tocó todas las fibras de mi ser y me enseñó a ver el mundo con sus hermosos ojos.
Podía estar de acuerdo con mi padre en el odio que sentía hacia ciertos humanos, probablemente le hubieran dado caza a mi olvidada madre tal y como me había contado. Pero por ello no debíamos juzgar a todos, no todos los humanos eran cazadores,no todos tuvieron que ver con la desaparición de mi madre.
No todos debían ser iguales como me había dado cuenta también que no todos los vampiros lo eran, puede que en esencia, pero no en espíritu.
-No puedo creer que sigas pensando después de lo que te conté sobre tu madre, continúes diciendo que son diferentes unos de otros.-Dijo rompiendo el silencio.-¡Ellos condenaron a tu madre!.-Gritó con todas sus ganas.
-Eso no lo sabemos.-Le corregí.-Y Elizabeth no tuvo nada que ver con su desaparición, por eso sigo pensando que no todos son iguales.-Dije apenas con un hilo de voz.
-Puede que sea cierto, pero bien podría estar implicado un antepasado suyo.-Señaló intentando hacerme cambiar de opinión.
Clavé mis ojos en el suelo ocultando mi rostro con las manos y respiré varias veces intentando tranquilizar mi rabia antes de contestar.
-Eso es ridículo.-Dije descubriendo mi rostro para encontrarme con el suyo.-Si así hubiera sido lo sabría y créeme padre, no tuvieron nada que ver.-Dije firmemente.
Agarré con fuerza las riendas de mi caballo para atravesar la verja cuando una mano voló hasta mi hombro haciendo que me detuviera sin poder moverme del sitio.
-Tenemos algo importante que hacer esta noche.-Anunció.
Fruncí el ceño y en ese mismo instante el aire cálido de la noche sopló por detrás haciendo que mis cabellos oscuros volaran a toda velocidad por mi rostro.
Giré la cabeza hacia mi lado izquierdo encontrándome con su pálida mano descansando sobre mi hombro, clavé mis ojos una vez más en su anillo y la piedra preciosa color sangre brilló en la oscuridad de una manera intensa.
Acto seguido busqué sus ojos y esperé que su voz volviera a romper el silencio.
-No puedes marcharte, tenemos que llevar a Karisma a su casa.-Dijo.
Mi ceño se frunció aún más e hizo que todo mi cuerpo se diese la vuelta para estudiar su rostro con detenimiento.
No estaba seguro que fuera a contarme lo que pretendía hacer de manera que me introduje en sus pensamientos para averiguarlo, a lo que no hallé nada.
-No podemos llevar a Karisma a casa, estará su familia allí, no pueden verla así.-Dije con el fin de que me diera la razón.
-Lo sé,-dijo-probablemente vayan a denunciar su desaparición mañana a primera hora y eso nos perjudicaría bastante si la viesen merodeando por aquí.-Dijo ocultando sus manos tras la espalda caminando de un lado a otro pensando en una ideal estrategia.
Mis ojos siguieron con lentitud sus pasos hasta que se detuvieron dándome la espalda.
-La llevaremos para que acabe con su familia.-Dijo lo suficientemente convencido.
-¿Qué?.-Tartamudeé.-No puedes hacer eso padre, no puedes decirla que acabe con sus vidas, es su familia.
-No hay otra manera, su padre y hermana sufren una enfermedad terminal hijo, tarde o temprano morirán de todas maneras.-Recordó.-No podemos ponernos en riesgo si esa familia avisa a las autoridades para que comiencen a buscarla.
-Y si esa familia no estuviera enferma igualmente la incitarías a que terminase con sus vidas, ¿me equivoco?.-Pregunté.
-No te equivocas, como he dicho, no podemos poner en riesgo nuestra familia y hay que terminar con lo que puede resultar un peligro para nosotros.-Dijo irguiendo su pecho cuando se dio la vuelta para encontrarse conmigo.
-No me parece una buena idea.-Protesté.-Cuando encuentren sus cadáveres sabrán que tienen a un familiar desaparecido, ¿Qué harás entonces padre?.Pregunté.-¿Retener a Karisma para siempre en la mansión hasta que olviden su desaparición?.
Mi padre esbozó una gran sonrisa y negó con la cabeza.
-Ya está todo arreglado, cuando encuentren sus cuerpos Karisma no estará desaparecida si no que asistirá al triste funeral de su familia como una humana corriente.-Dijo volviendo sobre sus pasos.-Podrá pasearse por las calles de Londres con total normalidad, siempre y cuando pueda controlar su sed de sangre en estos primeros días. Para ello la acompañaremos hasta que pueda valerse por sí sola.-Sonrió.-En el funeral, ante los ojos de curiosos y afectados por la perdida anunciaré que la gentil y solidaria familia Akerman se hará cargo de la señorita Halley. De esta manera no solo nos quitamos un problema de encima, si no que también la humanidad jamás podrá tener sospechas de nosotros.-Volvió a sonreír.
-Realmente monstruoso.-Dije asqueado de tanta falsedad.-No participaré en tal atroz acto. No puedo fingir algo que no siento.-Dije atravesando por completo la verja que dividía la mansión del exterior.
-Hijo, no quiero recordarte lo mucho que podría sufrir la señorita Jenzen y su familia si montas en ese caballo.-Amenazó.
Agarré las riendas con fuerza y endurecí mi mandíbula antes de dar un puñetazo a la verja y hundir los hierros de ésta.
Por un segundo me dejó ver en su mente el castigo que Liz podría sufrir si osaba a desobedecerle, aquella visión me torturaba y me retorcía de dolor.
Iba de una lado a otro a punto de entrar al borde de la locura, todo cuanto había a mi alrededor lo aplastaba y destruía con una fuerza sobrenatural que intentaba por todos los medios controlar.
Mi furia y gritos no hicieron cambiar de opinión a padre, no tenía ninguna opción, debía acompañarle en su propósito.
Una vez recuperado el aliento pero sin dejar de tener esa mirada fiera me juré a mi mismo no abandonar el amor que sentía por Elizabeth aún si mi vida estuviera en peligro, le oculté que más tarde, iría a buscarla.
Mi padre sonrió y se acercó a mi cuando estuve lo suficientemente calmado, sabía que no iba a enfrentarme a él, era mi padre, mi propia sangre y en eso, tenía ventaja.

-Siempre fuiste tan rebelde…-Mencionó sin borrar su sonrisa.
Cerré mis párpados con fuerza y acto seguido los abrí cuando sentí la presencia de August que mantuvo una distancia prudencial entre nosotros tres.
-Necesitan alguna cosa señor Akerman.-Se ofreció.
-Si August, lleve el caballo al establo y asegúrese de amarrarlo bien.
Poco a poco mi respiración se fue normalizando cada vez más, pude divisar que la puerta de la mansión se abrió y de ella salió Near acompañado del esposo de Estefy y la señorita Halley.

Cuando se reunieron con nosotros en la verja, Near me dedicó una media sonrisa dejando ver sus resplandecientes dientes afilados.
-Nos vamos de cacería hermano.-Anunció frotándose las manos.
Mis ojos enfurecidos se tornaron a oscuro y acto seguido se clavaron en los de Karisma que parecía estar algo inquieta.
-¿Estás segura de lo que vas hacer?.-Pregunté con la esperanza de una negativa, pero en lugar de eso tomó aire y sus ojos rasgados me dejaron ver una decisión firme.
-Si, cuanto antes me libere de mis tormentosos recuerdos humanos antes podré ser libre.-Mencionó.
-Te equivocas si piensas que esto que tienes ahora es libertad.-Dije.
-Vamos.-Irrumpió la voz de mi padre.-Hay que ponerse en marcha.
Uno a uno atravesaron la línea que dividía la mansión del exterior, en donde yo deseaba estar para siempre.
Karisma, Near y Atila corrieron velozmente por el camino de tierra para dirigirse al claro donde una vez allí desviaríamos el camino para llegar a la casa de Karisma.
Mi padre, que estaba situado detrás de mí estuvo esperando que echara a correr para seguir a los demás, dí un suspiro frustrado en el aire y corrí a toda velocidad por el camino hasta llegar a la altura de ellos.
Cuando pasé cerca de Near, este sonrió de una manera diabólica dejando ver sus dientes.
Su pelo rojizo parecía dejar una ráfaga de fuego en el aire, al percatarse de mi presencia corrió velozmente, como si para él todo fuese una competición para proclamarse el mejor de la familia.
Una vez nos hallamos cerca del claro algo dentro de mí se movió, algo que relacionaba con Liz, cruzando el claro a toda velocidad la pude ver en todas partes. Pude escuchar sus risas, su dulce voz, el aroma que aún estaba allí intacto.
Cerré mis párpados con fuerza y millones de sensaciones acariciaron todo mi ser, no podía traicionar a la raza humana por que ahora estaba enamorado de una de ellos.
Tenía que hacer lo imposible para que Karisma cambiara de decisión.
Una vez llegamos a la entrada de la casa, estudié el rostro de Karisma y me puse a su altura tomándola por la mano.
-No es necesario que lo hagas.-La aconsejé.
Sus ojos rasgados mostraron un color rojo sangre y se llevó una de sus pálidas manos a la garganta.
-Estoy segura de lo que quiero, y lo que quiero es liberarles de su tortura, de la mía, y que llegues a tomarme como la compañera que te protegerá y te amará para siempre.-Dijo muy segura de sus palabras.
La mano de mi padre voló hasta mi hombro y me hizo un gesto para que nos adelantáramos hacia la entrada principal.
-Padre, hay que detener esta locura.-Supliqué.-Podrías decir a su familia que nos hacemos cargo de ella, que nos ocuparemos de formarla y convertirla en una señorita de bien y que a ellos no les faltará de nada mientras vivan.-Dije mientras avanzábamos hacia la entrada.
-No lo aceptarían, a estos humanos no se les puede comprar así, quieren a Karisma bajo su techo hasta que mueran, pero ya es demasiado tarde, la señorita Halley es inmortal acabaría con ellos de todos modos.-Susurró.
-Near, abre la puerta.-Ordenó mi padre antes de que yo pudiera decir algo más.
Mi hermano mayor dio una patada a la puerta de la casa que la despedazo en cuanto hizo contacto la madera con su pié.
Atila y Near se desaparecieron en el interior y Karisma fue la siguiente en entrar, detrás de ella mi padre y yo.
Unos gritos se escucharon en la sala principal. Una joven de aspecto demacrado se llevó la mano al estómago y acto seguido se abalanzó sobre Karisma.
Ésta cerró la mano alrededor de su cuello y la abalanzó en el aire hasta darse contra un mueble viejo en la cabeza.
-¿Karisma?.-Preguntó confusa.-¿Qué has hecho, que has hecho?.-Repitió una y otra vez cuando se llevó la mano a la cabeza.
Al ver la palma de su mano ensangrentada ésta comenzó a temblar, los vampiros que allí nos encontrábamos nos pusimos frenéticos al oler la sangre.
Me mordí con rabia el labio inferior y salí por la puerta principal cerrándola detrás de mí, apoyé la espalda en ella y cubrí mi rostro con las manos.
A los pocos segundos las llevé hasta mis oídos intentando evitar escuchar los gritos desgarradores que provenían de la garganta de su hermana y su padre.
-Basta…-Susurré detrás de aquella puerta.-Basta…-Repetí una y otra vez.
-¡Basta, basta basta!.-Grite ahogado en el dolor que me producía.
Golpeando la puerta con fuerza me dejé caer en el porche de la casa apoyando la cabeza sobre ella, no había participado en aquella monstruosidad, pero me sentía igual de culpable.
Deseaba que todo terminase y que pudiera desaparecer del lugar. Karisma estaba muy equivocada de lo que pudiera gustarme en una inmortal, ahora solo no me gustaba para ser mi compañera, si no que despreciaba con todas mis fuerzas lo que acababa de hacer.