Clan "Inmortales"


sábado, 20 de agosto de 2011

Capítulo 27-Conversión



Una vez que la conversación dio por terminada en la entrada principal de nuestra casa, me dirigí a mi dormitorio para reflexionar sobre las palabras amenazantes de mi padre.
De algo si estuve completamente seguro en todo momento, no renunciar a Elizabeth por nada del mundo.
Sabía y entendía que la estaba poniendo en peligro, pero era perfectamente capaz de protegerla yo solo, sin la ayuda de nadie más y estaba dispuesto hacerlo.
Accedí minutos después ante las palabras de mi padre, no me acercaría de nuevo a un humano excepto que fuera estrictamente necesario, de manera que la necesidad que sentía de estar junto a Elizabeth era todo el tiempo, pero este pequeño detalle no se lo había explicado a mi padre y tampoco le dejé ver mis pensamientos, simplemente acepté su consejo para ganar tiempo.

Tiempo para pensar y tomar grandes decisiones.
Barajé la posibilidad de llevármela lejos, pero aquello no era una idea brillante, Elizabeth aún era una niña y sus padres no me darían su consentimiento.
Tampoco podríamos escaparnos así como así, Liz sufriría a diario al saber que sus padres no sabrían nada de su paradero y aquello probablemente la haría infeliz.
Por otra parte, todo el clan vampiro barrería el país hasta darnos caza por la deshonra, ¿qué podría hacer?.
Estaba claro que hablar con mi padre era prácticamente imposible, y mucho menos hacerle entrar en razón,
Debía pensar en algo, tenía que hacerlo antes de que el asunto se complicase aún más.
-¿Brandom?.-Me interrumpió la inquietante voz de Mary que esperaba al otro lado de la puerta.
Deshice el grueso nudo de mi corbata oscura con mis manos y me apresuré a recibirla.
Al encontrarme con su rostro le dediqué una sonrisa esperando calmar sus inquietantes pensamientos.
-Mary, no va a ocurrir nada, quédate tranquila.-Dije muy calmado.
-¿Cómo puedes pedirme que me calme cuando las cosas no van nada bien?.-Contestó angustiada una vez se halló dentro de mi dormitorio.
-Padre quiere que bajes a la sala de estar, está reunido con Near, Estefi, su esposo y Karisma.-Dijo en un susurro.
Fruncí el ceño encontrándome con los ojos de mi hermana preguntándome que hacía ella en la mansión.
-No lo sé, pero padre quiere que te reúnas con ellos lo antes posible.-Contestó con rapidez.
Su garganta pareció dificultarse en la última frase.
-¿Qué ocurre Mary?.-Me preocupé.
Mi hermana negó con la cabeza y acto seguido estiró sus pálidos labios para dibujar una sonrisa.
-No es nada.-Contestó.-Es sólo que a mi no se me permite asistir, y francamente no entiendo el porqué si yo también pertenezco a esta familia.-Dijo encogiéndose de hombros.
Una sonrisa apareció fugazmente por mis labios y acto seguido froté su brazo con cariño.
-Tal vez sea por que siempre estás de mi parte y padre sabe lo mucho que te incomodan nuestras discusiones familiares.-Contesté volviendo a sonreír.
-Muy considerado de su parte, lo que no entiendo es por qué Karisma si tiene que estar ahí abajo.-Dijo muy molesta.
Un suspiro pesado salió de mi interior sin previo aviso, algo volvió a inquietarme y no estaba completamente seguro de lo que podría ser, pero tendría mucho que ver con aquella humana que estaba reunida con mi familia en esos momentos, Karisma Halley.

-Ah, mi querido hijo a querido honrarnos con su agradable presencia.-Anunció mi padre cuando atravesé el umbral de la puerta.
Estefi y su esposo ocupaban el sofá de color verde oscuro y parecía que estaban susurrando entre ellos sin apartar los ojos de mi rostro.
No le dí importancia, acto seguido pasé por delante de Near que estaba cómodamente sentado en una silla de madera con las piernas cruzadas y sosteniendo una copa de de cristal en su mano.
Sus ojos ensangrentados se clavaron en los míos y dibujó una sonrisa en sus labios, era un signo claro de que comenzaba a volver a provocarme.
Hice caso omiso a su presencia y me dirigí a saludar a la señorita Halley que curiosamente ese día estuvo de lo más nerviosa, y no era de extrañar, sabía lo que éramos y aún así no parecía importarle estar rodeada de vampiros.

Al tomar su mano para besarla ésta temblaba y una risa nerviosa se escuchó en la sala de estar, intenté leer sus pensamientos cuando estuve lo bastante cerca de ella, pero me resultaba imposible, parecía estar cerca de un vampiro más al juzgar por aquella mente cerrada.
Mi padre hizo un gesto con su mano para que tomara asiento junto a Karisma y obedecí esperando saber de que se trataba aquella misteriosa reunión.
Mis ojos se desviaron para mirar con detenimiento a Karisma y ésta apartó la mirada tan pronto se percató de mi intención.
Sus cabellos negros estaban recogidos, mis ojos bajaron hasta su cuello desnudo, por un segundo vi latir su vena con fuerza y tuve que mirar hacia otro lado evitando atacarla allí mismo.
-Brandom, probablemente te preguntarás que hace aquí la señorita Halley.-Comenzó a decir mi padre mientras sus pasos se dirigieron hacia el mueble donde se hallaban todas las copas de cristal fino.
Cogió una entre sus manos y acto seguido fue hacia la mesa donde se encontraba un cuenco plateado lleno de sangre.
-Exacto.-Contesté.
Rellenó con sangre su copa de cristal y tomó un trago largo, mis ojos volvieron a observar el rostro de aquella joven intentado ver alguna muestra de repulsión, pero su rostro era de lo más inexpresivo, era como si aquello lo hubiese visto a lo largo de su vida y no le sorprendía en absoluto.
-Cómo ya sabrás, la señorita Halley sabe lo que somos, yo mismo le revelé nuestro secreto, si está presente hoy entre nosotros es por que hoy, ha llegado el momento de que pase de ser una simple mortal a un miembro más en la familia, una de nosotros.-Dijo alzando su copa a la misma vez que los demás.
Me levanté de mi asiento con el ceño fruncido y aquella humana de mente cerrada buscó en mis ojos algo que yo solamente sabía, algo tramaba mi padre y pude entender de que se trataba.
-Brandom, sientate.-Me ordenó mi padre presionando mi hombro con fuerza hasta obligarme a tomar asiento.
Mi respiración se agitó de manera descontrolada, aquello no podía estar ocurriendo, el plan de mi padre era tan obvio, pretendía pasar el virus a Karisma para así convertirla en mi esposa poco después.
Quería apartarme de Elizabeth a toda costa, y que mejor que tomar a una humana, infectarla para convertirla en vampiro,que siguiera todos mis pasos y eliminase toda forma de vida que se me acercase.
-Ahora, nosotros nos retiraremos y quiero que tú, pases a darle la vida eterna que le corresponde.-Dijo dirigiendo sus pasos hacia la puerta.
-No, ¡no le corresponde esto, no puedo infectarla, no quiero convertirla en mi esposa!.-Grité con todas mis fuerzas.
-¡Brandom, Brandom por favor!.-Grito Karisma tomándome la mano con fuerza.-¡Yo no quiero ser humana, mi…novio me abandonó, mi padre y mi hermana están gravemente enfermos estoy prácticamente sola en esta vida, y…-Se detuvo cerrando sus rasgados ojos.-Te quiero desde hace un tiempo, te quiero con locura y no me he atrevido a decírtelo hasta ahora pero, tu padre si conocía mis sentimientos y sólo está intentando que me acerque a ti para que me des una oportunidad.-Dijo con un hilo de voz.
Seguí sin saber cual eran sus intenciones pero no tenían que estar demasiado lejos con todo lo que acababa de decir, me había dejado atónito, jamás me había encontrado en aquella situación y solo deseaba salir de ella y hacerla entrar en razón.
Los demás presentes salieron de la sala cuando mi padre les dio la orden, y él permaneció en la entrada viendo aquél siniestro teatro que había creado.
-Karisma, agradezco tus palabras pero no puedes amarme a mí, es una locura, y la mayor locura que puedes cometer es vivir en inmortalidad, ser un asesino y matar y beber sangre de los tuyos.-Dije tomándola por los brazos.-No te arrebates a ti misma tu vida humana por que a diferencia de lo que piensen los que son como yo, deseamos estar vivos.
-¡Brandom, no vuelvas a repetir eso y hazlo, dale la vida eterna ahora mismo!.-Grití mi padre desde el otro lado con las manos cerradas en un puño.-¡Hazlo de una vez!.-Volvió a gritar.
-Brandom por favor, no enfades a tu padre y hazlo de una vez.-Dijo enseñando parte de su cuello.
Cerré los ojos con fuerza intentando evitar tocarla, mientras que por otra parte mi padre gritaba enfurecido obligándome hacerlo, y en el centro estaba ella, mi hermosa y querida humana.
Aquél pensamiento fue poderoso y me llenó de una fuerza brutal, pues mis ojos se abrieron y se tornaron de color oscuro al encontrarme con la mirada azulada de mi padre.
-¡Ella jamás será tuya!.-Gritó cuando irrumpió en mis pensamientos.
-Karisma tampoco lo será, no voy hacerlo padre, ya no.-Dije entre dientes.
-Tu padre dijo que estás enamorado de una humana, de la hija del tallista, los Jenzen. Pero óyeme bien, sé que puedo hacerte feliz, sé que puedo hacerte olvidarla, sólo tómame y comprobarás que es cierto todo lo que te he dicho.-Dijo muy segura de sus palabras.
Dudé demasiado de sus palabras, pues jamás conseguiría lo que era imposible, nadie me haría olvidarla aún si dejase de existir, nadie podría hacerme feliz si Elizabeth no estuviera a mi lado y nunca más, existiría otro amor como el que ella me había dado.
.-Vete a casa, y no vuelvas por aquí nunca más.-La aconsejé.
-¡Maldita sea, hazlo de una vez!.-Gritó con fuerza.
-¡No padre, esto se acabó!.-Contesté cuando me liberé de las manos de aquella joven y pasé por el lado de mi padre.
-¡Esta bien, yo decido cuando se ha acabado!.-Dijo enfurecido dirigiéndose a Karisma tomándola por la cintura.
Me dí la vuelta con rapidez cuando escuché el sonido que emitió la garganta de mi padre al tomar su sangre.
En ese preciso momento el corazón de Karisma latió con rapidez y sus ojos abiertos me miraron a la misma vez que mostraba una sonrisa forzada, mi padre la dejó caer al suelo y se dio la vuelta para encontrarse conmigo.
Sus labios se estiraron dejando ver sus afilados dientes ensangrentados y acto seguido se limpió con la base de su mano, dio unos pasos en mi dirección y noté su aliento a sangre a centímetros de mi rostro.
-Ahora sí hijo, se ha acabado, quédate con ella cuando se despierte y enséñale todas las maravillas que nuestra especie es capaz de hacer.-Dijo con la respiración entrecortada.
Cerré mis ojos con fuerza por un segundo y cuando los volví abrir había desaparecido de mi vista, sólo estaba aquella joven tirada en la alfombra de la sala de estar con el cuello ensangrentado.
Las venas de esté comenzaron a hincharse y a ponerse oscuras, era evidente que el virus estaba empezando a contaminar su sangre y muy pronto su corazón dejaría de latir.

Su cuerpo comenzó a estirarse dí unos pasos hacia delante para cerrar la puerta detrás de mí y apoyé la espalda contra ella observando aquél estado de dolor que probablemente estaría pasando Karisma.
Su cuerpo comenzó a convulsionar rápidamente, sus gritos eran desgarradores, imaginaba que aquello debería de ser como si te quemaran en una hoguera, dicho por humanos que han optado por ser vampiros, el paso de dejar la vida humana para tomar esta resultaba muy dolorosa, tanto que aún podrías recordar el dolor que suponía la conversión.
Por un segundo, me alegré de haber nacido siendo vampiro, pero por otro, se estaba convirtiendo en una pesadilla, sobre todo el no poder tomar mis propias decisiones y estar obedeciendo las leyes toda una inmortalidad.
El cuerpo de Karisma se doblaba e intentaba liberarse de aquél terrible dolor, seguramente en su interior estaría pensando que aquello no había sido una buena idea y solo deseaba que terminase cuanto antes, hasta que por fin su cuerpo se detuvo y abrió sus rasgados ojos intentado buscar los míos.
En ese momento su corazón dejó de latir, murió contemplando mi rostro horrorizado, y curiosamente volvió a nacer en mi mundo oscuro volviendo a contemplar la misma expresión de horror.
Al nacer, su piel pasó de ser morena a pálida, sus cabellos negros estaban revueltos y pestañeó un par de veces frunciendo el ceño.
Sus ojos rasgados eran muy diferentes ahora, seguían manteniendo su color castaño, excepto por una fina película alrededor de color rojo sangre.
Se llevó las manos hasta ellos mientras rodaba por la alfombra intentando evitar la luz artificial de las lámparas, fui hasta ellas y le dí a la pequeña rueda hasta dejarla en penumbra.
-¿Te encuentras bien?.-Pregunté lo más lejos posible de ella.
Un humano que ha pasado por la conversión resultaba violento en sus primeros meses de vida, no era demasiado prudente estar lo bastante cerca de manera que tenía que ganar su confianza.
Fui hasta la mesa donde se encontraba aquél cuenco plateado para llenar una copa de sangre, Karisma permanecía tumbada dando vueltas por la alfombra observando todo lo que sus ojos de vampiro la regalaban.
-Puedo escuchar a los ratones en el desván y a las hormigas morder las hojas del jardín, ¿puedes oírlo, lo oyes?.-Susurró maravillada.
Me puse en cuclillas y alargué mi mano ofreciéndole aquella jugosa copa de sangre.
-Si, yo también lo oigo.-Contesté.
Sus ojos enloquecieron cuando detecto su olfato el olor a sangre, me arrebató la copa llevándosela a los labios y parte de la sangre se le derramo por la barbilla.
-Lo siento, no se como controlarme.-Se disculpó lamiéndose con fuerza los labios.
-Es algo muy normal, pronto aprenderás a controlarte y por el bien de todos, espero que lo consigas pronto.-Dije.
Sus ojos parecían perderse por toda la sala y cuando se encontraba con los míos volvía a parecer ruborizarse.
-Karisma, mi intención ahora no es provocarte, pero quiero que sepas que jamás podré corresponderte como te mereces, has cometido una locura al querer dejar tu vida humana para tomar esta,pero quiero que sepas que en todo momento tendrás mi amistad y te ayudaré siempre que lo necesites.-Dije poniendome en pié para dirigirme al ventanal.
Después de dos largos minutos me dí la vuelta inquieto por el silencio que reinaba en la sala, Karisma estaba sentada en la misma alfombra y me miraba confusa, como si lo que acababa de decir resultase nuevo para ella.
-¿Ocurre algo Karisma, estas bien?.-Pregunté extrañado.
Asintió una sola vez con la cabeza y volvió a encontrarse con mis ojos.
-¿Qué quieres decir con que he dejado mi vida humana?.-Preguntó con el ceño fruncido.
Mis labios se despegaron por un momento al averiguar que aquella joven no recordaba absolutamente nada de su vida humana, era como si aquel virus hubiese borrado todos sus recuerdos y hubiese vuelto a nacer sin mantener ninguno de ellos.