Clan "Inmortales"


domingo, 3 de abril de 2011

Capítulo 24-Nuestro secreto

Una vez fuera de la mansión me encontré frente a la casita blanca de los Jenzen, las luces estaban apagadas y alrededor solo se podía escuchar el canto ensordecedor de los grillos.
La noche me resultaba agradable al poder sentir una ligera brisa sobre mi piel helada, los cielos oscuros estaban cubiertos de estrellas y en mi interior no existía temor alguno al estar frente aquella casa.
Amaba con desesperación a Elizabeth y seguiría amándola aun sin estar juntos, pues hasta hacía muy poco no creía en el destino de mi camino, pero si en el destino del amor, ese destino me llevó hasta ella y permanecería unido a Elizabeth hasta que su corazón dejase de latir.
-No.-Susurré en medio de la noche.
Negué con la cabeza para intentar borrar aquel desagradable pensamiento, no quería aceptar que fuese solo eso, una humana que vivirá un tiempo y que después se marchitará hasta que dejase de respirar.
-¡No!.-Exclamé con los puños apretados.
¿Y si la infectase para que fuese inmortal?, negué con la cabeza apretando aún más mis puños, aquello era una posibilidad muy cruel por mi parte.
Dejaría de ser un alma solitaria a cambio de su vida, una vida que aunque los vampiros lo negásemos, deseábamos tener.
No estaba dispuesto a inmortalizar su alma para que me siguiera en la oscuridad, tampoco convertirla en un monstruo como yo, pero Liz si así fuese, un vampiro, que monstruo más bello pisaría la oscuridad.

Inhalé el fresco aire de la noche mientras rodeé la casa con sigilo como si de un gato se tratase, me detuve justo en su ventana y cerré mi mano en un puño.
Dudé por unos instantes apartando mi mirada, pero la necesidad de verla era mucho más fuerte que mi voluntad.
Mis ojos se encontraron de nuevo con aquella ventana y flexioné las piernas para impulsarme, di un salto y mis manos quedaron aferradas al borde de ésta.
La abrí con suavidad e irrumpí en el interior del dormitorio, una vez dentro pude ver que algo se movía bajo aquella sábana, cerré la ventana muy despacio y con sigilo me acerqué a los pies de la cama.
Liz dormía sobre su lado derecho, sus cabellos dorados cubrían parte de la almohada, estaba encogida y sus hombros estaban descubiertos al igual que uno de sus pies.
Sonreí y me acerqué aún más para sentir su cálida piel, acaricié su pié con suavidad y al ponerse en contacto con mi temperatura lo escondió rápidamente bajo aquella sábana.
Tuve la tentación de marcharme de inmediato pero me agradaba verla dormir, así que preferí no volver a tocarla.
Avancé un poco más y cubrí sus hombros con aquella sabana, parecía tan tranquila durmiendo plácidamente que no pude evitar dibujar una sonrisa en mis labios.
Me hubiera gustado poder dormir a su lado todas las noches, en este caso, verla descansar puesto que nosotros no tenemos el privilegio de dormir, pero que mejor privilegio que velar sus sueños, verla descansar acurrucada a mi pecho.
Un largo suspiro salió de mi interior mientras imaginaba algo imposible, me pregunté que era lo que me había dado aquella humana para sentirme tan lleno de vida, tan feliz.
No hallé ninguna respuesta a mis pensamientos, pero tampoco insistí en buscarla, era tan obvio que hasta me sentí estúpido al interrogarme a mi mismo, ella me había echo sentir amado, querido y no temido, me había echo sentir vivo.
No pude evitar acariciar su rosada mejilla con los nudillos de mis dedos, volvió a estremecerse y sus párpados estuvieron fuertemente apretados.
Me mordí el labio inferior deseando que no despertase pero sus ojos comenzaron abrirse en la oscuridad.
-Brandom.-Susurró.-¿Brandom?.-Preguntó girando su cabeza.
Llevé un dedo hasta mis labios con la intención de que no hablase en voz alta y pestañeó varias veces como si estuviese viendo una alucinación.
-¿Estás aquí?.-Preguntó confusa.
-Siento despertarte, lo siento, vuelve a dormirte.-Dije avanzando hasta la ventana.
-No te vayas.-Susurró.-No podía dormir.-Añadió aclarando su garganta.
-¿En serio?, hace tan solo un momento no lo parecía.-Sonreí.-Sólo quería saber si te encontrabas bien.
-Ahora sí.-Sonrió incorporándose en la cama.
-Siento faltar a mi promesa,-dije-no suelo hacerlo jamás, pero contigo soy diferente en todos los aspectos.-Añadí escondiendo mis manos en el interior de mis bolsillos.
Sus ojos castaños fueron acostumbrándose a la luz de la luna que se colaba por su ventana, pasó una mano por sus cabellos dorados y acto seguido puso sus pies desnudos en el suelo para dirigirse hacia mí.
Su cuerpo estaba cubierto por un camisón de color blanco que le llegaba hasta los pies, se abrazó a si misma mientras avanzaba con pasos cautelosos.
-Yo también siento que soy diferente Brandom, diferente en todos los aspectos desde que nos conocimos.-Dijo en un susurro.-También soy diferente a ti.-Añadió con tristeza en sus ojos.-Si fuera lo que tú eres, ya no habrían impedimentos para nosotros.
Mi mandíbula se endureció cuando estuvo lo bastante cerca de mí y le di la espalda para mirar a través de aquella ventana.
-No habrían impedimentos.-Repetí sus palabras.-Pero eso no es lo que quiero para ti.-Dije apoyando mi frente sobre aquel cristal.
-Quiero que tengas una vida larga y feliz, lo que no quiero que olvides es que siempre te voy amar, siempre estarás en mis pensamientos, y siempre te protegeré aunque no me puedas ver.-Añadí rescatando una lágrima solitaria de su rostro.
Sus ojos buscaron los míos con desesperación y al encontrarnos pude ver reflejados en ellos cuanto amor sentía por ella, sus manos acariciaron mis cabellos y acto seguido las dejó descansando en mis hombros acercándose aún más.
Aquella mirada fue tan íntima, nos dijimos tantas cosas con tan solo mirarnos que no haría falta que ella fuese un vampiro más para saber que había en mi mente en ese momento, pues podía notar y percibir que deseaba besar sus cálidos labios y estrecharla entre mis brazos para que pudiera sentir cuanto la necesitaba.
-No quiero tener una vida larga y feliz si no es contigo.-Susurró cerca de mis labios notando mi respiración acelerada.-No quiero que seas sólo un recuerdo, quiero tenerte, siempre.-Susurró con los ojos cerrados apoyando su frente sobre la mía.
Liberé mi mano del interior de mi bolsillo para dejarla descansar sobre su corazón, al posar mi mano en su pecho sonreí con ganas cerrando mis ojos, pues la sensación de sentir su corazón palpitar en la palma de mi mano hizo que se estremeciera todo mi cuerpo y sintiera toda clase de emociones.
Su cálida mano acariciando mi rostro hizo que mis ojos se abriesen encontrándome con los suyos, mis labios rozaron los suyos con suavidad hasta que por fin se fundieron en el beso intenso que ambos deseábamos.
La estreché entre mis brazos con fuerza pero a la vez con mucha delicadeza, sabía que tenía que controlar el deseo de hacerla mía, de convertirla en alguien como yo.
Mis labios sedientos de los suyos no podían detenerse, deseaba besar cada centímetro de su cuerpo, deseaba devorar con amor y pasión aquel ser que me amaba por como era, y no por lo que era.
Con ella podía ser yo mismo, no tenia que fingir, no tenía que mentir ni ocultarme, con ella y por ella sería cualquier cosa que me pidiese, pues era la dueña de mi alma y de mi existencia.
-Ven conmigo.-Dije recuperando la respiración.
Tomé su cálida mano y abrí la ventana dejando que la brisa fresca de la primavera penetrase en la habitación.
-¿A dónde?.-Susurró dejando escapar una hermosa sonrisa.
-Quiero enseñarte algo.-Contesté devolviendo aquella sonrisa angelical.
-¿El qué?.
-¿Tienes miedo?.-Sonreí.
Negó con la cabeza y acto seguido se mordió nerviosamente el labio inferior mirando hacia la puerta de la habitación.
-Tranquila, todos duermen, prometo traerte de vuelta.-Contesté a sus pensamientos.
La di la espalda y cogí sus manos para aferrarlas a mi cuello.
-No te sueltes, vamos a bajar.-Dije sentado en el borde de la ventana mientras se agarraba con fuerza detrás de mí.
-¿Tiene vértigo señorita Jenzen?.-Pregunté con la intención de que olvidase la puerta de su dormitorio.
-¿Qué si tengo qué?.
Dijo justo cuando salté al vacío sujetando fuertemente sus dos manos, mis pies impactaron con fuerza sobre la tierra levantando una ligera polvareda, miré hacia atrás y su rostro me pareció más blanquecino de lo normal,
-¿Estás bien?.-Pregunté estudiándolo detenidamente.
-No.-Susurró respirando con dificultad.
Carcajeé al ver su impresión y acaricié su rostro con suavidad besando de nuevo sus labios temblorosos.
-Lo siento.-Me disculpé enterrando su cuerpo entre mis brazos.
-Ha sido divertido.-Dijo temblando bajo mis brazos.
Sonreí y la dejé libre para dirigirme de nuevo a la ventana, flexioné mis piernas y de un saltó volví a irrumpir en la habitación.
Abrí las puertas de aquél armario de madera y rebusqué entre sus ropas buscando una bata para el frío o algo parecido.
Me asomé por la ventana y no pude evitar sonreír al ver aquel ángel de cabellos dorados mirando con el ceño fruncido.
-Creía que los vampiros nunca entran a los sitios sin invitación.-Dijo arrancando de nuevo una sonrisa en mis labios.
Di un salto hacia abajo retumbando la tierra bajo mis pies y sus ojos me miraron estupefactos.
-Bueno, excepto en casos como este.-Dije cubriendo sus hombros con una bata de seda color blanco.
-Gracias.-Sonrió.-¿Te importaría subir de nuevo para traerme unas zapatillas?.-Preguntó avergonzada haciendo que mis ojos buscasen sus pies desnudos.
Sonreí con ganas y la tomé en brazos.
-No hará falta porque no vas a caminar, abrázame fuerte.-La aconsejé antes de correr velozmente entre los árboles.
Sus brazos se aferraron con fuerza a mi espalda y el rostro lo ocultó en la parte izquierda de mi cuello evitando el aire que nos azotaba.
Mientras subíamos la pesada montaña, de vez en cuando intenté ver sus ojos pero estos difícilmente podía tenerlos abiertos, sonreí y volé con rapidez para llegar lo antes posible.

Ya estábamos cerca, podía oler las flores y escuchar el relajante sonido del arroyo, aquel rincón de naturaleza apartado de todos era el lugar donde me sentía más cómodo, lejos de la ciudad y de los molestos olores que habitaban en ella.
-Hemos llegado.-Anuncié deteniendo mis pasos con suavidad.-Aquí no pasarás frió, como verás este sitio está custodiado por paredes de piedra y rocas.-Dije haciendo que su rostro mirase aquel bello lugar.
Flores de colores se balanceaban con el viento, en el suelo no había nada de tierra pues todo lo que cubría era césped y trozos de rocas.
A nuestras espaldas se quedó un amplio bosque lleno de árboles, justo en frente y a los lados se encontraban murallas gigantes de piedra donde por debajo pasaba un claro arroyo de agua fría.
Dentro de él se encontraban hojas verdes con flores adornándolo, peces de colores y más rocas en el fondo.
Llevé a Liz a una de las rocas y la senté cuidadosamente para que ella misma observase lo que la rodeaba.
-Es precioso.-Dijo.-Es como un sueño.-Susurró.
-Es real.-Corregí arrodillándome ante ella.-Es tan real cómo esto que siento por ti Elizabeth.
Su mirada bajó hasta su regazo y cruzó nerviosamente los dedos de sus manos.
-También es real el peligro que corro si estoy a tu lado, ¿verdad?.-Preguntó sin mirarme.
Sentí aquellas palabras como puñales dentro de mí, todo lo que estábamos viviendo era real y peligroso al mismo tiempo, sentí rabia e impotencia al recordar esa estúpida ley que los vampiros habían llevado a cabo durante siglos.
Desenredé con suavidad los dedos de sus manos y las besé con sumo cuidado mientras miraba su rostro perdido en su regazo.
-Elizabeth, entiendo lo difícil que tiene que ser para ti estar a mi lado y sentir miedo al mismo tiempo.-Comencé a decir.-Viste hasta donde son capaces de llegar, pero créeme cuando te digo que jamás permitiré que vuelva a ocurrir, independientemente de lo que ocurra entre nosotros dos, jamás permitiré que te hagan daño a ti, o a tu familia.
Sus ojos se encontraron con los míos y pude percibir que confiaba en mí, sabía que jamás la iba a dejar sola a merced de otros vampiros, a merced de mi propia familia.
-Te lo prometo.-Añadí acariciando su cálido rostro.
Se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza, no era la fuerza de sus brazos la que me arropaba, si no la fuerza de su amor, de su alma era lo que me hacía sentir protegido.
-No quiero perderte, quiero estar contigo siempre, siempre siempre.-Repitió una y otra vez despertando todas las fibras de mi ser.
-Mi dulce humana de mejillas sonrosadas, no lo pidas, porque siempre me has tenido, me tendrás y me seguirás teniendo.-Susurré cerca de su oído mientras acaricié con dulzura sus dorados cabellos.
-¿Brandom?.
-¿Si?.-Contesté.
-Hay muchas preguntas que quiero hacerte pero no sé si debo saber más de lo que ya sé.-Dijo liberándome de sus brazos.
-Si necesitas saberlas, no lo pidas Liz, simplemente hazlas.-Dije sentándome frente a ella.
-Esta bien, por ejemplo, ¿puedes decirme cuantos años tienes en realidad?.-Preguntó con timidez.
Sonreí con ganas y flexioné las piernas dejando que mis brazos descansaran sobre ellas.
-¿De verdad te interesa saber mi edad?.-Pregunté al ver en sus pensamientos que aquella pregunta no era la que quería saber.
Asintió con la cabeza y no pude evitar esbozar una gran sonrisa.
-Ciento dieciséis.-Contesté estudiando la reacción de su rostro.
Sus ojos de color castaño se abrieron a la misma vez que sus labios se fueron despegando.
-Sé que soy bastante mayor para ti.-Dije intentando que reaccionase.
-No, no es eso, es que.-Se detuvo.-Me parece…increíble, no aparentas más edad de la que me dijiste.-Dijo.-¿Por qué os mantenéis intactos a pesar de los años?.-Preguntó.
-Supongo que todo está en los genes, vuestras células humanas son muy diferentes a las nuestras.
Nosotros necesitamos la sangre humana y animal para sobrevivir, nos hace fuertes, nos mantiene jóvenes.-Comencé a decir.-Si nos faltase ese complemento alimentario en nuestro cuerpo, nuestra fuerza vital se debilitaría, envejeceríamos con mayor rapidez y al final acabaríamos muriendo, pues nuestras células necesitan sangre constantemente para seguir fortaleciéndose.-Suspiré.-No somos tan diferentes de los humanos, también necesitáis comer para sobrevivir solo que vuestro alimento no activa esas células y al final acaban envejeciendo al igual que vuestro cuerpo.
-Creía que los vampiros no podían morir, que eran inmortales.-Dijo clavando sus ojos en los míos.
-Y lo somos, sólo hasta que uno quiera dejarse morir.-Añadí.
-No quisiera que te dejases morir así, no podría soportarlo.-Dijo apretando fuertemente una de mis manos.
-Eso no ocurrirá, tengo que cuidar y proteger al ser humano más hermoso de la tierra.-Sonreí aliviando sus pensamientos.
Se levantó de aquella roca para dirigirse al lago, se abrazó así misma mientras observaba el arroyo y cuanto la rodeaba.
Me acerqué a ella por detrás y mis brazos se cerraron alrededor de su cintura, una ligera brisa revolvió sus cabellos rozando mi rostro, inhalé el perfume de su piel y besé con delicadeza su cuello mientras que sus ojos se cerraron y sus cálidas manos acariciaron mi rostro helado.
-Que sientes al besar mi cuello…-Susurró en la oscuridad de nuestro rincón secreto.-¿Sientes miedo de lo que puedas hacer?.-Preguntó inquieta.
Noté su pulso acelerado en el cuello mientras mis labios lo rozaron con suavidad.
-No. Lo único que temo, es lo que pienses de mí.-Susurré cerca de su oído.
-Pienso…-susurró-…que a pesar de lo que eres, tienes un alma hermosa.-Dijo haciendo que mis ojos se cerrasen al escuchar sus palabras.
La abracé aún más fuerte intentando retener ese momento tan especial, donde por una vez en mi larga existencia pude escuchar que alguien me amaba aun siendo un monstruo.
-Cuéntame Brandom, ¿cómo es la vida de un vampiro?.-Preguntó mientras su cabeza descansaba sobre mi pecho.
Un suspiro salió de lo más profundo de mi cuerpo, mis brazos alrededor de su cintura fueron meciendo su cuerpo a la misma vez que aquélla cálida brisa mientras intentaba recordar cómo era mi vida antes de conocerla.
-La vida de un vampiro es vivir en una constante lucha con uno mismo.-Dije.-No podemos cazar por nuestra cuenta, no somos libres como quisiéramos siempre hay que respetar las normas, no podemos mostrarnos ante la luz del sol a no ser que sea muy débil.
Y lo más importante, no debemos mezclarnos y hacer amistades humanas.-Añadí torciendo mi sonrisa.
-¿Por qué no?.-Preguntó frunciendo el ceño.-¿Ésa es una de las normas?.
-Si.-Suspiré.-El motivo de esa ley es por que mi padre dijo que desde nuestros ante pasados, los humanos han querido exterminar mi especie por ser diferentes.-Contesté.-No quiere que tengamos trato con vosotros por que teme que seáis cazadores. Mi padre siempre ha sentido odio hacia ellos, estoy empezando a pensar que su resentimiento se deba a que acabaron con mi madre hace muchos años.
-¿Tú también odiabas a los humanos?.-Preguntó acariciando mi rostro helado.
-Si.-Contesté avergonzado.-Siento mucho ser tan rotundo con mi respuesta pero, quiero que sepas que he sido muy disciplinado hasta que te conocí.-Añadí sonriendo para mis adentros.-Sólo os veía como el alimento vital que necesito para seguir viviendo, de hecho, y quiero pedirte que no te asustes pues creo que tengo que ser sincero contigo, sigo viendo a la humanidad igual.-Dije.-A todos, menos a ti.
-Sé y entiendo que no puedes evitar cambiar lo que eres y yo también tengo algo que decirte Brandom.-Dijo volviéndose para encontrarse con mi rostro.-Cuando te enamoras de alguien, te enamoras de ese ser completamente con sus defectos y virtudes. Y a pesar de lo que acabas de decir, te sigo amando tal y como eres.-Dijo besando mis labios.
Apoyé mi frente sobre la suya y una sonrisa dibujaron mis labios emocionado por tales palabras. Cerré mis ojos apretando fuertemente los párpados mientras que mis manos acariciaron su espalda con suavidad.
-Por ti sería capaz de cambiar, sería lo que tu quisieras que fuese, sería un humano si pudiera cambiar mi naturaleza.-Susurré besando su frente. -Todo este tiempo he vivido engañado, el amor si existe entre dos seres diferentes, los vampiros si que podemos amar.-Añadí acariciando su rostro con mis dedos.
-Jamás pensé que compartiríamos el mismo sentimiento, me angustiaba pensar que no sentías nada por mi.-Dijo acurrucada a mi pecho.
-Te equivocabas, por que desde que naciste algo en mi interior nació a la misma vez, y no floreció hasta que nos conocimos.
La tomé de la mano y nos sentamos en aquél césped verdoso contemplando el arroyo abrazados el uno al otro.
-Brandom, lamento lo de tu madre.-Dijo rompiendo el silencio de la oscura noche.-¿Cuándo murió?.-Preguntó sin mirar mi rostro.
Fruncí el ceño y algo se encogió dentro de mi pecho.
-En realidad no sé donde está, desapareció hace muchos años.-Comencé a decir.-Ni siquiera recuerdo cómo era.
Mi padre jamás me ha hablado de ello, tampoco me atrevido a preguntarle pero creo que los cazadores tuvieron que ver con su desaparición, pues si aún siguiera viva, sé que hubiera regresado de alguna manera.
Sus ojos estudiaron mi rostro y en ellos pude ver un brillo que cegaba los míos.
-No tienes por qué llorar.-Dije acariciando su dulce rostro.
-Es muy triste.-Dijo clavando su mirada en aquél arroyo.
-No, mírame Liz.-Dije frunciendo el ceño.
La tomé por la barbilla y la obligué a mirarme directamente a los ojos.
-No hay que estarlo, vivamos el presente y dejemos el pasado.-Dije al ver su rostro roto por el dolor que estaba sintiendo por mi.
Era fascinante ver sus reacciones, sus sentimientos, sus emociones pero a la misma vez me hacían daño, no podía soportar que sufriera y mucho menos por mí.
-Elizabeth di que me quieres, di que amas.-Supliqué abrazándola con fuerza.
-Si, te amo Brandom, te quiero más que a nada en este mundo.
-¿Lo ves?, eso es lo que me hace tan feliz.-Dije cerrando mis ojos.-No existe la tristeza si tu estás aquí, conmigo.
-Y yo estaré bien solo si tú lo estás.-Respondió acurrucándose a mi pecho.
Sus palabras caían sobre mi cuerpo como un manto arropándome en la oscura noche, era la única persona que podía entender mi dolor, mis sentimientos, era la única persona que me hacía sentir pleno, la única que había despertado el amor en mí.
¿Cómo había permanecido vivo todo este tiempo sin su amor, sin sus caricias, sin sus besos y aquellas palabras que hacían que mi cuerpo temblase?.
Aquello no importaba ahora, lo que verdaderamente importaba era que estábamos juntos, amándonos en silencio hasta que reuniese el valor suficiente de enfrentarme a todo tipo de obstáculos que se nos presentasen en nuestro camino.
Sabía lo que era, sabía el riesgo que Elizabeth corría al decidir permanecer a mi lado, quizá era demasiado egoísta y débil por no renunciar a ella pero no estaba dispuesto a sacrificar su felicidad ni la mía por aquella estúpida ley.
Yo podía cambiar las cosas, debía cambiar las cosas, y me prometí a mi mismo hacerlo.
Ella me daría las fuerzas suficientes para enfrentar todo y a todos, probablemente moriría en el intento pero al menos habré luchado por algo en lo que yo si creía, el amor entre dos especies diferentes.

-Brandom, ¿qué piensas?.-Preguntó alzando su rostro.
Sonreí besando su frente y acto seguido inmortalicé su bello rostro en mi mente.
-Gracias.-Contesté.
-¿Gracias, por que?.-Preguntó.
-Por quererme.-Contesté a la misma vez que se escuchó en la oscuridad el latido de su corazón.
Sus labios dibujaron una sonrisa y rozaron los míos para fundirse en un beso suave y dulce al mismo tiempo, atraje su cuerpo hacia el mío y nuestras manos entrelazadas sellaron aquél amor prohibido bajo la luz de la luna.