Clan "Inmortales"


sábado, 21 de agosto de 2010

Capítulo 18-El secreto de tu corazón

-¿Qué sois?.-Pregunté.
En ese momento, Estefi dejó de devorar aquel cuerpo sin vida y se unió a Near junto con Atila y aquellos dos hombres que los acompañaban.
El ferrocarril seguía en marcha a una alta velocidad me pregunté si el maquinista seguiría vivo, cosa que dudé, mi mirada se cruzo de nuevo con la de Brandom y por un momento apartó sus ojos de los míos para mirar a Near con fiereza.-¿Por qué habéis matado a esta gente?.-Pregunté con un hilo de voz.-¡Que sois!.-Grité mirando hacia el rostro paralizado de Brandom.
-Si te lo contara, tendría que matarte.-Contestó Near esbozando una sonrisa a su hermano.
El rostro de Brandom se endureció mientras fulminaba con la mirada a Near que no dejaba de sonreír mostrando unos dientes ensangrentados, bajó su mirada hacia mí y las aletas de su nariz se hincharon a la vez que apretaba fuertemente sus ojos.
-Vampíros.-Contestó con un tono de voz amargo.
Mis labios se despegaron y acto seguido llevé mi mano temblorosa hasta ellos.
-¿Qué estás diciendo Brandom?.-Pregunté horrorizada.
Aquel angelical rostro que conocí una vez se transformó para poner uno más duro, encuadró los hombros inhaló el aire cerrando sus parpados y clavó sus ojos de color miel en los míos.
-Liz camina hacia mí.-Dijo extendiendo su mano.
Me volví para mirar a Near y Estefi y éstos avanzaron hacia mi dirección con pasos inseguros mostrando una posición amenazante. -Por favor.-Suplicó.-Confía en mí.-Añadió con un rostro preocupado.
Podía ver en mi mente un mar de recuerdos que me azotaban, recuerdos de cuando le conocí, ahora todo empezaba a encajar.
-Claro, ahora lo entiendo todo. -Comencé a decir con un hilo de voz mirando hacia aquel rostro.-El accidente, el ataque de ansiedad de Mary…Estefi en medio del bosque…el frío…-Dije abrazándome a mi misma al recordarlo todo.
El rostro de Brandom parecía decaído, su mirada era triste y vacía como si en ellos no hubiese vida, y en efecto así era. Se mordió el labio inferior mientras que negaba con la cabeza lentamente, era como si sus ojos estuvieran a punto de decirme algo más.
-Por favor.-Suplicó de nuevo con su mano aún extendida.
Near carcajeó e hizo que mi mirada se desviase de la de Brandom.
-Estás cometiendo un tremendo error pequeña humana.-Dijo sonriendo entre dientes.-¿De verdad te acercarías a un devorador de hombres?.-Preguntó sin dejar de sonreír.
-¡CÁLLATE!.-Gritó Brandom desde el otro lado.
Mi corazón latía apresuradamente y sentí como la sangre huyó de mi rostro, estuve a punto de caerme de bruces y tuve que hacer un esfuerzo para tener valor hasta el último momento, no podía saber quien estaba diciendo la verdad y quien mentía, me quedé allí inmóvil esperando que pasara lo peor de una vez por todas.
-Ya sabe demasiado.-Dijo Estefi entre dientes.
-Tienes razón querida prima.-Contestó haciendo un mohín.
-Yo…-tartamudeé.-No se lo voy a decir a nadie.-Dije finalmente con la voz temblorosa.
Estefi me miró directamente a los ojos mientras se adelantó acompañada de aquellos hombres altos y delgados que me miraban con ojos de deseo.
-Tranquila.-Comenzó a decir muy calmada mientras avanzaba hacia mí sin apartar los ojos de Brandom.-¡Porque no vivirás para contarlo!.-Gritó enfurecida.
Uno de los hombres que los acompañaban voló en mi dirección sin tocar los pies en el suelo, mis ojos se encontraron con los de Brandom y en menos de un segundo apareció a mi lado tomandome por la cintura dándome la vuelta con rapidez, para dar la espalda a mi enemigo y poder protegerme de él.
Un gruñido provino de la garganta de Brandom, giré mi rostro horrorizado y vi como aquel monstruo clavó sus afilados dientes en su hombro, sus ojos me miraron doloridos e intentaba mostrar una forzada sonrisa.
-Tápate los oídos.-Me pidió liberando su brazo de mi cintura.
Obedecí e hice lo que me pidió sin mirar lo que estaba ocurriendo a mis espaldas, entonces no pude evitar echar una mirada rápida para ver como la mano derecha de Brandom agarraba con fuerza el cuello de la camisa de su atacante lanzándolo por la ventana.
Los cristales se hicieron pedazos, aún con los oídos tapados pude llegar a escuchar el estruendo que causó viendo con mis propios ojos como el cuerpo de aquel hombre salió despedido del vagón.
El otro acompañante voló hacia él con los dientes apretados dejando ver unos afilados colmillos, sus ojos enloquecidos me miraron por un momento e intentó saltar por encima de Brandom para llegar hasta mí y cobrarse la vida de su amigo, mi salvador mostró una posición de ataque me encontraba tras su espalda, sin duda estaba protegiéndome con su cuerpo creando una muralla.
Mis manos las tenía aún aferradas a mis oídos tal y como Brandom me pidió, apreté mis ojos con fuerza agachándome en el suelo para no ver lo que ocurriría después, entonces un ruido ensordecedor hizo que los abriese con rapidez, Brandom aún seguía ante mí con las manos cerradas en un puño, estaba tenso y duro como una roca, esquivé su cuerpo perfecto con la mirada siguiendo aquel estruendo y pude ver como el cuerpo de su atacante arrastraba con él todos los asientos de madera del vagón dejando únicamente astillas y madera cortada.
Aquel cuerpo fue a parar a los pies de Near, sus ojos ensangrentados miraron a su hermano con ira, las aletas de su nariz se hincharon y su pecho estaba erguido, levantó su barbilla y giró su rostro hacia el mío mientras que me puse en pié lentamente.
-No vas acercarte a ella Near.-Advirtió la voz dura de Brandom.-No intentes ponerme a prueba.-Añadió.
-A padre le encantará saber que una vez más te pusiste en contra de tu familia.-Dijo torciendo su sonrisa.
-Creo que te equivocas, no creo que le haga demasiada gracia si supiera que habéis salido de caza sin su consentimiento y poniéndoos en evidencia a la vista de los humanos.-Dijo alzando su barbilla.-Por si no lo sabéis, os vieron subir a este mismo ferrocarril, espero por vuestro bien que esto no os traiga problemas cuando se sepa que sois los únicos supervivientes. Realmente no sé qué es lo que le iba a molestar más.-Añadió mirando a los ojos fríos de su hermano.
Estefi frunció el ceño y cruzo su mirada con la de su esposo, era como si estuvieran hablando únicamente con la mirada.
-Tiene razón, deberíamos irnos de aquí, siempre podemos decir que nos bajamos en otra estación.-Sugirió Atila con el rostro lleno de preocupación.
-¿Pero qué hay de ella?.-Preguntó Estefi señalándome con su dedo.-¿Vamos a dejar que siga con vida sabiendo lo que somos?.Volvió a preguntar indignada.
Near clavó sus ojos en mí y tuve que desviar aquella penetrante mirada, acto seguido miro a Brandom y sonrió.
-De momento.-Contestó sin dejar de borrar aquella sarcástica sonrisa.
Brandom cerró su mano en un puño y pude contemplar cómo sus hombros se relajaron mostrando un rostro más sereno cuando vimos que se marcharon del vagón saltando al exterior y desapareciendo por el paisaje a toda velocidad.
Caí de bruces apoyando todo mi peso con las rodillas, mis manos estaban aferradas en el suelo mientras que Brandom seguía dándome la espalda con sus manos cerradas en un puño, mi cabeza no podía entender nada de lo que estaba pasando, incluso volví a dudar si todo aquello no sería más que un mal sueño del que no podía despertar.
-No te muevas, enseguida vuelvo.-Dijo sin volver la vista hacia atrás.
Avanzó a toda velocidad por el vagón hasta perderse delante de mi vista, a los pocos segundos de marcharse el ferrocarril iba deteniéndose poco a poco.
Cuando se detuvo por completo, alcé mis ojos para ver como Brandom se acercaba hasta el vagón donde me encontraba tirada en el suelo con la respiración entrecortada, al llegar hasta mí mi cuerpo comenzó a temblar por el miedo y la confusión, desvié mi mirada para clavarla en el suelo centrándome únicamente en sus zapatos oscuros y entonces sentí algo frio bajo mi barbilla temblorosa.
Su mano tomaba con suavidad mi barbilla obligándome a que le mirase a los ojos cosa que no pude hacer, pues mis ojos llorosos se desviaron hacia otra parte.
-Mírame.-Me pidió con un tono de voz suave.-Liz, no te voy hacer ningún daño por favor mírame.- Susurró.
Cerré mis ojos con fuerza y una lágrima solitaria resbaló por mi mejilla para terminar en su mano, liberó mi barbilla para acariciarse esa gota de lluvia que mojó y entonces cuando supe que no me miraba directamente a los ojos mi mirada se centró en su pálida mano observando aquella lágrima. –Lamento todo lo que ha ocurrido.-Dijo con un hilo de voz que me costó escuchar.-Por favor no llores.-Suplicó mirando mi rostro.
Sus frías y pálidas manos avanzaron lentamente tomándome con suavidad por los brazos, mis sollozos se dejaron escuchar y miles de lágrimas cayeron por mi rostro cuando me encontré entre sus brazos que me abrazaron con fuerza.-Perdóname, perdóname…-Repitió una y otra vez. –Quería contártelo todo, necesitaba que supieras lo que soy antes de que…-Dijo dando un largo suspiro.-Lo lamento tanto.-Añadió acariciando mis cabellos.
Sus anchos brazos liberaron mi cuerpo indefenso e hizo que le mirase a sus ojos de color de la miel tomando mi rostro entre sus manos.
-No tengas miedo de mí, no voy a herirte.-Dijo con un tono de voz suave.-No permitiré que te hagan daño, eres demasiado importante para mi Elizabeth Jenzen.-Dijo con sus labios temblorosos mirando directamente a los míos.
-¿Por qué?.-Pregunté entre sollozos.
Sus brazos volvieron a rodear mi cuerpo mientras que me mecía intentando calmar mi llanto ahogado.
-Porque…porque…-Dijo intentando buscar las palabras adecuadas, era como si le costara decir lo que sentía en aquellos duros momentos.-Te quiero, te quiero Liz.-Dijo al fin.
Aquella palabra rebotó en mi cabeza una y otra vez a la vez que sus brazos me apretaron con más fuerza pero al mismo tiempo era un abrazo muy delicado, apreté los ojos con fuerza enterrando mi rostro en su pecho, dejó de mecerme y sus fías manos volvieron a tomar mi rostro inundado en lágrimas.
-Te quiero.-Volvió a repetir mostrando una sonrisa torcida.
Era lo que estaba esperando oír desde hacía tiempo, poder escuchar su dulce voz decirme aquellas palabras, sonaba igual de hermoso dado en la situación en la que nos encontrábamos, pues ahora sabía lo que él era y mi corazón seguía amándolo como el primer día.
Tuve que hacer un esfuerzo para poder decir algo, intenté calmar mis sollozos a la vez que Brandom acariciaba mi rostro intentando eliminar aquellas gotas de lluvia que caían sin cesar, me aclaré la garganta y tuve por vez primera, el valor de mirar sus penetrantes ojos inundados en miel.
-¿Siempre… has sido así?.-Pregunté con un hilo de voz.-Quiero decir…¿desde cuándo?.-Corregí.
-Nací así.-Contestó liberando mi rostro apartando su mirada de la mía.-Lamento haberte decepcionado Liz.-Dijo con un tono de voz sombrío.
En ese momento no pude articular ninguna palabra más, la impresión era tremenda y me costaba mucho salir del shock que había sufrido, negué con la cabeza y una sonrisa forzada pasó por su rostro como una estrella fugaz desapareciendo segundos después. -¿Aún quieres ir a Cambidge?.-Preguntó volviendo a coger mi barbilla obligándome a mirar sus ojos.
Asentí con la cabeza y éste frunció el ceño estudiando mi rostro.-Liz, ¿por qué no me dices algo, estás bien?.Preguntó angustiado.-Sé que tiene que ser muy difícil para ti el haber presenciado todo esto, pero escúchame bien, no te voy hacer ningún daño ¿me oyes?, jamás se me ocurriría hacer tal cosa.-Dijo frotándome los brazos con suavidad.
Deseaba con todas mis fuerzas poder preguntarle muchas cosas, pero no me sentí capaz de salir de mi asombro, era como si me hubiese cerrado por completo como lo hace una flor cuando cae la noche.
-¿Cómo…sabes que iría a Cambidge?.-Pregunté al fin mirándole tímidamente.
Brandom inhaló el aire y su mandíbula se endureció.
-Los vampiros tenemos la capacidad de poder escuchar los pensamientos de los demás, respecto a la habilidad mental somos muy psíquicos.-Tomó un poco de aire y sus frías manos liberaron mis brazos.-Pero no siempre es así, entre nosotros podemos ocultar nuestros pensamientos para evitar que vean a través de ellos, igual ocurre con algunos humanos.-Añadió ayudándome a ponerme en pié.
-¿Qué quieres decir?.-Pregunté con interés.
-Sólo los humanos de corazón noble se nos está permitido ver lo que hay dentro de sus mentes, aquellos que posean lo contrario nos resulta bastante difícil averiguarlo.-Dijo apartando un mechón de mi rostro.
-Entre vosotros, dices que podéis ocultar lo que pensáis…¿significa que…no tenéis corazón?.-Me costó preguntar.
Brandom se acercó a mi rostro negando con la cabeza mientras que miraba mis labios temblorosos, una sonrisa torcida dibujaron sus labios a la vez que una de sus heladas manos descansó en mi rostro.
-No…no tengo corazón, ¿y sabes por qué?.-Preguntó casi en un susurro.
Negué con la cabeza en respuesta a lo que él había preguntado, me aclaré la garganta y tuve que controlar las palpitaciones aceleradas producidas por mi corazón.-Porque lo tienes tú Liz…-Dijo mirando a mis ojos maravillado, tomó mis manos temblorosas y se las llevó a sus fríos labios besándolas con sumo cuidado.
Nada de lo que estaba escuchando podía ser real, mi cabeza aturdida aún seguía dudando si aquello seguiría siendo un sueño, la pesadilla había terminado y ahora me estaba compensando con algo que había estado esperando desde hacía tiempo.
Brandom dejó de besar mis manos y mostró una pequeña sonrisa, me preguntaba si había visto eso en mi cabeza y le contesté de igual manera solo que me costó un poco.
-No me has contestado.-Dijo de repente.
-¿Qué?.-Pregunté confusa concentrándome únicamente en sus frías manos aferrando las mías.
-Te pregunté si aún querías ir a Cambidge.-Volvió a repetir.
Un suspiro entre cortado salió de lo más hondo de mi pecho mostrando una sonrisa nerviosa.
-Sí, pero aún no sé como.-Dije mirando a través de una de las ventanas de aquel espantoso vagón destrozado.
Todo lo que pudieron ver mis ojos fueron un paisaje desolador al otro lado de aquellas ventanas, no sabía cómo iba a llegar a Cambidge, entonces Brandom interrumpió mis pensamientos.
-Yo lo haré.-Contestó a mi pensamiento.-Te acompañaré.-Añadió torciendo su sonrisa.
-¿Cómo?.-Pregunté.
-Cambidge no está muy lejos de aquí, ¿puedes caminar?.-Preguntó mirando la parte baja de mi vestido ensangrentado.
-Creo que sí.-Dudé al juzgar por el temblor de mis rodillas.
Brandom me dedicó otra de sus sonrisas tranquilizadoras y me elevó en el aire para terminar en sus brazos, acto seguido hizo que mi brazo descansara alrededor de su cuello y me sacó de aquél siniestro vagón.
Mi débil cuerpo temblaba de mil maneras distintas, me costaba creer que aquel ser hermoso fuera algo sobrenatural, observándole más detenidamente mientras que me paseaba entre sus brazos por aquel paisaje rodeado esta vez por densos árboles, se podía apreciar de que era tan solo un humano, aparentemente.
-Hay algo que tengo que decirte Liz.-Dijo interrumpiendo mis pensamientos.
Me asustaba que mi mente trabajase en su presencia ya que no podía controlar mis pensamientos en el estado en el que me encontraba, como siempre millones de preguntas a las que seguramente el podría ver, pero de alguna manera intentaba evitar.
Mis ojos se centraron en su perfecto perfil intentando averiguar qué era aquello que estaba a punto de decir, al juzgar por su rostro no podía ser nada bueno, pues tenía el ceño fruncido y su mandíbula se endureció a la vez que sus brazos me estrecharon aún más contra su cuerpo de hielo.-Prométeme que jamás te acercarás allí.-Dijo clavando sus ojos en los míos a los que tuve que evitar.
-Ahora entiendo porque te molestaba tanto.-Dije sin darle una contestación.
Sabía perfectamente a lo que se refería, ahora que sabía el secreto que entrañaban los Akerman sería una locura volver a la mansión, a no ser que fuera masoquista y quisiera exponerme ante el peligro, un escalofrío violento sacudió mi cuerpo y mi salvador volvió a endurecer su mandíbula como si mi incomodidad le molestase.
-¿Te encuentras bien?.-Preguntó con rostro preocupado.
Asentí con la cabeza mostrando una fina línea en mis labios y mi brazo se aferró con fuerza a su cuello dejando que mi mano descansara sobre su hombro, una textura áspera hizo que la apartase rápidamente y que mis ojos se llenaran de horror.
-¡Estás herido!.-Grité.
Unas casas con tejados cubiertos por el humo de las chimeneas se divisaron a los lejos, eché una rápida mirada e hice que Brandom me bajase al suelo pero éste hizo caso omiso a lo que yo pretendía.
La camisa blanca que llevaba estaba desgarrada por la parte del hombro y le llegaba hasta la muñeca, su piel mostraba perfectamente unos agujeros que la atravesaban, debió de ser cuando aquel monstruo le mordió y Brandom se lo quitó de encima.
Tenía un aspecto horrible ya que su sangre parecía estar congelada y mostraba un color oscuro como si se le estuviese pudriendo su hermosa piel blanquecina.
-No es nada Liz.-Dijo con tono tranquilizador.-Ya casi hemos llegado.-Anunció mostrando una dulce sonrisa. –Aún no me lo has prometido.-Añadió frunciendo el ceño.
Mis ojos volvieron a mirar sus ojos bañados en miel que me miraban esperando una respuesta, negué con la cabeza y volví a concentrarme en aquella tremenda herida.
-Por favor Liz, no evites responderme, esto es importante.-Dijo volviendo a mirar mi rostro.
Me aclaré la garganta antes de poder responder y un suspiro entre cortado salió de lo más profundo de mi ser, estaba herido y solo se preocupaba por oír mi contestación.
Tuve que hacer un esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas pero no hallé ninguna, era muy fácil poder prometerle que jamás me acercaría a su casa ahora que estaba al tanto de lo que eran y el riesgo que podría correr, a su familia tampoco les hizo ninguna gracia que me dejaran con vida sabiendo lo que obviamente ya sabía, pero aún así no quería perderle.
Quería seguir viendo su rostro hermoso, su cabello oscuro flotar en el aire, sus ojos profundos del color de la miel y su voz tranquilizadora y dulce.
Un constante golpeteo se escuchó en mi interior, mi corazón pedía a gritos poder decirle que yo también lo amaba con todo mi ser, y que estaría dispuesta a correr cualquier riesgo por él, no me importaría volver a la mansión solo para poder verle una vez más y de que por ello podría morir, que mejor manera de morir que ver aquel ser hermoso.
Mis labios se despegaron por un momento mientras que Brandom avanzaba conmigo entre sus anchos brazos, se detuvo en ese momento para encontrarse con mi rostro ruborizado.
-Lo sé…-Dijo mostrando una sonrisa.-También me quieres.-Añadió besando mi frente.
Sus labios eran tan fríos como el resto de su cuerpo, era como si copos de nieve se posaran en mi frente lo cual me resultaba muy agradable dado a la temperatura de mi rostro ruborizado.
Una sonrisa nerviosa cruzó por mis labios temblorosos y no tuve el valor suficiente de mirar sus hipnóticos ojos, me hacía sentir pequeña y diminuta y a veces, hasta el extremo de quedarme completamente muda.
Asentí con la cabeza a la vez que mis parpados se cerraron, al abrirlos Brandom señaló con la cabeza el pueblo de Cambidge e hizo que mirase hacia donde él estaba mirando, sus pasos continuaron y pronto nos vimos en la entrada principal de pueblo, donde una vez allí me bajó con delicadeza en el suelo y pidió un carruaje para dirigirnos a la casa en la que se hospedaba mi tío Zack.

martes, 10 de agosto de 2010

Capítulo 17-Viaje hacia la verdad

-Tengo una idea!.-Gritó Yuls poniéndose en pié.
Pestañeé confusa al ver su rostro maravillado por la ida que se le acababa de ocurrir aún siendo desconocida para mí.
-¿Qué quieres decir Yuls?.-Pregunté confundida.
-¿Porqué no vamos a su mansión a visitarle?.-Preguntó con sus manos entrelazadas y una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
-¿Estás de broma?.-Contesté perpleja.
-Liz, ¿no me dijiste que tenías un libro que te prestó su hermana para que tus padres creyeran que me lo pediste a mí?.-Preguntó sin borrar su amplia sonrisa.
Asentí con la cabeza pero no llegaba a entender lo que pretendía.-Podíamos ir a su mansión para devolvérselo y ya que estamos allí podrías hablar con él.-Sugirió.
En realidad no era una mala idea, pero una vez allí, ¿de qué se supone que tendría que hablarle?. No iba a hacer esa locura que Yuls me animaba hacer, confesarle mis sentimientos al fin y al cabo ya habíamos quedado como amigos, pero lo que no sabía era si se me permitía ir a visitarle.
Tardé varios minutos sumergida en mis dudas sobre lo que hacer con la idea de Yuls, era una excusa perfecta para volver a verle, pero recordándolo bien, Mary me dijo que podía quedarme su libro.
-¡Claro eso es!.-Exclamé.
A mi amiga se le iluminó el rostro y me cogió de la mano para tirar de mí haciendo que me levantase del sofá esponjoso.
-¿Entonces se lo dirás?.-Preguntó cogiéndome ambas manos entre las suyas.
Negué con la cabeza y el rostro de Yuls era de pura decepción.
-Podríamos ir a visitar a Mary, su hermana. Ella fue la que me dio su libro para que me lo quedase, sería una estupidez devolver algo que me ha regalado, fue tan amable conmigo.-Dije.-La última vez que nos vimos no estaba muy bien, quisiera ir a pedirla disculpas.-Añadí.
Estaba siendo sincera, tanto Mary como Brandom fueron muy amables conmigo cuando ocurrió aquel accidente en su casa, los dos se preocuparon mucho por mí y me sentí mal cuando abandoné la mansión y en sus puertas se encontraba Mary con el doctor que iba a examinarme.
Yuls entendió mis sentimientos y se puso de acuerdo conmigo, habría más oportunidades para hablar con Brandom.
-Está bien, iremos las dos juntas.-Sonrió.
Salimos de su dormitorio para dirigirnos a la puerta principal, esperé fuera mientras que Yuls fue hacia otra sala para verse con sus padres, supongo que para pedirles permiso para salir.
-Podemos irnos.-Anunció Yuls cuando salió por la puerta.
Su vestido azulado le caía como una cascada de seda hasta sus pies, le gustaba llevar un bolsito del mismo color como complemento, era femenina y coqueta cuando caminaba, sin duda tenía sangre de noble.
El aire acarició su cabello de color castaño oscuro con reflejos dorados, se llevó unos mechones detrás de la oreja mientras que sonreía muy entusiasmada con la idea de ir a visitar la mansión de mi salvador y de que probablemente le conocería en persona.
Yuls era muy discreta a la hora de guardar secretos, no se le ocurriría de ningún modo decir absolutamente nada sin mi consentimiento, lo cual no vi ningún problema de que me acompañase, de todos modos la idea había sido suya.
Algo dentro de mí me inquietaba, tal vez sería por la idea de volver allí y encontrarme con unos rostros duros mirándome de arriba abajo como si fuera un insecto al que habían que aplastar.
No creía que, o no quería creer que Brandom pensase de esa manera acerca de mi persona, no me importaba en absoluto donde pudiese vivir, si viviera dentro de una cueva con unas condiciones lamentables iría hasta allí solo para poder verle y sentirle cerca de mí.
Yuls pasó su brazo por debajo del mío y ambas cruzamos la verja blanca que dividía la casa con la acera donde la gente paseaba de un lado para otro.
-Deberíamos pasar por casa primero.-Le sugerí.
-¿Para qué?.-Preguntó frunciendo el ceño.
Sonreí al ver aquella expresión mientras que reanudé la marcha tirando de su brazo.
-Porque es media mañana y seguramente nos demoraremos, no quiero preocupar a mis padres.-Dije torciendo mi sonrisa.
Yuls asintió y aceleró su paso tirando esta vez de mi brazo.
La gente parecía haberse multiplicado pues la plaza de la torre del reloj estaba llena de personas, el motivo no parecía que fuese por los puestos baratos que se encontraban en ambos lados de la calle y en la misma plaza.
Gritaban y se empujaban violentamente unos a otros, un grupo de personas que sostenían una gigantesca pancarta de tela se encontraban frente a un escudo humano de las autoridades que parecían estar protegiendo el edificio donde se encontraba el alcalde de Londres.
-¿Qué ocurre aquí Liz?.-Preguntó mi amiga aferrada a mi brazo.
-No lo sé.-Dije tan asustada como ella.

La gente se agolpaban y era casi imposible avanzar, entonces cuando me abrí paso tirando de su mano algo crujió en el suelo de piedra, una pancarta de un tamaño medio que decía: “¿Por qué no capturan y dan muerte a los asesinos?”.
Alcé la vista y Yuls se encontró con mis ojos, todo el mundo estaba al tanto de que la ciudad de Londres estaba siendo atacada por un despiadado asesino o asesinos, hasta ahora las autoridades no habían dado con él y la gente ya estaba empezando a preocuparse.
Gritaban que en lugar de organizar festivales podrían preocuparse en dar caza al asesino que está acabando con muchas vidas inocentes.
Conseguimos salir ilesas de aquella manifestación, Yuls seguía aferrada a mi brazo asustada por lo que acabábamos de presenciar, mi corazón se fue a vivir a mi estómago cuando recordé en aquellos matorrales una camisa sucia impregnada de sangre seca, me lleve una mano a el estómago y respiré aliviada al divisar el camino de tierra que conducía a casa.
-Es horrible.-Dijo Yuls después de un rato caminando.-Una ya no puede estar segura, a no ser que haya un hombre que te proteja.-Añadió negando con la cabeza.-Creo que el único que podría protegerte es el mismo asesino, nunca acabaría contigo.-Dijo forzando su sonrisa.
-¡Por dios Yuls!.-Grité haciendo una parada para recuperar el aliento.-No digas esas cosas, aquí está pasando algo muy serio, si las autoridades no hacen nada puede que las próximas víctimas sean alguna de las dos.-Dije reanudando la marcha.
Yuls siguió mi paso y volvió a tomarme por el brazo mirando ambos lados, el frío era intenso y las nubes se movían aceleradamente al igual que las hojas y ramas de los árboles.
-Tranquila Liz, tomarán medidas y darán con él.-Dijo intentando arrancarme una sonrisa.
-Eso espero.-Contesté.
Ya se divisaba la casita blanca, Amelia jugaba en el porche con su peonza de madera y al vernos aparecer corrió a nuestro encuentro para abrir la pequeña valla de madera.
-Hola Yuls.-Saludó mi hermana con una sonrisa.
-Hola Amelia, vaya que bonita peonza, ¿me dejas probarla?.-Preguntó mi amiga.
-La hizo mi padre, mira tiene tallado mi nombre, ¿lo ves Yuls?.-Preguntó Amy.
Yuls la fue girando y comprobó que lo que le había dicho mi hermana era cierto, Amelia deslió el nudo de una fina cuerda que estaba atado en su dedo corazón y se lo puso a Yuls para darle instrucciones de cómo se hacía girar.
-Enseguida vuelvo.-Dije.
Dudaba que mi amiga me hubiese escuchado, estaba tan entretenida intentando hacer girar una y otra vez aquella peonza que era muy probable que no lo hubiese oído.
Subí las escaleras del poche y la puerta estaba entre abierta , en el salón se encontraba mi padre subido en una silla dando golpecitos en la pared con un martillo, parecía que estaba intentando clavar un clavo o algo así.
-Hola papá.-Le saludé con media sonrisa.
Mi padre me miró con el ceño fruncido y temía de que dijera que no podía salir por todo lo que estaba ocurriendo en el centro de la ciudad.
-¿Ya has vuelto?.Preguntó.-Que pronto.-Añadió antes de que yo pudiera decir algo.
Se llevó un clavo a los labios y siguió martilleando aquella gruesa pared blanquecina, di un suspiro de alivio al ver que no estaba al tanto de aquella manifestación.-Ve a la cocina, tu madre quiere hablar contigo.-Dijo continuando su tarea.
Me dirigí a la cocina donde se encontraba mi madre sentada en una pequeña mesa cuadrada con otra mujer de cabellos castaños con algunos reflejos canosos.
-Hola mamá…-Saludé tímidamente.
-Me viene muy bien que hayas vuelto pronto hija.-Anunció poniendo las manos sobre la mesa.
En ella se encontraba una pequeña bolsita de tela azulada, en su interior había algo porque estaba atada haciendo que pareciese un pequeño saco.
-¿Qué ocurre?.-Pregunté sin dejar de mirar aquella mujer.
-Tu padre lleva media mañana intentando localizar a tu tío Zack, probablemente se encuentre en su casa de Cambidge.-Dijo.-Necesito que viajes allí para decirle que tiene una clienta con un encargo muy importante.-Añadió.
Aquella mujer me dedicó una sonrisa y en su cara podía ver que necesitaba lo que mi madre me estaba pidiendo.
-¿Puedes decirle que vas departe de la señora Harvey?.-Preguntó.-He de encargarle unas joyas y me urge, ya que mi hija se casará la semana que viene y tu tío es mi última esperanza.-Dijo con ojos suplicantes.
Al oír sus palabras entendía que se había recorrido toda la ciudad buscando a un buen joyero que le abriera las puertas de su establecimiento un Domingo y mi tío era su última esperanza ya que parecía que se conocían.
-Por supuesto señora Harvey, no tiene de que preocuparse.-Contesté desilusionada.
Acababan de estropear mis planes y nadie se daba cuenta pero no podía negarme a algo que me había pedido mi madre, y si lo hubiera hecho, probablemente estaría castigada el resto de mi vida.
Tanto el negocio de mi padre como el de mi tío eran importantes en la ciudad, mi padre era un excelentísimo artesano y tallista y mi tío Zack un extraordinario joyero, así que si salían encargos por parte de los clientes un domingo eran los únicos dispuestos en abrir sus puertas, por esto y por sus increíbles trabajos los consideraban los mejores de la ciudad, ellos, de esta manera ganaban clientes y fortuna.
-Muchísimas gracias niña.-Agradeció aquella mujer.
-Aquí te he preparado algo de comida para el viaje, cómetelo todo por favor.-Me pidió mi madre.
Asentí con la cabeza dando un suspiro y torcí mi sonrisa al encontrarme con los suyos, alargué mi mano para coger aquel pequeño saco y en ese momento mi madre se levantó de su asiento para meter la mano en el bolsillo de su mandil.
-Ten, esto es para el ferrocarril.-Dijo poniendo en mi mano unas monedas.
Asentí de nuevo y guardé aquellas monedas en un diminuto bolsillo de mi vestido color rojo intenso. Pasó una mano por mi rostro mientras que aquella mujer estaba dando un sorbo de su té.
-Ten mucho cuidado.-Dijo despidiéndose.
-No te preocupes mamá.-La tranquilicé con una sonrisa, me acerqué hasta ella para darle un cariñoso beso en su mejilla rosada acompañado de un cálido abrazo.
Salí de la cocina dando otro suspiro ahogado y me quedé plantada detrás de mi padre, éste se dio la vuelta y sonrió, sacó un clavo de sus labios y puso una mano en su cintura.
-Ya sé que no te apetece ir ahora a Cambidge, incluso yo lo haría por ti Liz, pero me temo que hoy estoy de lo más ocupado ayudando a tu madre con las tareas del hogar.-Dijo forzando una sonrisa.
-No me importa ir, pero tienes que prometerme que si vuelvo pronto me dejaras salir con Yuls.-Le chantajeé mostrando una sonrisa.-Hoy por ti y mañana por mí papá.-Añadí ampliando más aquella sonrisa.
Mi padre frunció el ceño y luego desvió la mirada hacia otro lugar, suspiró pesadamente y luego me miró de reojo mostrando una sonrisa torcida.
-Está bien, está bien, pero será mejor que vayas para después poder regresar pronto ¿de acuerdo?.-Sugirió.
-De acuerdo.-Asentí volviendo a sonreír.
Ya había hecho un trato con mi padre, estaba dispuesta a ir a ver a los Akerman después de mi viaje, Cambidge no estaba demasiado lejos de Londres así que no podía tardar demasiado en regresar, a no ser que mi tío me entretuviera con alguna de sus historias de cuando era joven guapo e interesante lo cual me gustaba escuchar pero ese día no era el momento.
Al salir al porche, Yuls seguía jugando con mi hermana a la peonza, cuando sus ojos se encontraron con los míos negué con la cabeza, mi amiga se apresuró a devolver el juguete a mi hermana y se acercó hasta mí con cara de decepción.
-¿No te han dado su permiso para salir, ¿no es cierto?.-Se apresuró a decir.
-No es eso, tengo que ir a Cambidge a ver a mi tío, ¿por qué no me acompañas?.-Sugerí mostrando una sonrisa.
-Oh, me encantaría Liz, pero no les he dicho a mis padres de que faltaría a comer a casa, probablemente no me dejen ir, pero no importa ve y otro día podemos ir a la mansión.-Dijo intentando animar.
Asentí con la cabeza y eché una rápida mirada a mi hermana pequeña, cuando me percaté de que no estaba escuchando me acerqué a Yuls.
-Cuando vuelva, podremos ir.-Susurré.
-¿Quieres decir que vas a escaparte como las otras veces?.-Preguntó en voz baja.
Negué con la cabeza y mi mirada se dirigió de nuevo a Amelia.
-Mi padre me dijo que podía salir cuando volviese.-Dije.
-Si no vuelves muy tarde podría acompañarte.-Dijo cruzándose de brazos.
-Bien, si no regreso tarde, iré a tu casa a buscarte.-Dije mostrando una sonrisa.
-Que tengas un buen viaje Liz.-Dijo mi amiga estrechándome entre sus brazos.
La dediqué una última sonrisa y emprendí mi camino hacia la estación ferroviaria de Londres.
Al llegar a la plaza principal para después tomar la dirección hacia la estación, parecía que la gente se había dispersado, ya no estaba la multitud frente al edificio donde se encontraba el alcalde custodiado por las autoridades, pero sí que habían restos de aquella manifestación.
Como por ejemplo carteles y pancartas tirados por el suelo donde los ciudadanos hacían preguntas al alcalde y donde se podía mostrar su rabia y dolor por tanta muerte.
Sostenía en mi mano derecha aquel saquito azulado donde mi madre me había preparado algo de comida para el viaje, me lo llevé hasta el estomago y me pregunté si iba a ser capaz de comer todo lo que había en él.
Al llegar a la estación pude divisar a varias personas esperando el ferrocarril, me dirigí a una taquilla donde un señor calvo con gafas redondeadas y ancho bigote se encontraba detrás de aquellas rejas. Compre mi billete para Cambidge y tomé asiento en uno de los bancos de forja y madera que estaban situados frente a la vía.
Me froté los brazos para entrar en calor pero el frio era como espadas de hielo que atravesaban mi cálida piel, eché un vistazo al cielo y fruncí el ceño tenía todo el aspecto de querer llover de un momento a otro.
No pude evitar mirar a un guardia que merodeaba la zona, su traje era azulado y tenía una cinta negra en su pecho, por encima de su hombro asomaba un fusil y lo acariciaba con mimo, como si quisiera disparar a alguien de los que nos encontrábamos allí.
Bajé la cabeza hasta mi regazo donde se encontraba mi pequeño saco de comida cuando el guardia pasó ante mí mirándome descaradamente, tal gesto me recordó a Near, no podía soportar que nadie me mirase de esa forma, me intimidaba y me hacía sentir pequeña.
Jugueteé nerviosamente con el lacito de aquella bolsita hasta que sus pasos se apartaron de mi vista, me levanté de un brinco cuando a lo lejos, ya se podía escuchar la sirena del ferrocarril.
Una humareda oscura dejaba en el aire a medida que iba avanzando hasta la estación donde las personas se agolpaban en el andén para recibirle. Alisé mis vestidos y me uní al gentío que esperaba con impaciencia que el ferrocarril se detuviera para recibir a los familiares o para subir en él.
Cuando se detuvo la gente salió al encuentro de los familiares que les esperaban ansiosos con los brazos abiertos, otros corrían con sus respectivos equipajes hasta la salida y los que quedábamos nos subimos a él ansiosos por llegar a nuestro destino, este no era mi caso, pues mi destino lo estaba dejando atrás por cuestión de unas horas.
En las puertas del ferrocarril, una enorme maquina de hierro, se encontraban los revisores a los que había que darles el billete, le entregue el mío y después de darle un rápido vistazo me invitó a entrar con una amplia sonrisa.
-Puede subir madame.-Dijo aquél agradable señor.
Entré a mi vagón donde se encontraban muy pocas personas y escogí un asiento donde diera a la ventanilla, así podía entretenerme y disfrutar del agradable paisaje.
Me asomé por ella y el señor que anunciaba la salida con banderines tocó su silbato a la vez que alzaba su banderín.
El ferrocarril se pudo en marcha, apoyé la barbilla sobre mi mano y me dediqué a mirar por la ventana aquella estación que cada vez se iba volviendo más borrosa a medida que el ferrocarril tomaba más velocidad.
Después de varios minutos observando el paisaje un bostezo anunció que era el momento de dormir un poco, no me apetecía comer lo único que me apetecía en ese momento era descansar.
Me recliné un poco en mi asiento tan duro como si estuviera durmiendo encima de una mesa, y me sumergí en mis sueños mientras que el ferrocarril nos mecía como una madre meciendo a su bebé para dormirle.
Un ruido ensordecedor de cristales rotos me despertó de un brinco, cuando me levanté de mi asiento las pocas personas que se encontraban en el mismo vagón que yo se preguntaban que pudo a ver sido aquel sonido, el ferrocarril parecía a ver tomado más velocidad y eso hacía que el vagón perdiera inestabilidad.
Tuve que agarrarme a unas cuerdas tensas que estaban en el techo con el fin de que los pasajeros si tenían que avanzar se pudieran agarrar sin caerse.
El movimiento del vagón era cada vez más brusco, la gente empezó a asustarse y a preguntarse qué demonios estaba ocurriendo, otro ruido de cristales rotos se dejó escuchar, el caballero que estaba más cerca de la puerta que conducía a el siguiente vagón avanzó hasta ella para asomarse.
Entonces algo terrible tuvieron que ver sus ojos porque corrió en dirección opuesta de aquella puerta gritando y tambaleándose mientras intentaba llegar a la otra puerta.
-¡Qué ocurre señor!.-Grité asustada cuando llegó hasta mí apartándome de un empujón.
La puerta en la que se había asomado estallo en mil pedazos dejando únicamente el marco rodeado de astillas puntiagudas, el cuerpo de un hombre voló por nuestro vagón y se estampó contra la otra puerta atravesándola.
Dos mujeres que se encontraban en mi mismo vagón gritaron aterrorizadas agachándose y cubriéndose la cabeza con ambas manos, el señor que tenía justo a mi lado me miró con ojos desorbitados, bajé la mirada y su camisa de un blanco resplandeciente estaba cubierta de sangre, sostenía algo entre sus manos y contemple horrorizada al ver que un trozo de madera de la puerta había saltado y se le había clavado en su pecho. Noté que algo me había salpicado el rostro, pasé mi mano temblorosa por él y mi respiración se aceleró cuando pude comprobar que era la sangre de aquel hombre.
Su garganta comenzó a emitir sonidos agonizantes alzó una de sus manos ensangrentadas y se desvaneció en el suelo agarrando mis vestidos.
Llevé una mano hasta mis labios y tuve que hacer un esfuerzo por no gritar, esquivé aquel señor y me asomé con cuidado intentando ver el vagón que tenia justo a mi izquierda, el cuerpo que había visto volando por los aires estaba en la puerta del final, parecía como un muñeco de trapo donde sus extremidades estaban retorcidas.
Me puse en mitad del pasillo y avancé hasta aquel señor que parecía estar sufriendo taquicardias por el tremendo susto, ambas mujeres estaban aun agachadas y con las manos sobre sus cabezas.
Caminé hacia ellas con pasos inseguros para averiguar si se encontraban bien cuando algo me hizo detener en ese preciso momento, algo estaba ocurriendo en el vagón que tenia justo delante de mí, una melena de un rojo fuego me hizo retroceder, estaba agachada y mordisqueaba un cuerpo que estaba situado en medio del pasillo.
Sus ojos inyectados en sangre se encontraron con los míos y se tornaron a un color oscuro, tan negros como el abismo.
-Estefi…-Dije sin tartamudear.
Dio un gruñido y dejó ver unos dientes afilados manchados de la sangre de su victima.
No podía creer lo que estaba presenciando, temía de que me desmayara de un momento a otro, esto no podía ser más que un sueño, probablemente me hubiera quedado dormida y me costaba despertarme, pero no fue así.
Estefi se incorporó lentamente y limpió sus labios ensangrentados con la palma de su mano, al parecer no se encontraba sola, Atila, su esposo apareció a su lado y ambos miraron en mi dirección con ojos chispeantes.
De ambos lados del vagón aparecieron Near y dos hombres más, habían matado a toda esa gente, y ahora avanzaban directos al vagón donde me encontraba paralizada.
Las dos señoras que aún estaban agachadas se pusieron en pié abrazándose la una a la otra mientras que miraban hacia el vagón vecino, echaron a correr en mi dirección y Near voló hasta ellas agarrándola con sus garras mordiéndolas en el cuello, èstas suplicaban por su vida pero Near no tuvo ningún reparo en arrebatárselas.
Los gritos eran ensordecedores, me llevé las manos tapando mis oídos mientras cerraba los ojos con fuerza intentando despertar de aquella horrible pesadilla, al abrirlos los cuerpos de las señoras cayeron fulminados en el suelo mientras que Near mostraba una sonrisa siniestra.
El señor que estaba sufriendo una especie de ataque al corazón dejó de sufrir cuando Estefi se abalanzó sobre él mordiendo su cuello y absorbiendo la sangre que parecía salir a borbotones.
Mi respiración acelerada me advertía de que estaba a punto de sufrir un ataque de pánico, no había nadie más en aquel vagón, excepto yo rodeada de unos despiadados asesinos, los Akerman, y ahora era mi turno.
-Vaya vaya, mira a quien tenemos aquí.-Dijo la voz dura y fría de Near.
Al oír sus palabras mi cuerpo reaccionó, le di la espalda para salir corriendo hacia el vagón que tenía justo detrás de mí pero entonces choqué con algo tan duro como una roca.
Brandom, era al único que menos me esperaba encontrar allí, a si que ellos eran los asesinos todo el tiempo, ellos fueron los responsables de tantas muertes ocurridas en Londres.
Di unos pasos hacia atrás para quedarme justo entre Near y Brandom, miré hacia ambos lados y lagrimas caían por mi rostro horrorizado, era la prueba de que después de todo le seguía amando.
-¡Que conmovedor!.-Gritó Near desde el otro lado.-¿Vienes a salvarla?.-Preguntó ensanchando su sonrisa burlona.
Miré a Brandom con el rostro confuso y acto seguido a su hermano mayor que lo fulminaba con su mirada ensangrentada, mi salvador no había venido hasta aquí para acabar conmigo al juzgar por las palabras de Near, entonces por un momento deseé con todas mis fuerzas que acabaran con mi vida antes de presenciar un enfrentamiento terrible que podía acabar con el hombre al que amaba más que a nada en este mundo.