Clan "Inmortales"


domingo, 20 de junio de 2010

Capítulo 13-La Decisión

Entré a mi dormitorio con una toalla descansando en mi cuello era de color blanco y tenía grabado la letra principal de nuestro apellido, cerré la puerta detrás de mí y me dispuse a secar con ella mi melena oscura. Después de que permaneciera bajo la lluvia, me acababa de dar un baño de agua fresca y preparándome para la fiesta que daría mi padre esta noche. No dejaba de pensar en aquella misteriosa joven y en su misteriosa visita, sabía con certeza que no solo había venido a preguntar cosas sobre mi caballo, había algo más en ella que no pude averiguar cosa que me ponía demasiado nervioso, intenté dejar esos pensamientos a un lado para centrarme en la imagen de un ser hermoso, un ser latiente y delicado que me quitaba el sueño, si lo tuviera desde luego.
Pasé la toalla por mi pecho desnudo y quise comprobar algo que nunca sucedería, llevé la mano derecha hasta donde estaría mi corazón, pero no hallé latidos, solo un golpeteo constante y casi insonoro. No había vida en mi cuerpo, pero sin embargo vivía gracias a la sangre humana y animal, sin la sangre, que es indispensable para nosotros, nos deterioraríamos en cuestión de horas solo entonces, podríamos morir. Al beber la sangre de un humano, le arrebatas su fuerza vital y es así como nos hemos ido manteniendo con el paso de los años.
Di un suspiro de frustración y arrojé la toalla sobre mi cama, gotas de agua corrían por mi espalda, caminé hacía el armario de color cerezo y abrí sus puertas de par en par. No me quedé demasiado tiempo pensando en que iba a ponerme, seleccioné un traje gris oscuro, con una camisa blanca que iría debajo de un chaleco abotonado al pecho.
Fui hasta un espejo ovalado sujeto por unas patas de madera para anudar la corbata de color gris que llevaba enroscada a mi cuello, aparentemente parecía humano, así era como me veía Liz…como una mentira. Aparte mis ojos del espejo y dejé de juguetear con el nudo de la corbata, tuve la tentación de golpear aquella imagen que mostraba algo que no era. La garganta me ardía, no había bebido en unas horas y mi sistema inmunitario ya me estaba reclamando que lo hiciera pronto si no quisiera sufrir las consecuencias. Eché una última mirada al espejo ovalado para comprobar mis cabellos, aún estaba mojado y algo alborotado, pasé una de mis manos por ellos y lo dejé tal como estaba.
Salí por la puerta y me topé con mi hermana, en su pálida mano llevaba una copa de cristal con grabados y en su interior un liquido de un color rojo humeante.
-Toma, bebe, no tienes buen aspecto Brandom.-Dijo Mary con media sonrisa.
Al parecer sintió mi necesidad de sangre y acudió en cuanto me vio demacrado.
-Estoy bien Mary, no tienes por que preocuparte tanto.-Le dije mientras estiraba el cuello de mi camisa.
-No me preocuparé a no ser que no te bebas esta copa.-Dijo estirando su mano para que la tomara entre las mías.
Sonreí y ella me devolvió la suya cuando vio que la acercaba a mis labios. Las aletas de mi nariz se hincharon cuando sentí la sangre correr por mi garganta, miré a mi hermana y en sus ojos podía ver que ya estaba más tranquila, pasé la lengua por mis dientes y sonreí ocultándolos.
-Gracias Mary, ya me encuentro mucho mejor.-Le agradecí.
Mi hermana cogió la copa de entre mis manos y torció su sonrisa angelical.
-Voy a prepararme, te veré abajo.-Dijo pasando su fresca mano por mí rostro.
Asentí con la cabeza y le devolví su esplendida sonrisa.
Mis ojos siguieron sus pasos cuando caminó por el largo corredor para ir a su dormitorio, corrí para ponerme a su lado y la tomé por el brazo, Mary me miraba con ojos asustados esperando que le contara lo que estaba ocurriendo.
-Mary, escucha atentamente.-Dije en un susurro.-Tengo que salir, si alguien pregunta por mí les dices que fui a buscar a Estefi, salió de caza sola.-Le dije mientras miraba a mi alrededor.
Mi hermana frunció el ceño y miró por encima de mis hombros para comprobar que no había nadie cerca que nos pudiera escuchar.
-Pero en realidad no vas a buscarla, ¿estoy en lo cierto?.-Dijo muy segura de sus palabras.
Asentí con la cabeza mirando fijamente sus ojos preocupados.
-Tengo que ir a ver a Liz. -Dije.
-No Brandom…que….-Se apresuró a decir.
Siseé por un segundo cuando escuche que alguien bajaba por las escaleras, cogí a mi hermana por el brazo y abrí la puerta de su dormitorio para que no nos sorprendieran hablando de algo que no le iba a gustar a mi padre.
-Escúchame, tú solo tienes que decir que fui a buscar a Estefi, intenta que no entre en tu mente o descubrirá que le has mentido.
Mary me miraba más confusa que antes, pero no había tiempo para explicar el por qué tenía que salir inmediatamente a verla, mi padre tramaba algo y tenía que actuar rápidamente.
Me dirigí a las escaleras y bajé por ellas a toda velocidad, mi padre se encontraba en la entrada hablando alegremente con August el mayordomo, aminoré mi paso y pase las manos por mi chaleco para alisar unas pequeñas arugas que este llevaba.
Mi padre cruzó su mirada con la mía y esbozó una amplia sonrisa, le saludé con la cabeza y me dirigí a la puerta trasera para salir al exterior.
La noche había entrado rápidamente en Londres, la lluvia había cesado y el aire fresco traía el aroma de todas las flores del jardín, fui hasta el cobertizo y la puerta chirrió al abrirla, me pareció que Fenix sonrió en ese momento, acaricié con suavidad el lomo y con la mano que me quedaba libre desaté las riendas con rapidez.
-Tranquilo chico, vamos a dar un paseo.-Dije casi en un susurro.
Tiré de las riendas suavemente al exterior hasta conseguir que Fenix saliera del cobertizo, cerré la puerta y eché una rápida mirada a la puerta trasera de la mansión, quería asegurarme de que nadie me había visto salir. Rodeé la casa con Fenix siguiendo mi paso, al llegar a la verja de la entrada principal dudé por un segundo si lo que estaba haciendo estaría bien o mal, en cualquier caso me daba lo mismo, abrí la verja e hice que Fenix saliera al exterior.
Una vez fuera monté sobre mi caballo oscuro y emprendí al galope por el largo camino de tierra dejando una polvareda detrás de mí, necesitaba ver a Liz, sentía la necesidad de ver su rostro aniñado, sus mejillas sonrojadas cuando la tenía frente a mí, su palpitante corazón latiendo aceleradamente cuando rozaba su cálida piel, su voz acompañada de un aliento suave y fresco como el viento que ahora comenzaba a envolverme.
Otra vez esta sensación cálida dentro de mi pecho, negué con la cabeza y golpee con el talón el lomo de Fenix para que corriera lo más rápido posible, a lo lejos, me pareció divisar una silueta de mujer, no le di demasiada importancia y continué con mi camino sin mirar nada más.
Me quedaba poco tiempo para pensar en que iba a decirle, como me iba a presentar allí, o tal vez corría el riesgo de que no hubiera nadie en casa, en cualquier caso tenia que intentarlo, la decisión que había tomado debía de mantenerla, acabar con todo los lazos que me unían a ella, dos personas de diferentes mundos no podrían acabar bien.
Unas luces se divisaron a lo lejos, significaba que en su interior había alguien a si que no esperé más, crucé la valla de madera y di un salto del caballo con las riendas en la mano, las até a un árbol cercano dentro de la propiedad de los Jenzen y me quedé sin argumentos cuando estaba frente a la casita blanca.
Aspiré profundamente y alise mi chaleco con las palmas de las manos, poco después las cerré en un puño y avancé hacia la entrada principal con el paso tan acelerado como mi respiración. Subí por las escaleras del porche hasta ponerme frente a la puerta. Alcé mi mano derecha para golpear en ella con mis nudillos pero entonces escuche las risas de una niña y no quise interrumpir ese momento. Sentí curiosidad y con sigilo me asomé por una ventana que estaba situada al lado derecho de la puerta principal, las cortinas de color blanco estaban echadas pero se podía ver con claridad el interior de un acogedor salón con los miembros de una familia.
Mis ojos se centraron en aquel ángel de cabellos dorados y sonrisa celestial, jugaba hacer cosquillas a su pequeña hermana y a poner caras raras pero me resultaba igual de hermosa, una mujer de gafas redondeadas llevaba una bandeja de color plateada sobre su mano, la dejó descansar sobre una mesa de madera gastada, y el señor que estaba sentado alegremente en un sofá de color beige observaba a sus dos hijas como se abalanzaron sobre la mesa a beber un vaso de leche caliente con unos bollos de azúcar.
Me pareció algo maravilloso poder observar el comportamiento humano, la vida en familia, sentí un nudo en mi garganta e intente aclarármela, estaba presenciando un acontecimiento que yo nunca podría aspirar y mucho menos a tener.
Me aparté de la ventana y apoyé mi espalda contra la pared, cerré los ojos con fuerza y me llevé el dedo pulgar e índice hasta mis ojos, no tenía el valor suficiente para deshacerme de Liz, había llegado hasta aquí por una razón, pero lo cierto es que después de haberla visto todo lo que había pensado se desvaneció al contemplarla.
Si le hubiera dicho que no querría volver a verla nunca más eso no solucionarían las cosas, seguiría estando en el punto de mira de mi padre, hubiera cometido un error, mi deber era protegerla de mi especie, mi deber era amarla hasta que dejara de existir.

Solté el aire que había tomado antes de echar un último vistazo por aquella ventana, al asomarme lentamente el rostro de Liz me sorprendió, sus labios estaban despegados y su ceño fruncido por la confusión.
Llevé el dedo índice hasta mis labios para que no dijera nada, cosa que entendió, se levantó de su mesa pero negué con la cabeza, en ese momento su padre se levantó del sofá para dirigirse hacia la mesa, me aparté rápidamente de la ventana y unos pasos acelerados avanzaron hacia la puerta, moví mis ojos a toda velocidad a un conjunto de flores que tenían los Jenzen en su pequeño jardín.
Corté por el tallo una hermosa rosa de color rojo intenso y la dejé descansando en el porche justo frente a la puerta.
Segundos después desaparecí en la oscura y fresca noche sin apartar los ojos de la entrada, pude ver como alargó su mano y rescató del suelo aquella rosa, su sonrisa mirando hacia la oscuridad de la noche me dejaba sin aliento, sin duda, esa sonrisa era para mí.
-Te quiero Brandom…-Dijo en un susurro tan bajo que me costó escucharlo.
Nunca había sentido el amor que un humano pudiera llegar a tener por otro ser, me hacia sentir especial, me sentía vivo.
-Yo también te quiero Liz.-Contesté.
Aunque no lo pudiera escuchar, contesté con una sonrisa y el corazón en llamas.
De vuelta a la mansión, me preguntaba si habían notado mi ausencia, intente por todos los medios no crear un vinculo que pudieran penetrar en mis pensamientos, aunque bastaba solo que me mirasen los ojos para comprobar que había vuelto a ver a esa pequeña humana.
Al llegar a la verja de la entrada, bajé de mi caballo oscuro sujetando con una mano las riendas, la primera letra de nuestro apellido se abrió de par en par cuando quité las gruesas cadenas mientras que unos andares femeninos se dirigieron a mi encuentro.
-¿Disfrutaste de tu paseo nocturno querido primo?.-Dijo Estefi con las manos ocultas tras su espalda.
Crucé la verja con Fenix y se ofreció a cerrar mientras clavaba sus ojos de fuego en los míos sin dejar de sonreír.
-Sí, me ha venido muy bien, ¿acabas de llegar?.-Pregunté con interés.
Pestañeó maravillada y sonrió entre dientes.
-¿Estabas preocupado por mí?.-Preguntó jugando con uno de sus mechones rojizos.
Estaría mal si le dijera que no me importaba en absoluto, pero tenía que mentir, me aclaré la garganta y eché un rápido vistazo a los ventanales de la mansión, las luces estaban encendidas y dentro de ella se escuchaba una melodía musical.
-Sí claro, salí a buscarte, ¿no te lo dijeron?.-Pregunté aparentemente preocupado.
Estefi sonrió y cogió las riendas de mi caballo para dirigirse al cobertizo, su vestido de color azul celeste se unió a sus andares y sin mirar hacia atrás soltó una pequeña risita.
-Me lo dijo Mary, después de que yo te viera en el camino.-Dijo alzando su voz.
Mi respiración se agitó, sabía que aquella figura de mujer me resultaba familiar pero hice caso omiso, corrí para ponerme a su lado e intenté no mostrar mi nerviosismo.
-Lo siento, no te vi en ese momento.-Me disculpé.
-Está bien.-Dijo sonriendo.-Ya me ocupo yo de tu caballo, será mejor que entres los invitados están esperando.-Dijo desapareciendo dentro del cobertizo.
Intenté estudiar su mente pero no hallé nada de lo que pudiera preocuparme, al parecer no me siguió, pero tampoco creía que hubiera salido con el fin de buscarla, su mente creía que hubiera ido a ver a Liz, y realmente estaba en lo cierto pero no tenía ninguna intención de preguntármelo.
Dí un suspiro largo y corrí hasta las escaleras de la puerta trasera, la abrí y Dorothy estaba en la cocina con dos personas más de la servidumbre, hablaban en voz baja y cuando me vieron irrumpir en la cocina Dorothy se apresuró a encontrarse conmigo.
-¡Mi niño Brandom!-Gritó al verme.-No puede irse así sin decir nada, ¿ha ocurrido algo?.-Preguntó asustada.
-Tranquila Dorothy todo está bien, solo salí a buscar a mi prima.-Contesté mirando al resto de la servidumbre.
-Hay señor, no puede salir solo por las noches, Margarite salió al pueblo hacer unos recados, y pudo escuchar que las autoridades están por los alrededores intentando dar caza a….-Se llevó una mano a labios para no decir algo que era completamente cierto.
-A él asesino, lo sé Dorothy.-Dije amargamente aflojando el nudo de mi corbata.
Dorothy tomó mis manos y las acarició con cariño.
-Mi niño, usted no es un asesino, solo se alimenta de lo que su cuerpo le permite, al igual que nosotros nos alimentamos de la carne de los animales, seríamos asesinos también pero no lo somos.-Dijo Dorothy acariciando mi pálida mejilla.
-Eso no es así, acabar con la vida humana es un delito castigado con la horca.-Dije pasando una mano por mis cabellos oscuros.-Pero tranquila Dorothy, voy a estar bien, no te preocupes más.-Dije con una sonrisa amarga al final de la frase.
Me miró con preocupación y froté su brazo con cariño, realmente era como una madre para mí, tenía ese amor que solo una madre podría tener por sus hijos, era una lástima que no pudiera decir algo parecido de mi padre.
-Mi niño, le esperan en el salón principal.-Anunció Dorothy con un tono de voz más calmado.
Solté su brazo y le hice un guiño con el ojo a lo que ella respondió con una sonrisa.

miércoles, 16 de junio de 2010

Capítulo 12-La visita

Carraspeé y sin dejar de mirarle torcí mi sonrisa.
-No sé a lo que te refieres padre, solo discutíamos acaloradamente.-Dije con el fin de que no siguiera preguntando.
Mi padre volvió a su postura liberando mi nuca, encuadré los hombros y alcé mi barbilla sosteniendo aquella mirada penetrante que volvía a tomar sus ojos.
-No intentes disimular conmigo hijo, sabes que lo he intentado todo por entenderte-Dijo volviendo a ocultar sus manos detrás de él.-Pasé por alto tu osadía de salvar aquella humana del accidente, pero no volveré a tolerar otra impertinencia más.-Dijo dándome la espalda para fijar la mirada en uno de los cuadros del largo corredor.-No estás aquí para cambiar el futuro de nadie, y desde luego tampoco para discutir con la familia.
Clavé mis ojos en los zapatos oscuros y se dió la vuelta para estudiarme el rostro con detenimiento.
-Fue casualidad que yo estuviera cerca el día del accidente, algo me impulsó hacerlo, no veo que tenga nada de malo y que sea un motivo para discutir.-Dije lo más calmado posible.-No volví a establecer contacto con ella, ¿porqué no te preguntas quién provocó a que volviera aquí padre?.
-Pregunté frunciendo el ceño.
Mi padre caminó hacia a mí con pasos firmes y el pecho hinchado, en su mirada se podía apreciar un deseo que antes no había visto en él.
-¿Aún no lo entiendes?.-Preguntó dejando ver sus brillantes dientes.-El olor que desprenden, nosotros elegimos al humano, y tú volviste a ponerla a salvo, tus hermanos no te perdonaron que dejaras escapar tan exquisita cena.-Dijo esbozando una sonrisa siniestra.
Apreté mis manos en un puño y pudo ver en mis ojos la agonía que sufriría si perdía lo único que me importaba en este mundo, aún así intenté disimular calmando las facciones de mi rostro.
-Si atacamos también el Londres la gente acabará dándose cuenta, creo que un poco de precaución no nos vendría nada mal.-Dije caminando hacia delante.-Desde que estamos aquí, hemos acabado con doce personas, hay que andarse con cuidado.-Dije aclarándome la garganta segundos después.
Mi padre siguió mis pasos con zancadas largas para ponerse a mi altura, su vista estaba fija en la larga alfombra roja del corredor, me pregunté si estaría prestando atención a lo que le estaba diciendo, cosa que dudé.-Está claro que no podemos acabar con Liz Jenzen ya que su familia sabe que ha venido aquí más de una vez, asociarían su muerte con nosotros.-Mentí.
No podía permitir que la tocaran, sabía perfectamente que su familia no sabía nada de sus escapadas a mi casa, pero no tuve otra opción que mentir con tal de que mi padre renunciara a ella.
Mi padre se detuvo en ese momento mientras que yo seguía avanzando por el corredor, el pulso latía violentamente en mis sienes, podía notar como quería intentar introducirse en mis pensamientos cosa que le permití.
Me costó esfuerzo pensar en otra cosa para que pudiera ver que no le mentía, me detuve escondiendo mis manos en los bolsillos de mis pantalones oscuros y me di la vuelta para encontrarme con su mirada azulada.
-En ese caso, acabaríamos también con su familia.-Dijo alzando su barbilla.-Pero lo que quiero de esa joven no es su muerte.
Fruncí el ceño y me permitió ver lo que quería en realidad.
-¿Una de nosotros?.-Pregunté con una expresión de disgusto.
Mi padre esbozó una sonrisa dejando ver sus dientes y me hizo una señal con la cabeza para proseguir con nuestro paseo por el largo corredor.-¿Porqué, y para qué?.-Volví a preguntar.
La aletas de mi nariz se hincharon y tuve que hacer un esfuerzo para controlar mi respiración agitada, lo que pude ver en su mente me disgustaba.
-Hijo, seré franco contigo.-Dijo.-Quiero que sea uno de los nuestros para ti, considéralo un regalo. Es obvio que sientes algo por esa joven.-Añadió con una sonrisa sarcástica.
-Yo no siento nada padre.-Mentí.
-En ese caso, deshazte de ella pronto.-Dijo con el fin de dar por zanjado el tema.
Una de nosotros o matarla, ninguna opción me valía, pero Liz ya sabía demasiado había visto demasiado. Definitivamente este lugar no era seguro para ella y más aún sabiendo lo que mi padre pretendía, debía de hablar con ella para que no volviera aquí nunca más, ¿pero cómo?, ¿qué iba a decirle?.Aún no sabía cómo, pero no podía dejar que pasara más tiempo, tenía que actuar rápido y con los medios que hiciera falta para ponerla a salvo.
-Hemos llegado.-Anunció mi padre.

Intenté borrar los pensamientos que se colapsaban en mi mente con el fin de que mi padre no pudiera penetrar en ellos.
Al abrir la puerta de la bodega, esta chirrió de tal manera que hizo daño a mis oídos sensibles, una fina corriente de olor a sangre me envolvió, pues aquí era donde la almacenábamos, mi padre torció su sonrisa y me invitó a ir delante.
Bajé por las escaleras de madera gastada que crujía a cada paso, mi respiración era acelerada, el dulce aroma que desprendía la bodega hacia que mi corazón latiera con furia, pero no tan intensamente como cuando me encontraba cerca de Liz, o cuando tan solo pensaba en ella, el sentimiento de amor hacia aquella frágil humana era mucho más fuerte que la sed ardiente.
La pequeñas ventanas estaban tapiadas con tablas de madera impidiendo que nada entrara en la bodega, ya fuera algún rayo de luz o el viejo polvo que empezaba a acumularse en los rincones de esta.
La estancia estaba llena de estanterías con recipientes de cristal y barro donde en su interior, habian litros y litros de sangre.
La bodega era la parte más fría y húmeda de la mansión, lo cual hacia que la sangre se mantuviera siempre fresca y lista para servir a unos devoradores chupasangres como nosotros.
Mi padre caminó hacia una de las estanterías, husmeó el aire y su dedo índice rozaba los recipientes intentando seleccionar uno que fuera de su agrado.
-¿Qué te parece si utilizamos esta para la fiesta de esta noche?.-Preguntó con los ojos cerrados sin dejar de husmear el recipiente.
Fruncí el ceño a la vez que mi olfato estudiaba cuidadosamente el aroma seleccionado e intentaba averiguar a qué se refería exactamente.-Me parece una buena elección padre.-Contesté.
Aspiré profundamente y sus ojos se clavaron en mí con una sonrisa satisfecha.
-¿Qué hay que celebrar?.-Pregunté mientras caminé hacia uno de los estantes observando la multitud de recipientes de barro que tenía justo enfrente de mí.
-Celebraremos lo orgulloso que está un padre de su hijo, y como tal que eres, quiero darte lo mejor, ofrecerte lo mejor…-Dijo ocultando sus manos tras la espalda con una amplia sonrisa.
Me sentí un miserable al oírle decir tales palabras, no merecía que me tratase tan bien, y él no merecía que le traicionase, pero por otra parte, tampoco podía traicionar a mi corazón, si es que se le puede llamar así a un depredador que devora la vida humana.
Caminó hacia a mí con pasos cortos pero firmes, su sonrisa estaba torcida hacia un lado y mientras iba avanzando podía verme reflejado en sus ojos azulados. –Deberías ponerte elegante esta noche, tengo preparada una sorpresa para ti.-Dijo.
Asentí con la cabeza manteniendo una postura firme y pasó por mi lado aspirando de nuevo el aire de la bodega.
-Hijo, creo que alguien viene a verte.-Anunció en el descansillo de la escalera.-Tienes razón, cuantas visitas en un solo día.-Dijo con una sonrisa sarcástica desapareciendo de la puerta de la bodega.
Fruncí el ceño y mis manos se cerraron en un puño, miré hacia las escaleras y me apresuré a subir por ellas, al cerrar la puerta detrás de mí no podía divisar a mi padre.
Un tintineo de campanas se escucharon en toda la mansión, me asomé por la delicada barandilla de madera, y vi a Dorothy que se apresuraba abrir la gran puerta.
Caminé por aquella esponjosa alfombra roja mientras que mi mano acariciaba la barandilla, mis pasos eran aún más acelerados, el olor que sentí era extraño, provenía de alguien que no era vampiro, era un olor humano.
No quise imaginar que Liz pudiera estar al otro lado de la puerta, aunque era inevitable que ese terrible pensamiento paseara por mi cabeza.
Bajé por las escaleras nerviosamente, parecía como si mis pies no tocaran los peldaños, al llegar al descansillo de esta, me apresuré bajar por las escalera central que estaba justo en frente de la inmensa puerta principal.
Fue entonces cuando aminoré el paso ocultando mis manos dentro de los bolsillos del pantalón, Dorothy echó una mirada hacia atrás encontrándose con mis ojos, en los suyos, podía apreciarse unas arrugas bien marcadas, me resultaba fascinante ver como los humanos envejecían con el paso de los años, en realidad me daba cierta envidia.
Dorothy, era una sirvienta de unos cincuenta y cinco años que había servido a mi familia desde que era prácticamente una niña, yo no tenía recuerdos de ella hasta bien entrado mis diez años de edad, era curioso, pero me resultaba imposible recordar a nadie, ni siquiera a mi madre, pero lo más curioso de todo era que a mi hermana, Mary, le ocurría exactamente lo mismo.
Dorothy era un encanto de mujer, para mí había sido como la madre que nunca tuve , y para nada sentía la necesidad de beber su sangre, al contrario, era como un vampiro más en la familia aunque en realidad fuese una simple humana.
El resto de la servidumbre también lo era, era una delicada selección que mi padre hizo cuando los contrato, le juraron lealtad y sobre todo, guardar el secreto de nuestra naturaleza.
A cambio, solo pedían un hogar donde guarecerse, ya que eran campesinos reclutados por mi propio padre y estos no tenían absolutamente nada, no es muy común que los humanos vivan en el mismo techo que los vampiros, pero mi padre sabía que teniendo humanos en la mansión trabajando para él nunca levantaría sospechas.
-Adelante Dorothy, abre la puerta.-Dije cuando llegué hasta ella.
En su cara había una expresión de preocupación, y pude leer con claridad lo que significaba, aguanté mi respiración y Dorothy asintió con la cabeza apartándose hacia el lado derecho de la puerta mientras que sus manos estaban nerviosamente entrelazadas.


En ese momento me encontré cara a cara con una joven de pelo negro y laceo, su piel era de color moreno que nada tenía que ver con el color de piel de un campesino, y sus ojos rasgados de color castaño me miraban tímidamente.
-Buenas tardes señorita, ¿a qué se debe su visita?.-Pregunté intentando ver su rostro.
La joven parpadeó y se encontró con mis ojos esperando una respuesta.
-Me…soy Karisma…pasaba por aquí y he visto que…-Dijo la muchacha con apenas un hilo de voz.
Estudié con rapidez el cielo azulado y se había tornado a un gris oscuro cosa que me alegré enormemente, no me apetecía que entrara a la mansión, sería demasiado peligroso.
Fruncí el ceño y Dorothy desvió su mirada para encontrarse con la mía, carraspeé y salí por la gran puerta principal con el fin de que aquella muchacha me siguiera, bajé por las escaleras para dirigirme hacía la fuente del sauce llorón, liberé mis manos del interior de los bolsillos de mi pantalón oscuro para cruzarme de brazos, esperaba que me dijera algo más pero parecía muy tímida cosa que no me gustaba nada.
Su mente era tan cerrada que no me permitió que penetrase en ella y ver sus verdaderas intenciones o para que se había acercado hasta aquí, un escalofrío recorrió mi nuca mientras esperaba que Karisma articulase alguna palabra.
El viento azotó su larga melena y se llevó unos mechones detrás de su oreja, cruzó su mirada con la mía y sonrió tímidamente.-Lo…lo siento.-Comenzó a decir.-Lamento mi intrusión a su casa, pero le he visto en el festival y…he podido comprobar que tiene un caballo realmente hermoso.-Dijo controlando su respiración. -¿Es un pura sangre?.- Preguntó mirándome directamente a los ojos.
Torcí mi sonrisa y volví a ocultar mis manos en los bolsillos.
-Así es, lo encontré hace unos años en un cobertizo abandonado, Fenix es un caballo extraordinario.-Contesté torciendo mi sonrisa al recordarlo.
Lo que no le había mencionado, es que fuimos de caza esa noche y arrasamos con toda vida animal que había en aquel cobertizo, pero cuando vi a Fenix supe que sería un buen compañero.
Fruncí el ceño y miré el rostro de aquella joven que me miraba con timidez, sabía que ocultaba algo mas pero me resultaba imposible verlo, desde que llegué a Londres nunca la había visto y desde luego tampoco la vi en aquel festival.
Un recuerdo hizo que algo dentro de mí se retorciera, ese recuerdo era la conversación que habia mantenido con Liz en el festival, estaba tan concentrado únicamente en ella que olvidé que hubiera más personas allí.
-¿Puedo verlo?-Preguntó una voz rompiendo mi recuerdo.
-No creo que sea una buena idea…-chasqueé los dedos intentando recordar el nombre que me había dado momentos antes.
-Karisma.-Se apresuró a decir ampliando su sonrisa.
-¡Karisma!.-Grité uniéndome a sus risas.
Me detuve y mire por encima de sus hombros hacía en ventanal, mi padre me observaba con una sonrisa torcida e hizo un gesto con su cabeza, parecía que esta vez no le incomodaba que mantuviera una conversación con una humana, se alejó del ventanal y bajé la vista para encontrarme con aquellos ojos rasgados que me miraban chispeantes.
-En serio, no creo que sea una buena idea, tengo que prepararme para una celebración, quizá en otro momento. Lo siento.-Me disculpe.
Karisma negó con la cabeza y sonrió.
-Oh, no te disculpes, en otro momento.-Dijo sonriendo.-Por cierto, ¿cómo se llama?.-Preguntó frotándose los brazos por el frio de la tarde.
-Brandom, y por favor tutéame, no me hagas sentir mayor.-Contesté sonriendo.
Karisma se ruborizó y bajó la mirada hacia su largo vestido, pasó una mano por él para eliminar el sudor y la alargó en mi dirección con la cabeza cabizbaja.
-Ha sido un placer Brandom, hasta pronto-Dijo estrechando mi mano afablemente.
-El placer ha sido mío Karisma, August, acompañe a la señorita hasta la verja.-Dije sonriendo.
El mayordomo que estaba los pies de la escalera de la puerta principal, se apresuró a bajar en cuanto yo se lo había ordenado, su bigote largo y estirado sonrió a la joven e hizo un gesto con su mano para que le siguiera.
Respiré profundamente mientras que mis ojos siguieron a la humana y August dirigirse hacia la verja, un sonido sordo e incomodo captaron mis oídos, fruncí el ceño y miré el cielo encapotado, las nubes se movían aceleradamente y un relámpago ilumino la mansión que pasados unos segundos se volvió a escuchar el estruendo.
Sonreí para mis adentros cuando sentí unas gotas cayendo por mi cara, para mí sentir el frio del aire y la lluvia rozando mi piel me resultaba tonificante.
Me quedé allí, inmóvil, husmeando el aire esperando que la tormenta estallase de un momento a otro, fue entonces cuando las gotas de agua se transformaron en el diluvio que estaba esperando, alcé mi rostro hacia el cielo oscuro y dejé que el agua calara todo mi cuerpo.