Clan "Inmortales"


miércoles, 31 de marzo de 2010

Capítulo 6-Tensión

Alguien se acercaba, levante el rostro y una silueta iba avanzando hacia la verja, parecía que sostenía algo entre sus brazos. Entrecerré los ojos para poder ver mejor, y cuando las luces de los faroles de la entrada iluminaron un rostro sonreí aliviada. Era una chica con el pelo ondulado de un color rojo fuego, le llegaba hasta la cintura igual que a Mary. Sus ojos eran de un color muy extraño, jamás vi unos ojos así, eran del color del fuego, rojo oscuro, La piel blanca y perfecta brillaba bajo la luz de los faroles y su vestido era azul marino con bordados en los bajos .
-Hola, vengo a traerte este chal, ten.
Alargué mi brazo para alcanzar la tela y noté cierta tensión al tirar de ella, la miré los ojos, y una sombra negra le paso por el fondo.
-Tranquila puedes quedártelo.-Dijo sonriendo.
-Gracias.
-¿Qué haces por aquí?.
Preguntó mientras vio como pasaba el chal por encima de mis hombros, llevé un mechón de pelo detrás de la oreja y torcí la sonrisa.
-Me…me invito tu padre a que me…
-¿Mi padre?. -Me interrumpió.
-Sí, el señor Akerman.
-No es mi padre, es mi tio, pero..sí, digamos que ha sido como un padre para mí.
Puso las manos en su cintura de forma “chulesca”, y frunció el ceño.
-¿Te he preguntado ya que haces aquí?.
Tragué saliva al ver su expresión, me daba la sensación de que para ella no era bien recibida.
-Tu…tío me invitó a que me quedara a cenar.
Ella chasqueó la lengua y pude ver otra sombra negra cruzar en sus ojos.
-Por supuesto, ya te abro, por cierto soy Estefi, pero me llaman “flaca”.
Enarqué las cejas y sonreí, sus manos se movieron rápidamente para abrir la verja de forja, era increíble la fuerza que tenia para empujar aquella fortaleza que había entre la casa y las afueras de ésta.
-¿Flaca?..¿por qué flaca?.-Pregunté con curiosidad, atravesé la verja y esperé a que ella la volviera a cerrar, se dio la vuelta y encogió los hombros.
-No lo sé. Pregúntaselo a mi marido.
Sonreí y se acercó hasta mi posición haciendo un gesto con la cabeza, dejé que fuera delante mientras yo la seguía de cerca.
-¿Y tú cómo te llamas?.-Preguntó volviendo la cabeza hacia atrás.
-Liz.-Dije con la mirada cabizbaja.
Al llegar a la gran puerta de la entrada a la mansión, volví a escuchar esa melodía, parecía como si alguien estuviera contratado especialmente para tocar el piano. Con una sola mano, Estefi abrió la puerta y esa corriente de aire me sacudió todo el cuerpo. Se quedó a un lado de la entrada, y con una ancha sonrisa me invito a entrar.
-Por aquí. Dijo conduciéndome a una sala que no había visto antes.
Esta estancia estaba mas iluminada, ahora con luces de vela. Sus ventanales vestían cortinas de color blanco haciendo juego con la alfombra de pelo que había justo debajo de una espaciosa mesa alargada de madera con candelabros dorados, y seis sillas alrededor de ésta.
Habían más cuadros, cómo ya había visto anteriormente, todavía no terminaba de entender el significado de estas pinturas, me acerqué un poco mas para observar y pude ver una diminuta firma que decía Picasso, ese nombre era desconocido para mí.
Unas copas delicadas de cristal brillaban a través de las vitrinas, y hacia un lado había una chimenea algo más pequeña que la que vi en la otra sala, como la anterior también estaba apagada. Hubiera agradecido mucho que estuviera encendida, pues aún no había entrado en calor.
-Enseguida vuelvo, avisaré a mi familia de tu presencia.-Dijo Estefi chasqueando la lengua.

Asentí con la cabeza y dibuje una línea en mis labios imitando algo parecido a una sonrisa, mi corazón se aceleró tanto que lo notó.
En cuanto ella se fue otro escalofrío violento sacudió todo mi cuerpo, no terminaba de creer que volviera a estar allí, otro torrente de dudas volvían a colapsar mi mente, ya no había marcha atrás, tenía que afrontar la situación según como se presentara. Caminé nerviosamente de un lado para otro intentando pensar en que decir cuando me vieran allí y sola, pero no conseguí pensar en otra cosa que no fuera en él…desde que lo vi por vez primera no había nada más que ocupara mis pensamientos, siempre él…
Un eco me hizo estremecer, era señal de que ya se estaban acercando, respiré profundamente y encuadré mis hombros dejando el rostro lo mas sereno posible.
El señor Akerman fue el primero que entró por la puerta, en su rostro había una expresión dura, muy diferente de cuando lo vi esa misma tarde. Detrás de él entro Estefi acompañada de un hombre alto, me pareció enorme. Su pelo lo tenía echado hacia atrás de un color oscuro, su tez era pálida como todos los miembros que había visto hasta ahora. Sus ojos eran tan oscuros como sus cabellos y dejaba ver sus dientes por debajo de una sonrisa mientras me miraba.
Su traje, azul oscuro complementaba con el de Estefi, cuando se acomodaron en dos de las sillas le susurró algo al oído y él carcajeó con ganas.
Mary debió de entrar después de ellos, pero no pude verla, cuando miré hacia la amplia mesa ya estaba allí tarareando con sus dedos la delicada madera.
El corazón bajó hasta mi estomago mientras miraba la entrada, un chico de media melena color cobrizo cruzó la puerta y me miraba con sus ojos del mismo color, parecían desorbitados, no dejaban de mirarme de arriba abajo con descaro. Bajé la mirada hasta mis zapatos avergonzada y el señor Akerman carcajeó.
-No esperaba que vinieras Liz.-Dijo llevándose la mano al mentón.
Se escucho un chirrido cuando el chico de cabello cobrizo ajusto su asiento hasta la mesa.
-E venido yo sola, por favor no le diga nada a mi padre. No quería..rechazar su invitación a sido tan generoso..
-Está bien, esta bien. Toma asiento.-Dijo amablemente.
Me dirigí con la cabeza cabizbaja hasta la única silla que estaba vacia, debía de ser la suya…
Me senté al lado del muchacho de ojos rojizos que no dejaban de mirarme con descaro, alcé la vista y me encontré con la de el señor Akerman.
-Enseguida estará tu cena Liz.-Dijo.
-Y…¿ustedes ya han cenado?.-Dije nerviosamente, me avergoncé de mi misma, por una vez que me invitaban a cenar llegaba tarde, nada podía salir peor.
-Sí, dentro de un rato nos servirán el postre.-Dijo el chico que estaba a mi lado peligrosamente cerca.
-¿Qué hace ella aquí?.-Preguntó esa voz cálida.
Alcé la vista y allí estaba plantado en el umbral de la puerta, mi corazón dio un brinco y latió con violencia, su pelo negro y sus ojos del color de la miel eran inconfundibles, allí estaba, todo lo que esperaba ver.
Estaba con el rostro duro y frunciendo el ceño, ambas manos apretadas en un puño, parecían dos rocas blancas, y las aletas de su nariz se hincharon cuando dirigió la mirada para encontrarse conmigo.
Sonreí pero el no me devolvió la suya, apartó la vista de mi para mirar a los miembros de su familia, sus ojos despedían furia, entonces me di cuenta en ese momento de que no era bien recibida.
-He hecho una pregunta, qué- diablos hace- ella aquí.-Dijo entre dientes y pausadamente para que los demás lo entendieran.
Bajé la vista hasta mi regazo y entrelacé los dedos de mis manos, sentí como cinco pares de ojos me miraban cómo dándole una respuesta a su pregunta, me armé de valor para mirar al joven Akerman.
-Estoy aquí porque tu padre me invitó a cenar, siento que no te agrade mi presencia.-Dije.
El me miró con sus ojos profundos sin dejar de tener esa expresión de disgusto.
-Has acertado, no me agrada tu presencia, te voy a pedir que te levantes, yo mismo te llevaré a tu casa.-Sus manos aún estaban cerradas y su cuerpo estaba tenso. Sentí como mi corazón se iba haciendo pedazos, no tenía nada que hacer allí, había sido una estupidez escaparme.
El señor Akerman se puso en pié mirando con fiereza a su hijo, puso las manos en la mesa y se dirigió a mí ahora con un rostro más tranquilizador.
-Liz, ya que estás aquí, permíteme que te presente a mi familia. A Mary ya la conoces.
Mary estaba justo delante de mi y me dedicó una sonrisa torcida a la que intenté imitar cómo pude.
-El que está a tu lado es mi hijo mayor, Near, y aquí mi sobrina Estefi y Atila, su esposo.
Dijo señalándolos con la mano.
-Un placer conoceros.-Dije con un hilo de voz.
Volví la mirada hacia él y éste la apartó de inmediato, el señor Akerman suspiro frustrado y se dirigió hasta él con pasos cautelosos. Le paso un brazo alrededor y le sacudió suavemente.
-Y este testarudo, es mi hijo Brandom.-Dijo sonriendo.
No imaginaba un nombre mejor para él, intente sonreír pero lo único que me pudo salir fue una línea en mis labios, él pareció no inmutarse por el gesto de cortesía.
-Imagino que Brandom fue el que te libró de ser aplastada por unos caballos.
El señor Akerman carcajeo y dejó caer su brazo regresando a su asiento. Miré al rostro angelical de Brandom y sentí como la sangre huía de mi rostro.
-Sí señor Akerman, doy gracias por ello.
Near, el chico de ojos rojizos, acercó una de sus manos pálidas y frías hacia un mechón de mi pelo. Lo tenía hacia delante y con delicadeza lo pasó hacia atrás dejando mi cuello libre, me aparté un poco de él, nadie me había tocado de esa manera y me sentí un poco incomoda con tal gesto.
En ese momento, Brandom dió un paso hacia delante, las aletas de su nariz se hincharon aún más, miraba a su hermano mayor con ira, Near sonrió y le miró de reojo sin dejar de hacerlo mientras se acercaba a mi aún más.
-Levántate Liz, te llevaré a tu casa.-Dijo Brandom.
Por un momento me sentí aliviada de que alguien interrumpiese aquel acercamiento tan incómodo, me levanté de mi asiento y se acercó a mi con el rostro furioso. Los miembros de su familia chirriaron sus sillas poniéndose en pié, miraban a Brandom con ojos desorbitados y sombras oscuras cruzaban por ellos.
Pude llegar a escuchar un gruñido que venia desde el otro lado de la mesa, me pareció que procedía de la garganta de Estefi.
Brandom cogió mi muñeca con fuerza y dio un tirón de ella para sacarme de la sala, mientras tiraba de mí giré la cabeza y vi como la expresión de los Akerman era de disgusto, intente disculparme con un “lo siento”, pero dudaba mucho que lo pudieran oir.
Mientras me llevaba por el largo pasillo, solo podía mirar su mano agarrando mi muñeca, su piel la recordaba fría, pero esta vez parecía estarlo aún más..tanto, que me daban escalofríos.
Atravesamos el jardín, y me llevó a la parte trasera de la mansíon, en la oscuridad pude ver mas jardines y el sonido de los grillos entonando canciones en la oscura noche.
Una fuente redonda de piedra estaba en el centro y a su alrededor unos bancos de madera rodeándola, no puse ninguna resistencia mientras tiraba de mí, eso era lo que quería, estar con él aunque no de la manera en la que estaba ocurriendo.
Llegamos hasta un pequeño cobertizo situado en la parte trasera de la mansión, fuera de los amplios jardines, se detuvo frente a la puerta y se dio la vuelta sin dejar de agarrarme la muñeca.
-Ni se te ocurra moverte de aquí, voy por mi caballo. Dijo fríamente.
Asentí con la cabeza mientras me aclaraba la garganta, su rostro perfecto me dio miedo en ese momento. Liberó mi muñeca y abrió la puerta de aquel cobertizo tan bien cuidado, perdiéndose en el interior. Bajé la vista hasta la muñeca y con la otra mano la llevé allí para poder calentar esa zona. Era cómo si hubiera metido todo el brazo en un arroyo helado y no encontrara la forma de recuperar la temperatura ideal.
Un sonido sordo me hizo sobresaltar, di la vuelta y miré la enorme mansión, en el interior parecía escucharse una batalla, sonidos de copas estrelladas contra el suelo. Di un suspiro largo mientras volví para mirar el cobertizo, no pude evitar dar un pequeño grito ahogado cuando vi a Brandom delante de mi sujetando con una mano las riendas de su caballo oscuro.
-Lo siento, me has asustado. Dije con media sonrisa.
-Vamos, sube. Dijo alzándome en el aire rápidamente.
Me dejó subida encima de su caballo mientras él lo guiaba con las riendas hasta la enorme verja,
no podía dejar de mirarle, todo él era hermoso, no sabria decir que me atraía más de Brandom, me lleve la mano al pecho para agarrar con fuerza mi corazón y me pareció escucharle reír.
-Tranquila, estarás bien.-Dijo con un tono de voz dulce, era muy diferente ahora.
Atravesó la verja y tiró de las riendas para que su caballo hiciera lo mismo, dio la vuelta en mi dirección e hizo un gesto con la mano indicando de que fuera hacia la parte trasera.
Con cuidado me eché hacia atrás y el dio un salto rápido acomodándose en la parte delantera del caballo, acarició el pelaje del animal y enrollo las riendas en una de sus manos, la derecha, que es la que le quedaba libre la dejó descansar en su pierna.
Dió un pequeño golpe con el talón derecho en el lomo del animal y éste enseguida se puso a caminar, dando pasos cortos y firmes.
-Será mejor que te agarres a mí, estos animales son dóciles, pero nunca sabes lo
que puede ocurrir.
Dijo mientras echaba su cabeza hacia un lado intentando mirar mi rostro.
Asentí y pase mis brazos alrededor de su cintura apretándome junto a él, mi corazón acelerado rebotaba contra su espalda, seguía pareciéndome frio aunque llevara una fina camisa oscura.
Hice caso omiso al frio pués estaba justo donde quería estar…
-¿Vas a decirme que hacias allí?. Preguntó sin mirar hacia atrás.
Pestañeé y tragué saliva, el recuerdo de ser expulsada de allí por él, parecía dolerme ahora.
-Tu padre invitó a mi familia a cenar. -Dije sin dejar de apoyar el rostro en su ancha espalda.
El tomó aire y dejó el cuerpo relajado después de estar unos minutos sin hablar.
-¿Por qué?. Preguntó.
-Supongo que estaba agradecido por que yo y mi padre acabamos el pedido que nos
encargasteis, sólo estaba siendo gentil con nosotros, cosa que le agradezco.
-No sabes lo que dices.-Dijo fríamente, aparté mi rostro de su espalda mirando su cabello
oscuro y di un suspiro amargo.
-Brandom, quiero darte las gracias otra vez por lo del otro día.
-No se merece, cualquiera lo pudo aver hecho.-Contestó mirando hacia atrás.
-Me alegro de que hayas sido tú.-Dije con un hilo de voz mientras escalofríos hacían vibrar todo mi cuerpo.
Detuvo el caballo tirando suavemente de las riendas deteniéndose al momento, giró la cabeza y sus ojos color miel volvieron a aparecer, la sonrisa que me regaló esta vez era dulce, tomó mi rostro con su mano fría sin dejar de sonreir.
-Liz, estás helada, ¿tienes frio?.
Negué con la cabeza, y en ese momento no podría decir si eran los nervios pero, mis dientes comenzaron a chocar unos con otros.
Brandom rió entre dientes, esa sonrisa perfecta derritió mi corazón, retiró su mano de mi rostro,
el contacto de su piel era una delicia para mí, se giró y desabrochó los botones de su fina camisa dejando su espalda blanquecina desnuda.
-¿Qué haces?..No…pasarás frio.-Dije mientras quitaba mis brazos de su cintura. El carcajeó y volvió a darse la vuelta con la camisa en la mano, pasé mis brazos por las mangas sin dejar de mirar aquellos profundos ojos.
-No te abrigará, pero te protegerá del frio.-Dijo con una sonrisa.
Se quedó por un momento mirando mis ojos y su sonrisa se desvaneció, su rostro era igual de calmado, me miraba de manera diferente, era la mirada con la que yo le miraba a él.
-Agárrate a mí. Pasé mis brazos de nuevo cubriendo su cintura, apoyé el rostro en su espalda, parecía como si la estuviera apoyando en una roca helada, inhalé profundamente intentando quedarme con su dulce olor.
Giré el rostro y mis labios calientes rozaron su espalda de mármol, le apreté aún más con fuerza,
quería que el tiempo se detuviera para poder estar así con él, me resultaba reconfortante a pesar del frio de la noche y del que desprendía su cuerpo perfecto. Dejé que mi frente descansara en su espalda desnuda, cerré los ojos y sonreí para mis adentros.
-Hemos llegado.-Dijo cuando detuvo su caballo oscuro.
Levanté la cabeza mirando por encima de sus anchos hombros, y la luz de la luna dejaba ver la casa. Fruncí el ceño preguntándome a mi misma cómo había averiguado donde vivía, Brandom se dejó caer de un salto y guió a su caballo hacia un árbol cercano, atando las riendas a éste.
Se dirigió hacia a mí y sus manos abrazaron mi cintura para bajarme con suavidad, estando frente a él mis ojos bajaron tímidamente hasta su pecho desnudo y fuerte.
-¿Cómo sabes donde vivo?.-Pregunté sin dejar de mirar aquel cuerpo perfecto que brillaba con la luz de la luna. Brandom sonrió y aparto sus manos dejándolas caer.
–En esta ciudad todo se sabe. Alzé mis ojos para encontrarme con los suyos y de nuevo su sonrisa se esfumó como el aire que revolvía su cabello negro.
-Será mejor que entres.-Dijo conduciéndome con una mano en mi espalda.
-Prefiero entrar por la ventana, me escapé y…
Carcajeó y desvió sus pasos hacia la izquierda de la casa mientras miraba la ventana de mi dormitorio.
-¿Es esa de ahí?. –Preguntó.
Asentí, y me tomó en sus brazos pasando los mios alrededor de su cuello.
Flexionó sus rodillas sin dejar de mirar la ventana, y con un impulso voló hasta aterrizar en el borde de ésta.
Mis labios se despegaron y tuve que hacer un esfuerzo para no gritar.
-¿Cómo…cómo has hecho...?. -Tartamudeé.
Brandom me empujó con suavidad al interior de la habitación haciendo un gesto con su dedo para que no alzara la voz, se quedó allí en el borde de mi ventana con el rostro preocupado.
-¿Volveré a verte?. Pregunté con la respiración agitada.
-Me lo planteareé.-Contesto con una sonrisa, parpadeé por un segundo y ya había desaparecido, corrí hacia la ventana intentando verle por última vez pero no se encontraba allí, sonreí maravillada mientras controlaba los latidos de mi corazón.
-Increible.-Dije para mis adentros.
Cerré la ventana sin apartar la vista del exterior, me quedé allí plantada
cómo si mis pies se negaran a moverse del sitio, sentí cómo si se hubiera llevado mi alma con él.
La incertidumbre se apoderó de mí, no sabía cuando iba a volver a ver a mi salvador
pero de una cosa estaba segura, y era de que lo amaba y que si no volvería a verle, iría a buscarle aunque tuviera que viajar al fin del mundo para poder verle una vez más.
Dí la espalda a la ventana y me abrazé a mi misma, fue en ese momento cuando me di cuenta
de que aún tenia su camisa cubriendo mi cuerpo, me abrazé más fuerte e inhale profundamente su olor maravillada. Fui hasta mi cama y esta chirrió cuando notó mi peso, había estado recordando paso a paso toda la noche, me estremecí cuando recordé la aparición de Brandom en aquella sala, la tensión que había en el ambiente me sacudía todo el cuerpo.
Otra vez estaba sumergida en un mar de dudas, tenía muchas preguntas preparadas en mi mente para decirle, pero una vez más su presencia me descolocó, supongo que no me importó en ese momento en el que estaba con él, tan cerca…Me dejé caer de lado en la cama y me cubrí con la manta que había en ella, cerré mis ojos respirando el dulce olor que desprendía su camisa e intenté concentrarme en el último momento que compartí con él.
Me hallaba de nuevo en ese bosque tenebroso cubierto por la niebla, corría por un camino polvoriento huyendo de alguien que me seguía de cerca. Al llegar al claro iluminado por la misma luna una figura pasó rápidamente ante mí, intenté correr en dirección contraria y unas garras alcanzaron mi garganta. Lágrimas caían por mi rostro, sentí cómo agonizaba bajo aquellas garras que presionaban con fuerza, miré al oscuro bosque con los ojos borrosos y pude distinguir un caballo oscuro acercándose con rapidez.
En él, estaba Brandom empuñando un hacha afilado que brillaba con la luz intensa de la luna y con ojos llenos de furia, pasó cerca de mí con rapidez sin dejar de mirarme y apreté mis ojos bañados en lágrimas con fuerza.
Un golpe ensordecedor procedía de la garganta de mi atacante, me dejó libre y otro golpe sacudió todo el suelo haciéndolo vibrar bajo mis pies descalzos. En ese momento recuperé el aliento, pero lo volví a perder cuando ví que en el suelo no estaba mi agresor decapitado, si no
el dulce Brandom con la cabeza separada de su cuerpo perfecto.
Desperté dando un grito ensordecedor e incorporándome en la cama rápidamente, mi respiracíon acelerada iba tan rápida cómo mi palpitante corazón asustado, me llevé la mano al pecho para calmarlo y note una fina tela que me hizo tranquilizarme casi al momento.
-“Te quiero”.-Dije en un susurro.
Unos pasos se acercaron y volví a tumbarme cubriéndome con la manta.
-Liz, ¿estás bien?.-Dijo mi madre irrumpiendo en la habitación.
-Una pesadilla mamá, estoy bién.-Contesté imitando estar adormilada.
Mi madre sonrió y cerró la puerta tras ella, pasados pocos minutos volví a quedarme dormida, esta vez soñando con algo más agradable, nuestro paseo nocturno a caballo. Nos detuvimos en un bosque cubierto de flores de colores, y me ayudó a bajar delicadamente hasta el fresco suelo.
-“Yo también te quiero”. –Me dijo al oído, mientras paseábamos cerca de un arroyo.

domingo, 28 de marzo de 2010

Capítulo 5-Decepción

Aquél señor que habíamos dejado atrás nos alcanzó y se puso al lado de mi padre con las manos puestas detrás de su espalda y el pecho sacado hacia delante.
Unos pasos acompañados con eco se acercaron desde el otro lado de la puerta, aguanté mi respiración y di un paso hacia atrás, la grandiosa puerta se abrió y una fina corriente de aire revolvió mis cabellos.
Una señora bajita vestida con un vestido oscuro y un mandil atado a su ancha cintura nos recibió con una simpática sonrisa. Llevaba en sus cabellos un moño bajo, y en la coronilla de su cabeza una cofia atada con horquillas, el señor que nos recibió en la entrada se adelantó y con su mano hizo un gesto para que cruzáramos la puerta.
-Aguarden un momento, le haré saber al señor Akerman de su presencia, ¿puede ser tan amable de decirme quien lo solicita?-Dijo aquella mujer con las palmas de las manos puestas en su resplandeciente delantal.
-Jeremy Jenzen, soy el artesano a quién encargaron un pedido.
La mujer sonrió e hizo un inclinamiento de cabeza se dirigió por el inmenso pasillo que teníamos justo delante, pisando una preciosa alfombra de un color blanco roto, y se perdió de nuestra vista cuando giro hacia la derecha, sonaba una melodía preciosa en toda la mansión, debía de ser alguien que tocaba un piano.
El mayordomo nos condujo hasta uno de los bancos de forja, no pude evitar pasar mi mano por aquella esponjosa tela antes de tomar asiento.
Ahora mi estado de nervios era aún peor que antes, entrelazaba los dedos de mis manos nerviosamente y a cada momento las pasaba por mi regazo para eliminar el sudor.
Mi padre al igual que yo, nos quedábamos mirando el exquisito decorado que tenia aquella entrada, el suelo era de mármol con unas graciosas baldosas brillantes que me hacían recordar a un tablero de ajedrez. Unos impresionantes cuadros adornaban parte de las paredes, no me fijé mucho en ellos pues desviaba la mirada a cada momento por el camino que tomó aquella mujer antes de desaparecer.
Al fondo del pasillo donde nos encontrábamos, habían unas escaleras que se detenían en un descansillo y desde ahí habían dos pasillos mas en ambos lados. Unos pasos se escucharon en toda la entrada, al principio los confundí con mi palpitante corazón acelerado, pues no me extrañaba que se escuchara en toda la mansión.
Distinguí a un señor bien vestido, alto con una melena dorada, no iba acompañado de aquella mujer, su traje era de un color gris oscuro, resaltaba su camisa de color blanco, y esbozaba una pequeña sonrisa. Mi padre y yo nos pusimos en pie al verlo aparecer, aquel señor bien vestido se acerco y se detuvo frente a nosotros con un inclinamiento de cabeza.
-Buenas tardes artesano, ¿señorita?.
Le contesté igualmente con una reverencia. Su voz era profunda y sonaba fuerte, sus ojos eran azules oscuros cómo el océano y su piel blanquecina era igual que la de mi salvador, por un momento pensé si aquel hombre sería su padre.
-Soy el señor Walter Akerman, ¿qué le trae por aquí señor Jenzen?.-Pregunto rascándose la sien, mientras yo decía para mis adentros que había acertado.
-E venido para decirle que su pedido ya esta listo, pueden recogerlo cuando deseen.
-El señor Akerman se llevo la mano al mentón y abrió los ojos ensanchando su sonrisa.
-¡Fantástico!, ya había oído que usted era el mejor artesano para encargar dicho pedido, mañana a primera hora mandaré al servicio para que lo recoja. Ahora por favor, vengan conmigo, le daré lo que le debo y les serviré algo de beber si me permiten.
Mi corazón palpitó ahora con mucha más fuerza que antes cuando íbamos tras el señor Akerman, nos condujo por el pasillo y giramos a la derecha cruzando un portón que antes no se podía ver. En frente había una chimenea pero no estaba encendida, dos sofás de color verde la custodiaban y en el centro una alfombra de color oscuro que brillaba con pequeños puntos de luz que atravesaban un ventanal enorme.
Pude ver que una mujer de pelo largo y de un rubio intenso miraba a través de aquel ventanal, su vestido de color rojo oscuro le caia hacia abajo con una cola a sus espaldas.
Más cuadros adornaban la estancia, en ambos lados de aquel ventanal habían unas librerías con montones de libros, las solapas de éstos eran de colores, y hacia un bonito juego con unas cortinas de color verde. Hacía la derecha divisé una mesa cuadrada con una pila de libros y dos candelabros del color del oro, detrás de ella, un sofá de color verde para no perder entonación con los otros dos de la chimenea.
Volví la vista hasta la mujer que miraba tras el ventanal y ésta se dió la vuelta encontrándose con mis ojos, era muy hermosa.
Su cabello era lacio, le caía hasta la cintura como una cascada dorada, sus ojos eran color miel ,y sus labios perfectamente pintados de rojo brillante resaltaba con su tez pálida, su nariz perfecta se arrugó y se la frotó con la palma de la mano.
Con la mano que le quedaba libre agarró una parte de su vestido y se sentó en un amplió sofá esponjoso que estaba situado entre las dos estanterías, enfrente del ventanal. Mis ojos estaban demasiado ocupados mirando lo que había a mi alrededor, era normal que algo se me pasase por alto.
Sonrió al cruzar su mirada con la mia, y agaché la cabeza avergonzada por tan descaro gesto.
El señor Akerman fue hasta un aparador que había en un lado de la chimenea y sacó algo que parecía un saco de terciopelo de color amarronado.
Se lo llevó a su oreja y lo agitó, dentro del saco sonaban metales al chocarse unos con otros, sonrió y se acercó hasta mi padre.
-Creo que aquí hay más dinero de lo que usted puede esperar.
Alargó su mano y mi padre tomó el saco entre las suyas.
-Gracias señor Akerman.
-Gracias a usted por su trabajo.
Sonrió,y le ofreció una copa de vino. Mi padre volvió la vista hasta a mí y una sonrisa paso por su rostro.
-En realidad, no hubiera sido posible sin la ayuda de mi hija, señor.
Pestañeé y tragué saliva, el señor Akerman fijó los ojos en mí y tuve que desviarlos por un momento antes de poder mirarle de nuevo.
-¿Cómo te llamas jovencita?
-Liz.-Contesté con la mirada cabizbaja.
-Liz…gracias a ti también, creo que la cantidad que le di a tu padre llegará para que te compres algo bonito y lo utilices esta noche..¿que te parece?.-Sugirió muy sonriente.
Mi padre frunció el ceño cuando me encontré con sus ojos, estaba confundida, no sabia a qué se refería el señor Akerman. Carraspeé y dirigí de nuevo mi rostro aquél señor intentado poder decir algo.
-Es usted muy amable señor, pero lo que mi padre gana es para nuestra casa, no podemos permitirnos comprar caprichos. Además yo no salgo por las noches, me quedo en casa con mi familia.-Contesté desviando varias veces la mirada.
El señor Akerman carcajeó y aquella preciosa mujer se llevo una mano en los labios soltando una risita entre dientes. Mi padre puso caras y se puso erguido , yo me quedé con el rostro inexpresivo intentando averiguar cuál era la parte graciosa que tanto le hacía reír.
-¿Qué le hace tanta gracia?.-Preguntó mi padre con voz seria.
El señor Akerman intentó detener las carcajadas llevándose una mano a los labios.
-Disculpadme…me parece estupendo que pienses así Liz, pero en realidad era una invitación para que vinierais esta noche a cenar tú y tu familia. Es lo menos que puedo hacer para agradecer la parte de tu esfuerzo al colaborar con tu padre.-Dijo torciendo su sonrisa.
Fue caminando hasta uno de los sofás situado al lado de la chimenea y se dejo caer.
-Podría darte otro saco con monedas de oro al igual que a tu padre, pero me parece un poco descortés por mi parte, estaría encantado de que asistieras con tu familia a cenar en mi casa.
Sonrió y no pude evitar devolverle la mía, desde luego que quería quedarme a cenar con su familia, pero el rostro de mi padre decía todo lo contrario.
-Disculpe señor Akerman, es muy amable por su parte, pero no podemos asistir.-Dijo secamente.
Fulminé a mi padre con la mirada, no había conseguido poder ver al joven Akerman en su propia casa, y ahora que tenia de nuevo otra oportunidad mi padre quería privarme de ello.
-Cómo prefiera.-Contesto el señor Akerman con gesto despreocupado.
El piano dejó de sonar, se levantó del sofá dejándolo hundido y se dirigió hacia la hermosa mujer que nos observaba con sus ojos penetrantes.
-Perdonad que no os haya presentado a mi hija, Mary.
Mi padre inclinó la cabeza y yo lo hice casi al mismo tiempo que él.-Siento que no podais venir. -Dijo su voz.
Sonaba como el cántico de una sirena, esbozo una sonrisa torcida a la que contesté torciendo mi cabeza y levantando los hombros. Miré a mi padre una vez más con cara de súplica pero hizo caso omiso a mi gesto, suspiré frustrada.
-Quiero darle las gracias por el gesto heroico de su hijo.-Dijo mi padre aclarándose la voz segundos después.
Pestañeé dos veces y un color rosáceo me subió por las mejillas, el señor Akerman frunció el ceño confuso y desvió la mirada a su hija Mary que parecía tener también la misma expresión .
-¿Qué es exactamente lo que hizo señor Jenzen?.-Preguntó aún confuso.
Mi padre me paso un brazo por los hombros frotándolo y sonrió.
-La otra mañana mi hija casi fue arrollada por un carruaje, por suerte su hijo la apartó a tiempo.
El señor Akerman llevó la mano a su mentón y sonrió.
-Le haré saber su gratitud.-Contestó indiferente.
-Bien, tenemos que marcharnos, a sido un placer conocerle en persona señor Akerman.
Estrechó su mano y Mary me dedicó una sonrisa a la que conteste igualmente.
-El placer es mío.-Contestó el señor Akerman con una amplia sonrisa.
Atravesó la puerta y se dirigió al mayordomo delgado que esperaba fuera.-Acompañe a los Jenzen hasta la salida.
Seguimos al mayordomo por el pasillo y sentí como mi corazón lo iba dejando atrás.
Estaba decepcionada, siempre que deseaba que algo ocurriera, ocurría justo lo contrario.
No iba a tener ninguna posibilidad de verle, y la única que tenia ya se había esfumado…
La tarde iba tomando un color anaranjado, adoraba esas horas del dia en los que el sol se ocultaba y se dejaba ver en el horizonte nubes de color rojo, hoy no tenia ese aspecto, me parecía una tarde sombría. De camino a la camioneta, no quise mirar hacia atrás, porque seguramente me causaría más decepción.
Cogí aire y abrí la puerta, me acomodé en mi asiento cerrando la puerta con suavidad, bajé los ojos hasta mi regazo intentando no ver nada del exterior. Mi padre subió y arrancó el motor, el delgado mayordomo abrió la verja cuando el coche se puso en dirección a ella para salir.
Mi padre se despidió de éste con la mano cuando la atravesamos, alcé los ojos y solo me concentré en el camino de vuelta.
-Vamos no pongas esa cara, ¿qué hacemos nosotros allí con esa familia?.-Preguntó papá.
-¿Cenar?.-Contesté disgustada.
Mi padre resopló, no desvió sus ojos ni un momento de la carretera
-No podemos ir Liz, nos quedaremos en casa..es mi última palabra.
-Está bien papá, no voy a discutir contigo.-Contesté cruzando los brazos.
Puse la cabeza hacia atrás mientras miraba a través del cristal y luché con mis párpados para que no se cerraran.
-¿Estás cansada?.-Preguntó mi padre apartando la vista de la carretera.
-Si, cuando llegue a casa creo que me voy a ir a dormir.
Frunció el ceño y volvió a mirarme.
-¿Sin cenar?.-Preguntó casi disgustado.
-No tengo apetito papá, solo tengo ganas de dormir.
-De acuerdo…
Sonrió y me acarició la mejilla. Cuando mi padre atravesó el porche, me quedé dormida en el asiento, se escuchó una puerta chirriar y me tomó en sus brazos cuidadosamente.
-Shh no la despertéis, esta agotada.-Escuche a mi padre decir en un hilo de voz.
-¿No va a cenar?.-Preguntó mi madre casi en un susurro.
-No, la llevare arriba, ya se despertara cuando tenga hambre.-Contestó papá muy bajito.
Mi padre subió las escaleras conmigo en brazos y abrió la puerta del dormitorio con dificultad, después me dejo caer en la cama y comenzó a quitarme los zapatos. Me puso una manta por encima y note como su aliento se iba acercando a mi para besarme la frente.-Buenas noches Liz.
-Dijo con un susurro, momentos después sentí cerrar la puerta tras él.
Esperé hasta oír que sus pasos se detenían justo abajo en el salón, y fue entonces cuando ya todo estaba en calma. Abrí los ojos en la penumbra de mi habitación me incorporé en la cama, me destapé y me apresuré a ponerme los zapatos.
Sé que lo que hacia no estaba bien, pero me negaba a perder esta oportunidad de volverle a ver, sólo una vez más…Abrí mi ventana y me asomé para ver cuál seria la manera mas rápida de escapar, había una altura considerable, pero entonces me fijé en el árbol que tenia más cerca de mí. Me subí con cuidado al borde sujetando mis ropas y con una mano alcancé una rama que sobresalía, parecía como si estuviera ahí preparada para mí. Tiré un poco de ella asegurándome de que no se partiría con mi peso, estuve convencida de que no lo haría, me mordí el labio cuando miré hacia abajo, por un momento sentí un mareo y meneé la cabeza para concentrarme en dar el salto. Incliné el cuerpo hacia delante y me balanceé en el aire, escuche un crujido que me asustó, no me entretuve mucho por los aires pues me dejé caer en el suelo.
Suerte que no aterricé con la rodilla, aún estaba en proceso de recuperación, y una mala caída podría fastidiarla aún más ,no me había percatado de ello hasta que estuve en el suelo. Mi sonrisa se ensanchó cuando lo conseguí y no me había roto nada, me puse en pie y alisé mi vestido con las manos.
Crucé el porche con cuidado y pude ver que en el interior habían luces, ya estaba anocheciendo
y salí de allí antes de que arropara toda la ciudad. Corrí como pude por la polvorienta carretera,
mi corazón estaba acelerado por la tensión, por la emoción, por miedo…era una mezcla de sensaciones distintas. ¿Y si encontraban que no estaba en mi habitación?.
¿Y si el señor Akerman me llevaba de vuelta a casa?, esta vez detuve mi marcha, ese último pensamiento me hizo detener, pero el recuerdo del joven Akerman pudo con todo eso, sonreí con ganas y me puse a correr cómo nunca imaginé que lo haría, corrí como el viento.
Sentí mi pelo flotar en el aire, mi corazón palpitaba ahora de una manera distinta, era como si él estuviera en cada latido de mi corazón. Llegué a la mansión en un abrir y cerrar de ojos, mi respiración era agitada, llevé la mano hasta la garganta y con la otra agarré uno de los barrotes de la grandiosa verja.
La noche cubria los cielos de un color oscuro profundo, miré hacia los lados sin saber que hacer, la mansión estaba demasiado lejana desde donde me encontraba nadie me oiría, tampoco podía trepar aquel muro de hierro, me estaba quedando sin opciones válidas. Si al menos hubiera una manera de avisarles…me dejé caer al suelo con las manos aferradas a los barrotes, estaba rendida, mi respiración se fue normalizando poco a poco según pasaban los segundos.
Apoyé mi cabeza contra las rejas, y un escalofrío me sacudió todo el cuerpo, el viento de la noche parecía puñales de hielo atravesando mi piel, me froté los brazos con fuerza para entrar en calor, pero no había nada que hacer.

sábado, 27 de marzo de 2010

Capítulo 4-La mansión de los Akerman

A la mañana siguiente, la voz de mi hermana me despertó, no había pasado muy buena noche y oculte mi cabeza debajo de la almohada.
-Tenemos que ir a la escuela Liz, despierta ya.
Me incorporé y tire la almohada en la parte de mis pies.
Sonreí a mi hermana y estire la mano para que me ayudara a levantarme.
Cuando me arreglé, Amelia se ofreció para peinar mis cabellos, lo hacía tan bien como mi madre, era increíble la habilidad que tenia para hacer recogidos y peinados diferentes.
Tomó de un cajón unas horquillas color rojo y las engancho en la parte de la coronilla, dejando
mi melena hacia atrás y dos mechones ondulados por delante de mis orejas.
Después del desayuno, nos despedimos de mamá y nos pusimos en camino para ir a la escuela.
Mi hermana salió disparada adelantándome, hoy no podía seguir su paso como lo haría cualquier otro día, no me dolía demasiado la rodilla, pero no podía correr el riesgo de hacer un esfuerzo excesivo.
Volqué los ojos y suspire -Espera Amy, ve más despacio. -Dije.
Amelia, que ya estaba a una distancia grande, se dio la vuelta y agitó su mano
-¡Lo siento Liz, pero tengo que encontrarme con Andrea, te veré allí!.
Dio media vuelta y voló como el viento, negué con la cabeza mientras miré mi cojera.
Los libros de mi costado se resbalaban, tuve que detenerme unas cuantas veces para apretarlo con mi brazo, atravesé la plaza por debajo de la torre del reloj y uno de los libros sonó como un disparo al chocar contra el suelo de piedra.
Me incliné hacia un lado para poder cogerlo mientras controlaba el peso de los otros cuatro que llevaba hacia el otro lado.
Justo cuando mis dedos rozaron la tapa del libro, perdí el equilibrio y los cuatro libros
que sostenía cayeron hacia atrás estampándose contra el suelo.
¿Es que todo me tenía que salir mal?, parecía que esa mañana también iba a faltar
a las clases por culpa de mi torpeza.
Me agache para recogerlos, y sentí que unos pasos iban acercándose en mi dirección, se detuvieron un par de zapatos oscuros delante de uno de mis libros.
Los recogí con rapidez sin mirar quien estaba allí, pues temía que fuera uno de los muchachos de la escuela y no quería ser el centro de las barbaridades que decían a las chicas,eran tan groseros…
Di la espalda a quien estuviera allí y me apresure ignorando el pinchazo que había sentido en mi rodilla.
-¿No vas a usar este libro? -Dijo una voz familiar.
Me detuve en seco y mi respiración también en ese mismo momento, solo pude oír los latidos violentos de mi corazón, tuve que agarrarme el pecho por miedo a que explotara por los aires.
Cogí una bocanada de aire, e intente poner un rostro sereno antes de poder encontrarme cara
a cara con él…..
Poco a poco fui girando sobre mí misma, y clavé los ojos en sus zapatos, tenía miedo a mirar esos ojos profundos, si lo hiciera estaría perdida, perdida en la miel de sus ojos.
-Liz, ¿vas a coger el libro o no?.
¿Cómo era posible que supiera mi nombre?, nunca se lo dije, fruncí el ceño con cara extrañada y alcé la vista encontrándome con unos ojos azules familiares.
Fui caminando hacia él enfadada, no era la persona quién yo creía, y me hizo sentir estúpida aunque no tuviera la culpa.
-Por dios Sam eres…..¡idiota!.
Le di un tirón a su mano cuando cogí el libro, Sam se quedo con la boca y los ojos abiertos cuando vio mi reacción.
Era un compañero de la escuela, y un buen amigo, siempre estaba ahí cuando me hacía falta, pero en ese momento no era a él a quien esperaba encontrar.
Carcajeó con ganas cuando di media vuelta y corrió para seguir mi paso.
-Sólo quería devolverte tu libro, no creo que hicieras mucho en clase sin él.-Dijo mientras pasaba su mano por sus cabellos color castaño.
Yo seguí con el ceño fruncido acelerando mi paso, y Sam se percató de mi cojera, el camino hacia la escuela lo hicimos hablando sobre mi aparatoso accidente del día anterior, lo cual consiguió que me olvidara de mi mal humor.
Al llegar a la entrada de la escuela, atravesamos en arco de piedra que había justo encima de nuestras cabezas, podía divisar a mi hermana con su compañera, agitó su mano para saludar
y segundos después entro al enorme edificio.
Sam pasó una mano alrededor de mi brazo ayudándome a subir los peldaños de la escalera,
en ese momento un amigo suyo nos vio y susurro algo de “enamorados” , le fulminé con la mirada y sacudí mis hombros para liberarme de Sam.
Éste carcajeó y dijo que no le diera importancia a lo que dijeran los demás, éramos amigos, eso es todo.
Al entrar en el aula, multitud de voces de compañeros me dieron los buenos días, con lo que yo respondí a todos con una sonrisa.
-Liz, ¿porqué no viniste ayer a clase?-Preguntó una voz.
Al girarme pude comprobar que se trataba de Ingrid.
Su pelo rubio ceniza le caía graciosamente por sus hombros, mientras que sus ojos color verde se entrecerraban con los rayos de luz que se colaban por los ventanales.
Sam se adelantó para decir lo que me había ocurrido, di un suspiro frustrado y me acomodé en el asiento de mi pupitre de madera gastado.
Mientras le contaba a Sam de camino a la escuela el incidente que tuve la mañana anterior, me guardé para mis adentros la parte emocionante, solo pude decirle que alguien me saco del medio de esa carretera de piedra.
Al minuto tenía alrededor a mis compañeros preguntándome si estaba bien, con lo que contesté que si no lo estuviera, no había asistido hoy tampoco.
Una campanita sonó de repente, era la Señora Marsh intentando poner orden.
Todos corrieron a sus respectivos pupitres quedándose en pié, incluida yo, para saludar con un “Buenos días señora Marsh”.
-Siéntense.-Dijo dejando la campanita encima de su amplia mesa junto con una pila de libros.
-Señorita Jenzen,¿cómo se encuentra hoy?.-Dijo mientras se quitaba un pañuelo color almendra de alrededor de su cuello.
-Mucho mejor señora Marsh, gracias.-Contesté aclarando momentos después mi garganta.
-Bien puede sentarse, por favor abran el libro por la pagina treinta y dos.
La señora Marsh tomó asiento casi a la misma vez que yo, y pronto se escucharon el sonido de las hojas al pasar paginas.
La mañana en clase me pareció pasar volando, casi no me había enterado cuando la señora Marsh toco de nuevo su campanita para que saliésemos a los jardines a descansar un poco de las clases. Ingrid, Yuls y Morgan me acompañaron hasta uno de los bancos de piedra y nos pusimos a charlar mientras que los chicos estaban apartados en otro grupo.
-¿Creéis que le gusto a Joshep?.-Preguntó Yuls apoyando la mano en su rostro.
Ingrid, Morgan y yo alzamos la vista para mirar al grupo donde se encontraba Joshep, estaba de lado y de vez en cuando giraba el rostro para mirar en nuestra dirección, al encontrarse con tres pares de ojos mirándole aparto la vista y se puso hablar con Sam que también estaba dentro de ese grupo.
Morgan frunció el ceño y bajo la vista hasta el rostro preocupado de Yuls.
-Creo que le gustas, no para de mirar hacía aquí.
Yuls, giro un poco su cabeza para mirar hacia atrás y cuando se encontró con los ojos de Joshep se dio la vuelta de inmediato, ocultando su rostro con las manos para cubrir sus sonrojadas mejillas.
-Estoy muy confusa, si le gusto…¿por qué no me dice nada? , es un poco desesperante estar cruzándonos las miradas a cada momento.
-Tal vez esté tan asustado cómo tu Yuls.-Dije poniendo la mano sobre su rodilla.
Es posible que tenga miedo a la contestación que tu le des. -Añadió Ingrid.
-¿Estáis de broma?, ya sabéis cual sería mi contestación, un “sí” rotundo.-Dijo.
-Ya, pero eso él no lo sabe Yuls, ¿por qué no te acercas hablar con él de cualquier cosa?, lo que tenga que venir vendrá solo, de esta manera conseguiréis soltaros aún más.-Dije sonriendo.
Yuls parpadeó más confusa aún.
-P…¿pero qué voy a decirle?.-Tartamudeó nerviosamente.
Morgan se echo a reír, tan sonoras fueron sus carcajadas que atrajo las miradas del grupo de chicos que teníamos a unos cuantos metros.
Chisté para hacer callar a Morgan, ella dejó de reír, pero aún tenía esa risita entre dientes.
-No tienes por qué ir ahora Yuls, en el momento que veas oportuno y le veas solo, te acercas..es así de sencillo, por dios santo no le tengas miedo, es
sólo un chico….-Dijo Ingrid soltando un bufido.
Yuls asintió con la cabeza y respiro hondo.
-Lo haré…cuando vea ese momento oportuno.
Sonreí y agarré su mano con fuerza.
Me incorporé para ponerme en pie, tenia sed y quería acercarme a la fuente a beber un poco de agua fresca, me ardía la garganta, tal vez porque en clase tuve que recitar una pila de frases en voz alta.
Aparte mi cabello hacia un lado con una mano y deje que el torrente de agua mojara mis labios y me aclarara la garganta.
Un sonido de hojas me hizo levantar la vista haciendo que me irguiera, pasé la mano para secar el agua de mis labios mientras mis ojos se movían a velocidades de vértigo mirando hacia el otro lado de la verja.
Llevé la mano hasta la boca del estómago, y después la dejé apoyar en la fuente bajando para dar otro sorbo de el agua fresca.
Otro sonido parecido volvió a escucharse cuando aparte la vista de la verja, estaba en la misma posición para beber agua y lo único que se movieron fueron mis ojos hacia el mismo punto.
Unos ojos color miel se clavaron en los míos, sonreía dejando ver sus brillantes dientes y el viento revolvía su melena oscura.
Su piel blanquecina era aun más hermosa cuando la sombra de aquel árbol lo cubría, tuve unos segundos para reaccionar, era como si al verle el mundo se detuviera y yo con él, impidiendo moverme o articular alguna palabra.
Me erguí poniéndome derecha y llevando la mano a mis labios pero ya no estaba allí, fui hacia
la verja corriendo y agarré los barrotes con mis puños, intentando ver ambos lados, buscando a alguien que en realidad no estaba allí, mi mente había vuelto a jugarme una mala pasada, era tan real…
-¿A quién buscas?-Dijo una voz sobresaltándome.
Me giré y el rostro extrañado de Morgan se hizo preocupante.
-Liz ¿qué te pasa, porque estas agitada?.
No me di cuenta de mi respiración era como si hubiera corrido toda la mañana de un lado para otro.
Intenté tranquilizarla y poco a poco iba recuperando una respiración normal.
-Nada, creí…creí ver a mi padre, esta mañana olvidé algo en casa y…
Era mejor que no dijera una sola palabra más, el rostro de Morgan no parecía más tranquilo que antes.
Sonreí con ganas y ella me devolvió la suya.
-No importa, ¿volvemos a clase?.
La cogí por el brazo y eché un último vistazo hacia la verja antes de dirigirnos a clase.
En la ultima hora de estudio estuve completamente sumergida en mis pensamientos, en lo
que había visto en los jardines, ¿era real o solo mi imaginación? , no sabría decirlo exactamente, quizás estaba ansiosa por ir aquella mansión con la esperanza de poder verle de nuevo.
Intente no pensar mucho en ello pues seguramente volvería a decepcionarme, cuando creí poder verle en algún momento siempre era una decepción al darme cuenta de que no era así.
Pero desde la noche pasada cuando tuve esa horrible pesadilla, al asomarme por mi ventana creí poder ver a alguien, creí verle a él, llevaba con esa sensación desde anoche, la sensación de que alguien me observaba.
Un escalofrío recorrió mi espalda y me llego hasta la nuca cuando me acorde de los asesinatos ocurridos en la ciudad, ¿sería yo la siguiente?,negué con la cabeza y alce mi rostro para atender a la señora Marsh.
Bajaba las escaleras que llevaban hasta la puerta principal de la escuela acompañada de Morgan, vi en la misma entrada a Yuls y Joshep manteniendo una conversación.
No me percaté de ello hasta que Morgan me dio un codazo y señalo con la cabeza donde se encontraban.
Al pasar por su lado Yuls sonrió y me despedí sin detenerme, Morgan adelanto su paso para ir junto a Ingrid y ambas se despidieron de mí casi al mismo tiempo, yo tenía que quedarme esperando a mi hermana.
Amelia salió a los pocos minutos con su amiga Andrea, iban hablando sobre lo que les gustaría ser cuando se hicieran mayores.
-Yo estudiaré a fondo para ser peluquera, acuérdate de estas manos cuando vayas por mi salón de peluquería.-Dijo mi hermana muy orgullosa de lo que quería hacer, su amiga quedó fascinada de lo claro que lo tenía, ella aún no sabía que iba hacer en un futuro.
Amelia le iba dando algunas recomendaciones y la chica se puso anotarlas en una diminuta libreta color pastel.
Iban tan entretenidas que Amelia no se dio cuenta de que me dejaba atrás, no se percató de ello hasta que pronuncié su nombre.
Se detuvieron en seco dándose la vuelta , y Andrea se despidió de mi hermana.
El camino a casa lo hicimos sin descanso, cada vez notaba menos el pinchazo de mi rodilla, sanaba muy deprisa lo cual era un alivio.
Mi madre nos recibió en el porche como de costumbre para ver si nos veía llegar, su sonrisa se ensancho de alegría, era como si cada vez que nos veía aparecer fuera un alivio para ella, tal y como estaban las cosas en la ciudad no era para menos.
Papá nos esperaba dentro, sentado en la mesa, había llegado más temprano de lo habitual, debía de ser porque no tenía mucho trabajo en la tienda. Hoy era el gran día, solo faltaban unas horas para poder ir a la casa de mi salvador, no me entraba la comida pues tenia los nervios instalados en mi estómago, siempre me ocurría cuando estaba ansiosa.
Hice un esfuerzo por tragar la sopa caliente que mi madre había hecho, incluso me riñó unas cuantas veces cuando me vio soplar la cuchara sin llevármela a los labios.
De vez en cuando llevaba las manos a mi regazo frotando las palmas intentando librarme de la tensión por la que estaba pasando.
Lleve mi plato hasta la cocina y volví hacia la mesa para coger una manzana de un exquisito color rojo, era cierto que no tenía muchas ganas de comer, pero verla brillar era una tentación parecía estar pidiendo a gritos “cómeme”.
Después de terminar de comer, ayude a mi madre a recoger todo lo que había sobre la mesa, papá se dejo caer en el sofá cogiendo un viejo periódico entre sus manos y Amelia había salido al porche a jugar con una peonza, a través de la ventana de la cocina, pude ver con que gracia la hacía girar.
Termine de ayudar a mi madre, y decidí subir a mi habitación a relajarme un poco, las manecillas del reloj del descansillo de la escalera marcaban las tres de la tarde, gire el pomo y el aire de la ventana movió con gracia las finas cortinas.
Cerré la puerta detrás de mí y bostecé al mirar mi cama vacía, no pude evitar echarme en ella y abrazar la almohada con mis brazos, enterré el rostro en ella y cuando me quise dar cuenta ya estaba dormida.
La puerta de la habitación se abrió, y unos pasos con sigilo se acercaron hasta el cabecero de mi cama, entonces una mano me sacudió suavemente el hombro.
-¿Liz…prefieres quedarte en la cama durmiendo?.
Abrí los ojos lentamente por la luz que había en la habitación, y vi a mi padre que ahora se sentaba en el borde de la cama hundiéndola con su peso.
Carraspeé por un momento y me incorporé casi de un brinco.
-No papá ,voy contigo, ¿cuánto tiempo llevo dormida?.
-Unas dos horas.-Dijo sonriendo.
-¿Nos vamos ya?-pregunté.
-Sí, o si lo prefieres puedes…
-Ah no, yo quiero acompañarte, dame un momento.
Mi padre sonrió cuando me vio saltar de la cama y crucé la puerta de la habitación para dirigirme al aseo.
Miré al reflejo del espejo y estaba horrible, tenía los ojos hinchados y el pelo revuelto.
Me aclaré el rostro con agua y cogí un cepillo para pasarlo por mi cabello dorado dejándolo
más o menos presentable.
Volví a la habitación y mi padre seguía aun sentado en el borde de la cama.
-Estoy lista.-Dije sonriendo.
Papá se levantó con un suspiro largo y fue hasta el descansillo de la escalera donde yo le estaba esperando.
Cerró la puerta del dormitorio, y juntos bajamos las escaleras hasta llegar al salón dónde estaba mi madre sentada en una mecedora tejiendo.
Le di un beso cariñoso en la mejilla, y mi padre se inclinó poco después para dárselo en la frente. -¿Jeremy, podrías dar a los Akerman las gracias de mi parte?-Pregunto mi madre ajustando sus gafas al rostro.
-¿Porqué mamá?-Pregunté intrigada, mi madre sonrió cuando vio a mi padre torcer la cabeza poniendo sus ojos en blanco.
-¿Ahora también tienes pérdida de memoria Liz?-Pregunto mi padre llevando una mano a su cintura.
No caí en la cuenta de a que se referían hasta que un tornado de imágenes colapsó mi mente, se referían claro está, a mi “no” accidente.
Me eché a reír, mi padre levantó una ceja confuso y miró a mi madre negando la cabeza con media sonrisa.
-Claro que lo haré Clementine.
Amelia entró en ese momento y dejo descansar su peonza encima de una pequeña mesa de madera, cogió un taburete sentándose al lado de mi madre para observar como tejía.
Mi padre le frotó la cabeza con cariño y me hizo un gesto para que saliera por la puerta.
Nos dirigíamos al sur de winfork en la vieja camioneta de mi padre, nunca había visto este camino, era un camino de tierra polvorienta, en ambos lados de la carretera habían unos frondosos árboles que daban sombra al camino, sólo cuando se movían las hojas podían verse destellos de luz.
Subimos villa arriba, los animales del bosque se apartaban de la carretera corriendo a sus refugios, tuve que avisar a mi padre a tiempo antes de que atropellara a una despistada ardilla que estaba entretenida con algo en sus patitas.
El camino de tierra cambió a uno de piedra gruesa, me castañeaban los dientes cada vez que quería decir algo, puede que la carretera no tuviera toda la culpa, mi cuerpo temblaba de miedo, tenia tantos nervios que creí por un momento que me iban a entrar náuseas.
Una fachada enorme se dejo ver a lo lejos, según nos íbamos acercando mi corazón latía con más fuerza, la fachada tomó forma a una grandiosa mansión, cogimos el camino de la derecha para ponernos frente a ella, mi padre se detuvo frente a una enorme verja y tocó el claxon de la camioneta.
Me sentí pequeña al estar frente a esa impresionante mansión, delante de esa verja acorazada con arbustos había un camino de piedra de color beige, ese camino se detenía en una inmensa fuente con un árbol gigantesco que pude distinguir como un sauce llorón y sus ramas caídas hacia abajo se refrescaban con el agua.
Giré la vista hacia la derecha inclinándome un poco hacia delante para poder ver mejor, pero entonces un señor alto y delgado con bigote recortado se dirigió hacia nosotros a toda prisa, debió de ser un mayordomo de la familia, tenia un traje oscuro con una pajarita blanca y camisa a juego.
-Buenos días, enseguida les abro la verja.-Dijo ese señor inclinando la cabeza.
Sacó un manojo de llaves de sus bolsillos e introdujo una llave alargada en la cerradura.
La verja chirrió, me dieron escalofríos en los dientes y pase mi lengua reseca por ellos para aliviarlos de tan horrible sonido.
-Bien,vamos haya.-Dijo mi padre atravesando la verja dejando atrás aquel señor.
Al mirar a mi alrededor quedé maravillada con la vegetación que disponían los Akerman, tenían en sus amplios jardines flores de todas las clases, desde rosas hasta jazmines, habían setos cortados con formas, pude distinguir uno cortado en forma de arco y debajo de él un banco de piedra color mármol, como su piel..
La mansión parecía ceder en nuestra dirección, era señal de que estábamos cerca, mi padre detuvo la vieja camioneta frente a la fuente donde se acababa el camino de piedra.
Me bajé del asiento maravillada, no me di cuenta de que tenia los labios despegados cuando incliné mi cabeza hacia arriba y pude ver cuánto esplendor desprendía aquella casa.
Cerré la puerta de la camioneta, debió de ser fuerte el golpe por que mi padre carraspeó esperando a que yo reaccionase.
-Oh… lo siento papá, no calculé bien..-dije con una risita nerviosa.
Mi padre suspiró y paso una mano por su pelo intentando peinárselo mientras avanzábamos hasta la puerta de madera que nos esperaba al fondo, imité su gesto y pase mis cabellos hacia un lado sin que se diera cuenta.
No podía creer que estuviera allí, tenia que verlo de alguna manera, y esta era la ocasión perfecta.
Recordé las palabras que le dije a mi amiga Yuls esta mañana en la escuela, solo necesitaba encontrar la ocasión oportuna para hablar con él…pero era muy diferente, en su caso Yuls y Joshep se gustaban, ¿y si yo a él no le gusto? , lleve la mano a mi pecho para calmar las palpitaciones aceleradas de mi corazón, no podía correr el riesgo de contarle lo que sentía, porque existía la posibilidad de que él no pudiera sentir lo mismo…
Respiré llenando de aire mis pulmones, y subimos las escaleras que llevaban a la grandiosa puerta de madera con dibujos de hojas de forja.
A mi derecha había una cadenita dorada, tiré de ella y se escucho una melodía de campanas en el interior de la mansión.

†Capítulo 3-Una tarde especial†

Habíamos terminado de comer, la rodilla iba cada vez mejor según pasaban las horas, me levante de mi asiento y recogí los platos vacios que habían sobre la mesa, mi madre había dado una orden a mi hermana para que lavara lo que habíamos ensuciado mientras ella salía fuera a tender nuestras ropas. Amelia odiaba fregar, cada vez que se lo mandaban comenzaba a patalear en protesta, cosa que nunca funcionaba.
Yo había subido a mi habitación para cambiarme las ropas, me quite el vestido amarillo claro, lo lie con mis manos haciendo una montaña, y camine hasta el lado de la puerta dejándolo caer al suelo. Lo sustituí por un vestido mas viejo, un corsé color azul intenso, y falda anaranjada, hacia una combinación perfecta con mi pelo, castaño anaranjado con reflejos dorados como mi madre.
Mi padre me esperaba en la camioneta e hice esfuerzo para aparentar caminar sin ninguna dificultad.
-¿Seguro que te encuentras bien? -Preguntó cuando di un salto para subirme al asiento,
cerré la puerta de la camioneta y mire a sus ojos castaños.
-Perfectamente papá, vayamos al tajo.
-Mi padre sonrió y arranco el cascado motor, pronto nos vimos en una larga carretera polvorienta
y mis ojos se quedaban maravillados al ver las florecillas que crecían junto a las cunetas.
Llegamos al centro de la ciudad en menos de quince minutos, las campanas del reloj de la torre repiquetearon cuatro veces, mi padre sacó las llaves de sus pantalones y abrió la puerta
de la tienda, al abrirse sonaron campanitas de bienvenida.
Papá me dio un taburete de tres patas puso las manos en mis hombros y me obligo cariñosamente a sentarme.
Pasaron varios minutos y estaba muerta de aburrimiento, quería hacer algo útil, y en lugar de eso, estaba sentada oyendo como mi padre serraba madera.
Al cabo de un rato, volvió con cuatro palos en los brazos, me puso uno de ellos en mi regazo y los otros tres los dejo en el suelo con cuidado.
-Bien Liz, tienes que lijar estas patas, son de dos de las mecedoras, crees
que podrás hacerlo? -Preguntó estudiándome el rostro.
-Podré hacerlo papá. -Conteste con firmeza.
Alargo su mano y me dio un paquete de lijas para usarlas, acomodé en mi regazo la pata de
la mecedora y comencé a lijar cuidadosamente mientras mi padre le daba forma a los cabeceros.
Era un buen tallista, y a la vez tenia conocimientos de carpintero, hacia cualquier cosa con las manos, para mi todo lo que hacia era una obra de arte.
Papá giraba la cabeza en algunos momentos para observarme, le hacía gracia ver como
me concentraba en mi trabajo, tanto, que ni siquiera salió una palabra de
mis labios, solo soplaba aquel polvo que se había acumulado.
Ya había terminado tres patas, cogí la última y la puse encima de mis rodillas para darles una textura suave.
Las campanitas sonaron como una melodía, papá miró hacia la puerta, unos pasos se
iban acercando y tocaron el timbre que estaba encima del mostrador.
Dejó lo que estaba haciendo y se dirigió para atender a los clientes.
-Buenas tardes Joel, que tal Margarite? -Pregunto mi padre muy educadamente.
-Hola Jeremy, tienes lista la estantería que te encargue?.
-Sí, deme un minuto, voy a traérsela.
Papá cruzo el taller guiñándome un ojo y fue hacia la parte trasera de la tienda, sonreí y volví con mi tarea.
Pero fue en ese momento cuando mi atención se desvió, los clientes que entraron
hablaban entre ellos de un tema preocupante, un tema que ya había escuchado antes
pero no recordaba donde.
Papá regreso con una estantería de tres baldas, unos dibujos de hojas tallados a los lados de ésta y un acabado de barniz perfecto que lo hacia brillar.
-Es increíble Jeremy, muchas gracias, ¿que te debo? -Dijo la mujer muy satisfecha del trabajo. Cuando terminaron de discutir por el precio, el señor bajito guardo su cartera
y miró a mi padre confuso.
-Entonces no te as enterado de esas muertes? Algo pasa en la ciudad y desde hace mucho tiempo.
Deje de lijar para agudizar mas el oído y mi padre hecho una mirada rápida hacia atrás.
Bajo la voz con lo que me costó mucho entender que decía.
-La verdad es que no sabía nada de eso, creí que eran historias que circulaban
por la ciudad para asustar a los críos.
-La última victima tenia el hombro en carne viva, es horrible, horrible.
La señora se llevo la mano en la garganta horrorizada y mi padre volvió a mirar hacia atrás viendo mi rostro horrorizado.
-No se sabe quién lo hizo, o qué le causo la muerte. -Volvió a decir la mujer, mi padre inspiro
y expulso el aire lentamente y apoyo sus manos encima del mostrador inclinándose hacia delante.
-Sea lo que sea, las autoridades ya se harán cargo de todo eso, y espero que lo hagan pronto antes de que vuelva a actuar.
Se volvió a poner derecho y el matrimonio asintió, papá los acompañó hasta la puerta
de la entrada donde volvieron a sonar las alegres campanitas y se despidió de sus clientes con una sonrisa.
Baje la vista hasta la pata de madera para reanudar mi trabajo, los pasos de mi padre se acercaron cerca de mi y se puso en su mesa de trabajo dándome la espalda, parecía que evitaba darme
una explicación, o sólo quería aparentar de que no estaba asustado cuando en realidad si que lo estaba.
-Papá…lo he escuchado todo, no tienes porque fingir que no pasa nada, no me asusta.
Mi padre se dio la vuelta frunciendo el ceño.
-Pero yo si Liz, no se que esta pasando ahí fuera, pero en cualquier caso, quiero que tengáis cuidado.
Bajo la vista hasta sus zapatos gastados y volvió a mirarme a los ojos.
-Papá, no te preocupes por eso, lo tendremos, te lo prometo.
Cogió aire y lo soltó con una sonrisa.
-Bien, volvamos al trabajo.
Le regale una de mis sonrisas despreocupadas y pude percibir en el que todo iría bien.
-¿Estas cansada? -me pregunto después de un largo rato sin hablar, mi tarea era ahora
lijar los tres cabeceros que había echo mi padre.
-En absoluto, estoy perfectamente.
-Bien, ¿que tal si vas a el taller de Harry y le pides que te preste un mazo para mi?
Incliné la cabeza hacia un lado y puse los ojos en blanco.
-Papá, ¿intentas que me vaya para descansar un poco?
-¿Tanto se me a notado? -Pregunto con la boca torcida
-Un…..poquito, casi me lo creo.-Conteste.
-En serio, necesito ese mazo. -Insistió ahora entrecerrando sus ojos esperando que le diera un “si”. -Esta bien, enseguida vuelvo.-Dije con un suspiro largo.
Me levante del taburete y sacudí mi vestido, el polvo me llego a la garganta y a los
pocos segundos al interior de mi nariz.
-¡Achís!.
Mi padre carcajeo y contesto con un “Jesús”.
-No te demores mucho Liz.
Salí por la puerta intentando poder respirar aire limpio, me lleve la palma de mi mano
a la nariz haciendo movimientos circulares para que el picor cesara.
Al cruzar la esquina eche un último vistazo a la calle donde se encontraba la tienda de mi padre, quería asegurarme de que no me seguía para comprobar que aun cojeaba un poco.
Las campanas de la torre del reloj cantaron seis veces, era ya media tarde, las calles estaban llenas de gente mirando los puestos que habían en ambos lados, no pude evitar detenerme en uno, donde habían relojes de bolsillo de color oro y plateado.
El taller de Harry estaba a unas tres manzanas, sabía que mi padre quería hacerme desaparecer asique no me di mucha prisa , mi rodilla también agradecería que no hiciese tanto esfuerzo.
Mientras caminaba, de vez en cuando me detenía en los puestos mirando las maravillas que la gente exponía para venderlos.
Cogí entre mis manos un pañuelo de seda color blanco hueso con bordados dorados, sintiendo
la textura con la yema de mis dedos.
Una mano cálida me toco el hombro, gire el rostro hacia atrás y una sonrisa
apareció al instante.
-Hola Liz, ¿qué haces por aquí?.-Pregunto Karisma muy sonriente.-¿Vienes a comprar?.
Sus ojos marrones se dirigieron hacia el pañuelo que sostenía mi mano.
-Oh…no…sólo estaba…mirando.
Me salió una risita nerviosa y deje el pañuelo donde estaba.
-¿Te gusta?.
-Si, es…es muy bonito.
Karisma sonrió llevándose unos mechones de cabello detrás de la oreja.
Se dirigió al señor que estaba al otro lado del puesto y hablaron entre ellos, al cabo de
dos minutos se dio la vuelta y tiro de mi mano para hacerme salir del grupo
de gente que se amontonaba allí.
-Te lo regalo.
Puso el pañuelo blanco de seda sobre mi mano sin dejar de sonreir.
-Gracias Karisma, pero no puedo aceptarlo.
Puso cara de decepción e insistió en que me lo quedara.
-Muchas gracias, es precioso.
-Por eso crei que debería de ser tuyo, los complementos bonitos destacan mas
en personas bonitas, ¿no crees?.
El rubor subió por mis mejillas, Karisma, era la clase de persona capaz de levantar el ánimo
hasta un muerto, era encantadora.
Se ofreció acompañarme hasta el taller de Harry, asique nos pusimos en camino mientras íbamos charlando.
Ese día, Karisma estaba especialmente guapa, su melena negra al viento le daba una belleza exquisita, sus ojos rasgados llevaban una sombra color rojizo que hacia juego con su vestido largo y ceñido hasta la cintura.
Yo no era una persona de hacer amigos todos los días, pero con Karisma fue algo especial, nos entendíamos, y pronto nos contamos todos los secretos que unas chicas adolescentes puede tener.
Tenía dieciocho años, vivía al norte de Londres en una amplia casa con su padre y tres hermanos mas, eran de clase media y tenia un novio en secreto.
A su padre no le gustaba nada la idea, y ella le conto que rompió con el para no hacerle sufrir, pero se seguían viendo…a escondidas.
-Un día te lo presentare.-Dijo agarrándome por el brazo y apoyando su cabeza en mi hombro.
-¿Y tú?, ¿tienes a alguien especial?.
Me quede pensativa por unos momentos y alzo la vista sonriendo.
-Si que lo tienes, e visto esa mirada muchas veces.-Dijo sonriendo entre dientes.
-Bueno esta misma mañana..conocí a alguien que..si, es especial.
Karisma sonrió y pidió detalles dando palmadas y saltitos alegres de emoción.
Le conté lo que me había sucedido cuando me dirigía a la escuela y se quedo con la
boca abierta y los ojos desorbitados cuando llegue a el punto fuerte de la historia.
-Vaya Liz, tuviste mucha suerte de no ser pisoteada por la gente y por el carruaje, me parece emocionante que ese chico te sacara de allí en brazos, y según cómo lo describes debe de ser guapísimo.
Bajo la mirada abajo subiendo un poco mi vestido para comprobar el vendaje de mi rodilla.
-Ahora entiendo porque cojeas.
Sonrió y bajo la cascada de tela hasta mis pies alisando los bajos con la mano.
-¿Y cómo se llama?, dijiste su apellido pero no su nombre.
Oh vaya..tenía toda la razón, con el despiste del incidente ni siquiera se
me paso por la mente preguntar cómo se llamaba aquel rostro angelical.
Karisma sonrió y me froto el brazo con cariño.
-No lo sabes, bueno tendrás la oportunidad en otro momento de preguntárselo.
Asentí con la cabeza y sonreí.
-Mira Liz, ese debe de ser el taller que estas buscando.-Dijo señalando con un dedo el cartel viejo con el nombre de Harry el Herrero.
Abrí la puerta y esta chirrió cuando llego al tope de la pared, un señor bajito de pelo color nieve y gafas redondas alzó la vista en cuanto nos escucho entrar.
-Buenas tardes, ¿en qué puedo servirlas señoritas?.
-Buenas tardes Harry, supongo que no me reconoce, vengo de parte de mi padre, Jeremy Jenzen.
Di unos pasos hacia delante y Karisma me siguió, el rostro de aquel señor se quedo pensativo mientras agarraba su mentón con una mano.
-¿Liz? Por dios que mayor te estás haciendo no te vi desde hace meses, tendrás
que disculparme que no te haya conocido, pero supongo que sabrás como funciona la memoria de los viejos.
Harry sacudió sus gruesas manos sobre un mandil sucio que llevaba puesto, y después se rascó la cabeza.
-¿Bien, que se le ofrece a tu padre?
-Esto…me pidió que le dijera si usted le podía prestar un mazo.
El señor bajito junto sus labios y asintió, se dirigió a una estantería enorme mirando hacia arriba, resopló y fue a buscar un taburete para alcanzar la herramienta.
-Aquí tienes Liz, por favor, cualquier cosa más que necesitéis me lo hacéis saber.-Dijo sonriendo mientras se ajustaba las gafas.
-Muchas gracias Harry.
El hombre se adelanto hasta la puerta y la abrió para que cruzáramos por ella.
Me detuve detrás de Karisma en cuanto salí.
-¿Quieres que te acompañe hasta la tienda de tu padre?, te lo pregunto por qué tengo que tomar esa calle para ir a la boutique farmacéutica.
-Claro, así charlamos otro poco.-Conteste sonriendo entre dientes.
El camino de regreso se hizo interesante, tanto como el camino de ida al taller de Harry.
Me conto que necesitaba ir a esa boutique a comprar unos medicamentos para su hermana mayor, tenía una enfermedad rara instalada en sus pulmones, que hacia fatigarla cada vez que caminaba.
La conversación tomo un rumbo diferente cuando ella comenzó hablar sobre
los asesinatos ocurridos en Londres, Karisma sabía lo que yo sabía, lo habíamos oído de personas diferentes, y todas esas personas tenían algo en común, esas muertes eran violentas y horribles.
Ella se estremeció y se abrazo así misma para sacudirse ese pensamiento.
-Si estamos juntas esa cosa no podrá atacarnos.-Dijo con el fin de que pudiera decir alguna cosa para hacerla sentir mejor, aun que su don era ese, hacer que los demás se sientan mejor, y aquí estaba yo plantada ante este dilema si sería capaz de hacerlo o no.
Respire profundamente y ensanche mi sonrisa.
-¡Oh si claro! Le daremos una buena paliza.
Ella me miro sin dejar de caminar y las dos carcajeamos llevándonos la mano al estomago. Karisma empezó a imitar como daría ese puñetazo en la punta de la nariz del atacante, las risas sonaban como eco en las bocacalles donde nos adentrábamos para regresar a la tienda de mi padre.
-Entra, quiero presentarte a mi padre.-Dije abriendo la puerta.
Karisma miro las campanitas de bienvenida y luego bajo la vista hasta mi, la empuje con ambas manos en la espalda haciéndola caminar hacia el mostrador.
-¿Papá? , ya estoy aquí.
Mi padre fue a mi encuentro, tenía un trapo en las manos con el que se limpiaba los dedos, miro a mi amiga y luego se dirigió a mí.
-Hola a las dos,¿ te presto Harry lo que te encargué?.
Alargue el brazo y le puse sobre la mano el mazo, volví junto a Karisma y mi padre sonrió.
-¿Quien es tu nueva amiga Liz?.-Preguntó.
-Hola señor, me llamo Karisma.
Alzo una mano y mi padre la estrecho con cariño.
-Yo soy Jeremy Jenzen, el padre de Liz.
-Sí, su hija me fue contando por el camino.
Karisma sonrió y se aliso el vestido.
-Bueno, tengo que irme, ha sido un placer señor Jenzen. Ya nos veremos otro día Liz.
Salió por la puerta y nos dedico una última mirada acompañada de una sonrisa perfecta.
-Es encantadora Liz, ¿os conocéis desde hace tiempo? -pregunto volviendo a la mesa de trabajo, yo le seguí para ayudarle.
-No, pero como si lo fuera.
Mi padre sonrió y me hizo un gesto con la cabeza, señal de que me incorporara a mi tarea.
El reloj de la vieja torre de la plaza cantaron ocho veces, el pedido de los Akerman estaba listo, cuando volví del taller de Harry me puse de nuevo manos a la obra adelantando el trabajo, y ya estaba todo terminado ,mi padre me dio un apretón de brazos satisfecho.
-No puedo creer que ya esté todo acabado, impresionante, me has servido de gran ayuda hija.
-Me ha gustado trabajar codo con codo contigo papá,-Sonreí.
-¿Y cuando vienen a recoger todo esto?.Son las ocho de la tarde.-Pregunté.
-En realidad les dije que lo tendría preparado en un par de días, pero gracias a ti pudimos hacerlo en una tarde, estoy muy orgulloso.-Dijo mi padre ensanchando sus finos labios.
Se sentó en mi taburete estirando sus piernas.
-Mañana por la tarde no tengo mucho trabajo por aquí, me acercare a la mansión de los Akerman para que pasen a recogerlo cuando deseen.
-Abrí los ojos y entrelacé mis dedos detrás de mi espalda.
-¿Puedo acompañarte mañana?.-Pregunté realmente nerviosa.
Mi padre levanto la vista viendo mi cara de suplica.
-Por supuesto, deberíamos de irnos a casa ,es tarde y estoy hambriento.-Anunció llevando una de sus manos al estómago.
Sonreí, y en ese momento mi estomago me traicionó, rugió de una manera descomunal, mi padre se volvió para mirarme y carcajeo.
-Parece que ya somos dos los hambrientos, volvamos a casa Liz.
El camino de vuelta se hizo corto, el color del cielo había tomado un color grisáceo, no podía verse el sol, pues ya estaba escondido en su guarida hasta la mañana siguiente.
Había sido un día muy largo y cansado, no podía dejar de recordar lo de esta mañana, mi corazón latió con furia cuando recordé aquel momento en el que me tomaba en sus brazos, esos brazos que parecían de piedra helada, y sus ojos del color de la miel atravesando los míos.
-Ya estamos aquí. -Anuncio mi padre.
Amelia corrió a su encuentro abrazándolo y mi madre sonrió al vernos.
La cena estaba servida en la mesa, mi padre y yo les habíamos contado todo lo que hicimos aquella tarde, Amelia puso cara de pocos amigos cuando conté que me había encontrado con mi amiga Karisma, y que había tenido la amabilidad de regalarme un precioso pañuelo de seda.
Papá comento a mi madre que mañana por la tarde lo iba acompañar hasta la mansión de los Akerman para anunciarles que su pedido estaba hecho.
Mi hermana pequeña puso caras, pero no salió ni una palabra de sus labios, era inútil que se pusiera a lloriquear pues ya había captado que así no conseguiría nada.
En cuanto acabó la cena subí las escaleras y prepare un baño caliente, hice un recogido con mi cabello y acto seguido me metí en el agua.
Deje mis brazos colgando por fuera de la pequeña bañera y cerré los ojos, no me percaté de que aun tenía el vendaje, lo desenlié de mi rodilla y lo escurrí con un puño, segundos después lo dejé caer al suelo y volví a cerrar los ojos relajando todo mi cuerpo.
No hacía más que pensar en el día de mañana.
¿Nos recibiría él mismo en su misma casa? , no pude evitar volar mi imaginación inventando encuentros diferentes, la sangre se acoplaba en mis mejillas y me sumergí por completo en el agua.
Cuando acabé con mi baño, sustituí la gasa por otra, y yo misma utilicé otra venda para enrollarla en mi rodilla.
Fui a mi habitación y me deje caer sobre la cama, estaba realmente cansada, al poco rato quedé dormida, el último pensamiento que tuve fue del joven Akerman, en sus brazos..
Corría por el bosque, huía de alguien que me perseguía por la oscuridad de la noche, intentaba acelerar mi paso pero era como si mi cuerpo no diera más de sí, la desesperación por sobrevivir me hizo gritar.
Pude ver con mis ojos un cuerpo tirado en medio del camino, le faltaba parte de su hombro y pude comprobar que en su otro brazo se le veía el hueso del codo, era como si alguien hubiera intentado arrancarle las extremidades.
Di un grito ahogado en el aire y en ese momento pude ver una brillante luz al fondo del camino,era un claro iluminado por la luna.
Me quede en el centro observando la imponente luna, parecía estar muy cerca, entonces unos brazos me rodearon la cintura, mi corazón dio un vuelco e intente apartar esas manos que me agarraban con fuerza.
Para mi sorpresa, dejó mi cuerpo libre y me retiré unos metros de él, me daba la espalda y creí reconocer de quien se trataba.
Su melena oscura se revolvió con el viento y vi como le temblaba todo el cuerpo, intente acercarme un poco mas y alargue el brazo para tocar su ancho hombro, entonces se volvió hacia a mi con ojos enloquecidos y sangre por todas partes, en su mano empuñaba un hacha afilado que iba derecho a mi cuello.
Grite con ganas y me desperté de un golpe, estaba empapada en un sudor frio.
Me incorpore y pase las manos por mi rostro intentando calmarme ,mi respiración acelerada se escuchaba en la tranquila noche, había sido horrible.
Las sabanas de mi cama me arropaba hasta la cintura, mire hacia la ventana y me destapé para dirigirme a ella.
Apoye una mano sobre el cristal mirando la oscura noche, las hojas de los árboles se mecían, entonces vi algo parecido a una silueta de persona.
Entrecerré los ojos para esforzar la vista e intentar distinguir, pero cuando mis ojos parpadearon ya no había nada, podría haber sido la sombra de un árbol cercano, o podría haber sido yo que aún estaba dormida.

†Capítulo 2-Un encuentro peligroso†

El sol iluminaba mi habitación como si se hubiera metido dentro de ella, me cegaba los ojos, tuve que parpadear varias veces hasta acostumbrarme a su resplandor. Mi madre tocó con los nudillos en la puerta de la habitación esperando que le contestase despierta y preparada para ir a la escuela. Cuando atravesé el umbral de la puerta, vi que me recibía con una sonrisa cariñosa y sus “buenos días” que tanto me gustaba oír.
-Te preparé un baño caliente, cuando estés lista baja a desayunar, tu padre y tu hermana se marcharon un poco antes, Amelia quedó con una compañera y no podía esperarte.
-Esta bien mamá, enseguida bajo.-Le dije un poco ronca.
Me apresure en darme ese baño, volví a mi habitación y mama dejo descansar sobre la cama mi ropa interior y un vestido amarillo apagado, ceñido al pecho que bajaba como una cascada hasta mis pies. Tenia unos bordados blancos en las mangas que me llegaban hasta los codos, acaricie con las palmas de mis manos el vestido con la intención de alisar aquellas arrugas que se hacían visibles. Mamá irrumpió en la habitación maravillada,
-Tu padre tiene razón, que deprisa creces Liz.
-Mamá llegaré tarde a la escuela.
Mi madre asintió y me sentó en una mecedora de mimbre que tenia en mi habitación para cepillarme el pelo con cuidado, tomó dos horquillas del mismo color que mi vestido, y las engancho a los lados, dejando mis tirabuzones en la parte trasera, y que así se me viera el rostro.
-Preciosa.-Dijo sonriendo dando a su vez una palmada.
-Ahora apresúrate a desayunar y ve a la escuela.
Bajé los peldaños con rapidez, sujetando en un puño mi vestido y con la mano libre agarrándome a la barandilla. El desayuno estaba delicioso, sali por la puerta y me abrí camino hasta la escuela. Llevaba tres libros en mi brazo izquierdo pegado a mi costado, casi me estaba quedando sin aliento, la multitud de la gente de la ciudad me impedía seguir por momentos el camino, era dia del mercado y obviamente, toda la gente rica y de clase media había salido a los puestos de compras. Un caballo relincho y la multitud comenzó apartarse, no supe donde estaba, la gente me empujaba y corría de un lado para otro.
Caí al suelo de rodillas cuando un señor de desproporcionadas dimensiones me dio un empujón descomunal. Di un grito ahogado de dolor, pues sentí como si me desgarrara la rodilla derecha.
La gente se iba alejando de mí en cuestión de segundos, cuando levante la vista con ojos llorosos vi un carruaje con dos caballos desbocados que se dirigía directo hacia mi. No hice esfuerzo alguno por salir corriendo, sentí como si mi rodilla palpitara igual que lo hace el corazón. La gente gritaba para que me apartara pero yo solo podía retorcerme en el frio suelo y me lleve las manos a la cabeza esperando que pasara lo peor.
Sentí que volaba, mi cuerpo no estaba en contacto con el suelo, era algo mas frio, sinceramente pensé que había muerto, pero si asi fuera, ¿entonces por que aun seguía sintiendo este frío? no abrí los ojos por no volver a morir, pero esta vez de susto.
Una voz dulce y reconfortante me hizo salir de mi ensueño, despidiendo un aliento fresco, como a hierbabuena.
-¿Señorita, se encuentra bién?.-Preguntó aquella voz.
Podía escuchar como la multitud hablaba, pero solo fue por un momento porque segundos después ya no podía oír a nadie. Mis ojos estaban fuertemente apretados, era incapaz de volverlos abrir, quise decir algo pero no logre articular ninguna palabra.
-¿Se encuentra bien?.-Volvió a repetir aquella fresca voz.
Poco a poco conseguí abrir un ojo y después el otro, su rostro estaba aun borroso para mi, pero vi una fina línea, dibujada en sus labios, debía de ser su sonrisa.
Poco a poco este rostro iba tomando forma, sentí como sus brazos estaban debajo de mi, podría imaginarme desde fuera a alguien cogiendo a una muñeca rota. Mis ojos cada vez se iban aclarando mas, era un galán muy apuesto, corpulento, con una piel blanquecina perfecta que se asemejaba al mármol, sus ojos del color miel eran profundos y miraban a los míos como esperando una respuesta.
La brisa suave le revolvió el cabello largo ocultando parte de su rostro, el color oscuro de su pelo contrastaba perfectamente con el de su pálida piel. Sin duda era la persona de mis sueños, o si no lo fuera se le parecía, aunque si tuviera que elegir, este ser era el mas bello, mas que el de mis sueños.
-Es la tercera vez señorita, si no contesta tendré que comprobarlo robándole un beso. ¿Se encuentra bien?.-Preguntó de nuevo.
Parpadeé varias veces, y el color subió por mis mejillas rápidamente.
Eh..sí..-Conseguí decir al fin.
-Sí,¿que?.-Dijo.- ¿Que le robe un beso?.-Pregunto ese rostro angelical, haciendo que la sangre me subiera por todo el rostro.
-¡No! Quiero decir que, estoy bien, gracias por evitar que me hagan caldo para sopa.-Me apresuré a decir.-¿Puede bajarme por favor?.-Pregunté con el rostro ruborizado.
Aquél joven rió con mas ganas al escuchar todo lo que había dicho en un momento y me dejo en el suelo sin dejar de sonreír.
Al poner los pies sobre la superficie, me resentí por mi rodilla, no recordaba que me doliera hasta ese momento, intente dar un paso y notaba como se desgarraba aún más.
-Tranquila no camine, ¿se ha hecho daño en alguna parte?-Pregunto con gesto preocupado mientras me sostenía por la cintura.
Cogí el vestido con las manos e iba subiendo para poder ver la gravedad de la herida.
-Mi rodilla-Dije con un gesto de dolor.
Mi salvador bajo la mirada hasta ella, y creí escuchar un gemido que procedía de su garganta.
Le miré por un segundo y el aparto sus ojos de mi, echando la cara hacia un lado y torciendo su perfecta nariz.
-Lo..siento, ¿le da asco la sangre verdad?.-Pregunté.- A mi hermana Ame…
-Creo que debería ir a llamar a un medico a que te miren esa herida, podría infectarse-Dijo con un tono seco y frío.
Su mirada se cruzo con la mía en menos de un segundo, parecía como si sus ojos color miel, se tornasen al color de su pelo, un oscuro abismo, entonces me dio la espalda para recoger mis libros que aún estaban esparcidos por la calle, volvió enseguida y los dejó sobre un banco cercano.
-Quédese por aquí, conseguiré que le vea un medico lo antes posible.-Dijo.
Seguía dándome la espalda, desató las riendas que estaban anudadas a un poste de una de las farolas de la zona subió a un caballo color carbón y emprendió el galope dejando una polvareda detrás de él. Pum pum, sentí como mi corazón latía violentamente, parecía como si quisiera salir de un momento a otro. La multitud ya hacia rato que se había dispersado, camine “a la pata coja” hasta el banco donde descansaban mis libros y me deje caer rendida. Gotas de sangre cayeron rozándome la pantorrilla, saqué un pañuelo del interior de mi corsé y me apresure a limpiar la sangre que quedaba pegada a mi piel. Apoye la espalda contra el respaldo del banco de madera y suspire.¿Cómo era posible que existiera alguien tan hermoso?.Comparado con el de mi sueño…no, no tenía ninguna comparación, demasiado bello... pero me sentí ofendida cuando puso cara de asco mientras sangraba, eso no estuvo bien por su parte. Por otra parte, si no fuera por él, esos caballos hubiesen acabado conmigo allí mismo, entonces no seria el único que pusiera esa cara de disgusto, si no todos. Dejé el pañuelo atado en el reposabrazos del banco de forja, y me lleve los brazos al estomago, abrazándome a mi misma y luchando para que no me dieran náuseas. Eleve las manos a mi rostro ocultándolo, y unos pasos se acercaron en mi dirección, me sobresalté pensando que mi salvador había llegado y me apresure poniéndome derecha e intentar tener buena apariencia.
-Veamos esa herida muchacha-Dijo un señor agachándose para examinarla.
Miré por encima de su hombro y allí estaba ese muchacho mirándome fijamente a los ojos. Aparté la mirada cuando el señor que me atendía se dirigió a mi.
-No se preocupes, voy a desinfectar la herida y luego le haré un vendaje, después la llevare a casa.-Dijo sonriendo, su fino bigote pareció estirarse aun mas cuando hizo este gesto. Miré de nuevo por encima de su hombro, y el joven volvió a mirar hacia un lado, me aclaré la garganta y baje la vista hasta las manos de aquel señor que me atendía.
Abrió su maletín y en el había paquetes de vendas, desinfectantes, y me pareció ver algunas jeringuillas.
-¿No irá a inyectarme verdad?-Le pregunté frunciendo el ceño.
Detrás del doctor se escuchó una pequeña risa que pude distinguir que procedía de aquel muchacho.
-No tranquila, no hará falta que lo haga.-Contestó.
Cogió de su maletín un pañuelo blanco y desenrosco la tapa de uno de los botes en los que se podía leer “desinfectante”.
Di un respingo cuando el alcohol se puso en contacto con la herida, me quemaba, y tuve que hacer un esfuerzo para no gritar.
-¿Es…es usted medico?-Pregunte para poder olvidar el intenso escozor.
-Sí, tuvo suerte de que el joven Akerman me avisara con tiempo, es una herida muy fea, en cualquier caso creo que debería ponerle unos puntos.-Dijo examinándola más detenidamente.
¡Akerman!, así que mi salvador era uno de los Akerman que mi padre pronunció la noche pasada. Alce los ojos para encontrarme con los suyos, pero aun seguía mirando hacia un lado, me armé
de valor para poder dirigirme a él.
-¿Está instalado en la mansión?.Pregunté con timidez.
El joven parpadeo y se volvió para mirarme.
-Si, veo que las noticias vuelan.-Contestó.
-Bueno, lo sé porque uno de sus mayordomos encargo un pedido para ustedes en el taller de mi padre.-Dije tímidamente.
El muchacho sonrió y cruzo los brazos alrededor de su pecho.
-Interesante. -Añadió sin dejar de sonreír.
Su sonrisa era hipnótica, era mas bello aún cuando lo hacía, yo, le devolví la mia automáticamente.
El doctor puso sobre la herida una fina gasa, y a continuación procedió hacer el vendaje.
-Muy bien señorita, como nueva, procure no hacer mucho esfuerzo y todo irá bien.
Me sonrió y estiró la palma de su mano para hacerme poner en pie.
-Muchas gracias por todo doctor…-Le agradecí.
-Es mi obligación, bien la llevaré a su casa.-Dijo poniéndose en pié.
El señor me agarró por un hombro mientras yo luchaba por caminar, cada segundo que pasaba el dolor cesaba.
Me detuve un momento para darme la vuelta, y el joven Akerman estaba aún plantado allí, mirando aquel banco de forja, humedecí mis labios y sonreí.
-Gracias, sin tu ayuda podría haber sido….
-Caldo para sopa, lo sé.-Me interrumpió para poder terminar el mismo la frase.
Luego se giro en mi dirección sin moverse del sitio torciendo una sonrisa perfecta, y una vez más, contagió la mía. El doctor me hizo girar conduciéndome hasta un carruaje donde nos esperaba un chofer.
Cuando por fin quedé sentada, me asome por la ventanita de este y ya no pude ver a el apuesto galán, se había esfumado como el dolor intenso de mi rodilla. Mi madre estaba junto al pozo sacando un cubo de agua cuando me vio llegar, lo dejo descansar en el suelo y dio pasos inseguros con el rostro preocupado. El doctor me dejo sobre el banco del porche, y se dio la vuelta para encontrarse con mi madre.
-A tenido un pequeño incidente, no se preocupe, la he atendido y se encuentra bien.-Se apresuró a decir.
El doctor volvió a ponerse su sombrero oscuro y se despidió de mi madre inclinando su cabeza, acto seguido bajo los cinco peldaños del porche y se apresuro a subir al carruaje, mi madre lo seguía con la vista muy confusa. Se limpio las manos con el mandil que estaba atado a su cintura y frunció el ceño mientras subía por las escaleras para encontrarse conmigo.
-¿Que ha ocurrido Elizabeth?-Preguntó angustiada.
Aspiré profundamente y comencé a contarle lo que había ocurrido, entonces al llegar al punto de la conversación “Akerman”, abrió los ojos por la sorpresa, no le explique a mi madre todos los detalles, sólo que aquel joven me salvó de aquel atropello que jamás sucedió.
-Gracias al cielo, ¿te duele mucho?.-Preguntó acariciando mi cabello.-No creo que puedas ir hoy a la tienda con tu padre, debes descansar.-Añadió.
Me dijo acariciándome la frente, deje de apoyarme en el respaldo del banco de madera de un brinco.
-Ah no mamá. Yo quiero ir ayudar a papá, en serio estoy bien, ya no me duele ¿ves?.-Dije.
Mecí mi rodilla en todas direcciones y apreté los labios con fuerza cuando sentí un pinchazo violento.
-Esta bien, pero procura no hacer esfuerzos. Y ya que te encuentras con ganas de ir a trabajar con tu padre, te recuerdo que mañana irás a la escuela.-Dijo.
Lo dijo por ver mi reacción, era tan obvio…por supuesto que conteste que iría a mis clases, me apetecía irme con mi padre a la tienda, y si ese encargo era para los Akerman, pues con mas razones, tenía que agradecérselo de algún modo, un simple “gracias” no era suficiente para mí. Amelia llegó a casa junto con mi padre, bajo de la camioneta vieja dando un fuerte portazo en la puerta, mi padre frunció el ceño enfadado.
-Un día de estos las puertas se caerán a trozos Amelia!
Mi hermana se dio la vuelta para mirarle y puso las palmas de las manos juntas como si fuera a rezar, a mi padre se le pasaba siempre su enfado cuando veía ese gesto de disculpa. Amelia se dio la vuelta y su cara de ángel cambio a un rostro enfadado, se acerco hacia a mí con los puños apretados.
-Lo sabía, sabía que te quedarías en casa y no irías a la escuela,y para colmo esta tarde te vas con papá a la tienda, ¡no no y no! ¡No es justo!.Gritó.
Amelia lloriqueo y sus puños ocultaron sus ojos, era increíble, lloraba sin echar una sola lagrima, era parte de su actuación.
-Amelia, cariño, tu hermana se fue esta mañana a la escuela, pero tuvo un accidente por el camino.-Se apresuró a decir.
Mi madre levanto despacio mi vestido para que mi padre y Amy vieran mi rodilla vendada. Papá se puso furioso y comenzó hacerme preguntas de todo tipo, quien me empujo, quien llevaba ese carruaje con los caballos desbocados….no pude darle información detallada sobre lo que preguntaba.
-Querido, si no fuera por un familiar de los Akerman habría sido mucho peor.-Dijo mi madre para que dejara de hacerme tantas preguntas.
Al igual que a mamá, mi padre se sorprendió por el gesto heroico de aquel joven, mientras yo me sumergía en mis pensamientos recordando aquél ser hermoso, oí como mi padre decía que se lo compensaría haciéndole entrega de lo que quisieran tomar de su tienda. Amelia no dejaba de mirarme, el enfado de su rostro se había esfumado, y se acerco hasta mi para susurrarme algo a el oído.
-¿Era guapo?.-Susurró.
Puse los ojos en blanco mientras que mi madre me ayudó a ponerme en pié para dirigirnos a casa.

†Capítulo 1-Feliz cumpleaños†



Brandom Akerman..el nombre de el ser más bello de la tierra, el nombre de mi
protector, nunca había amado en mi vida algo tan hermoso, tan fiero y a la vez tan dulce. No se podría decir que mi vida había sido un camino de rosas, pero mereció la pena el dolor y tanto esfuerzo. Cuando lo vi por vez primera fue a mis dieciséis años, lo vi en mis sueños. Su rostro y su cuerpo era el color del mármol, sus ojos de un color miel profundo que destelleaban con la luz del sol, y su pelo largo y
oscuro caía suavemente por sus hombros, bien marcados, se apreciaba su esbelta figura… perfecta. Era el año 1900, me dirigía al bosque a recoger plantas silvestres, acompañada de mi hermana pequeña, Amelia. Amy, como yo a veces la llamaba cariñosamente, era una niña muy risueña, y muy atenta en todo, jamás se le escapaba algo nuevo que ocurriera en el pueblo o en las afueras de éste. Tenía ocho años,su cabello era lacio con tirabuzones en las puntas de color castaño claro al igual que sus ojos llenos de vida Era primavera, el bosque tenia un aspecto bellísimo, sus árboles robustos parecían alcanzar el mismísimo cielo, todo cuanto había iluminaba con luz propia. Sus flores de innumerables colores se balanceaban como un coro, con la brisa del cálido viento primaveral.
-¿Se puede saber a qué viene esa sonrisa toda la mañana? -preguntó Amelia
-¿Volviste a soñar con el galán cierto?
Me quedé pensativa unos momentos mientras dejaba en la hierba el cesto de mimbre, luego aprete mi vestido con las manos cerrándolas en un puño y sonreí
- Me sorprendes Amy, me sorprende tu capacidad para adivinar cosas así.-Ella puso los ojos en blanco y sopló
-No lo e adivinado, Liz..no has dejado de hablar en sueños toda la noche.
Entonces Amelia se puso a bailotear al son del viento agarrándose con una mano su vestido, imitando a dos amantes bailarines, sentí como la sangre se acoplaba en mi rostro
-¡Amy! para déjalo ya por favor.
Amelia se aclaró la garganta y se disculpo, en su voz había una nota graciosa. Cogí la cesta y me puse en movimiento hacia un claro con flores de todas las clases, me senté de rodillas dejando la cesta a mi lado y comencé a coger unas cuantas flores de las que me gustaban. Amelia se acercó y se dejo caer aplastando una gran parte de ellas, yo hacia caso omiso a su presencia y seguí con mi tarea.
-¿Para qué son estas flores?- pregunto arrugando la frente
-Para mamá, quiero regalarle algo especial por su cumpleaños, los regalos más bonitos son aquellos que se hacen por la mano del hombre…en este caso..por las manos de una mujer.- le dije con tono cantarin y muy orgullosa de mi misma.
- Ah, estupendo y...¿que vas hacer con todas esas flores? – preguntó
-Shh, ah no, eso no puedo decirlo, eres capaz de ir corriendo y decírselo, es un riesgo que no
voy a correr.
Amelia se quedo con el rostro frustrado y luego torció los labios como si quisiera mostrar una sonrisa. Enseguida se puso de rodillas y me ayudo a seleccionar las flores más bonitas que teníamos a la vista. Unos pasos crujían todas las flores y nos vimos obligadas a levantar la vista casi de inmediato. Una mujer, algo más mayor que yo, se quedó parada frente a nosotras como una estatua. Su pelo largo y negro flotaba en el aire violentamente, sus ojos rasgados no dejaron de mirarme, parecía estar echando puñales por ellos.


Su tez era de un moreno claro que brillaba cuando tenia el sol de frente. Se quedo ahí parada mirándonos descaradamente, le hice un gesto a mi hermana para que soltara las flores que tenia en la mano, y Amelia se apresuro a dejarlas sobre la hierba cuidadosamente. El rostro de esta chica se ilumino más y su sonrisa se amplio
-Siento a veros asustado, me llamo Karisma.
La muchacha hizo una reverencia inclinando su cuerpo y a la vez su cabeza. Me levante apoyando una mano en mi rodilla derecha devolviéndole la sonrisa e inclinándome en contestación.
-Encantada Karisma, mi nombre es Liz, y ella es mi hermana pequeña, Amelia.
Mi hermana dio un salto y se apresuro para acompañar mi reverencia. Karisma echo a reír y un nido de pájaros adolescentes emprendió el vuelo al escuchar tan exageradas carcajadas.
-Perdonadme, es que nunca e visto a campesinas con unos gustos tan refinados.
Amelia levanto una ceja con expresión de disgusto.
-Lo…lo siento otra vez..queréis que seamos amigas?- preguntó Karisma con las manos entrelazadas a su espalda.
Mi hermana tomó un trago de aire y me tiro del vestido. Yo no podía de dejar de mirar aquel rostro, realmente parecía agradable.
-Oh, por supuesto.-Le contesté por fin.
Amelia seguía tirando de mi vestido, y se agachó para coger mi cesta que aún estaba en el suelo.
-Vayámonos a casa, es tarde Liz.
Mi hermana tiró de mí y Karisma se despidió con la mano añadiendo
-Podéis venir cuando queráis a por flores prometo no asaltaros de la manera en que lo hice.
Seguí a mi hermana colina abajo preguntándome de donde había salido esa chica, parecía a ver salido de la nada de repente.
-Es odiosa, ¿no crees Liz?, por dios que arrogante, mira que llamarnos campesinas uf! -Dijo Amelia disgustada, estaba que echaba chispas y fuego por los ojos.
-Venga no exageres solo quería disculparse por el susto que nos dio.
-¿Disculparse? ¡Ja!-Contestó llevándome la contraria.
Llegando a casa, mi madre estaba en la entrada del porche tejiendo, sentada en uno de los bancos de madera gastados por el tiempo. Siempre que la veía me impresionaba, su hermosura era inigualable. Su pelo del color castaño con reflejos dorados se movía con el ligero viento. Sus ojos color caramelo se dejaban ver por encima de sus pequeñas gafas redondas, y nos regaló una amplia sonrisa a mi hermana y a mi cuando nos vió aparecer.
-¿Dónde os habíais metido toda la mañana?, le dijisteis a vuestro padre que me ayudaríais más con las tareas del hogar.-Dijo con su voz dulce y calida.
-Mamá, teníamos motivos para ausentarnos, espero que no estés enfadada con nosotras.-La última frase me salió de la garganta bastante apagada.
-¿Enfadada? Venid aquí.-Contesto con una sonrisa tierna en los labios y estirando los brazos. Corrí a su lado y me arrodillé en su regazo al igual que Amelia.
-Te quiero mamá.-Dijo Amy cariñosamente.
-Y yo a vosotras.-Contestó mi madre acariciándonos el cabello.
De pronto la puerta de la entrada de la finca chirrió, y se escucho un estruendo de palos cayéndose en el suelo.
-¿Y a mí quien me quiere?-Preguntó una voz gruesa y alegre.
-¡Papá!-Gritamos mi hermana y yo y salimos a su encuentro abrazándolo.
Mi madre sonreía e hizo un gesto con la cabeza mientras seguía tejiendo. Mi padre me agarró por el mentón y no paraba de decirme lo mayor que me estaba haciendo.
-Papá no soy tan mayor, solo tengo dieciséis años.
-Lo siento Liz, quizás soy yo que ya me veo demasiado viejo.
-Papá….tú no eres viejo.-Le dije, dándole otro fuerte abrazo.
Amelia bajó la vista mirando la montaña de palos que mi padre había dejado caer momentos antes, y empezó a dar vueltas alrededor de él, mirando en los bolsillos de sus pantalones.
-¿Amelia que haces?-preguntó mi padre apartándose un poco de nosotras.
Amy, puso cara de disgusto.
-¡Papá! ¿Hoy no nos as traído nada?
Mi padre echo a reír a la misma vez que mi madre, mientras yo me quedaba con los ojos
en blanco.
-No e tenido tiempo de traeros algún detalle Amy, ¿no os basta con que vuestro padre este de vuelta?.
En realidad era mejor que otro regalo. Mi padre trabajaba muy duro para nosotras, era carpintero y tallista, un pedazo de madera en manos de mi padre se convertía en una obra de arte.
-Chicas, la protagonista hoy es vuestra madre, e traído algo especial para ella.
Papá se dirigió hasta la entrada donde mi madre seguía aún sentada, nosotras le seguimos con pasos alegres y con ojos curiosos. Le besó la frente mientras mi madre cerraba los ojos con una sonrisa, entonces mi padre susurró
-Feliz cumpleaños Clementine._
Mamá le agradeció sus palabras, y mi padre saco desde el interior de su camisa una pequeña cajita de madera, en la que tenia tallada un corazón con unas letras que decía: “Te quiero Clementine”. Mi madre levanto la vista observando nuestros rostros, expectantes por ver que había en el interior de esa cajita. La abrió con cuidado y sus ojos parecieron brillar por un momento, con cuidado saco del interior una cadena de oro muy delicada, la acompañaba un corazón transparente que brillaba con los rayos de sol de múltiples colores. Mi padre hizo señas para que abriera ese corazón, el interior estaba cubierto con oro y tenia unas diminutas letras en las que se podían apreciar las iniciales de mis padres.
A la derecha del corazón había una pequeña fotografía de los dos juntos, realmente ese colgante era la cosa mas bonita que jamás había visto.
-Gracias Jeremy.-Dijo mi madre alzando su cabeza para darle un tierno beso en los labios.
Nos dirigimos al interior de la casa y me apresure a subir las escaleras para entrar en mi dormitorio, dejando la cesta de mimbre encima de mi cama, y sacando las flores que habíamos recogido Amelia y yo.
Fui hasta la ventana para abrirla, dejando que los rayos del sol penetraran iluminando toda la habitación. Poco a poco fui cogiendo pétalos de flores y haciendo pequeñas perforaciones
en el centro.
Pase hilo de color oro entre los pétalos formando una colorida y alegre cadena. Me costó poco hacerla, pero puse mucho cariño en ella porque era para mama. Puede que no fuera una idea muy original pero yo quería hacer algo por mí misma, al fin y al cabo, lo que importa es la intención. Espere hasta la hora de la cena para poder entregarle mi regalo, y acerté, a mamá le encanto.
-Por dios Liz, ¡es un trabajo excelente!
Dijo mi madre muy impresionada, Amelia estaba sentada en la mesa con una mano apoyando su rostro.
-Pero los pétalos se secaran y entonces la cadena se quedara únicamente con el hilo ¿no?
Mi padre la fulminó con la mirada.
-Es un buen trabajo Liz.-Se apresuró a decir mi criticona hermana.
Mamá me abrazo diciéndome cuanto le gustaba, se lo pasó por encima de la cabeza dejándolo caer sobre su cuello junto al gran corazón que mi padre le había regalado.
-Y bien pequeña Amy, ¿tu que le vas a regalar a tu madre?-Dijo papá sonriendo.
-Esto….toma mamá, espero que te guste.
Amelia puso sobre su mano una pulsera con piedrecitas de colores, a mi madre se le volvió a iluminar el rostro y se acerco a ella para darle un buen abrazo.
-La compre ayer en uno de los puestos que había en la plaza.
-De veras, me encanta tesoro, gracias a todos.-Afirmo con una amplia sonrisa.
Nos acomodamos en los asientos acercándonos en la mesa para cenar, Amelia alargo la mano para tomar un poco de pan, y entonces mi padre le dio un palmetazo suave.
-¿Amelia?
-Oh, lo siento papá. Se me olvida que hay que bendecir la mesa antes de comer.
Mi padre hizo un gesto de asentamiento y empezó a pronunciar las oraciones antes de que nos lanzáramos a engullir todo cuanto había en la mesa. Papa fue el primero en sacar conversación durante la velada.
-Esta semana tengo un encargo en el taller, nada mas y nada menso que seis cabeceros, dos mecedoras y tres balancines.
Mamá cogió su servilleta que estaba descansando encima de sus rodillas y se limpio las comisuras de los labios.
-Estupendo Jeremy, ¿quieres que te eche una mano en la tienda?-Pregunto con el fin de que mi padre asintiera.
-No cielo, no importa podre hacerlo, si no estuviera tan convencido de mi mismo te pediría que lo hicieras. Y si necesitara ayuda, bien podría llevarme estas jovencitas y que trabajaran en lugar de darse paseos por el bosque, ya sabéis que no me gusta que vayáis por allí solas, podrían asaltaros.-Dijo con voz seria.
-Papá…-Dije-Yo te ayudare en la tienda, quiero hacerlo. Tienes toda la razón, deberíamos ayudaros mas, y estoy dispuesta hacerlo.
Mi madre tuvo un cruce de miradas con mi padre y el sonrió volviéndome a mirar.
-Esta bien, mañana vendrás conmigo.
-Papá ¿yo puedo ir contigo también?-Pregunto Amelia.
-Tu tienes escuela.-Contesto mi madre por él.
-¿Y que pasa con Liz? Ella también tiene que ir a la escuela.-Dijo Amelia cruzándose de brazos. -Cierto, por las mañanas ira a clase, pero por la tarde, tendrá que ayudarme en la tienda, al menos de momento.
Amelia no dijo ni una palabra mas, me miro y saco la lengua en tono burlón. Mi madre cortaba un trozo de carne y antes de llevarlo a la boca lo volvió a dejar sobre su plato,
-¿Quién encarga todo eso? Deben de ser muy ricos, creo recordar que nunca te han pedido mas de dos sillas por hacer en un solo día.
-Lo encargan los Akerman-Contesto mi padre cortando su filete y llevándoselo a la boca.
-¿Los Akerman?-Preguntó Amelia, casi parecía conocerles por el tono de su pregunta.
-Son una amplia familia, se instalaron la semana pasada en Londres, exactamente al sur de la villa. –Uau…Si tienen que ser ricos, ¿están en aquella mansión?-preguntó Amelia con interés, la miré, y cada vez me daba mas la sensación de que los conocía.
-En realidad es la mansión Akerman desde hace siglos, al menos eso es lo que me ha contado uno de sus sirvientes cuando vino a encargarme tan exagerado pedido.
Alargue mi mano para coger mi copa de agua, di un trago largo y momentos después me limpie con la servilleta. Amelia se quedó pensativa, en su rostro había cierta preocupación.
-Oí la semana pasada que al sur de Londres, se cometieron dos asesinatos.
Mi madre dejo de masticar y cruzo la mirada con la de mi padre con ojos desorbitados.
-¿De dónde sacas tu esas historias?
-De ninguna parte mamá, es solo que lo escuche decir a dos hombres.
Mi padre dejó la copa sobre la mesa y se apresuro para quitar su plato vacio.
-Estaba muy buena la cena Clementine, y en cuanto a ti jovencita... eso son habladurías de personas que no tienen otra cosa que hacer. Si hubiera sido cierto, me hubiera enterado de todas formas, y ya ves que no lo es. Querida, ¿tendrías la amabilidad de sacar el delicioso pastel que nos has preparado?
En cuanto mi padre pronunció la palabra “pastel”, a mi hermana pequeña se le olvidaron toda clase de preocupaciones. Las tres nos levantamos de la mesa casi a la misma vez, llevando nuestros platos hacia la pequeña cocina. Mamá sacó cuatro pequeños platitos, y repartió 4 porciones de pastel. Nos volvimos a sentar, y nadie pronuncio palabra mientras saboreábamos y admirábamos las sabrosas dotes culinarias de mama. La oscura y primaveral noche arropo toda la ciudad, nosotros vivíamos un poco apartados del pueblo, teníamos un terreno propio bastante amplio, y nuestra casita blanca brillaba con la luz de la luna en la oscura noche.
Fuera, podía oírse el viento golpeando suavemente en mi ventana, y los arboles que rodeaban la casa se mecían canturreando una melodía de hojas. En mi mente se repetía las palabras absurdas de mi hermana, haciéndome estremecer una y otra vez. En esta ciudad no podría pasar nada malo, y si asi fuera, papa lo sabría, no había nada que temer, no lo había. Tuve que borrar ese pensamiento, y concentrarme en otro mas dulce, mas bello, ¿me encontraría con él esta noche de nuevo?
Una sonrisa ilumino mis labios como una estrella fugaz, ese pensamiento me llenaba de tranquilidad. Suspire profundamente, y pronto me sumergí en un sueño profundo.